Consideraciones teóricas
E n el presente artículo, el interés investigativo se centra exclusivamente en el crimen común, lo cual excluye el motivado por cuestiones políticas. En el gran conglomerado de los crímenes comunes, pueden encontrarse aquellos considerados convencionales, los cuales serán entendidos como “aquellas conductas ilícitas debidamente tipificadas en el Código Penal, y sancionadas normalmente por los órganos correspondientes”,[8] y los delitos económicos o empresariales, los cuales son aquellas conductas “ilícitas o en todo caso ilegales, no convencionales, cometidas por medios no físicos, por personas respetables y de clase social elevada, en el ejercicio o en relación con sus actividades profesionales”.[9] Por lo general, el tipo de delincuente que genera crímenes del primer grupo difiere en todo sentido de los que cometen delitos agrupados en el segundo rubro; y esta diferencia la advierte también el sistema de control social penal, al administrar la justicia en uno u otro caso.
Pese a que el crimen en su comportamiento puede ser analizado desde diversas aristas y factores que pueden influir tanto en el fenómeno en su nivel macrosocial, como en la decisión individual de cometer una acción etiquetada como delictiva, se parte de considerar, dado el comportamiento de la actividad criminal y su respuesta del control social, la teoría conocida como la teoría del etiquetamiento, propuesta en la década de 1960 por varios autores norteamericanos. El núcleo principal de esta teoría parte de considerar que la desviación social es resultante de un proceso en que la mayoría social califica o etiqueta negativamente aquellos comportamientos de las minorías que son contrarias a las normas culturales estandarizadas de la mayoría.[10]
En este sentido, el propio Becker, uno de los principales formuladores de esta teoría afirmaba:
“All social groups make rules and attempt, at some times and under some circumstances, to enforce them. Social rules define situations and the kinds of behavior appropriate to them, specifying some actions as «right» and forbidding others as «wrong.» When a rule is enforced, the person who is supposed to have broken it may be seen as a special kind of person, one who cannot be trusted to live by the rules agreed on by the group. He is regarded as an outsider”. [11]
La teoría del etiquetamiento se preocupa por los procesos de criminalización realizados por las instituciones de control social formal y no formal, y por las transformaciones que sufre la personalidad del criminal a lo largo de su carrera delictiva. [12] En este caso, por no contar con registros, debe desecharse la posibilidad de analizar esta última cuestión. Por demás, también puede considerarse las propuestas de la teoría de la asociación diferencial, que puede contribuir al análisis de la criminalidad empresarial o “de cuello blanco”.[13] Este enfoque tiene el mérito de ofrecer otra perspectiva, radicalmente distinto, de las causas que inciden en la conducta criminal: el delito de los poderosos no es explicable desde la tesis de la influencia de la pobreza y de las desviaciones que ella puede generar. Al contrario, la asociación diferencial, además de validar la tesis de la criminalidad como una conducta socialmente aprendida, afirma que la persona que viola la ley lo hace a partir de previamente valorar los riesgos o beneficios de su conducta. Tratándose de criminales de alta clase social, por lo general, los beneficios de su conducta suelen ser mayores que los riesgos, entendidos estos como la posibilidad de recibir una sanción penal.
También debe tomarse en cuenta que estas teorías frecuentemente complementan sus enfoques entre sí, y a su vez beben de cimientos teóricos anteriormente postulados, por lo que algunos planteamientos iniciales pueden ser consultados en teorías anteriores. Por otro lado, al ser la criminalidad un fenómeno tan complejo, es imposible de explicar desde una teoría única, por lo que se sugiere el empleo de perspectivas multifactoriales.

El comportamiento de la criminalidad: crimen y delincuentes convencionales
“La miseria, con toda la enorme gama de horrores, desgracias y calamidades, influyen poderosamente en la conducta del hombre, que bajo influjo del hambre, de la falta de los elementos esenciales para la vida, termina por desequilibrarse realizando actos en contra de la sociedad, que no remedian las grandes injusticias que azotan los pueblos (…) Los desheredados de la fortuna, buscan el salidero del delito para satisfacer sus perentorias necesidades o para vengarse de la injusticia, o por choques físicos que inhiben su voluntad y sus frenos morales o psicológicos”.[14]
La ciudad de Pinar del Río, en la década de 1940, contaba con 26241 habitantes. En el último censo del período neocolonial, llegaría a contabilizar 36161 almas.[15] Este era un incremento sustancial para una ciudad que había iniciado el siglo con 10634 individuos,[16] y que para la cuarta década del siglo pasado, ya comenzaba a sufrir los problemas que aquejaban a las grandes ciudades. Dos de los más notorios son el desbordamiento poblacional y sobre todo, la pérdida de la inocencia y del espíritu apacible que hasta ese momento había caracterizado a la muy tranquila ciudad occidental. De hecho, el crecimiento poblacional provocó la formación de un conjunto de barrios insalubres en los que se aglomeraban personas sin recursos, generalmente campesinos que se alejaban de los campos en busca de nuevas oportunidades en la ciudad.