Primera parte
Eduardo Madrid*
1. INTRODUCCION
El proceso de industrialización mediante la sustitución de importaciones – que durante las décadas de 1930 y 1940 alcanzó su auge tanto en la Argentina como en Brasil – comenzó a manifestar sus limitaciones en los inicios de los años ´50. Los problemas principales estaban relacionados con la necesidad de reequipar al sector industrial y con el abastecimiento de combustibles e insumos básicos como el acero y los productos químicos.
Además, las dificultades de financiamiento y los problemas cambiarios ocasionados por la desvalorización de los bienes primarios de exportación hicieron que tanto el Estado como los empresarios locales vieran obstaculizados sus empeños de asegurar el desarrollo de una industria pesada. En ese contexto se fue generalizando la práctica de asociarse con empresas extranjeras que fueron atraídas por importantes incentivos y facilidades por parte del Estado para operar y radicarse en la región. Se requirieron grandes inversiones, complejas tecnologías, mano de obra especializada y un largo período de acumulación, es por eso que las ramas claves de la industria se fueron concentrando cada vez más en manos extranjeras.
Por otra parte, este proceso se desarrolló en una coyuntura internacional en que la competencia entre los países desarrollados se intensificó, la vida útil de cada proceso tecnológico comenzó a descender paulatinamente y en muchos casos se produjo también un reemplazo de los capitales de riesgo por los capitales de préstamo.[1] Paralelamente, y ante estas dificultades, en diferentes fracciones de los sectores dominantes de los dos países se fueron gestando ideas y proyectos para expandir los mercados internos y ampliar la capacidad de negociación de sus gobiernos frente a las grandes potencias de la época. Surgieron, de este modo, varias alternativas que abogaban por la implantación de uniones aduaneras o mecanismos de mayor cooperación entre la Argentina y Brasil, y que se hicieron extensivos a otras naciones del Cono Sur. Sin embargo, todos esos intentos terminaron – por diferentes motivos – diluyéndose, pero al mismo tiempo, mediante la activa influencia de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) – organismo de las Naciones Unidas – se fue elaborando un nuevo planteo interpretativo sobre la complejidad estructural del subdesarrollo latinoamericano, y la insuficiencia de las políticas tradicionales para su remoción. Es que para la CEPAL el subdesarrollo era un problema crucial dado que desde su perspectiva no se podía comprender el fenómeno de la inflación, los desequilibrios externos y la baja productividad, entre otras cuestiones, sin tener en cuenta las características estructurales de un país subdesarrollado. En ese sentido, estos enfoques significaron un enfrentamiento directo con las teorías neoclásicas y liberales y con su óptica monetarista de análisis. Esto quiere decir que la prédica de la CEPAL pasó a cambiar el orden de prioridades de la política económica al sostener que la estabilidad y la política monetaria en general constituían una consecuencia del desarrollo económico, y no su precondición. El eje de análisis central pasaba a convertirse en cómo alcanzar la industrialización y el desarrollo, dando lugar a la llamada “teoría del desarrollo” o llanamente “desarrollismo”.[2]
De esta manera, al experimentar las limitaciones propias de la industrialización por sustitución de importaciones, los países de América Latina con grandes mercados internos intentaron superarla mediante la implantación de industrias dinámicas y de la intensificación de la instalación de sus ramas básicas, pre-requisitos considerados indispensables, y que por lo tanto conducirían a la etapa del desarrollo de la región.[3]
En ese sentido, este trabajo procura, en primer lugar, explicar el proceso económico y social del Brasil a partir del gobierno de Kubitschek, para continuar después con las propuestas de la dictadura argentina surgida del golpe de 1955 y la administración del presidente Frondizi. Posteriormente se intentará demostrar que, además de sus propios procesos internos, las políticas exteriores de la Argentina y Brasil, enmarcadas en un contexto regional signado por la Guerra Fría, incidieron en las relaciones bilaterales de los dos países y en sus intentos de afirmar una presencia cooperativa conjunta en el sur del continente. Paralelamente, el sector industrial brasileño había adquirido significativas ventajas sobre su par argentino, al tiempo que las aspiraciones de liderazgo en la región se fueron dinamizando en las percepciones de sus dirigencias acicateadas por la utilización de los recursos hídricos de la red fluvial del Plata. Esto implica reconocer que el eje transversal de la dinámica de las relaciones bilaterales argentino-brasileñas desde mediados de los años ´50 hasta bien entrada la década de 1960 fue, sin dudas, la problemática desarrollista. Como un enorme espinel que atraviesa y enhebra tanto las cuestiones internas de cada país como sus políticas exteriores y su inserción en el mundo de la Guerra Fría, la temática del desarrollo dejó su impronta en las relaciones de la Argentina y Brasil.
