Educación ambiental transformadora: un enfoque ético, emocional y espiritual hacia la sostenibilidad

Roberto Carlos Díaz Salina*

Resumen

La educación ambiental en América Latina ha evolucionado desde una simple conservación hacia una herramienta integral para el cambio social y la justicia ambiental. Inicialmente, adoptó principios de educación popular y ahora se enfoca en abordar tanto problemas ambientales como inequidades sociales. A través de un enfoque holístico y multidisciplinario, reflejado en las políticas y programas de países como Argentina, Chile y Colombia, busca cultivar habilidades críticas y éticas, junto con un profundo respeto por la relación entre sociedad y naturaleza.

A pesar de los avances, la percepción pública sobre la efectividad de estas iniciativas es en general pesimista, destacando la necesidad de transformar la educación ambiental en una praxis de liberación, tal como propone Dussel. Esto implica empoderar a las comunidades marginadas, integrar la justicia social y reconectar con la sabiduría indígena, transformando así la relación de las personas con el medio ambiente.

Este enfoque transformador aboga por una comprensión más profunda de las desigualdades y cómo estas afectan la sostenibilidad ambiental. La educación ambiental debe entonces ser vista no solo como transmisión de conocimientos sino como un vehículo para la transformación ética y cultural, enfrentando desafíos ambientales contemporáneos y promoviendo un desarrollo más sostenible y equitativo.

Palabras clave. Educación Ambiental, América Latina, Cambio Social, Justicia Ambiental, Sostenibilidad.

Transformative environmental education: an ethical, emotional, and spiritual approach to sustainability

Abstract

Palabras clave: educación ambiental, América Latina, cambio social, justicia ambiental, sostenibilidad.

Environmental education in Latin America has evolved from simple conservation into a comprehensive tool for social change and environmental justice. Initially adopting principles of popular education, it now focuses on addressing both environmental issues and social inequities. Through a holistic and multidisciplinary approach, as reflected in the policies and programs of countries like Argentina, Chile, and Colombia, it aims to cultivate critical and ethical skills, along with a deep respect for the relationship between society and nature.

Despite advances, public perception regarding the effectiveness of these initiatives is generally pessimistic, highlighting the need to transform environmental education into a practice of liberation, as proposed by Dussel. This involves empowering marginalized communities, integrating social justice, and reconnecting with indigenous wisdom, thus transforming people’s relationship with the environment. This transformative approach advocates for a deeper understanding of inequalities and how they impact environmental sustainability. Environmental education must then be seen not just as a transmission of knowledge but as a vehicle for ethical and cultural transformation, tackling contemporary environmental challenges and promoting a more sustainable and equitable development.

Keywords: Environmental Education, Latin America, Social Change, Environmental Justice, Sustainability.


Introducción

En el umbral del siglo XXI, enfrentamos una crisis ambiental sin precedentes que demanda una revisión profunda y transformadora de nuestros enfoques educativos hacia el entorno natural. La educación ambiental, evolucionando significativamente desde su conceptualización inicial por la UNESCO (1983), se presenta no solo como una disciplina académica, sino como un movimiento ético, emocional y espiritual. Este artículo propone un enfoque holístico que reconoce la interconexión de estas dimensiones en el aprendizaje sobre y para el ambiente, preparando a las personas para entender y enfrentar los cambios globales rápidos y para desempeñar un rol activo en la mejora y protección de nuestro planeta.

Al profundizar en estos temas, se verá cómo la educación ambiental puede ser un vehículo no solo para la transmisión de conocimientos, sino también para el desarrollo de una conciencia integral que respete y valore la interdependencia de todos los seres con su entorno.

Para ello la primera parte de este artículo, establece el marco teórico y práctico necesario para una educación que no solo informe, sino que transforme. A través de este enfoque, se busca desarrollar una conciencia ambiental que se arraigue profundamente en los valores éticos, el compromiso emocional y la sensibilidad espiritual de los individuos.

Por otro lado, el segundo apartado, se explorará cómo distintas iniciativas en la región han adoptado y adaptado de alguna forma estos principios holísticos. Estos casos ejemplifican cómo la educación ambiental puede ser una herramienta de cambio social, involucrando activamente a las comunidades y respondiendo a sus contextos socio-ecológicos específicos.

Finalmente, el último apartado profundiza en cómo los principios de la filosofía de la liberación pueden fundamentar prácticas educativas que no solo busquen entender el mundo natural, sino que aspiren a transformar las estructuras sociales y económicas que subyacen a la crisis ecológica actual. Este enfoque busca empoderar la concepción de educación ambiental para que se conviertan en un agente activo de cambio en la transición hacia la sostenibilidad.

Este artículo se propone explorar un enfoque holístico de la educación ambiental, que integra estos aspectos y prepara a las personas para comprender y enfrentar los rápidos cambios globales, así como para participar activamente en la protección y mejora de nuestro planeta. Lo anterior ayuda a la tesis doctoral que se adelanta, “Educación ambiental en Instituciones Educativas Rurales para el desarrollo sostenible en Colombia”.

