Las dictaduras del Caribe

Sergio Guerra Vilaboy *

Resumen/ Abstract (VER)

“Así, ese Mediterráneo de las Américas se convirtió en el mar del crimen, pero también en el mar de la esperanza”. Juan Bosch.

Derecha: Theodore Roosevelt y la politica del garrote en el Caribe

Las dictaduras y los dictadores ensombrecieron la historia del Caribe en toda la primera mitad del siglo XX. El surgimiento de las tiranías caribeñas de principios de esta centuria, si bien guardan cierta relación de continuidad con las dictaduras que les antecedieron en el siglo XIX, fueron diferentes en muchos sentidos, en gran medida debido a que se desarrollaron en un nuevo contexto histórico y en diferentes condiciones socio-económicas. El propio término de dictadura había adquirido un significado peyorativo del que carecía anteriormente, cuando equivalía al sencillo otorgamiento de plenos poderes, en función del interés público, a una o varias personas, que la asumían en circunstancias excepcionales, sin limitaciones y en forma absoluta.

Al parecer, el concepto se empleó por primera vez en la antigua Roma para denominar a un magistrado al que le atribuían los poderes de ambos cónsules, esto es, toda la autoridad administrativa del Estado y el supremo mando militar. Además de asumir las funciones íntegras de la soberanía y de concentrar en su persona el ejercicio del poder público, los dictadores quedaban facultados para decidir sobre la vida y la muerte y sus órdenes eran inapelables. Por regla general, los dictadores eran nombrados en forma legal por cuerpos colegiados y sus poderes absolutos concedidos temporalmente, aunque Sila y César fueron designados dictadores de por vida.  Para el politólogo francés Alain Rouquie la dictadura puede ser definida como:

[…] un régimen de excepción que, por circunstancias particulares, se ejerce sin control. Ello implica que el poder de los gobernantes sobre los gobernados no conoce ninguna restricción, o sea, dicho ahora en términos constitucionales, que las garantías fundamentales se hallan abolidas. Permanecemos así muy cerca de una acepción clásica.[1]

Acorde a esta tradición, durante la independencia de España a muchos patriotas latinoamericanos se les otorgó la condición de dictadores, como ocurrió por ejemplo con Francisco de Miranda en 1812, quien fue nombrado por el congreso venezolano, antes de disolverse, con total y plena autoridad, para que tratara de salvar a la primera república de la feroz ofensiva realista. Lo mismo vale para Simón Bolívar, José de San Martín y otras primeras figuras de la emancipación que también fueron designados dictadores, en circunstancias muy comprometidas de la lucha contra las tropas colonialistas. Incluso en la naciente República de Paraguay, acosada por sus vecinos, que le negaban el reconocimiento como estado independiente, el doctor José Gaspar de Francia, que era uno de los dos cónsules encargados del poder ejecutivo, fue proclamado en 1814, por un congreso popular reunido en Asunción, Dictador Supremo.