2. El crecimiento y el desarrollo del Brasil
En aquel marco internacional y regional, el proceso de industrialización brasileño fue adquiriendo un alto grado de diversificación e integración. El triunfo de Juscelino Kubitschek en las elecciones de 1955, con el soporte partidario del varguismo, y la intervención de las Fuerzas Armadas para garantizar la posesión del mando, afirmó la supremacía de la burguesía industrial brasileña.[4] En esa dirección, el gobierno de Kubitschek elaboró un Plan de Metas que expresaba las aspiraciones de esa fracción de las clases dominantes y tenía como objetivo prioritario acelerar el proceso de industrialización bajo el lema de lograr “cincuenta años de progreso en cinco años de gobierno”. En realidad, el Plan representaba la primera tentativa de largo plazo para establecer un sector industrial diversificado en el Brasil dado que el énfasis de la política económica en relación a las inversiones fue enfocado sobre las industrias básicas, especialmente en las metalúrgicas, químicas, bienes de capital y automotriz. Es decir, que el rumbo excluyente del gobierno brasileño apuntaba a transformar la industria manufacturera en el centro dinámico de las actividades económicas del Brasil.
Para lograrlo, se sostuvieron retenciones cambiarias, transfiriendo de este modo una parte de las exportaciones del café para el financiamiento del programa de industrialización, sin que los sectores agroexportadores pudieran impedirlo. Mientras el mecanismo de protección a las manufacturas de fabricación nacional inducían a las empresas extranjeras a invertir directamente en el Brasil, a fin de no perder tan importante mercado, el Estado no sólo les concedió favores, exenciones y privilegios, sino que les permitió importar máquinas y bienes de equipos con facilidades cambiarias. De este modo, con el aporte de capitales extranjeros, y las inversiones del gobierno, el crecimiento industrial del Brasil, en el período 1956-1962 llegó a alcanzar un promedio del 9,8% anual. El sector de bienes de capital contribuyó en 1958 con el 55% para la formación del producto industrial, superando al sector de bienes de consumo, apuntando su producción a la fabricación de tornos, fresadoras, equipamiento para la industria textil, siderúrgica y petrolera entre otros, comenzando a producir también máquinas de más alto grado de complejidad, como tornos automáticos y rectificadoras.[5] Estos datos, junto a la contribución mayoritaria de la mecánica pesada en la formación del producto industrial, estaban indicando el perfil de transformación cualitativo y el nivel de maduración del capitalismo en el Brasil, cierto es que con el valioso aporte de empresas y capitales extranjeros.[6]
En realidad, ese proceso fue la continuidad de otra etapa anterior y más prolongada que había tenido un impulso considerable durante la crisis de los años treinta y le había permitido al sector industrial brasileño alcanzar la autosuficiencia en la producción de bienes de consumo corriente, como alimentos, tejidos y utensilios domésticos. En la primera mitad de la década del ’50, el sector de bienes de capital había crecido casi el 130% y su participación en las inversiones industriales totales pasó del 54% en 1947, al 72% en 1954. Esta era una clara señal de la expansión industrial, que sería todavía más vigorosa en los años siguientes.[7]
El soporte del planeamiento económico y financiero del Plan de Metas descansaba básicamente en estudios de un grupo de técnicos del Banco Nacional de Desarrollo (BNDE) y de la CEPAL, en donde se establecieron los principales objetivos distribuidos entre cinco sectores. Entre ellos, la energía tenía prioridad al absorber el 42,4% de la inversión destinada a aumentar la producción de electricidad, energía nuclear, carbón y derivados del petróleo. El sector de transportes apuntaba – con el 28,9% de la inversión – a la reforma y ampliación del sistema ferroviario, construcción y pavimentación de carreteras, construcción portuaria, aumento de la flota mercante y de los transportes aéreos. La industria de base requería el 22,3% de las inversiones para el incremento de la producción de acero, aluminio, cemento, metales no ferrosos, papel, celulosa y caucho. El sector de la alimentación necesitaba el 3,6% de la inversión aplicada en las áreas de fertilizantes, almacenamiento, mecanización agrícola, frigoríficos y cultivos de trigo. Finalmente, el sector educativo utilizaría el 2,8% de la inversión para el mantenimiento y ampliación del sistema escolar, principalmente la enseñanza pública.[8]