Esta investigación ha implementado una estructura metodológica rigurosa para una revisión crítica y sistemática de la literatura científica relevante en educación ambiental, abarcando tesis y artículos entre 2013 y 2023. Se ha enfocado en categorías clave como desarrollo sostenible, cultura ambiental, educación ambiental, sabiduría ancestral y ecología espiritual, con especial énfasis en la ruralidad, entendida como el conjunto de características y prácticas que definen la vida en espacios rurales. Esta dimensión añade complejidad a la educación ambiental al considerar el vínculo entre comunidades y su entorno rural, integrando saberes y prácticas ancestrales y promoviendo un desarrollo sostenible sensible al contexto rural. Por lo que este artículo de reflexión es producto de esta revisión.

Hacia una educación ambiental holística: integrando dimensiones éticas, emocionales y espirituales

La UNESCO (1983) define la educación ambiental como un proceso educativo amplio y de por vida, diseñado como respuesta a los rápidos cambios del mundo. Este enfoque subraya la importancia de preparar a las personas para comprender los principales problemas globales y equiparlas con habilidades y conocimientos para un rol activo en la mejora de la vida y la protección del medio ambiente, respetando valores éticos esenciales.

Además, la UNESCO promueve la integración de la educación ambiental en el currículo existente, sugiriendo métodos que incluyen la observación directa y la interacción con afectados por problemas ambientales, enfatizando la importancia de la formación docente en ciencias y el desarrollo de competencias para investigar y enseñar sobre estas cuestiones.

Sin embargo, esta definición ofrecida por la UNESCO asume una visión muy técnica sobre lo que se debe comprender por educación ambiental.

Puesto que como lo plantea Gadotti (2008) la educación debe ser una educación transformadora que prepare a los individuos para pensar críticamente y actuar de manera responsable en el mundo. Por lo que la reducción de la educación ambiental al desarrollo de habilidades problemas/solución, no permite una dimensión más amplia de los problemas ambientales que atañen a nuestro tiempo. De manera que la educación ambiental posee como finalidad crear competencias ciudadanas para la responsabilidad social de la humanidad con su entorno.

De ahí que se comprenda en primer lugar que, tal como lo plantea Macy (1991), explorar la relación entre el individuo y el medio ambiente desde una perspectiva emocional y espiritual, es necesaria para lograr una reconexión con el mundo natural. Por lo que la educación ambiental debe apuntar a esto, ya que en contextos educativos, donde el desarrollo de una conexión emocional profunda con el entorno puede inspirar a estudiantes y comunidades a comprometerse con prácticas ambientales sostenibles.

Por otro lado, la educación ambiental debe permear de sobremanera la conciencia ambiental de los individuos a quienes se están educando, por lo que Bonnett (2021) ofrece una visión profunda y crítica sobre la educación ambiental, argumentando que la predominante mentalidad de dominación sobre la naturaleza y el enfoque cientificista en la educación han generado una desconexión con el mundo natural. Este autor propone una «ecologización» de la educación que va más allá del conocimiento científico, promoviendo una conexión experiencial y espiritual con la naturaleza. Este enfoque aboga por integrar las artes y la literatura como medios para fomentar un vínculo más profundo y significativo con el entorno, marcando un cambio cultural significativo hacia una conciencia ambiental más arraigada y holística. La visión de Bonnett es un llamado a reevaluar y transformar nuestra relación con la naturaleza, reconociendo la necesidad de una ética ambiental robusta y sostenible en todos los ámbitos de la vida. Esto se evidencia en las siguientes palabras del autor sobre la ecologización de la educación:

“Se ha argumentado que, para que las cosas de la naturaleza ocurran como tales, es necesario desbaratar la actitud antropocéntrica que, en última instancia, las deja aparecer sólo como un recurso: necesitamos desarrollar una receptividad atenta y abierta que nos permita encontrarlas de nuevo, liberadas del instrumentalismo dominante. La experiencia sugiere que proporcionar el espacio para este nuevo encuentro es precisamente lo que el arte puede hacer y, por lo tanto, es prometedor como una vía para revelar la naturaleza y, por lo tanto, como una contribución a la ecologización de la educación […] En la época en que la metafísica del dominio se mantiene vigente, una consideración educativa paralela clave será la preparación de la mente-cuerpo-corazón para estar adecuadamente abiertos a la aparición de la naturaleza en tales experiencias. Por las razones indicadas anteriormente para nosotros los modernos, esto requiere una modificación sustancial de nuestra perspectiva intencional con el fin de recibir lo que se nos ofrece – una suspensión del motivo de dominio y la adopción de una actitud que no es ni una indiferencia ni un deseo posesivo, sino más bien una apertura dialógica que incorpora un sentido del bienestar de las cosas mismas. El acontecer nativo de las cosas en la naturaleza no puede revelarse al ojo que busca principalmente organizar, gestionar y manipular (Bonnett, 2021, págs. 132-133).”[i]

En este sentido, la educación ambiental, para ser efectiva, debe ir más allá del enfoque técnico que ha sido promovido tradicionalmente por instituciones como la UNESCO, e incorporar una dimensión emocional y espiritual que fomente una conexión profunda con la naturaleza. Este enfoque holístico no solo capacita a los individuos para enfrentar los desafíos ambientales, sino que también promueve un cambio cultural hacia el respeto y la armonía con el entorno natural.

Es crucial destacar que la educación ambiental está profundamente arraigada en principios éticos, vinculándose estrechamente con la ética ambiental, un campo interdisciplinario que aborda las perspectivas morales hacia la protección de las entidades naturales y el uso sostenible de los recursos. La ética ambiental enfatiza valores como el respeto y la armonía con nuestro entorno, lo que refleja un propósito ético inherente en la educación ambiental (Ott, 2020).

