Una aproximación a los primeros análisis de la dependencia argentina y latinoamericana*
Mercedes F. López Cantera**
Emilio Pettoruti. 1915. Museo de Bellas Artes. Buenos Aires Argentina. Foto: Carolina Crisorio
Introducción
El recorrido que nos propone la Historia económica argentina presenta un tópico recurrente, centro y causa de conflictos políticos y sociales. La dependencia se constituye como el eje que nos permite analizar nuestra historia en dos niveles. A nivel regional, el escenario que nos presenta América Latina es referencia y condicionante de la realidad a trabajar desde este punto. Por otra parte, también nos permite introducir y comprender factores internos, evitando el esquematismo o la generalidad a veces recurrente en muchos análisis.
El estudio de la dependencia económica en la Argentina se ha asociado estrechamente a la de América Latina; entre las corrientes más conocidas sobre el tema encontramos el caso de la CEPAL[1] o el desarrollo de la Teoría de la Dependencia y sus derivaciones[2]. No obstante, el análisis de la dependencia argentina que propone este trabajo se ubica un par de años antes de esos contextos, en la segunda mitad de la década del veinte, período que consideramos como un escenario de ruptura[3].
De esa manera pretendemos introducirnos en una de las primeras interpretaciones sobre nuestro tema en cuestión, interpretación realizada por un particular actor político: el Partido Comunista de la Argentina (PCA). La presencia de este protagonista, el escenario de quiebre que significó la segunda mitad de la década del veinte y la realidad económica del período, nos ofrecen las particularidades necesarias para marcar la relevancia de esta investigación cuyos planteos preliminares desarrollaremos en este trabajo.
Una época de inflexión
A lo largo de los años ’20 la realidad económica de América Latina presentó un giro en sus características, al menos en aquellas predominantes desde fines del siglo XIX hasta la 1ra. Guerra Mundial. En efecto, la llamada primera posguerra llevó a un cambio en el paradigma económico de los modelos primario-exportadores. Los intereses de los EEUU se ampliaron desde Centroamérica al cono sur, sea a través de inversiones en la industria como con la llegada de establecimientos de ese tipo, lo que fue desplazando la presencia europea en esas latitudes. En el caso argentino, esto se tradujo en la disputa entre frigoríficos norteamericanos e ingleses por el mercado de la carne. La llamada guerra de las carnes fue una muestra del cambio de eje de la economía internacional: los EEUU avanzando por sobre la vieja Europa industrial.
En relación a cuestiones internas, la Argentina asistía a los últimos años de la economía agroexportadora y en paralelo surgían nuevas fuerzas políticas. Este es el contexto en que comienza a reestructurarse el escenario de la clase obrera argentina, en el que hace su aparición el Partido Comunista de la Argentina[4]. A mitad de los años veinte, el PCA se encontraba en una etapa formativa decisiva, lo que incluyó divisiones internas y debates entorno a la posición que el partido debía tomar respecto a temáticas del período. El objetivo principal era delinear su perfil político revolucionario. Gran parte de estas deliberaciones estuvieron relacionadas a la actividad y cercanía de la Internacional Comunista o IIIª Internacional. Ese interés por constituirse como la opción revolucionaria para la clase obrera argentina, llevó a que el PCA realice sus propias lecturas sobre la realidad de nuestro país al tiempo que fue abriéndose paso y ganándose un lugar en el movimiento obrero. El centro de este trabajo es desentrañar el análisis que este partido (un partido de izquierda revolucionaria) realizó sobre la dependencia económica y política de la Argentina, en una etapa en que el mapa económico cambiaba de rumbo para siempre.
Ejes para las primeras hipótesis
Existen al menos tres cuestiones o ejes desprendidos de la lectura de fuentes pertenecientes al PCA que nos interesa abordar en este trabajo. Debemos aclarar que para la elaboración de estas hipótesis preliminares contamos, en primer lugar, con la exposición realizada por Vittorio Codovilla en calidad de representante del comité argentino en el Secretariado de Países Latinoamericanos de la IC[5] en 1928. A su vez, tanto material oficial (actas del Comité Central y circulares del mismo a los afiliados) como diversas publicaciones que el partido realizaba por entonces (La Internacional, órgano de prensa del PCA, y La Correspondencia Sudamericana, publicación del Secretariado Sudamericano, órgano que de la IC para el cono sur) participan en el soporte empírico de esta investigación.
Por empezar, el primer eje a señalar es el planteo y reconocimiento por el PCA de la dependencia como una característica de la economía y, por ende, de la política argentina. Para este partido, la estructura económica de la Argentina fue moldeada en base a relaciones económicas dependientes, entre las cuales el capital británico es reconocido como el generador de esa realidad. Sin embargo, en los años ‘20 la ascendencia del capital norteamericano en el mercado argentino lleva a que se incorpore dentro de ese análisis a otro agente imperialista. De ahí que se considere la existencia de una tensión entre ambas potencias, siendo la misma interpretada como una tensión dentro del comportamiento oligopólico de esos dos mercados.
La segunda conjetura es que el PCA considera que esas relaciones de dependencia que el mercado argentino establece son condicionantes de la estructura política interna del país. De esa manera, encuentra dos sectores vinculados a los intereses de Gran Bretaña y de los EEUU. El ganadero exportador y el industrial naciente, respectivamente. Las fuentes trabajadas utilizan la denominación de burguesía agraria[6] para el primer grupo y el de burguesía industrial (o naciente burguesía industrial) para el segundo. El primer sector al que las fuentes hacen referencia trata del conjunto de productores agropecuarios terratenientes, asociado a la élite conservadora u oligarquía que dominó el escenario político en la franja temporal de 1880 a 1916. Respecto al segundo sector, el PCA encuentra a la delgada capa de productores industriales que emergieron luego de la posguerra –favorecidos por la coyuntura y luego en los ’20 por las inversiones de EEUU- y que comenzaron a abrirse paso en la economía agroexportadora de la Argentina. Dentro de estos últimos, el Partido ubica a la Unión Cívica Radical (UCR)[7] como funcional a aquéllos, partido gobernante de 1916 a 1930 y uno de los actores presentes en el planteo y la estrategia política del Partido en cuestión.