Además de consolidar la base industrial del país, el programa intentaba resolver los grandes puntos de estrangulamiento de la economía nacional: la producción de energía, el sistema de transportes y los desequilibrios regionales. Estos últimos fueron encarados también en forma planificada cuando en 1959 el gobierno nacional decidió crear la Superintendencia de Desarrollo del Nordeste (Sudene) con la finalidad de superar el relativo atraso socioeconómico de la región. Y, tal vez, el símbolo más emblemático del proyecto desarrollista de Kubitschek haya sido la construcción de Brasilia, la nueva capital federal implantada en la meseta goiana.[9]
Para consolidar la economía brasileña y su sector industrial se debió resolver la cuestión del financiamiento. Tanto los empresarios como las autoridades eran concientes que los recursos del país eran insuficientes para la adquisición de equipos, componentes, materias primas y tecnología, necesarios para el montaje de la base industrial brasileña. Tenían que ser aplicados recursos financieros en gran escala estimulando inversiones a largo plazo. De este modo, la utilización de recursos externos, empréstitos e inversiones extranjeras se transformaron en absolutamente necesarios. El Estado federal estimuló la atracción masiva de inversiones extranjeras y procuró crear la infraestructura socioeconómica indispensable. Los privilegios de los sectores rurales tradicionales no fueron básicamente alterados – régimen de tenencia de la tierra y comercialización de los productos primarios – produciéndose paulatinamente un desfasaje entre la base social y política del viejo sistema, y los grupos que comenzaron a adoptar decisiones y el control de la política económica. De este modo, los sectores económicos vinculados a las empresas multinacionales y a la tecnocracia fueron adquiriendo mayor influencia, perdiendo cierto peso la clase media burocrática tradicional, el sindicalismo y los políticos tradicionales.[10]
Pese a la baja, superior en un 50%, de los precios internacionales del café en 1956 – que aportaban el 55% de los ingresos del total de las exportaciones brasileñas – y a una altísima inflación, el gobierno de Kubitschek (JK) lanzó su vasto programa de desarrollo industrial, con la participación de capitales externos, principalmente de origen estadounidense, italiano, alemán, inglés y japonés. Estas inversiones permitieron renovar la flota mercante e instalar las fábricas de automóviles Ford, General Motors, Willis, Mercedes Benz y Volkswagen. Se puso en funcionamiento el complejo siderúrgico de Usiminas con participación japonesa, la producción de acero trepó de dos a seis millones de toneladas y se construyeron grandes obras hidroeléctricas, incrementándose la producción petrolera, textil, siderúrgica y de alimentos. El sector rural, en cambio, quedó rezagado, a excepción de la aprobación del plan para el desarrollo del Nordeste, basado en instalaciones industriales y la construcción de carreteras, que fueron financiadas en parte mediante importantes préstamos de los Estados Unidos.[11] En esos años el Brasil recibió del país norteamericano 35 millones de dólares para la expansión de la industria siderúrgica, 25 millones para ferrocarriles, y un crédito del Eximbank por 151 millones y una venta de trigo a cubrirse su pago en tres años. Todos esos préstamos hacían un total de 350 millones de dólares. Por otro lado, los inversores extranjeros aprovecharon la instrucción 113 de la SUMOC (luego Banco Central), que creó el marco jurídico para la atracción de capitales extranjeros y que implicó 2,5 millones en inversiones privadas.[12] Según un informe del Departamento de Comercio de los Estados Unidos de 1957, las corporaciones norteamericanas tenían 1.200 millones de dólares invertidos en filiales brasileñas, que pagaban cerca de 600 millones anuales en concepto de salarios e impuestos. Esta inversión estadounidense era la mayor de América Latina, excepción hecha de la concentrada en la industria petrolera venezolana.[13]