Además, es importante considerar la crítica de Vygotsky (2004) hacia las teorías clásicas de educación, proponiendo una nueva interpretación sobre el desarrollo y la naturaleza de las emociones. Este marco teórico ofrece una base sólida para comprender cómo los aspectos emocionales influyen y potencian el aprendizaje. En el contexto de la educación ambiental, esto sugiere que los programas deben diseñarse no solo para transmitir conocimientos técnicos, sino también para involucrar emocionalmente a los estudiantes, permitiéndoles establecer una conexión personal con la naturaleza. Al adaptar los métodos educativos para abordar las necesidades emocionales individuales, los educadores pueden motivar eficazmente a los estudiantes, convirtiéndolos en agentes de cambio en la protección del medio ambiente.

Aún más, la ecología espiritual, según Zohar & Marshall (2001), busca integrar la conciencia espiritual con el activismo ecológico, resaltando la necesidad de una educación que profundice nuestra conexión con la naturaleza. Esta perspectiva aborda la desconexión existente entre el ser humano y la naturaleza, una brecha que ha contribuido a la crisis ecológica actual, y propone un camino hacia la sanación de esta fractura, revalorizando nuestra relación intrínseca con el entorno natural.

La integración de la ecología espiritual en la educación ambiental implica un enfoque holístico que abarca tanto el currículo formal como las actividades extracurriculares. Esto puede incluir clases prácticas al aire libre, diálogos y reflexiones grupales sobre la interconexión de la vida, y proyectos comunitarios que promuevan acciones concretas de cuidado ambiental. Al fomentar una relación más profunda y respetuosa con nuestro planeta a través de la ecología espiritual, se enriquece el espíritu humano y se contribuye al bienestar de las futuras generaciones y la salud de la Tierra. Esta conexión espiritual con el mundo natural es esencial para enfrentar los desafíos ambientales actuales y promover un desarrollo sostenible.

Este enriquecimiento emocional y espiritual en la educación ambiental no solo cumple con su cometido ético, sino que también establece una dimensión que fundamenta la relación íntima con la naturaleza que es crucial para una efectiva educación ambiental.

Educación ambiental en América Latina: enfoques integrales y participativos en Argentina, Chile y Colombia

La educación ambiental en América Latina ha experimentado una evolución significativa desde sus inicios en los años sesenta, transformándose en un pilar fundamental para el desarrollo sostenible de la región. Este apartado aborda el desarrollo histórico de la educación ambiental en América Latina, destacando sus enfoques críticos y transformadores que buscan integrar la conservación ambiental con el cambio social.

Siguiendo a Tréllez (2006) la educación ambiental en América Latina empezó bajo la influencia de la educación popular de Paulo Freire (1970; 1999; 2005), enfocándose en las comunidades más excluidas. Este enfoque no solo buscaba promover la conservación ambiental, sino también fomentar un cambio social que permitiera una vida más digna y libre. Se destacaba la importancia de desarrollar un conocimiento propio que hiciera consciente la relación intrínseca entre sociedad y naturaleza.

Tras la Conferencia de Estocolmo en 1972, los esfuerzos por integrar la educación ambiental en los sistemas educativos se intensificaron. Durante esta época, se comenzaron a cuestionar los modelos de consumo y crecimiento de los países industrializados, promoviendo un enfoque más crítico y transformador en la educación ambiental que buscaba replantear las prácticas y políticas existentes.

De manera formal, este aspecto repercutió en el hecho de que la educación ambiental debía tener un lugar prominente en América Latina, buscando con ello inculcar una ética más humana y sostenible en relación con el medio ambiente. Según Teitelbaum (1978) este movimiento educativo toma sus raíces en principios establecidos desde la Carta de Belgrado de 1975, la cual marcó un hito importante al proponer una educación que no solo aborde los síntomas sino que también erradique las causas fundamentales de problemas ambientales, como la pobreza, el hambre y la contaminación.

Por otro lado, los movimientos ambientales en América Latina, a partir de los años setenta y especialmente durante las décadas de 1980 y 1990, se caracterizaron por su diversidad y por la amplia gama de actores que los conformaban. Estos movimientos incluyeron participación de diversos sectores sociales, como grupos urbanos, campesinos con contenidos étnico-culturales, movimientos ecologistas y otros colectivos que articulaban demandas específicas relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo sostenible (Murga Frassinetti, 2006).

Durante los noventa se fortaleció el respaldo teórico a los enfoques participativos en educación ambiental, aspecto que acompañaba estas demandas sociales que promulgaban una conciencia social por el medio ambiente. El trabajo de pensadores como Enrique Leff (2000) reconocen la complejidad de los procesos sociales y naturales, y la importancia de la participación comunitaria en la conservación ambiental.

Con el nuevo milenio, se han lanzado iniciativas significativas como el Programa Latinoamericano y del Caribe de Educación Ambiental (PLACEA), este documento presentado por la República Bolivariana de Venezuela en el 2003, se enfocaba en la creación de un modelo de desarrollo alternativo que responda a la crisis ambiental y social causada por los modelos económicos tradicionales (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2003). Un aspecto importante de esto es que este documento destaca la importancia de la educación ambiental como herramienta clave para impulsar un cambio hacia la sostenibilidad, promoviendo una ética de responsabilidad colectiva y equidad social.

