Bolívar e Irvine. La naciente política exterior de la tercera República

Se pregunta, y le pregunta a Irvine que opción le da a los independentistas que luchan por su emancipación,  y contesta que solo tienen dos opciones,  negar su derecho de bloquear y sitiar o,  permitir que los neutrales entren y  salgan sin control de los puertos bloqueados. Afirma que lo primero sería declarar a los independentistas al margen del derecho internacional y por consiguiente sin obligación de respetarlo y a lo segundo lo califica de “monstruoso” porque choca con todas las leyes y prácticas de las naciones. (Bolívar, Ib.id).

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Arriba: Fragmento de una carta firmada por Simón Bolívar

En la cuarta carta, fechada  24 de agosto, la más extensa de todas las que escribió a Irvine, Bolívar alega que suponía haber satisfecho en sus comunicaciones anteriores, las demandas del diplomático estadounidense creyendo que existían condiciones para entrar a debatir los otros temas que incumbían a las relaciones bilaterales. Ante la continuidad de la reclamación, el Jefe Supremo insiste en explicar los móviles de la actuación de Venezuela sujeta a derecho, respecto del apresamiento de las goletas. Incluso, enuncia la posibilidad de que ante el hecho de que no haya un acuerdo, se pudiera volver a realizar el proceso. En esta comunicación, Bolívar dice que se limitará a exponer los “principios del derecho” que motivan el caso. A continuación refrenda sus argumentos anteriores respecto de los conceptos de libertad, beligerancia, neutralidad, imparcialidad. Con erudito conocimiento de la historia y la jurisprudencia va desgranando una a una las tesis de Irvine, haciendo uso de tratados y prácticas europeas en la materia (Bolívar, Ib.id).

Finaliza, reiterándole a Irvine su opinión en torno a que cree haber colmado su reclamo, opinando que desde su punto de vista, tal tema se ha extendido demasiado “hasta llegar a hacerse molesto para una y otra parte, distrayéndonos  del objeto principal con discusiones prolijas  sobre el derecho y con episodios, que sin tener una estrecha conexión con los hechos no pueden servir de base a la resolución”. Es la primera manifestación escrita de desagrado que el Libertador manifiesta en su correspondencia con el agente estadounidense, lo cual da cuenta de un escalamiento en la tirantez del intercambio, ante la urgencia, -en las condiciones del conflicto bélico- de pasar a otros temas que Bolívar juzgaba más relevantes para el futuro de la República y de toda América.

Irvine respondió esta carta con dos notas de 25 y 29 de septiembre, en la primera de las cuales se queja de que Bolívar ha introducido  una nueva materia en la discusión. El Libertador esperó la segunda nota para esbozar una respuesta que escribe el 6 de septiembre (Bolívar, 1947a).  En ella le insiste en la necesidad de empezar a conversar lo que estima es el asunto principal, es decir el del reconocimiento político de Venezuela como república independiente.  Antes, agrega un nuevo elemento que dice haber tocado tangencialmente en su última carta por haberle parecido insignificante. Tiene que ver con lo referente a la apropiación por parte de Venezuela de las goletas, asunto sobre el cual los armadores estadounidenses presentaron reclamo, arguyendo que no era posible realizarse tal acción hasta tanto no haber finalizado el juicio. Nuevamente Bolívar hace uso del derecho retomando el artículo 33  de las Ordenanzas de Corso españolas para sostener la posición de Venezuela. Por segunda vez, le expone a Irvine, que la República no ha tenido tiempo de legislar totalmente por encontrarse en situación de guerra, lo que ha impedido construir un entramado legal completo. En esa medida, “Esta ley española, única que puede regir nuestra conducta, así porque no conocemos otra, como porque la represalia nos obliga a aplicarla, fue promulgada en 1796, y desde entonces ha estado en uso, en presencia de toda la Europa y de los mismos Estados Unidos del Norte” (Bolívar, Ib.id). Reitera la justicia con que ha actuado Venezuela y enuncia algunas contradicciones en la que ha entrado el propio Irvine en su afán de demostrar el carácter neutral de su país y de los negocios que realizan sus comerciantes. Afirma con solidez que “Mientras V.S. no me persuada que el derecho de retaliación es injusto, creeré que este solo argumento (prescindiendo del bloqueo marítimo) es suficiente para calificar la justicia con que procedimos en las condenas de las goletas Tigre y Libertad”.

El 25 de septiembre Bolívar escribe una corta nota que contesta mensajes de Irvine del 6 y 10 del mismo mes. En ella, vistas las circunstancias en que Estados Unidos y Venezuela no han podido ponerse de acuerdo propone un arbitraje para que decida respecto del litigio de las goletas. Salto de página

Ese mismo día escribe una misiva un poco más amplia, en la que reitera los argumentos de Venezuela respecto del litigio y manifiesta su desesperanza por un debate en el que ambas partes, habiendo puesto de manifiesto sus puntos de vista, no han podido llegar a arreglo alguno, por lo que se está corriendo el riesgo de hacer “interminable la discusión”. En ese marco porfía en su ofrecimiento de la nota anterior en la que propone el nombramiento de árbitros que se “pronuncien sobre la legalidad del bloqueo”. Con ello, busca no seguir extendiendo un debate fatuo. Le requiere dar contestación a la fórmula presentada, explicándole que ella es expresión de  la rectitud e imparcialidad de sus intenciones. (Bolívar, Ib.id).

El 29 de septiembre redacta una nueva nota en la que replica las evidencias expuestas el 25, lamentando que Irvine en carta del 26 del mismo mes las haya rechazado. Por enésima vez, expone las razones de Venezuela, pero ahora dice tajante que dadas las circunstancias se ve obligado  “a resolver de una vez la cuestión”. (Bolívar, Ib.id)