Las dictaduras del Caribe

Una vez ocupado Panamá (1903), los Estados Unidos fueron ampliando su influencia e intereses en la mencionada región mediante variados procedimientos, aunque los más usuales eran el establecimiento de gobiernos adictos y/o la intervención militar directa (big sitck), bajo el amparo del corolario Roosevelt a la doctrina Monroe.  El origen de este corolario se relaciona con la endémica insolvencia financiera de los países latinoamericanos, pretexto esgrimido por las potencias acreedoras europeas para intervenir en este continente.

Por eso el presidente norteamericano Teodoro Roosevelt aprovechó la quiebra fiscal de la República Dominicana en 1904 para lanzar, en su mensaje anual de diciembre de ese año, su doctrina de intervención preventiva. En ella señalaba que si una nación de este continente no cumplía con sus obligaciones en el pago de sus deudas, Estados Unidos se vería obligado «a ejercer la facultad de policía internacional».[2]

Esta fórmula permitía a Estados Unidos satisfacer los intereses y demandas de los acreedores y, al mismo tiempo, mantener en pie la doctrina Monroe, al evitar la intromisión directa de potencias extra continentales en lo que consideraba su traspatio. El garrote que Roosevelt pretendía blandir descansaba en lo fundamental en el empleo del ejército norteamericano, cuyos efectivos se habían empezado a fortalecer desde la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1898. Además, la economía de Estados Unidos estaba en plena expansión, al extremo que su comercio se triplicaría entre 1900 y 1910, lo que proporcionó una indispensable base interna a la agresiva política exterior de Roosevelt.

La primera víctima de la aplicación del corolario Roosevelt a la doctrina Monroe fue precisamente la República Dominicana (4 de febrero de 1905), a la que Estados Unidos, alegando la inminente amenaza de una intervención europea -barcos de guerra de las potencias acreedoras, Alemania, Francia, Italia y Holanda, merodeaban por sus costas-, impuso el control de sus finanzas y aduanas, convirtiendo en nominal su soberanía. No obstante, en 1916 el presidente Woodrow Wilson llegó todavía más lejos cuando dispuso la ocupación militar directa, que se extendió hasta 1924.

A la intervención norteamericana en Santo Domingo seguirían muchas más en la región de Centroamérica y el Caribe, algunas de ellas fundamentadas con otros argumentos.  Cabe mencionar las que tuvieron lugar en Cuba (1906-1909), Nicaragua (1912-1925), México (1914 y 1917), Haití (1915-1934) y la de República Dominicana (1916-1924).  Como colofón, Estados Unidos compró en 1916 las islas Vírgenes a Dinamarca, con lo que dispuso de una virtual base para controlar todos los accesos a la región.

Este período de brutal expansionismo norteamericano coincidió con los 16 años (1897-1913) consecutivos de gobiernos republicanos de los presidentes William McKinley, Theodore Roosevelt y William H. Taft, quienes se convirtieron en verdaderos campeones del imperialismo. Pese a todas las conquistas y “hazañas” de estos mandatarios, durante el siguiente gobierno norteamericano del demócrata Woodrow Wilson, extendido de 1913 a 1921, Estados Unidos realizó más intervenciones armadas en el Caribe que las de sus tres antecesores republicanos juntos.

Como parte de esa ofensiva desenfrenada, Estados Unidos logró convertir al Caribe en un verdadero mare nostrum norteamericano, mediante una brutal expansión intervencionista (garrote) y los más sutiles mecanismos de la dominación económica (diplomacia del dólar), supuestamente dirigida a sustituir las balas por el capital. La llamada diplomacia del dólar fue enarbolada por el sucesor de Teodoro Roosevelt en la presidencia de Estados Unidos, el también republicano William H. Taft, y alentaba a los banqueros norteamericanos a refinanciar los bonos de los países latinoamericanos insolventes para prevenir una posible intervención europea.

Estas políticas agresivas, típicas de una potencia imperialista que llegaba tarde al reparto del mundo, terminó por convertir a las naciones de la región en un verdadero rosario de repúblicas semicoloniales o en simples eslabones de una cadena de virtuales protectorados sometidos al absoluto control de los monopolios de Estados Unidos. Para alcanzar esos resultados, en América Central y el Caribe se llegó al extremo de la ocupación militar -Cuba, Panamá, República Dominicana, Haití, Nicaragua fueron ejemplo de ello-, mientras que en otros países del hemisferio, más alejados en la geografía, se empleaban técnicas más sutiles como las del control financiero.