Por otro lado, el esfuerzo más reciente de este panorama alrededor de la educación ambiental se encuentra en la Estrategia Mesoamericana de Sustentabilidad Ambiental (EMSA), un esfuerzo colaborativo que une a diez países, entre ellos Colombia. La cual ella dio origen al Observatorio Mesoamericano de Educación Ambiental, ubicado en la Universidad del Atlántico; donde este observatorio se concibe como un espacio de convergencia para el pensamiento crítico, la investigación y la innovación en el ámbito de la educación ambiental, promoviendo la colaboración entre países para abordar desafíos ambientales comunes (Observatorio Mesoamericano de Educación Ambiental, 2023).

En este sentido, podríamos alegar que la educación ambiental en América Latina ha evolucionado de una extensión de la conservación ecológica a convertirse en un vehículo para el cambio social y el desarrollo sostenible. A través de enfoques críticos y participativos, refleja y aborda los desafíos específicos de la región, mostrando un camino prometedor hacia un futuro más sostenible y equitativo.

Sin embargo, la investigación de Medina Arboleda, I. F., & Páramo, P. (2014) muestra como resultado que si bien hay notable crecimiento en el desarrollo de programas y experiencias en educación ambiental en la región, éstos tienen una efectividad escasa. Y esto se debe a: primero, el enfoque descriptivo predominante en las investigaciones realizadas alrededor de la educación ambiental; y segundo, se ha dado importancia a la construcción teórica de los componentes que fundamentan dicha educación. Puesto que la importancia de la educación ambiental trasciende su simple aplicación, destacando su efectividad y el impacto significativo que tiene en la sociedad en general.

En este sentido, la educación ambiental en América Latina enfrenta desafíos, como la adaptación de los programas educativos a las realidades locales y la integración de enfoques teóricos y prácticos que respondan eficazmente a las necesidades ambientales y sociales de la región.

Desde entonces, se ha vuelto imperativo que uno de los principios fundamentales de la educación ambiental en la región debe ser su capacidad de adaptación a las diversas realidades socioeconómicas y culturales de cada país. Esta adaptabilidad es crucial para promover un desarrollo que sea tanto ambiental como socialmente sostenible. Entender y respetar las particularidades locales no solo enriquece el proceso educativo, sino que también asegura que las soluciones propuestas sean relevantes y efectivas en cada contexto específico.

Ahora bien, si analizamos casos concretos de la política educativa en cuanto al medioambiente, se observará que la política pública de Latinoamérica no se aleja de lo antes mencionado. 

Así, en Argentina (Ministerio de Educación de la Nación, 2015) se enfoca en abordar los problemas ambientales desde una perspectiva integral y participativa. Este enfoque resalta la importancia de comprender los conflictos ambientales, como el caso del gasoducto, dentro de un marco más amplio que involucra conflictos sociales y los intereses de diversos actores, incluyendo empresas, comunidades indígenas y organismos ambientalistas.

La metodología educativa propuesta va más allá del conocimiento teórico, promoviendo un análisis crítico, la discusión de casos reales y la participación en la resolución de problemas ambientales. El papel de los educadores es crucial para guiar a los estudiantes en procesos críticos y éticos, ayudándolos a comprender la complejidad de los problemas ambientales y a desarrollar un pensamiento crítico.

Se sugiere la integración de diversas disciplinas, como la geografía, la historia y la ciencia política, para ofrecer una comprensión integral de los problemas ambientales. Este aspecto reconoce que los problemas ambientales son también problemas sociales, destacando la importancia de la participación ciudadana y la responsabilidad social en la identificación y solución de estos problemas. Por lo que esta política educativa en la Argentina invita a reflexionar sobre la enseñanza de los problemas ambientales y a generar propuestas que vinculen la escuela con la comunidad, promoviendo un cambio efectivo en la perspectiva ambiental.

Por otro lado, la educación ambiental en Chile (Ministerio de Medio ambiente, 2018) se centra en un enfoque integral y participativo. Este enfoque subraya la necesidad de integrar aspectos ambientales, sociales, culturales y económicos en la enseñanza, destacando la importancia de un método interdisciplinario en línea con las recomendaciones de la UNESCO.

De la misma forma que en Argentina, los educadores juegan un papel crucial en este proceso, no solo transmitiendo conocimientos teóricos sino también fomentando la aplicación práctica y la responsabilidad personal en los estudiantes. Se pone énfasis en inculcar valores éticos como la austeridad, el respeto, la corresponsabilidad y la empatía, fundamentales para una comprensión profunda y un comportamiento respetuoso hacia el medio ambiente.

En el aspecto curricular, este mismo documento menciona que la Ley General de Educación en Chile (2009) promueve la inclusión de la educación ambiental, pero se reconoce la necesidad de una mayor integración transversal y contextualizada en la realidad local. Se identifican desafíos como la necesidad de más investigación, la profesionalización de los educadores ambientales y el desarrollo de programas educativos innovadores.

Para el caso de Colombia, la política de educación ambiental busca fomentar una cultura ética y responsable en el manejo sostenible del ambiente. Se enfoca en formar ciudadanos con capacidad para comprender las dinámicas naturales, sociales y culturales en las que están inmersos, reconocerse como parte integral del ambiente, participar en la gestión ambiental y tomar decisiones responsables.