En base a estas conclusiones, el partido encuentra cómo las dos potencias imperialistas inciden en distintas posturas del Estado. Entre varias de esas influencias, el PCA señala el caso de la persecución y represión contra la clase obrera en general, centrando su foco en las corrientes de izquierdas existentes en su seno. De esta manera, encontramos un factor que se aleja de las tradicionales interpretaciones que asocian la práctica anti-izquierdista del Estado argentino a la ascendencia determinante que ejercieron los regímenes fascistas europeos o los grupos nacionalistas de extrema derecha[8], visualizando también el peso e influencia de estos regímenes imperialistas pero de corte democrático.
Como tercer y último eje, hallamos que el PCA considera que la dependencia es un elemento constitutivo de la cuestión imperialista. La condición dependiente de nuestro país es parte de llamada lucha contra el imperialismo. Nuestro trabajo señala que esta última venía siendo debatida desde un par de años antes del 8vo. Congreso del PCA (noviembre de 1928) en el que el imperialismo fue incorporado como el centro de conflicto y condicionamiento del desarrollo argentino y de la región de América Latina. El concepto de dependencia es uno de los puntos clave dentro de una postura que el comunismo argentino ya viene indicando previamente a pronunciamientos asociados a la IC.
Para poder justificar estas consideraciones, tomaremos como centro de este trabajo dos debates presentes a fines de los años veinte. El primero es el análisis de la estructura económica de la Argentina realizado tanto por el PCA como por la IC, temática atravesada por los cambios que se habían producido en el mercado internacional. El segundo punto refiere al debate instalado al interior de las corrientes de izquierdas relativo a la cuestión de la guerra. Teniendo como antecedente a la Gran Guerra (1914-1918), las tensiones económicas entre los países industrializados y la tensión política entre aquéllos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, plantearon la posibilidad de un nuevo estallido bélico. El cómo posicionarse en tanto movimiento obrero y qué decisión tomaría la Argentina frente a esa coyuntura –factible en ese entonces- fue un eje de discusión dentro del PCA. Ambas problemáticas se ven atravesadas por la cuestión de la dependencia y, por lo tanto, el escenario internacional en el que se encontraba la Argentina de ese entonces.
Una fuerza revolucionaria para el proletariado argentino
La etapa formativa que el PCA emprendió desde su fundación estaba llegando a su consolidación para fines de los años ‘20. El proceso de bolchevización (la organización del Partido basada en la conformación de células[9] en cada establecimiento productivo) se había iniciado a mediados de los años ’20 y para el año 1927 se encontraba en su etapa final. Pero ese proceso no estuvo sólo. En paralelo, el PCA atravesó dos importantes escisiones mientras afrontaba la tarea de insertarse en el mapa sindical que presentaba la Argentina de ese entonces[10]. La última de esas rupturas internas tuvo lugar a mediados de 1927, en la que el PCA expulsó a una de sus más importantes figuras (además miembro fundador), el Concejal José F. Penelón. Es de considerar que tras la depuración que generó esta expulsión, el comunismo argentino encontró su camino hacia la sólida estructura partidaria que lo caracterizaría en la etapa 1935-1943.
Tomando al lustro 1925-1930 como un período clave en la formación del PCA, es considerable analizar su postura en relación a la situación económica de la Argentina. De hecho, no fue un tema menor dentro de los intereses de un partido que aspiraba a liderar la organización de la clase trabajadora de nuestro país. Es así que encontramos que esta cuestión se constituyó como un eje dentro del análisis político que el partido realizaba para poder delinear su estrategia revolucionaria. Y el elemento con el que se caracterizó a esa realidad económica fue la dependencia respecto a los mercados de Gran Bretaña y de los EEUU.
Esa caracterización se hallaba presente en el análisis de las cuestiones internas del PCA. Sin embargo al observar los informes que el mismo realizaba para la Internacional Comunista, notamos que la situación económica de la Argentina también era una temática para ésta. Las conclusiones de esos informes se basaron en el estudio del mercado externo argentino, poniendo el centro de atención en qué tipo de vínculos mantenía el país y con qué otros países lo hacía.
La Argentina dependiente: el informe Codovilla
En 1927 Vittorio Codovilla, es enviado al congreso de la IC en Moscú. El objetivo era rendir cuentas sobre el estado de organización del partido como de las condiciones en que la Argentina se encontraba, por lo que la misión resultaba de gran importancia.
El informe presentado por Codovilla realiza una minuciosa descripción de la estructura económica argentina con el fin de establecer el grado de desarrollo de la clase obrera y de las tensiones que podrían llevarla a realizar un proceso revolucionario. En primer lugar, el material da cuenta del predominio que tuvo la actividad de exportación de artículos primarios hasta ese momento en el país. Junto a la agroexportación se describe y analiza la presencia de su mercado consumidor, Gran Bretaña. El mismo documento hace hincapié en cómo las inversiones británicas financiaron no sólo esa estructura productiva sino también el consumo de artículos manufacturados que demandaba el mercado interno.
“Inglaterra, antes de la guerra, dominaba todo el mercado argentino (…) Ella exportaba en Argentina productos manufacturados e importaba carne y productos agrícolas, realizando esas operaciones como si se encontrara en sus propias colonias. Es por esa razón que ella está siempre en relación con la burguesía agraria argentina, porque ésta última no tuvo una sola preocupación: encontrar los compradores para los productos agrícolas, sin jamás rendir cuenta de las necesidades de la industria nacional.” [11]
Sin embargo, el análisis de esta cuestión no se detiene en la descripción de un escenario estable. De acuerdo al informe, la primera posguerra había jaqueado el liderazgo de las potencias industriales europeas a nivel mundial y la hegemonía británica a nivel nacional. Hasta ese momento, los ingleses habían marcado el pulso del desarrollo económico y, por lo tanto, político del país. Sin embargo, el agente externo no es lo único que contempla este documento.
Aquí se hace presente la conformación de una estructura social cuya cúpula la constituye una clase dominante vector y garante de esa dependencia. En resumen:
“… En lo que concierne el imperialismo inglés, favorece y es favorecido por la corriente agraria, la más reaccionaria del país, todos los intereses económicos coinciden con sus propios intereses.