La contribución de las inversiones foráneas al impulso desarrollista brasileño estaba enmarcada, en realidad, en una deliberada política cambiaria que provenía de la ley de cambio libre de 1953 que, en la práctica, había abolido las restricciones al movimiento de los capitales extranjeros en el país, tanto en lo referente a su entrada como a su salida, garantizando tasas de cambio favorables para las remesas de intereses y pagos de royalties. Luego, en 1955, mediante la instrucción 113 de la SUMOC, el gobierno brasileño hizo innumerables concesiones a las empresas extranjeras respecto a la libre importación de diferentes tipos de bienes, y a las remesas de intereses con tipo de cambio preferencial, además de las facilidades crediticias de los bancos oficiales. Evidentemente, en tales condiciones la penetración de capitales extranjeros en el país fue muy elevada en ese período, tanto bajo la forma de empréstitos como de inversiones directas. La fuerza de los agentes financieros y de las grandes empresas internacionales, combinada con las necesidades internas del país, eliminaron fácilmente las barreras arancelarias creadas anteriormente. Posteriormente, el sistema cambiario fue modificado en agosto de 1957 mediante la ley 3244, que representó la más importante forma de apoyo a la industria brasileña, dada la protección ofrecida por el nuevo esquema arancelario. Esta normativa estableció esencialmente dos mecanismos: en primer lugar, tarifas ad valorem, en vez de las específicas hasta entonces utilizadas, que llegaron hasta el 150%; y en segundo lugar, una tasa de cambio preferencial para importaciones tales como trigo, petróleo, papel de imprenta, fertilizantes y algunos tipos de piezas esenciales de equipos.[14]
Junto con otros instrumentos de política económica – principalmente las líneas de crédito industrial concedidas por el BNDE y la política de atracción de inversiones externas a través de la Instrucción 113 – la ley de 1957 permitió y estimuló la instalación de algunos sectores industriales orientados a la sustitución de importaciones dando prioridad a la instalación en el país de los segmentos tecnológicamente más altos de la escala industrial.[15] Recién en 1958 con la Ley de Tarifas se establecieron mayores restricciones a la actuación de empresas extranjeras, sobre todo en la importación de equipamientos y materias primas.
En términos generales, el Plan confirmó ciertas tendencias que ya estaban en curso. Por un lado, existía una aceptación consciente de la existencia de los límites económicos internos al proceso de acumulación de capital: el programa para los sectores de energía y transportes fue nada más que una respuesta a las medidas tomadas anteriormente durante el gobierno de Vargas. El apoyo a las industrias metalúrgicas y de producción de combustibles líquidos intentó reducir la presión sobre el balance de pagos ejercida por la demanda externa de insumos industriales después de más de dos décadas de sustitución de importaciones. El objetivo de apoyar al sector de bienes de capital también era la reducción de la presión sobre el balance de pagos.[16] Los resultados cuantitativos de esta política pueden observarse en el cuadro siguiente:
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Cuadro N°1
Principales sectores de la producción industrial brasileña
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Rama |
Cantidad |
1950 |
1952 |
1954 |
1956 |
1958 |
1959 |
1960 |
Petróleo |
Barriles |
338 |
750 |
992 |
4.059 |
18.923 |
23.590 |
29.613 |
Acero |
Toneladas |
729 |
812 |
1.089 |
1.152 |
1.384 |
1.479 |
1.623 |
Cemento |
Toneladas |
1.386 |
1.619 |
2.490 |
3.275 |
3.790 |
3.841 |
4.447 |
Carbón |
Toneladas |
1.959 |
1.960 |
2.055 |
2.234 |
2.240 |
2.330 |
3.540 |
Soda |
Toneladas |
– |
– |
– |
30 |
60 |
64 |
– |
Generadores |
Unidades |
– |
– |
– |
7 |
9 |
10 |
11 |
Motores |
Unidades |
– |
– |
– |
384 |
484 |
510 |
560 |
Camiones |
Unidades |
– |
– |
– |
– |
36 |
48 |
51 |
Automóviles |
Unidades |
– |
– |
– |
– |
2 |
12 |
37 |
Neumáticos |
Unidades |
1.354 |
1.635 |
2.054 |
1.919 |
2.141 |
2.738 |
2.856 |
Cámaras |
Unidades |
883 |
988 |
1.257 |
1.260 |
1.547 |
1.774 |
1.831 |
Papel |
Toneladas |
248 |
262 |
314 |
380 |
416 |
452 |
503 |
Celulosa |
Toneladas |
– |
33 |
– |
110 |
170 |
177 |
467 |
Fuente: Banco do Brasil, Relatôrio de 1960.
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Como puede observarse, el crecimiento de la mayoría de las ramas fue marcadamente significativo, sobre todo de petróleo, acero y cemento.