La política enfatiza la necesidad de un enfoque educativo que cultive valores éticos y actitudes responsables hacia el ambiente, promoviendo la participación en la gestión ambiental y la toma de decisiones. Esto implica un cambio de actitud hacia el entorno, buscando un equilibrio en su manejo y una mejor calidad de vida. La educación debe fomentar la comprensión de la realidad biofísica, social, política y económica, así como la interdependencia entre estos factores. Esto se evidencia cuando el documento plantea que la visión de la política es:

“La construcción de una cultura ambiental ética y responsable frente al manejo de la vida […] para la cual la sostenibilidad de los contextos naturales y sociales sea un reto y los propósitos de desarrollo sostenible, tengan como principio básico la equidad (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial & Ministerio de Educación Nacional, 2003, pág. 32).”

La política se guía por una comprensión integral del ambiente, que incluye aspectos físicos, biológicos, sociales y culturales. Plantea un enfoque sistémico, interdisciplinario e intercultural. Busca vincular las dinámicas y problemáticas ambientales locales en los procesos educativos.

Sobre esto, el documento señala:

«El ambiente no se puede reducir estrictamente a la conservación de la naturaleza […] Es mucho más amplio y profundo y se deriva de la complejidad de los problemas y potencialidades ambientales» (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial & Ministerio de Educación Nacional, 2003, pág. 33).

En conclusión, la Política Nacional de Educación Ambiental en Colombia se centra en desarrollar una comprensión integral del ambiente y sus desafíos, promoviendo un enfoque educativo que sea interdisciplinario, participativo y centrado en la formación de ciudadanos responsables y comprometidos con la sostenibilidad ambiental y el desarrollo de una sociedad más consciente y respetuosa del entorno natural y social.

De esta forma, se comprende que la educación ambiental en Argentina, Chile y Colombia, aunque presenta particularidades específicas en cada país, comparte un enfoque integral y participativo que subraya la importancia de una comprensión holística y multidisciplinaria de los problemas ambientales. Esta aproximación común refleja una tendencia creciente en América Latina hacia una educación ambiental que no solo se enfoca en la transmisión de conocimientos, sino también en el desarrollo de habilidades críticas, éticas y participativas [Ver tabla 1].

En resumen: en Argentina, la educación ambiental se caracteriza por su enfoque en el análisis crítico y la participación, lo que fomenta una comprensión profunda de los conflictos ambientales dentro de un contexto social más amplio. En Chile, se pone énfasis en la integración de aspectos ambientales, sociales, culturales y económicos, promoviendo un método interdisciplinario alineado con las recomendaciones de la UNESCO, resaltando la importancia ética que tiene este tipo de educación. Y Colombia, por su parte, se centra en un enfoque ético y responsable, con un énfasis en el manejo sostenible del ambiente y la formación de ciudadanos conscientes de su papel en la gestión ambiental, con el propósito de establecer una cultura ambiental sólida en el país.

Tabla 1.

Esquema de particularidades de la educación ambiental en Argentina, Chile y Colombia

AspectosArgentinaChile Colombia
Enfoque
principal
Integral y participativoIntegral y participativo, con énfasis en la interdisci-plinariedadÉtico y responsable, centrado en el manejo sostenible del ambiente.
Estrategias pedagógicasAnálisis crítico, discusión de casos reales, participación.Aplicación práctica, responsabili-dad personal, inculcación de valores éticos.Enfoque sistémico, interdisciplina-rio e inter-cultural.
Rol de los educadoresGuía en procesos críticos y éticos, comprensión de la complejidad ambientalTransmisión de conocimientos teóricos y prácticos, fomento de valores éticos.Transmisión de conocimientos teóricos y prácticos, fomento de valores éticos.
Integración curricularInterdisciplinariedad (geografía, historia, ciencia política).Integración de aspectos ambientales, sociales, culturales y económicos.Vinculación de dinámicas y problemáticas ambientales locales.
Desafíos y necesidadesFomento de la participación ciudadana y responsabi-lidad social.Mayor integración transversal y contextualiza-da, profesiona-lización de educadores ambientales.Mayor integración transversal y contextualizada, profesionalización de educadores ambientales.
Iniciativas y políticasEnfoque en comprender conflictos ambientales dentro de un marco social amplio.Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales, Política Nacional de Educación.Política Nacional de Educación Ambiental, fomento de una cultura ambiental ética y responsable.
Particularida-des culturalesConsideración de conflictos sociales e intereses de diversos actores.Enfoque en valores éticos como austeridad, respeto, corresponsabilidad y empatía.Reconocimiento de la interdependencia entre factores biofísicos, sociales, políticos y económicos.

Nota. Conceptos expresados según la concepción de educación ambiental de cada país. Fuente: propia.

A modo de conclusión se podría decir que estas características reflejan un cambio significativo en la educación ambiental, pasando de un enfoque tradicionalmente centrado en la conservación y el conocimiento científico del medio ambiente, hacia un enfoque más integral que incluye aspectos sociales, culturales y éticos. Este cambio es crucial para abordar los desafíos ambientales contemporáneos, que son cada vez más complejos y requieren una comprensión y participación de todos los sectores de la sociedad.