El sistema de explotación excesiva de la tierra (…) es la vía que ha favorecido la penetración del imperialismo inglés. Por ello, el imperialismo americano, como nosotros hemos indicado, ha debido apoyarse en la naciente burguesía industrial y ubicar una parte de sus capitales en las diferentes ramas de la industria del país, para su desarrollo.”
Para el PCA de este período, las relaciones exteriores de la Argentina presentaban el juego dialéctico de la dependencia. Al mercado generador de la estructura dependiente (los ingleses hasta la Gran Guerra) le corresponde un sector económico- social (el PCA señala al sector terrateniente, el que es nombrado como burguesía agraria argentina) que reproduce esa relación y se retroalimenta de la misma. Por otro lado, el nuevo capital imperialista que impacta en la Argentina durante la coyuntura de posguerra –el norteamericano- recurre a la vez a otro sector para asegurar sus intereses; esa burguesía industrial naciente (en palabras de Codovilla) necesita apoyarse en esa relación para consolidar su desarrollo.
En consecuencia, para el partido era importante incorporar esa característica estructural en las estrategias que debía desarrollar si pretendía posicionarse como la vanguardia revolucionaria en nuestro país. De ahí la interpretación de Codovilla sobre la 1ra. Guerra Mundial: la misma, al promover un (incipiente) desarrollo industrial, abrió el camino que hubiera posibilitado romper con la dependencia. La postura que defiende Codovilla, y la que él consideraba que el PCA debería asumir, es la de posibilitar la independencia económica a partir del crecimiento de la industria nacional.
No obstante, el documento plantea que la aparición de los EEUU en el mercado argentino ha puesto sus límites a ese camino deseado. Su presencia como inversor complejiza y por ende refuerza la estructura dependiente de la Argentina. A través de sus capitales, no ofrece otra opción que reorientar la economía en función de sus necesidades, para lo cual necesita un sector que funcione como vector de aquéllas: la naciente burguesía industrial argentina, representada por fracciones de partidos como el grupo yrigoyenista al interior de la Unión Cívica Radical. A los ojos del PCA, las internas dentro del radicalismo (la división entre yrigoyenistas y alvearistas) no eran alternativas ya que ambas líneas se reducen a la misma orientación política: la socialdemocracia. Los nuevos partidos surgidos de esa fragmentación (la UCR antipersonalista y la UCR yrigoyenista en 1924) son interpretados como otra representación que poseen las burguesías locales[12].
El informe indica que esa naciente burguesía industrial quizás podría haberse orientado hacia la independencia industrial, pero sus propias limitaciones no permiten que se afronte tal proyecto:
“La Argentina puede devenir también en un país industrial si sus materias primas son capitales en explotación. Nosotros tenemos para ello todo: carbón, hierro, estaño, petróleo, algodón, etc. Pero la burguesía nacional [refiere a tanto a la industrial como a la agraria] es incapaz de emprender tal explotación y la lucha de las potencias imperialistas para tener las zonas de influencia sobre las materias primas no tiene por objeto explotarlas inmediatamente, pero sí de impedir a los adversarios que se apoderen de ellas y las guarden como reservas.”
La incapacidad señalada es atribuida por el PCA a la necesidad de las burguesías de satisfacer las exigencias de los EEUU y de Gran Bretaña para garantizar sus inversiones. De acuerdo al documento, la falta de capitales hace imprescindible la dependencia respecto a esos dos mercados, por lo que para asegurar inversiones ambas burguesías moldean sus actividades según los intereses externos. Es así que se explica la conexión entre la tradicional burguesía agraria y Gran Bretaña: éstos serían los responsables al no reinvertir las ganancias resultantes en otras actividades del país que no sean las primarias, es decir, las actividades que desarrollan los bienes que necesitan.
La conclusión final que enuncia el informe Codovilla es la determinación de la Argentina como un mercado oligopólico y dependiente. Para ello, se enuncian dos ejemplos vinculados a debates del período. El primer ejemplo trata de la llamada guerra de las carnes. La misma señala la complicidad de las burguesías agraria e industrial. A la vista del PCA, la rivalidad presentada entre capitales norteamericanos e ingleses a la hora de invertir no ofrecía una verdadera alternativa para el mercado argentino. El “comprar a quien nos compra” y el “vender a quien nos vende” mantuvieron en su matriz la necesidad o de demanda inglesa o de inversiones norteamericanas, evidenciando la actividad oligopólica:
“Inglaterra que fue la primera en explotar el mercado, ha colocado en Argentina, hasta ahora, cerca de unos 400 millones de libras esterlinas y los Estados Unidos, que han arribado un poco más tarde, han colocado 90 millones. Los capitales ingleses se reparten de acuerdo a lo siguiente: 65% en transporte, 18% en empréstitos del Estado, 17% en industrias agrícolas y del Estado. Los capitales americanos se reparten de acuerdo a lo siguiente: 40% en las industrias y 60% en empréstitos privados y del estado. Como se ve, dado que el imperialismo inglés ya tuvo entre sus manos los medios de transporte, el imperialismo yanquee obligado a colocar sus capitales en las industrias y los empréstitos.”
El otro hito del período fue la cuestión petrolera, derivada de la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1922. Aquí se observó que el argumento nacionalista del yrigoyenismo poseía solidez sólo dentro del discurso:
“Los campeones de esta política [la nacionalización del petróleo] son los “irigoyenistas” (sic), es decir la parte de la burguesía industrial naciente. Últimamente, por su iniciativa, la Cámara de Diputados ha votado una ley de monopolización del petróleo y en caso de ceder estos yacimientos en concesión se reserva para el Estado el 51% de la explotación. Ahora bien, esta ley respeta a las concesiones ya obtenidas y que son las mejores, en las cuales el capital extranjero, y en particular el capital americano, ya ha colocado 135 millones de pesos.”
