Las relaciones argentino-brasileñas en el contexto de la sustitución de importaciones compleja. II

Segunda Parte

Eduardo Madrid*

3. Los avatares de la economía argentina

 

juan-peron

En la Argentina, la situación económica, social y política transcurría por carriles un tanto diferentes. Luego del derrocamiento de Perón se abrieron diversas teorías y proyectos acerca de la dirección que debería tomar la economía argentina dada la creciente heterogeneidad e intereses de los grupos económicos, muchos de ellos contradictorios o incompatibles entre sí.

 

La inestabilidad de las alianzas políticas, al no predominar un sector sobre otro, conspiró contra un proyecto común de largo plazo y le imprimieron a la economía argentina un marcado rasgo de inestabilidad. En ese contexto de incertidumbre comenzó a afirmarse una corriente de pensamiento desarrollista que pretendía una mayor apertura de la economía con la intención de atraer capitales extranjeros y resolver el crónico estrangulamiento de la balanza de pagos mediante la sustitución de importaciones esenciales, como los combustibles, e implantando industrias de base como la siderurgia, petroquímica, metalmecánica, automotriz, máquinas herramienta y generación de energía. Pero el programa de desarrollo debía adquirir un ritmo acelerado para disminuir la brecha con los países desarrollados que, con el paso del tiempo, tendía a crecer y agravar las dificultades estructurales, frenando paulatinamente la acumulación y ampliando las diferencias regionales.

 

Al mismo tiempo que en el Brasil se preparaba el Plan de Metas, la dictadura militar argentina se abocó, inicialmente, a desmantelar el aparato estatal de intervención en la economía, poniendo en práctica una serie de medidas aconsejadas por Raúl Prebisch, tales como la devaluación de la moneda, la abolición de los controles de precios, así como la restricción del crédito, a fin de contener la inflación, estimular la producción agrícola y garantizar el ingreso de capitales extranjeros. La política económica aplicada durante esos años produjo una retracción del consumo, incluyendo parciales congelamientos de los salarios, la reducción del circulante que, junto a la disminución de la inversión pública y a un PBI relativamente  constante, no lograron reducir la inflación y menos aún el problema del balance de pagos. Los resultados de estas iniciativas condujeron a un agravamiento notable de la situación económica porque se intentaba paliar sólo las manifestaciones de la crisis y no a remover las deficiencias estructurales que bloqueaban el avance del desarrollo económico. En realidad, la inexistencia de una industria de base se transformó, de esta forma, en un punto de estrangulamiento insuperable.[19]

 

Recién en 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi, el gobierno argentino intentó superar ese cuello de botella y en los primeros meses de su gobierno trató de implementar un plan de desarrollo económico en donde la producción siderúrgica y petrolera se constituyó en el eje prioritario de su política económica. En la medida que la producción petrolera aumentase, las divisas así economizadas se destinarían a la importación de maquinarias y bienes de equipos, y a los servicios de la deuda externa. Mientras tanto, y debido al deterioro de las cuentas externas, Frondizi debió negociar un acuerdo con el FMI, el gobierno estadounidense y bancos privados cuyos fondos fueron destinados en gran parte a proyectos de expansión de las ramas industriales – cemento, papel, frigoríficos, petroquímica y energía eléctrica – importación de bienes de capital, la estabilización de la moneda y la liquidación del déficit comercial. Es por eso, que para superar las dificultades del sector industrial se instrumentaron un conjunto de herramientas, entre las que sobresalieron el establecimiento de altos aranceles aduaneros y la sanción de una ley de promoción industrial. Estas se complementaron con otra ley que funcionaría como marco regulatorio para las inversiones extranjeras, a las que se les concedieron condiciones altamente favorables. Las facilidades otorgadas a los capitales extranjeros implicaron el establecimiento de empresas multinacionales que marcaron el ritmo del crecimiento industrial contribuyendo a la transformación del sector.