Además, la educación ambiental en estos países, con su enfoque en la ética, la responsabilidad social y la participación ciudadana, puede contribuir a formar una nueva generación de líderes y ciudadanos comprometidos con el desarrollo sostenible. Esto es particularmente importante en América Latina, una región que enfrenta desafíos ambientales únicos y donde la participación y consciencia de la ciudadanía puede ser un factor decisivo para el cambio positivo.

Filosofía de la liberación: fundamento para una educación ambiental transformadora

En líneas anteriores se observó como la educación ambiental en América Latina ha demostrado ser un pilar crucial para el desarrollo sostenible de la región, evolucionando significativamente desde sus inicios en los años sesenta. A través de enfoques críticos y participativos, se ha integrado la conservación ambiental con el cambio social, promoviendo un profundo entendimiento y respeto por la relación intrínseca entre sociedad y naturaleza. Las políticas y programas implementados en países como Argentina, Chile y Colombia reflejan una tendencia hacia una educación que no solo transmite conocimientos, sino que también fomenta habilidades críticas, éticas y participativas. Esta evolución refleja un cambio significativo hacia una comprensión más holística y multidisciplinaria de los problemas ambientales, crucial para enfrentar los desafíos contemporáneos y promover un futuro más equitativo y sostenible.

Sin embargo, lo anterior no es nada alentador cuando se compara con la realidad ambiental de la región. Puesto que para Páramo, P., Sandoval-Escobar, M, et all. (2015), quienes exploran las evaluaciones de los habitantes de ocho países de América Latina sobre el estado actual y futuro del medio ambiente, tanto a nivel local, nacional como global, llegan a la conclusión que generalmente hay un pesimismo sobre el estado actual y futuro del medio ambiente en estos países, con la excepción de Brasil, donde los niveles de optimismo son más altos. La razón de esto se debe a que las personas tienden a asignar una alta responsabilidad, debido a su cultura, a agentes sociales externos en los distintos niveles.

Este panorama pone en incertidumbre la concepción ambiental de la región, pues estos resultados ponen en cuestión la manera en cómo se está llevando las políticas ambientales y la educación en la región. Por esta sencilla razón el llamado que se ha esbozado al principio de este texto tiene la importancia significativa que de manera urgente se haga una educación ambiental que transforme nuestra realidad regional.

Dussel (2006) desafía las estructuras éticas tradicionales a la luz de la globalización y la exclusión, particularmente de aquellos marginados por los sistemas económicos y sociales dominantes. En este aspecto, él asume que la ética contemporánea debe abordar directamente las realidades de exclusión y marginalización que enfrenta la mayoría de la humanidad, destacando la urgencia de una transformación ética que reivindique la vida y la dignidad humana frente a las tendencias destructivas del orden global actual.

Este enfoque ético que es tanto crítico como constructivo, buscando reformular los principios éticos de manera que respondan efectivamente a los desafíos de la injusticia y la opresión en un mundo globalizado. Mas aun cuando es crucial considerar cómo la ética de la inclusión y la justicia social se extiende al dominio del medio ambiente.

En este sentido, la educación ambiental se presenta como un campo fértil para aplicar y expandir estas reformulaciones éticas, abordando no solo la urgencia de proteger nuestro planeta, sino también de garantizar que los beneficios y las responsabilidades de esta protección sean compartidos equitativamente entre todas las comunidades. Pues “el sujeto de la praxis de liberación es el sujeto vivo, necesitado, natural, y por ello cultural, en último término la víctima, la comunidad de las víctimas y los a ella corresponsablemente articulados” (Dussel, 2006, p. 524).

En Latinoamérica, la historia de opresión y explotación no se limita solo a las esferas sociales y económicas, sino que también se extiende profundamente en el ámbito ambiental. Las comunidades indígenas y rurales, quienes a menudo se encuentran en las periferias de las decisiones políticas y económicas, han sido particularmente vulnerables. Estas comunidades han visto cómo sus territorios son explotados para la extracción de recursos naturales, desde minerales hasta la deforestación para la agricultura y la ganadería, lo que no solo deteriora su entorno natural, sino que también amenaza su sustento y tradiciones culturales.

Este patrón de explotación resalta una dimensión crítica de la opresión que Dussel aborda: la marginalización de «la víctima». En el contexto latinoamericano, esta víctima no solo sufre exclusiones sociales o económicas, sino también una profunda vulnerabilidad ecológica. Las políticas y prácticas que favorecen el desarrollo a costa de la sostenibilidad ambiental perpetúan ciclos de pobreza y degradación que afectan desproporcionadamente a estas comunidades.

Así, desde la ética propuesta por Dussel, la educación ambiental en Latinoamérica no puede ser vista simplemente como un esfuerzo para impartir conocimiento sobre prácticas sostenibles. Más bien, debe ser entendida como una praxis de liberación, una herramienta para reivindicar la vida y la dignidad de las víctimas de la opresión ambiental. Al situar a las comunidades afectadas como sujetos centrales de la educación ambiental, se les empodera para reclamar no solo un ambiente sano, sino también un papel activo en la toma de decisiones que afectan sus vidas y su entorno.