En la práctica, el yrigoyenismo proponía un monopolio estatal para la extracción pero permitía la continuidad de las concesiones ya hechas para las compañías extranjeras. A los ojos del PCA, la UCR yrigoyenista era una fiel representante de las de su mismo sector: la burguesía industrial. La falta de capitales y las condiciones que los EEUU ponían para sus inversiones evidenciaba los límites que la burguesía industrial encontraba para profundizar la grieta que la coyuntura de posguerra había abierto. El partido asociaba esas limitaciones no sólo a esa burguesía sino también a la capacidad transformadora de los yrigoyenistas como partido. En conclusión, la dirección del Estado por parte de esa fracción no lograba terminar con la cadena de dependencia de la agroexportación sino que la reproducían.
Ambos debates funcionan como muestra de la incidencia de las dos potencias y de la discusión política que ello generó, tanto en el Estado como en las interpretaciones que el PCA hizo de las mismas. Nuestro interés para la investigación futura es ver sus alcances y repercusiones.
Política y guerra
Karl Marx. Berlín. Alemania. Foto. Carolina Crisorio
A partir de 1928 se hizo presenten una preocupación vinculada a la escena política internacional: la probabilidad de una inminente guerra contra la URSS provocada por los países imperialistas de Europa y alentada por los EEUU. Esta cuestión resulta relevante dado el análisis que el PCA realizó en relación al peso que estas potencias tenían sobre el Estado argentino. En las interpretaciones sobre este posible conflicto, el partido concluía que la realidad dependiente de nuestra economía llevaría a que el Estado argentino apoyara el enfrentamiento, o colaborara con el mismo. De esta manera, las ataduras económicas resultaban para el PCA determinantes de la política internacional de la Argentina.
Fue así que el partido tomó medidas que variaron desde el rechazo, manifestado en el plano discursivo, hasta el boicot a los productos de exportación para los países anti soviéticos, en la práctica. Los debates que determinaron estas estrategias son, a su vez, muestra del perfil que iba adquiriendo esta organización al acercarse 1929[13]. De hecho a través de los mismos se pueden observar algunos de los ejes del caso Penelón[14] que, como hemos comentado, fue constitutivo de la etapa formativa.
Para ello, en junio de 1927 quedó conformado al interior del partido el Comité de Acción contra la Guerra, siendo su secretario Aurelio Hernández [15]. El fundamento para su creación fue la interpretación del accionar bélico como una de las tantas herramientas funcionales al imperialismo. En el informe que da cuenta de su formación[16] se indica a Inglaterra como la responsable de instigar un enfrentamiento contra la URSS y los levantamientos ocurridos durante ese período en China.
“La ruptura de las relaciones Anglo-Soviéticas, es el primer paso hacia esa guerra.- La diplomacia británica ha trabajado para arrastrar a los campos de batalla al mayor número posible de naciones.” [17]
La pregunta a la que llega el partido es qué posición tomaría la Argentina ante la ruptura de relación anglo-soviéticas, dada la existencia de intereses comerciales entre los mercados inglés y argentino.
No solamente Argentina se encontró incluida en esta encrucijada. En el mismo informe se da cuenta que los lazos de dependencia descriptos incluyen a la total región Latinoamericana. La misma es considerada como el mercado de abastecimiento de los ejércitos europeos [18]. La Gran Guerra ya había sido ejemplo de ello y teniendo en cuenta que el gobierno argentino de ese entonces aún no reconocía al establecido en Rusia tras la revolución, ¿qué podría impedir que ocurriera lo mismo?
Como consecuencia una de las consignas del partido fue el boicot comercial. La misma se consideró tanto una estrategia contra los países imperialistas de Europa como contra la burguesía nacional subsidiaria de los intereses extranjeros. El razonamiento del PCA era el siguiente. La potencial guerra contrarrevolucionaria no encontraría una adhesión por parte de América Latina en materia de armamentos o tropas; la misma colaboraría con recursos para la manutención de las tropas, sosteniendo a los enemigos de la URSS. De esa manera, la estrategia del boicot permitía comenzar a cortar con esa complicidad como también con la base de la fuerza de las clases dominantes de la región [19].
Este tipo de determinaciones que la dependencia económica ejercía sobre las decisiones políticas del Estado argentino fue una de las características que reforzó la idea de la Argentina como un país semicolonial. Esa categoría sería utilizada por el PCA un año más tarde, en el contexto del viraje hacia la estrategia de clase contra clase. Para 1929[20] es que el partido comienza a utilizar la denominación de países semicoloniales para caracterizar la dependencia económica de América Latina:
“En lo que respecta a la América Latina, cuando se produzca la discusión, hay que poner en relieve su característica de países semi coloniales, pero no confundirlos como países tales como China y la India. Es claro que el desarrollo económico de nuestros países no es igual y que no se puede hablar de la América Latina en block (sic), pero en general esa es la característica.” [21]
Esa postura asumida para los países de la región es la que los delegados del PCA presentaron en la posterior discusión que la IC realizó sobre la cuestión colonial en su VIº Congreso[22] en referencia al caso chino. Si bien la condición semi colonial se presentaba en paralelo al debate sobre la situación de China, el partido pretendía diferenciar la situación que atravesaba la región latinoamericana. De ahí que, en base a esa diferenciación, se impuso como objetivo rechazar cualquier intento de crear partidos de base popular como la IC promovía en China. A la vista del PCA ello rompía con la línea leninista que desarrollaba el propio partido y que debía ser tendencia en Latinoamérica. Es en este punto que primó no la postura regionalista planteada hasta entonces, sino por el contrario, la internacionalista. Al respecto, Codovilla dice:
“De parte de algunos compañeros de México y Cuba, se ha podido notar en varias discusiones, que tuvieron lugar en Moscú, la tendencia a transportar mecánicamente el sistema de organización del Kuo Ming Tang a esos países, bajo la forma de Partidos Populares que tenderían a reunir en su seno el proletariado, los campesinos y la pequeña burguesía urbana. Eso sería lo mismo que la desaparición de nuestros Partidos Comunistas, que serían absorbidos por esos Partidos populares. Si se plantea la cuestión en Moscú, nuestra delegación debe oponerse a la formación de esos Partidos.” [23]
El resultado de este posicionamiento fueron dos propuestas para extender y desarrollar su postura en el movimiento obrero argentino. Uno, el reforzar las actividades de la Liga Antiimperialista, eje que profundizaremos en el parágrafo siguiente. El otro, el de hacer primar la diferencias de clase por sobre las regionales. En el documento donde se toma esta postura se resalta el terminar con la dicotomía norte vs. sur en Latinoamérica, ya que aquélla reproduce rivalidades que atentan contra la unión de clase. Esa dicotomía había sido promovida por algunos intelectuales en los debates del propio PROFINTERN. El PCA insistió con torcer esa tendencia aún en la etapa de Frente Único que se hallaba atravesando y a meses del viraje que tomaría la IC.