Frondizi

 

A partir de 1958, los sectores que habían liderado el crecimiento en el pasado – producción de bienes de consumo no durables – sufrieron un estancamiento relativo, mientras que adquirió un gran dinamismo el sector petroquímico y metal-mecánico, especialmente el sector automotor. La producción de automóviles creció considerablemente superando las expectativas oficiales más optimistas según puede apreciarse en los datos del cuadro siguiente:

 

 

 

Cuadro N°4

Producción de automotores de la Argentina (1953-1965)

(expresada en unidades)

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Tipo
1953
1957
1959
1960
1961
1962
1963
1964
1965
Particu-
lares
897
13.273
24.792
49.519
84.501
93.873
79.478
119.005
141.114
Comer-
ciales
4.407
15.617
7.665
38.743
49.917
34.695
26.342
47.382
55.640
Totales
5.304
28.890
32.457
88.262
134.418
128.568
105.820
166.387
196.754

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Fuente: Rapoport, Mario y colaboradores, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, 2000, p. 586.

 

Aunque las nuevas empresas industriales establecidas en esa época tendieron a concentrar verticalmente las actividades asociadas a su producción principal, dieron cierto impulso al crecimiento de proveedores y contratistas, generando condiciones para un efecto multiplicador hacia atrás y delante, favoreciendo la aparición de nuevas actividades productivas vinculadas a las ramas de mayor expansión.

 

Sin embargo, las deficiencias se encontraban en el sector de maquinarias, instrumentos y material de transporte. La debilidad de este sector condicionaba toda estrategia futura de avanzar en el proceso de industrialización, tornando a la Argentina en dependiente de los bienes de capital y la tecnología elaborados en el exterior. Precisamente, un reflejo de ello residía en que los Estados Unidos elevaron su participación en las importaciones argentinas del 19% en 1959 al 26% en 1960, pero continuaron comprando escasos productos de la Argentina, acentuando el déficit comercial del país del Plata. Se hizo necesario ampliar los mercados en donde la Argentina pudiera colocar sus excedentes de producción, y el gobierno de Frondizi orientó sus esfuerzos hacia Europa y los países de América Latina, especialmente el Brasil.[20]

.

4. Los años de suspicacia: 1955-1957

Con el suicidio de Vargas en 1954 y la caída de Perón en 1955, los sectores conservadores asumieron el poder en el Brasil y la Argentina, dispuestos a reajustar las economías de los dos países según los principios neoclásicos, compatibilizándolas con las políticas que los Estados Unidos intentaban difundir a favor de la libre concurrencia en los mercados, y aceptando además, la hegemonía del país del norte en la región. Ello quedó demostrado – en el caso del Brasil – cuando el gobierno de Café Filho interrumpió varios proyectos de su antecesor ante presiones de Washington, como por ejemplo, el de la instalación de usinas para producir uranio enriquecido basado en tecnologías alemana y francesa. Firmó también con los Estados Unidos el Acuerdo del Trigo que le permitió al país norteamericano aumentar su participación en las importaciones brasileñas del 8% en 1955 al 38% en 1956, mientras que la proporción de la Argentina en ese rubro cayó del 91% al 62% en el mismo período. A pesar de ello, las relaciones entre la Argentina y Brasil se tornaron cada vez más fluidas dado que con el derrumbe del peronismo se acortaron las discrepancias que sus gobiernos habían mantenido en materia de política internacional.[21] En ese nuevo contexto la dictadura argentina ratificó la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Tratado de Bretton Woods, adhirió al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), luego Banco Mundial (BM), además de tomar iniciativas orientadas a la multilateralización del comercio y a la adopción de alineamientos estratégicos impulsados por los Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría. Es decir que abandonó la Tercera Posición sustentada por el peronismo y suplantó la estricta política de comercio bilateral que el país había seguido hasta entonces por el régimen multilateral, lo que quedó definitivamente acordado en el Acta de París de 1956.[22] De este modo, se discontinuó la inserción argentina en el contexto latinoamericano que tan pacientemente había elaborado el peronismo durante su mandato de gobierno y el Palacio San Martín retomó las líneas tradicionales de la política exterior.