Es de esta forma en cómo la educación ambiental es transformadora, porque “«Transformar» es cambiar el rumbo de una intención, el contenido de una norma; modificar una acción o institución posibles […]” (Dussel, 2006, p. 534). Y en el esfuerzo educativo por el medioambiente, esto implica que no solo se debe concentrar los esfuerzo a impartir conocimientos sobre sostenibilidad, sino que también fomentar una conciencia crítica sobre cómo las desigualdades sociales y económicas se reflejan y perpetúan en las cuestiones ambientales. Por tanto, la educación ambiental de esta manera se convierte en un vehículo para la transformación ética que Dussel vislumbra, integrando la lucha por la dignidad humana y la justicia social en la batalla contra la degradación ambiental y el cambio climático.

Ahora bien, además de lo anterior, es importante resaltar el aspecto cultural que posee la región, por ello es fundamental entender que este enfoque critico debe también transformar la cultura en sí misma. Por ello, la ética propuesta por Dussel (1980) y la ética biocultural de Rozzi (2013) ilustran un enfoque crítico y transformador que confronta las estructuras de injusticia impactando tanto a las comunidades humanas como a la naturaleza. Este enfoque puede ser decisivo para prevenir la continuación de la pérdida de culturas y conocimientos indígenas en nuestra región, destacando la necesidad de integrar y valorar estas perspectivas en el desarrollo cultural y ambiental de América Latina. Esto se evidencia porque,

“[…] no sólo se coloniza a las personas; también se oprime a la naturaleza. La colonialidad de la naturaleza», es decir, convertir los recursos del mundo natural en meras mercancías para el enriquecimiento de unos pocos arrancándolos de la tierra y de las personas más cercanas a ella, es consecuencia de las mismas estructuras de injusticia que oprimen a las personas[ii] (May Jr, 2023, pág. 212).”

De esta manera, es como los esfuerzos de la filosofía de la liberación puede contribuir a cambios significativos en la educación en América Latina, con un mayor reconocimiento y respeto por las lenguas, culturas y tierras indígenas. Puesto que, a pesar de los avances, la lucha contra la «colonialidad del poder» y por la justicia socioambiental continúa. En este sentido, la educación ambiental se convierte intrínsecamente una educación política, esencial para la liberación biocultural y el desafío continuo a las estructuras de poder.[iii] En resumen, una educación ambiental transformadora.

Conclusiones

La educación ambiental debe ir más allá del simple desarrollo de habilidades técnicas para abordar profundamente los aspectos emocionales y espirituales que conectan al individuo con su entorno natural. Adoptando un enfoque holístico que integra el conocimiento científico con experiencias emocionales y espirituales, se puede fomentar una conciencia ambiental más profunda y una ética de respeto y armonía con la naturaleza. Al incluir elementos de las artes, literatura y ecología espiritual, la educación ambiental no solo aborda los desafíos ecológicos contemporáneos, sino que también promueve un cambio cultural hacia una relación más sostenible y ética con nuestro planeta. Esta visión transformadora desempeña un papel crucial en la formación de ciudadanos conscientes y comprometidos, capacitándolos para actuar con responsabilidad y cuidado hacia el medio ambiente, garantizando así el bienestar de las futuras generaciones y la salud del planeta.

Es importante destacar que los programas de educación ambiental que integran aspectos locales y acciones concretas, como los descritos por Ardoin, Bowers y Gaillard (2020), ejercen un impacto significativo en la conservación del medio ambiente. Esta sinergia entre teoría y práctica se fortalece mediante la educación ambiental participativa y basada en la acción, que empodera a las comunidades para enfrentar desafíos ambientales, según indican Pathak y Pathak (2016). Además, la formación de actitudes positivas hacia el medio ambiente es fundamental; Boca y Saraçli (2019) observaron que los estudiantes con educación ambiental perciben con mayor intensidad la importancia de la sostenibilidad y participan más activamente en actividades de protección ambiental. Este cambio de actitud es crucial para fomentar un comportamiento proambiental sostenido.

Incorporar elementos de acción en los programas educativos, como sugieren Frantz y Mayer (2014), aumenta la probabilidad de que los participantes adopten medidas concretas para la conservación ambiental. Esta motivación se potencia mediante la conexión con la naturaleza, un factor clave para un comportamiento ecológicamente responsable. Socialmente, la educación ambiental actúa como un conector intergeneracional, mejorando el conocimiento y las prácticas ambientales de los adultos, como demostraron Damerell, Howe y Milner‐Gulland (2013). Esto facilita la transmisión de valores y comportamientos proambientales de una generación a otra, arraigando la conciencia y la responsabilidad ambiental en la cultura de las comunidades.

Además, como un conector interdisciplinario, la educación ambiental permite a los estudiantes explorar y comprender los desafíos ambientales desde múltiples perspectivas, promoviendo el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración. La formación docente y la integración curricular son fundamentales para incorporar eficazmente la educación ambiental en los sistemas educativos, como enfatiza Flores (2015).

En resumen, la educación ambiental es un catalizador esencial para el cambio hacia una sociedad más sostenible y consciente de su interdependencia con el medio ambiente. Actuando como un puente entre teoría y práctica, empodera a las comunidades, inculca actitudes positivas, motiva acciones proambientales y enriquece la comprensión de los desafíos ambientales. Su función intergeneracional y enfoque interdisciplinario son claves para asegurar la perpetuación de valores ambientales y la integración efectiva de la educación ambiental en los sistemas educativos.