De esta forma podemos llegar a algunas conclusiones. Una es que el PCA consideraba a la dependencia económica como un vital determinante de las posiciones políticas que tomaba el Estado, representante a sus ojos -como hemos dicho- de las burguesías vinculadas a mercados externos. En segundo lugar, llegado el caso que la Argentina tuviera un papel neutral (como en 1ra. Guerra Mundial) o no en la guerra contrarrevolucionaria, siempre el Estado iba a ser subsidiario de la estructura militar de los países imperialistas, característica extensiva a toda la región latinoamericana. Finalmente, como tercer conjetura, la dimensión de las relaciones internaciones de la Argentina como determinadas por la dependencia económica, no excluía la interpretación internacionalista. Sin dejar de lado las cuestiones pertenecientes al país, el partido mantenía esa postura que se traducía en el análisis y combate de un mismo enemigo: el imperialismo.
El avance imperialista o el denominador común de las problemáticas del período
El imperialismo se constituyó como un eje de debate dentro del partido en el período elegido para este trabajo, tema que se mantendría y desarrollaría luego en los años ’30. La discusiones sobre la esencia de las burguesías agraria e industrial, las inversiones externas en Sudamérica, el intervencionismo de los EEUU y la inminente guerra contra la URSS, presentaban para el PCA el hilo conductor de la cuestión imperialista.
En base al análisis de la postura del PCA sobre de la guerra, evidenciamos dos temáticas que consideramos como representativas de su postura frente al imperialismo. Una es lo referido al accionar de la Liga Antiimperialista y la otra son las discusiones que el comunismo argentino presentó sobre el tema. El análisis de las mismas nos permiten completar la visión sobre la relación entre el fenómeno del imperialismo y la postura del partido en relación a la Argentina y el mundo económico.
Durante el lustro que hemos tomado como referencia se constituyó la Liga Antiimperialista. En ella participaron desde sus inicios militantes del PCA, como también anarquistas, obreros sin afiliación política, miembros del Partido Socialista y del Partido Comunista Obrero, conocidos como chispitas[24]. Estos últimos fueron quienes – aún como militantes del PCA, es decir antes de la escisión- sentaron las bases de este organismo para 1925.
Desde su creación, la Liga fue disputada entre el PCA y el chispismo. No obstante, el PCA se encargó de hacer crecer la estructura de la Liga a través de la creación y dirección de distintas filiales al interior del país. Con posterioridad a la fundación del Comité de Acción Contra la Guerra la puja entre esos dos grupos se agudizó. En julio de 1927 esa tensión se convirtió en un conflicto real que llevó a la expulsión de aquellos miembros que eran afiliados del PCA fuera de la Liga. Éstos fundaron el Grupo de Izquierda de la Liga Antiimperialista[25], el cual además de la acción a nivel nacional bregó por ser reconocido internacionalmente por otras asociaciones de la misma índole.
Desde un principio, el Grupo consideró imprescindible lograr nuevamente la unidad de la Liga como único medio para lograr un enfrentamiento consistente contra la opresión de los imperialismos. Entre sus actividades se incluyeron campañas a favor de la rebelión en Nicaragua dirigida por Sandino[26], que a los ojos del PCA era otro ejemplo de lucha contra el intervencionismo del Imperio estadounidense.
En este marco, las denuncias del Grupo giraron entorno al avance de los EEUU en el mercado argentino, relativizando el peso de Gran Bretaña en el mismo. De esa manera se erigía la resistencia al Panamericanismo, postura que el Grupo compartía con la Liga, primera en enunciarlo. En este punto, la guerra volvía a aparecer como la consecuencia directa de la acción imperialista, por lo que el Grupo direccionó su discurso también en torno a ésta. Para fines de 1929[27] el Grupo y la Liga se fusionaron, favoreciendo a los comunistas que rápidamente pasaron a liderar la organización, que más tarde se constituyó como la Sección Argentina de la Liga Mundial Contra el Imperialismo [28].
Las discusiones internas del partido sobre el imperialismo se presentaron como un correlato de este accionar. Retomando parte de la exposición de Codovilla en el Secretariado Sudamericano de la IC, las razones que motivaban la dependencia de las clases dominantes en la Argentina (como la ascendencia de las dos potencias señaladas sobre nuestro mercado) respondían a la dinámica propia del carácter imperialista que había alcanzado el capitalismo en esos años. Si bien las relaciones exteriores estaban signadas por la dependencia económica, ésta era generada y reproducida por la política imperialista que los países industrializados venía desenvolviendo desde hacía unos años y practicando sin disimulo a partir de la 1ra. Guerra Mundial. En el informe del partido a la IC afirma Codovilla:
“… es la penetración de capitales de América del Norte que ha permitido el desarrollo de ciertas ramas de la industria. Ahora bien, esas contradicciones políticas entre la burguesía agraria e industrial, nosotros las vemos también en el orden internacional. La burguesía agraria –actualmente en el poder- es la Liga de las Naciones. La burguesía industrial está para una alianza pan- americana, para la influencia del imperialismo americano.”[29]
Nuevamente, Codovilla enfatiza el apoyo de las burguesías locales permitió la llegada y desarrollo de ambos imperialismos. El desarrollo del imperialismo marcaba no sólo el tiempo de la política nacional sino también las alianzas y enfrentamientos a nivel mundial.