Es importante destacar que el conjunto de objetivos relacionados con la producción de bienes de capital comprendía a la industria automotriz, de construcción naval, mecánica y de material eléctrico pesado. Además, el sector automotor era, sin dudas, la meta más importante y una de las piedras angulares del Plan, no sólo por la necesidad de ganar el apoyo político de la clase media sino también por la existencia de una crónica demanda reprimida de automóviles desde la década de 1930. Ello se debía a que hasta 1955 las actividades del sector habían estado restringidas a la producción de la Fábrica Nacional de Motores, que producía aproximadamente 2.500 camiones por año y al ensamblado de chasis de camiones y ómnibus a través de las empresas Ford y General Motors instaladas en San Pablo.[17]
Las otras dos metas relativas a los bienes de capital – construcción naval y material eléctrico pesado – tuvieron una participación un tanto más modesta en el Plan. La primera proponía la creación de astilleros para construir grandes unidades y el reequipamiento de los ya existentes, siendo estos objetivos prácticamente alcanzados. La segunda apuntaba a la instalación y ampliación de la industria de maquinarias pesadas, material eléctrico pesado y máquinas-herramientas, pero los objetivos no fueron cuantificados y se alcanzaron parcialmente.
Los indicadores de desempeño económico durante el gobierno JK son presentados en el cuadro siguiente. Allí se registra el crecimiento real del PBI y de la producción industrial antes, durante y después del Plan de Metas. Se puede percibir la aceleración del crecimiento en el período del Plan, así como las intensas modificaciones estructurales en el interior de la industria, continuando con la tendencia que se venía dando desde la inmediata posguerra. Dentro de éstas merece destacarse la evolución del segmento de los bienes durables de consumo, cuya implantación en gran escala en el Brasil comenzó apenas después de la Segunda Guerra Mundial, lo que explica las elevadas tasas en los períodos presentados en el cuadro siguiente:
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Cuadro N°2
Crecimiento del PBI y de la producción industrial del Brasil
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1950-1955 | 1956-1961 | 1962-1967 | |
PBI |
6,7 | 7,7 | 5,7 |
Ind. de transformac. |
8,8 | 11,1 | 7,7 |
Consumo durable |
16,8 | 25,0 | 22,7 |
Consumo no durable |
6,2 | 6,5 | 4,3 |
Bienes intermedios |
11,3 | 12,2 | 10,4 |
Bienes de capital |
12,3 | 34,8 | 6,0 |
Fuente: Estatísticas Históricas do Brasil, IBGE, 1987.
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Por otra parte, si por un lado la creciente presencia de capitales extranjeros, atraídos por privilegios no concedidos a las empresas nacionales, fue un factor real de crecimiento económico, por otro lado, las grandes empresas multinacionales supieron aprovechar sus inversiones, obteniendo y remesando hacia fuera del país altos dividendos. A pesar de las protestas, en general tímidas, de la burguesía nacional, que se sentía amenazada por los poderosos intereses extranjeros, y de los sectores nacionalistas, las grandes empresas internacionales desempeñaron un papel clave en la historia de la moderna industrialización brasileña.[18]
Incentivadas por las facilidades concedidas al ingreso de capitales y estimuladas por el desarrollo industrial del gobierno JK, las empresas extranjeras ocuparon rápidamente nuevos y grandes espacios en la economía brasileña. Abandonaron sectores tradicionales de la industria liviana – tejidos, alimentos – y de los servicios públicos – ferrocarriles, electricidad, navegación – expandiéndose hacia nuevos sectores como la industria de base, de bienes y equipos y de bienes durables. El caso más característico es el de los capitales norteamericanos según se desprende del siguiente cuadro:
Cuadro N°3
Capitales estadounidenses en el Brasil (1955-1959)
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Sectores | Millones de dólares | Porcentaje |
No manufacturero |
1,7 | 0,43 |
Servicios públicos |
0,3 | 0,08 |
Minería |
14,2 | 3,59 |
Siderurgia-metalurgia |
41,8 | 10,56 |
Automotriz y Maquinarias | 213,3 | 53,90 |
Material de construcción |
9,1 | 2,30 |
Textil |
17,9 | 4,52 |
Químico-Farmacéutica |
41,5 | 10,49 |
Madera y caucho |
26,6 | 6,72 |
Papel |
11,0 | 2,78 |
Alimentos |
11,4 | 2,88 |
Plásticos |
4,9 | 1,24 |
Diversos |
2,0 | 0,51 |
Total | 395,7 | 100% |
Fuente: Sumoc, años 1956 a 1960.