 

En esa dirección, el gobierno de facto argentino decidió integrar a su país al sistema de seguridad del hemisferio occidental y en agosto de 1956 le propuso a las autoridades brasileñas la realización de una conferencia junto a los demás países de la Cuenca del Plata, para ajustar y coordinar medidas de defensa en el Atlántico Sur dentro del marco del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y de la Junta Interamericana de Defensa (JID).[23] El presidente provisional, Pedro Aramburu, firmó entonces una serie de acuerdos de cooperación militar con los Estados Unidos mediante los cuales la Argentina aceptó el funcionamiento permanente de una misión militar norteamericana con el objetivo de coordinar y uniformar los armamentos a ser utilizados en la defensa del continente, además, las escuadras de ambos países pasaron a realizar maniobras conjuntas en el Atlántico Sur.[24]

 

Al mismo tiempo, una de las grandes preocupaciones de los golpistas argentinos  consistió en contener una imaginaria conspiración peronista. Manejaban informes según los cuales Joao Goulart, que habría realizado negocios de maderas con Perón, había comprado armas para organizar milicias obreras en el Brasil. Ello se debía a las denuncias que el periodista Carlos Lacerda, electo diputado federal por la Unión Democrática Nacional, había publicado. El objetivo era inducir a las Fuerzas Armadas a implantar en su país un gobierno similar al de Argentina. La maniobra, como otras ideadas por la Unión Democrática Nacional, fracasó, y ocultaba, en realidad, una estrategia para eludir el resultado de las urnas.[25]

 

Aramburu continuó con su campaña contra los peronistas exiliados en los demás países del continente intensificando las actividades de inteligencia. Poco tiempo después de divulgar la noticia sobre un complot, que Perón organizaría desde Caracas, anunció la existencia de “comandos peronistas” en Brasil, al mismo tiempo que las autoridades argentinas manifestaban la intención de mantener las mejores relaciones posibles con el país vecino. En realidad, intentaba abortar cualquier tipo de actividad política que los asilados políticos pudieran realizar en contra del gobierno militar y a favor de Perón. El gobierno JK trató de evitar que ese problema, real o imaginario, dificultase las relaciones argentino-brasileñas y alterase su política interna dado que serviría de pretexto a la oposición para combatirlo.[26]

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NOTAS

* Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Buenos Aires. Argentina.

[19] Rapoport, Mario y colaboradores, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, 2000, p. 546.

[20] Schvarzer, Jorge, La industria que supimos conseguir, Buenos Aires, 1996, p. 226.

[21] Ver Madrid, Eduardo, Argentina-Brasil: la suma del Sur, Mendoza, 2003.

[22] Sobre la temática de las negociaciones entre la Argentina y los acreedores europeos consultar el trabajo de Ricardo Vicente “ponencia presentada en I Congreso de Relaciones Internacionales, IRI, Facultad de Derecho, Universidad Nacional de La Plata, 14 y 15 de noviembre de 2002.

[23] A partir de la Revolución Cubana, el gobierno norteamericano y sus organismos de Defensa pasaron a percibir a las Fuerzas Armadas de América Latina como las organizaciones más estables y modernizantes, y las incentivaron  a participar de las políticas internas de sus respectivos países, a través de acciones cívicas y de contra-insurrección, que apuntaban a eliminar al “enemigo ideológico interno”, a fin de impulsar el desarrollo económico y social y contener el avance del comunismo. Con el objetivo de difundir estas ideas y para entrenar y capacitar a los militares latinoamericanos, vinculándose entre sí de manera sistemática y regular, la JID se transformó virtualmente en un organismo que diseñó una diplomacia militar paralela, a tal punto de crear en 1962 el Colegio Interamericano de Defensa, a pesar de la oposición de México, Venezuela y Brasil, que lo percibieron como un estímulo al militarismo y un instrumento para facilitar el predominio de estrategias estadounidenses sobre América Latina.

[24] Moniz Bandeira, Luis Alberto, Estado nacional e política internacional na América Latina, Brasilia, 1993, p. 90.

[25] Al comprobarse que la documentación aportada por Lacerda era falsa, el ministro de Guerra, gral. Enrique Teixeira Lott intervino en la crisis política fomentada por la UDN con la complicidad del presidente Café Filho, para mantener la legalidad constitucional y asegurar la asunción de Kubitschek.

[26] Moniz Bandeira, L.A. (1993), p. 92.

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº. 1 a 4. 2006-2009


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