Esta visión permitía, a partir de analizar los distintos grados de explotación o relaciones económico políticas internacionales, reconstruir un mapa del imperialismo en Latinoamérica. El Secretariado Sudamericano había categorizado las diferentes situaciones en las que se encontraban los países de América Latina[30]. En una primera categoría se hallaban aquellos países que permanecían como colonias de algunas potencias europeas o intervenidos por los EEUU. A la segunda categoría correspondían los países que si bien eran políticamente independientes, empréstitos y concesiones a empresas extranjeras los ataban en el aspecto económico. Éstos eran Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia y Paraguay, gran parte de ellos signados por la explotación minera o energética. En la tercera categoría se hallaban los países importantes [31], como Argentina, Brasil y Chile, donde:
“… la lucha entre los dos imperialismos por ellos es más aguda allí porque hay desarrollo industrial y porque los dos imperialismos influencian corrientes económicas distintas…” [32]
Aquí se aclara que la influencia política no era tan evidente como en los otros casos ya que eso podría generar alguna oposición por parte de la dirección política de esos países. Era así que los imperialismos actuaban disimuladamente al tiempo que los sectores garantes/vectores les eran funcionales. La última y cuarta categoría encontraba a un México resistente a la dominación. Llamativamente (no olvidemos la base popular del gobierno de Calles) y a pesar de considerar al gobierno de ese momento como pequeño-burgués, se rescataba el enfrentamiento que aquél estaba llevando a cabo, a través del cual se daba pelea por la independencia económica y política con elementos socialistas.
Como hemos señalado, se reitera en la visión del partido que las relaciones internacionales de la Argentina (como de la región latinoamericana) estaban para fines de la década de 1920 frente a un nuevo escenario en el que el accionar del imperialismo yanqui avanzaba en primer lugar y el británico, en segundo. Meses antes, la CSA sentenciaba:
“En una palabra: las fuerzas vitales de la economía nacional son acaparadas por el imperialismo norteamericano (el imperialismo inglés interviene en una medida muy reducida) que puede explotar ampliamente petróleo, cobre, caucho, algodón, lana, café, tabaco, etc.” [33]
Sin embargo, aunque la posición desarrollada (que es la de Codovilla) es la que adoptaría el PCA en esta coyuntura, Rodolfo Ghioldi enfrento y discutió esta posición en la misma presentación ante la IC de 1928.
Si bien ambas posturas coincidían en que cada potencia tenía ascendencia/control sobre las diferentes burguesías del país, el choque se dio en relación a cuál de los dos imperialismos era el predominante. Ghioldi estableció que el imperialismo norteamericano era controlado por el inglés, el cual seguía manteniendo su hegemonía sobre la Argentina. Para éste, el país mantenía su matriz agroexportadora, intacta aún después de la 1ra. Guerra. Codovilla, por su parte, discutió el argumento con el análisis que hemos trabajado en el primer parágrafo, atribuyendo los errores de Ghioldi a la falta de pruebas y de estudio por parte del mismo.
A su vez, la discusión tocó el eje de la guerra. En este caso, la visión de Ghioldi fue lo que Codovilla denominó como súper imperialismo: la unión de las potencias, dejando de lado sus enfrentamientos, en pos de la destrucción de un enemigo común, es decir, la URSS. El problema que esta interpretación encerraba era, para Codovilla, lo que la misma no explicaba. Desde su punto de vista, Ghioldi no contemplaba los intereses económicos de las burguesías[34] y de los imperialismos, ni tampoco criticaba el pacifismo pequeño burgués y de los intelectuales, quienes colaboraron con la guerra desde su pasividad de la misma manera que los socialistas desde su activismo. Cabe señalar que la crítica al accionar de los socialistas como el de los pacifistas, fue bandera de los fundadores del Partido Socialista Internacional, luego PCA [35]. La ausencia de ese argumento resultaba más grave que la omisión o desconocimiento de los intereses particulares que guiaban la complicidad de las burguesías nacionales [36], presentadas como meros títeres y no con entidad propia.
Para Codovilla como para el PCA, la relación entre el accionar imperialista y la economía argentina se resumía en:
“… se puede entonces decir que el desarrollo económico del país, tanto en la agricultura como en la industria se hará gracias a la penetración del capital extranjero, y que ese desarrollo se hará bajo el control directo del imperialismo y sobre todo del imperialismo americano; se puede decir también que a pesar de esta forma de “independencia” aparente, la Argentina devendrá cada vez más en un país controlado por los imperialismos.”
Debemos señalar algunas apreciaciones antes de concluir este parágrafo. En primer lugar, y a pesar de lo expuesto anteriormente, ni Codovilla ni el PCA rastrean los orígenes de la relación entre Gran Bretaña y la burguesía agraria argentina más allá del predominio agroexportador de fines del s. XIX y principios del XX. Si bien se tiene en cuenta que la orientación de las inversiones británicas no buscaba nada más que reproducir sus necesidades, no ancla la existencia de la dependencia en las condiciones históricas de la Argentina previas a la consolidación de su organización estatal. Por otra parte, sí se rescata la existencia de intereses internos en la estructura social dominante como el cambio de coyuntura producido en la década tras la guerra. Por último, concluimos que el imperialismo resulta para el PCA un fenómeno reciente, sin antecedentes ubicables durante el desarrollo industrial del siglo XIX, ni se presenta comparable al expansionismo de la etapa colonial americana. De acuerdo a ello, las condiciones de concentración de la propiedad y el progreso vivido en la Argentina agroexportadora son resultados de esa expansión producto de las últimas décadas.
El análisis sobre la dependencia realizado por el Partido Comunista de la Argentina constituye uno de los primeros esfuerzos realizados desde un enfoque marxista sobre las relaciones de la Argentina en el contexto del capitalismo imperialista de entreguerras. Los siguientes puntos resumen las variables que pueden observarse en el estudio de la dependencia y el alcance de las potencias dominantes que esta organización política presentó, más allá de sus orientaciones internas que no son eje de nuestro análisis.
A la vista del PCA, el cambio en el escenario económico mundial se presenta como el disparador de las nuevas condiciones de la Argentina dependiente de fines de los años ‘20. Los EEUU erigido como principal potencia, su aparición en el mercado sudamericano, son algunas de las reconfiguraciones que sufrió el comercio exterior argentino como además los estímulos para el crecimiento de una burguesía industrial pequeña. La rivalidad anglo- norteamericana no dejaba de ser, a los ojos del PCA, parte de la dinámica de un mercado oligopólico. Tanto cuestiones del mercado interno/externo como de la política nacional se vieron atravesadas por ella. Y la imposibilidad de romper con esa realidad dependiente radicó en la propia incapacidad de las burguesías nacionales, no sólo al determinismo de las grandes potencias.