A pesar de las denuncias sobre la importación de material obsoleto y sobre la manipulación contable de los registros de capitales, remesas de intereses, dividendos y pagos de royalties, las multinacionales consolidaron su presencia en el Brasil. Amplios sectores del mercado se desarrollaron para atender el consumo y el confort de las elites y la clase media: automóviles, rutas, electrodomésticos. Se crearon centenas de millares de nuevos empleos, atrayendo hacia los centros industriales de San Pablo y Río de Janeiro a trabajadores de todo el país.
Sin dudas, la economía tomó un nuevo impulso. Sin embargo, debió pagar un alto precio por ello: creció el endeudamiento externo y la dependencia externa financiera y tecnológica. La implantación de un sector industrial más moderno y más complejo aumentó la dependencia tecnológica del Brasil. Dependencia acentuada por el hecho que las multinacionales instaladas en Brasil se concentraron más en el sector de bienes durables que en el de bienes de capital. De esta manera, no se consiguió implantar en el país una industria de base autónoma, capaz de producir y perfeccionarse tecnológicamente por sí misma. Hasta mediados de los años ’70, la mayor parte de las maquinarias y equipos industriales, motores y turbinas, laminadoras, fertilizantes y otras materias primas de uso industrial y agrícola continuaban siendo importados.
Tendieron a agravarse viejos problemas de la estructura económica y social, como los desequilibrios regionales, la distribución del ingreso y la desocupación. Esos antiguos desequilibrios, propios del subdesarrollo, tomaron impulso al principio de la década de 1960, cuando el crecimiento económico del período comenzó a perder fuerza.
No quedan dudas que el ingreso de un mayor volumen de capitales extranjeros en el Brasil, a lo largo de los años 50, fue un factor decisivo para el suceso de los programas de industrialización sustitutiva de importaciones. Una gran parte de esos capitales entró al país bajo la forma de máquinas y componentes, modelos tecnológicos avanzados, patentes, métodos de planeamiento y gerenciamiento industrial que estimularon poderosamente la economía nacional en su conjunto. La infraestructura de los servicios públicos tuvo que ser ampliada y mejorada, nuevos cuadros técnicos y profesionales tuvieron que ser preparados y las mentalidades empresariales y administrativas antiguas tuvieron que ser renovadas. Este proceso se fue afianzando y durante los años 1956 y 1962, el crecimiento económico del Brasil fue significativo y más expresivo todavía el sector industrial. En realidad, la industria pasó a ser el sector más dinámico de la economía nacional, superando definitivamente al sector agropecuario. De este modo, se afirmaba el mercado de trabajo urbano, atrayendo cada vez a más personas, estimulando la especialización y proporcionando una mejor remuneración. Se estaban gestando en los sectores urbanos brasileños sensibles transformaciones.
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NOTAS
* Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Buenos Aires. Argentina.
[1] Ferrucci, Ricardo J., Política económica argentina contemporánea, Buenos Aires, 1991, pp.16-17.
[2] Sunkel, Osvaldo y Paz, Pedro, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, México, 1975, p. 25. Los economistas cepalinos entendían al “desarrollo” como el aumento del PBI con redistribución progresiva del ingreso, y lo diferenciaban del “crecimiento” que la teoría tradicional sostenía como aumento del PBI sin preocuparse de su redistribución progresiva.
[3] Acerca del desarrollismo en la Argentina existe una abundante literatura y no es el propósito de este trabajo presentar las diferentes y variadas interpretaciones del término. Al respecto pueden consultarse Rogelio Frigerio, Las condiciones de la victoria, Buenos Aires, 1963; Arturo Frondizi, La Argentina es un país subdesarrollado, Buenos Aires, 1964; Rogelio Frigerio, Estatuto del subdesarrollo, Buenos Aires, 1983. Para una crítica ver Eugenio Gastiazoro, Crítica del desarrollismo, Buenos Aires, 1970. En el caso del Brasil puede consultarse el clásico trabajo de Helio Jaguaribe, O nacionalismo na atualidade brasileira, Río de Janeiro, 1958. Resulta insoslayable también tener en cuenta los trabajos surgidos en el marco de la CEPAL en donde autores como Raúl Prebisch, Osvaldo Sunkel y Pedro Paz desgranan importantes aportes sobre la temática, como asimismo Celso Furtado, Desarrollo y subdesarrollo, Buenos Aires, 1965.
