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El colofón de ese proceso de distensión fue la elección, el 15 de noviembre de 1939, de una asamblea constituyente, que abrió sus sesiones el 9 de febrero del siguiente año. La constitución de 1940, muy avanzada para la época, fue aprobada el 1 de julio y permitió la elección de un nuevo presidente constitucional para el periodo de 1940 a 1944. Tras la aprobación de la nueva carta magna, que recogió una serie de demandas populares, democráticas y sociales, Batista consiguió su elección como presidente de la república, luego de derrotar a su oponente y líder del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), Ramón Grau San Martín. De esta forma, Batista pudo ser presidente constitucional hasta octubre de 1944, lo que coincidió con la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial.
Durante todo ese lapso, Batista se las arregló para tejer coaliciones políticas que lo consolidaran en el poder sin abandonar su base militar. Lo más insólito fue el apoyo del ahora legalizado Partido Comunista, que desde octubre de 1935 habían asumido como propia la táctica de los frentes populares orientados por el Komintern desde Moscú y que, ante la imposibilidad de aliarse con otras fuerzas políticas –en particular los auténticos-, terminaron concertándola con el ambicioso militar.
Entre el 8 y el 11 de diciembre de 1941, poco después de la entrada de Estados Unidos en la contienda mundial, el gobierno de Batista declaró la guerra a Japón, Italia y Alemania, siendo el segundo país en hacerlo en todo el continente. En sintonía con el acercamiento a escala internacional entre Estados Unidos y la Unión Soviética para la derrota del fascismo, Batista adoptó una política conciliatoria que permitió la obtención de conquistas democráticas y sindicales –a cambio de que no se produjeran huelgas, para apoyar el “esfuerzo de guerra”-, estableció en octubre de 1942 relaciones diplomáticas con Moscú –el primer país latinoamericano que lo hizo- y conformó un gobierno de amplio espectro que incluyó al Partido Comunista, cuyo apoyo le había permitido ganar las elecciones en 1940. Esta agrupación, redenominada Partido Socialista Popular (PSP), fuertemente imbuido del browderismo –corriente que preconizaba la colaboración de clases promovida por Earl Browder, entonces máximo líder de los comunistas norteamericanos-, llegó a tener a dos de sus miembros dentro del gabinete –Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez-, algo que no se repitió entonces en ningún otro país de América Latina y el Caribe.
Aunque en sus inicios, la Segunda Guerra Mundial ocasionó algunos perjuicios al comercio y la economía de la Isla, pronto el crecimiento de la demanda de azúcar, que elevó su cotización en los mercados, estimuló un significativo aumento de la producción nacional, que alcanzó montos que no se registraban desde hacía muchos años. Tal como había pasado en la gran contienda internacional anterior, Estados Unidos utilizó el azúcar como producto de vital importancia, para lo cual suspendió el sistema de cuotas existente entre los dos países. De ahí que Cuba, que entonces tenía casi cinco millones de habitantes, vendiera entre 1942 y 1947 sus cosechas completas al poderoso vecino del norte, mientras el monto total de la producción azucarera pasaba de 2,8 millones en 1939 a 4,3 millones de toneladas en 1944.
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