El avance imperialista sobre Latinoamérica es el marco de la realidad económica de la Argentina para este partido. La condición de país semicolonial fue analizada desde un par de años previos a 1929 (año en que esa categoría se haría oficial tras los planteos de la IC), característica que fue estudiada por el PCA a partir de la conducta de sus clases dominantes. De esa manera, se observaba la reproducción de los lazos capitalistas dependientes en la misma estructura social del país.
El comunismo argentino, en su búsqueda por movilizar a la clase trabajadora hacia un proceso revolucionario, incluyó a la cuestión de la guerra, el imperialismo y la dependencia dentro de sus estrategias. La consideración de estas condiciones internas y regionales quizás fueron parte de su fuerza en los primeros años de desarrollo, aunque no perdurarían en el centro de sus preocupaciones para el período de la Segunda Guerra Mundial, alejándose tanto de la realidad de su escenario local como de la clase obrera argentina, su fuerza política.
Bibliografía
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– Correspondencia Sudamericana, 23 de agosto de 1929, nro. 17.
– Acta, reunión del Comité Central, PCA, 20 de julio de 1927.
– Comité de Acción contra la Guerra, Secretaría provisoria, PCA, 7 de junio de 1927.
– Circular del Comité de Acción contra la Guerra, PCA, asamblea del 15 de junio de 1927.
– Acta nro. 12, Bureau Político, PCA, 26 de junio de 1928.
– Reunión extraordinaria del Comité Central, PCA, 27 de agosto de 1927.
Fuentes secundarias
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– ———————–, “Consideraciones sobre la historia social de la Argentina urbana de las décadas de 1920 y 1930: clase obrera y sectores populares”, en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, Nro. 4, septiembre- octubre 2007, Buenos Aires.
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NOTAS
* El presente trabajo ha sido presentado en el Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC Internacional) “La formación de los Estados latinoamericanos y su papel en la historia del continente” realizado del 10 al 12 de octubre de 2011 en el Hotel Granados, Asunción, Paraguay, organizado por Repensar en la historia del Paraguay, Instituto de Estudios José Gaspar de Francia, Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” (Argentina). Entidad Itaipú Binacional. Mesa: El problema de la dependencia y la soberanía en la historia latinoamericana
** Profesora de Historia Argentina y de Historia Económica y Mundial Contemporánea en la Universidad de Buenos Aires. Es Doctoranda en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad, se encuentra llevando a cabo su proyecto de investigación sobre el desarrollo del anticomunismo en la Argentina de entreguerras.
[1] Problemas teóricos y prácticas del crecimiento económico, CEPAL, Santiago, 1952.
[2] En estos casos, vale la pena recordar o repasar los texto fundamentales de André Gunder Frank –Capitalismo, subdesarrollo y América Latina (1967) y Latinoamérica: subdesarrollo o revolución (1970); Dos Santos, –Dependencia y cambio social (1970)-; Cardozo y Faletto –Dependencia y desarrollo en América Latina (1969). También el debate sobre la transición feudalismo-capitalismo en los diversos artículos compilados en Modos de producción en América Latina, en Pasado y Presente, Nro. 40, Siglo XXI editores, México, 1973.
[3] No podemos dejar de mencionar el surgimiento en los años ’20 de corrientes críticas en Latinoamérica como el socialismo andino de José Carlos Mariátegui, el antiimperialismo del Haya del La Torre de esa época y el movimiento antipositivista del modernismo línea- Rodó en la región rioplatense.
[4] Sobre los orígenes del PCA encontramos desde producciones “oficiales” (como el Esbozo de historia del Partido Comunista de la Argentina, 1947, redactado por una comisión designada por el Comité Central del mismo partido) a trabajos por fuera de la órbita militante/oficial que constituyen un importante antecedente, por ejemplo, en materia de recopilación documental (Godio, Julio, El movimiento obrero argentino (1910-1930). Socialismo, sindicalismo y comunismo, Buenos Aires, 1988) o en analizar al PCA tanto en sus estrategias, desarrollo y relación con otros actores dentro de la política argentina (Corbiere, Emilio, Orígenes del Comunismo argentino (el Partido Socialista Internacional), Buenos Aires, CEAL, 1984). En la última década destacamos la investigación de Hernán Camarero (A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935, S.XXI, Buenos Aires, 2007) y el estudio preliminar de documentos dirigido por Daniel Campione (Campione, Daniel, El Comunismo en Argentina. Sus primero pasos, Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 2005 y Campione, Daniel, López Cantera, Mercedes, Maier, Bárbara, Buenos Aires- Moscú, Moscú Buenos Aires. El Partido Comunista Argentino y la Internacional Comunista, Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 2008).
[5] Exposición de Vittorio Codovilla, Secretariado de los Países Latinos, Comisión Argentina, IC, Moscú, 9 de enero de 1928 (original en francés).
[6] Es pertinente aclarar que las fuentes utilizan esa denominación para una clase que carece de los elementos que podrían caracterizarla como burguesía. La elite terrateniente fue (es) una clase cuyos orígenes se ubican en la etapa colonial de la historia de nuestro país. Los terratenientes argentinos han obtenido sus ganancias de la renta generada por la explotación latifundista, orientada y determinada por la demanda externa. Una clase burguesa, por el contrario, obtiene su ganancia de la explotación de mano de obra asalariada (a través de la apropiación del plusvalor). La clase terrateniente de la Argentina agroexportadora no es sinónimo de burguesía en tanto que su riqueza se legitima en el derecho de propiedad de la tierra que le permite la explotación de la misma, a diferencia de una burguesía capitalista en la que la propiedad privada de los medios de producción fabriles le permiten la explotación del trabajador asalariado (origen de su ganancia).
[7] La Unión Cívica Radical se fundó en 1891 como reacción frente a los manejos fraudulentos del partido conservador de la clase terrateniente (el Partido Autonomista Nacional). En 1916 -tras una reforma electoral que garantizó el voto masculino, individual, secreto y obligatorio- Hipólito Yirigoyen fue electo presidente por ese partido rompiendo con treinta y seis años de gobiernos conservadores.