La evolución de la educación ambiental en América Latina refleja un compromiso significativo con el desarrollo sostenible, marcando un cambio profundo desde su enfoque inicial centrado en la conservación hacia un papel más amplio y transformador en la sociedad. Este cambio se ha fundamentado en la integración de teorías críticas y participativas que consideran el entorno sociocultural de las comunidades locales, reconociendo la interdependencia entre el bienestar humano y la salud ambiental. La influencia de teóricos como Paulo Freire ha impregnado la educación ambiental con un espíritu de empoderamiento comunitario, permitiendo abordar no solo los síntomas de los problemas ambientales, sino también sus causas subyacentes, como la inequidad y la exclusión social.

La adaptación de los programas educativos a las realidades locales y la incorporación de enfoques que equilibran lo teórico con lo práctico son cruciales para superar los desafíos que aún persisten, como la efectividad limitada de algunas iniciativas. La continua evolución de esta disciplina, evidenciada por iniciativas como la EMSA, demuestra la importancia de la colaboración transnacional y la innovación en la pedagogía ambiental.

La creación de este observatorio representa un paso adelante en el fomento de un enfoque educativo ambiental adaptado a las necesidades del siglo XXI, enfatizando la importancia de amalgamar la sabiduría ancestral con estrategias contemporáneas en la gestión y conservación ambiental. A medida que América Latina sigue enfrentando desafíos ambientales y sociales complejos, la educación ambiental se presenta no solo como una herramienta para la conservación, sino como un vehículo esencial para el cambio social, la equidad y la construcción de un futuro más sostenible y justo. La participación y la responsabilidad compartida, fomentadas a través de estas educaciones, son fundamentales para generar un impacto duradero y positivo, preparando a las futuras generaciones para liderar con conciencia y compromiso hacia la sostenibilidad ambiental y social.

Sin embargo, la educación ambiental en América Latina, a pesar de sus esfuerzos significativos por integrar el conocimiento y la acción hacia la sostenibilidad, enfrenta desafíos críticos reflejados en el pesimismo de la población respecto al futuro ambiental de la región. Este escenario no solo demanda una expansión del conocimiento ambiental, sino también una transformación ética y cultural que confronte las injusticias sociales y ambientales arraigadas. Inspirado por las perspectivas de Dussel, el enfoque debe trascender la mera conservación y abordar las profundas vulnerabilidades ecológicas y sociales, especialmente de aquellas comunidades marginadas y explotadas.

La educación ambiental, entonces, debe reconfigurarse como una praxis de liberación que no solo educa sobre prácticas sostenibles, sino que también empodera a las comunidades afectadas para que sean agentes activos en la gestión de sus recursos y en la toma de decisiones. Este cambio implica una consideración crítica de cómo las desigualdades sociales y económicas se manifiestan en los problemas ambientales, integrando la lucha por la justicia social y la dignidad humana dentro de la batalla contra la degradación ambiental y el cambio climático.

Además, debe promoverse un reconocimiento y respeto más profundo por las culturas y conocimientos indígenas, revaluando estos elementos como esenciales en la construcción de una cultura ambiental que es tanto diversa como inclusiva. Esta transformación ética y cultural, que Dussel y Rozzi visualizan, se convierte en un elemento crucial para una educación que no solo se enfoca en lo ambiental sino que también se interrelaciona con lo político y lo cultural, haciendo de la educación ambiental una herramienta vital para la liberación biocultural y el desafío continuo a las estructuras de poder que perpetúan la injusticia y la exclusión.

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Notas

* Roberto Carlos Díaz Salina. Mg. Administración y Planificación Educativa, Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología (UMECIT).  Doctorante en educación de la Universidad del Atlántico, Puerto Colombia (Atlántico), Colombia. Correo institucional: diazsal@mail.uniatlantico.edu.co  Enlace ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5283-810X


[i] It has been argued that in order for things in nature to occur as themselves the attitude of anthropocentrism that ultimately lets them appear only as a resource needs to be disrupted: we need to develop an open attentive receptiveness that allows us to encounter them afresh freed from masterful instrumentalism. Experience suggests that providing the space for such a fresh encounter is precisely what art can do and therefore it holds promise as an avenue for revealing nature and therefore as a contributor to the ecologizing of education […] In the time of the holding sway of the metaphysics of mastery, a key parallel educational consideration will be the preparation of the mind–body–heart to be properly open to the occurring of nature in such experiences. For reasons previously indicated for us moderns, this requires a substantial modification of our intentional outlook in order to receive what is on offer – a suspension of the mastery motive and the adoption of an attitude that is neither an indifference nor a possessive desiring but rather a dialogical openness that incorporates a sense of the well-being of things themselves. The native occurring of things in nature cannot reveal itself to the eye that primarily seeks to organize, to manage, and to manipulate [Traducción propia].

[ii] “[…] not only people are colonized; nature is also oppressed. The coloniality of nature,” that is, turning the resources of the natural world into mere commodities for the enrichment of the few by ripping them from the earth and the people nearest to them, is the consequence of the same structures of injustice that oppress people” [Traducción Propia]

[iii] Acá es importante manifestar que los aportes de Paulo Freire en la pedagogía del oprimido son relevantes, porque se busca priorizar una educación participativa en la que en la co-creación de saberes útiles ayuden al empoderamiento de aquellas comunidades que pueden cambiar su realidad.

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