[8] Dentro de estas interpretaciones encontramos una vasta bibliografía en la que destacamos el último trabajo de Federico Finchelstein, Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945, Bs. As., FCE, 2010.
[9] Nos referimos a grupos obreros desde los cuáles se realizaría la propaganda, difusión e incorporación de nuevos militantes. También produjo la centralización de las decisiones en manos del Comité Central del partido, característica principal del modelo de “centralismo democrático” practicado en la URSS, que limitaba el accionar autónomo de otros organismos. Ver Camarero, Hernán, op. cit.
[10] En los años ’90 predominó la visión que durante las décadas de 1920 y 1930 la clase obrera experimentó un período de baja conflictividad, en donde la identidad clasista se vio disminuida en relación a una identidad emergente del desarrollo de una cultura popular. Esa postura fue esgrimida por Romero-Gutierrez en Sectores populares, cultura y política, Sudamericana, Buenos Aires, 1995. En la última década numerosos estudios avanzaron en el terreno político del período de entreguerras, evidenciando una mayor complejidad en la organización del movimiento obrero de esa etapa y la existencia de conflictos políticos sociales, en contraposición a la tesis anterior.
[11] Codovilla, idem.
[12] De acuerdo al informe: “El partido alvearista- sea la burguesía agraria es [existe] para el mantenimiento de la gran propiedad y no admite en ciertas regiones la posibilidad de la creación de pequeñas propiedades, para el desarrollo de la horticultura. Las grandes propiedades están ahora de acuerdo con cierta industrialización de la agricultura, que con la utilización de herramientas modernas, ellas permiten la entrada de capitales para la colonización moderna de una cierta parte del país.”
[13] Año en que se determina la línea clase contra clase.
[14] La discusión en la que participó José Penelón en relación a la guerra tuvo como centro la consigna “ni una fanega de trigo, ni una libra de carne para los países imperialistas”. Penelón consideraba imposible lograr una adhesión masiva contra la guerra bajo una simple consigna de boicot mientras que el grupo liderado por Pedro Romo, Rodolfo Ghioldi y Anselmi apoyaban esa medida. Reunión del Comité Central, PCA, 20 de julio de 1927.
[15] Circular del Comité de Acción contra la Guerra, PCA, asamblea del 15 de junio de 1927.
[16] Comité de Acción contra la Guerra, Secretaría provisoria, PCA, 7 de junio de 1927.
[17] Comité de Acción contra la Guerra, idem.
[18] Comité de Acción contra la Guerra, idem.
[19] Reunión extraordinaria del Comité Central, PCA, 27 de agosto de 1927.
[20] Ya había tenido lugar la expulsión de los llamados penelonistas y recompuesto la estructura del partido; por otro lado, 1929 se hallaba atravesado por los conflictos de la segunda presidencia de Yrigoyen sumando la crisis internacional in crescendo.
[21] Acta nro. 12, Bureau Político, PCA, 26 de junio de 1928.
[22] Fue en el VI Congreso de la IC de 1928 donde se determinó el llamado “Tercer período”, caracterizado por la estrategia de clase contra clase.
[23] Codovilla, idem nota 10. Esto se encuentra en directa relación con la discusión que el PCA mantuvo con José Carlos Mariátegui en 1929. Para ampliar y buscar respuestas al respecto ver Flores Galindo, Alberto, “Mariátegui: ¿Un nacionalista burgués? ¿Partido Comunista o Partido Socialista?”, Amauta 238; “El debate sobre la izquierda nacional. Mariátegui y el PC”, Amauta 241, en Obras Completas, tomo V, Sur Casa de Estudios del Socialismo, Lima, 1997.
[24] Partido formado en 1926, escisión del PCA tras tres años de tensiones. Los chispistas (su órgano de prensa se llamó La Chispa, de ahí el apelativo) disputaron la sección argentina de la IC desde una posición que defendía el retorno a un programa máximo revolucionario. Sobre escisiones del PCA de los años ’20 ver Kohen, Daniel, “Apuntes para la historia de un Comunismo vernáculo. El caso del Partido Comunista Obrero”, en La izquierda en la Argentina: política, cultura y sociedad, 1890-1960, en las XII Jornadas de Interescuelas Departamentos de Historia, Bariloche, Argentina, 28, 29 30 y 31 de octubre del 2009.
[25] “Declaración del Grupo de Izquierda de la Liga Antiimperialista”, en Correspondencia Sudamericana, 31 de julio de 1927.
[26] También declararon como Día Antiimperialista al día de la conmemoración de la ejecución de Sacco y Vanzetti.
[27] Hasta mediados del mismo año las acciones del Grupo de izquierda siguieron publicándose por separado, aclarando las diferencias con la Liga pero insistiendo con la unión.
[28] Camarero, Hernán, pp. 335-339, op. cit.
[29] Codovilla, op. cit.
[30] “La opresión imperialista en América Latina”, en Correspondencia Sudamericana, 15 de junio de 1927, pp. 21.
[31] “La opresión…” pp. 22.
[32] “La opresión…” pp.22.
[33] “La opresión imperialista…”, en CSA, 15 de junio de 1927.
[34] Según Codovilla, tampoco Ghioldi abordó la cuestión de la propiedad de la tierra, tema sobre el cuál el PCA no había tomado posición hasta ese entonces por lo que Codovilla considera que debería hacerse.
[35] Ver Campione, Daniel, El Comunismo en Argentina. Sus primero pasos, Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 2005.
[36] Debe tenerse en cuenta las campañas en relación a recordar la complicidad de los Partidos Socialistas durante la Gran Guerra por parte no sólo del PCA sino también del Secretariado Sudamericano. En 1929 tuvo lugar la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, cuyas resoluciones fueron publicadas en la CSA en un número extraordinario (Correspondencia Sudamericana, agosto, 1929, nro. 15 – extraordinario). El mismo contaba con un dossier con textos de Lenin sobre la guerra imperialista y documentos que evidenciaban la complicidad de los socialistas con la misma.
Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº . 7. Marzo 2012-Febrero 2013 – Volumen I
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