[4] Kubitschek fue electo por la alianza política entre el PTB y el PSD, es decir, una coalición de sectores de la burguesía industrial y comercial, junto a obreros y técnicos industriales, a los cuales se agregaron sectores rurales tradicionales. Para más detalles consultar Di Tella, Torcuato S., “El sistema político brasileño en perspectiva argentina”, en De la Balze, Felipe (comp.) Argentina y Brasil enfrentando el siglo XXI, Buenos Aires, 1995.
[5] Magalhâes, Sérgio, Problemas do desenvolvimento económico, Río de Janeiro, 1960, pp. 33-34.
[6] Teixeira, Francisco M.P. y Totini, María Elizabeth, História económica e administrativa do Brasil, Sâo Paulo, 1989, p. 203.
[7] Pinto Ferreira, Capitais estrangeiros e dívida externa do Brasil, Sâo Paulo, 1965, pp.227-230.
[8] Cardoso, Fernando Henrique, “El modelo político brasileño”, en Desarrollo Económico, julio de 1971-marzo de 1972, vol. 11, nros. 42-44 pp. 220.221.
[9] Furtado, Celso, O mito do desenvolvimento económico, Río de Janeiro, 1974.
[10] El gobierno de Kubitschek (1956-1961) debió apelar a nuevos órganos administrativos para la ejecución y supervisión de los diversos proyectos económicos y sociales: el Consejo de Desarrollo, vinculado al BNDE y responsable del planeamiento central; Grupo Ejecutivo de la Industria Automotriz (GEIA), Grupo Ejecutivo de la Industria de la Construcción Naval (GEIA) y Grupo Ejecutivo de la Industria de Máquinas Pesadas (GEIMAPE). La actuación de estos grupos técnicos, al lado de organismos encargados de las funciones básicas de la política económica y financiera (CACEX, SUMOC, BNDE) fue decisiva para el éxito de la planificación estatal y del alcance de sus objetivos.
[11] Bresser Pereira, Luiz Carlos, Desenvolvimento e crise no Brasil, 1930-1983, Sâo Paulo, 1987, p.285. La elaboración doctrinaria de los objetivos nacionales a obtener por el gobierno de Kubitschek y por el posterior de Quadros, estuvo expuesta a la importante influencia de los trabajos de análisis científico y sistemático de los problemas socioeconómicos y políticos brasileños realizados por el Instituto Superior de Estudios Brasileños (ISEB), de enfoque nacionalista, cuyo propósito era el de elaborar instrumentos básicos que permitieran articular y promover el desarrollo nacional. La tarea del ISEB comprendía el análisis del sistema internacional y la determinación prospectiva del papel que en él podía corresponder al Brasil. Postulaba para su país el papel de una potencia mundial independiente, capaz de ejercer el liderazgo continental.
[12] Sodré, Nelson Werneck, Brasil: radiografía de un modelo, Buenos Aires, 1972, pp. 100-101 y 106. Por medio de dicha disposición, firmada en enero de 1955, las empresas extranjeras se liberaban de la cobertura cambiaria y se discriminaba a las empresas nacionales al no concedérseles dicho privilegio. La instrucción 113 fue la base de la orientación adoptada por el gobierno a partir de 1956 cuando se formuló el Plan de Metas, y de esta manera entraron en promedio unos 112 millones de dólares anuales al Brasil en el período 1956-1961.
[13] New York Times, 11 de septiembre de 1957.
[14] Ferreira Lima, Heitor, História político-econômica e industrial do Brasil, Sâo Paulo, 1987, p. 391.
[15] Appy, Robert, Capital estrangeiro & Brasil, Río de Janeiro, 1987, pp. 11-21.
[16] De Oliveira, Francisco, A economía brasileira: crítica à razâo dualista, Sâo Paulo, 1975, p. 16.
[17] La meta del sector automotriz tenía un doble aspecto: era simultáneamente un objetivo de producción y de grado de nacionalización. Respecto al primer aspecto, durante 1957/60 se produjeron 347.000 vehículos entre los cuales 170.000 fueron camiones, 66.000 jeeps, 58.000 automóviles y 52.000 utilitarios. En lo que se refiere a la nacionalización, el objetivo era llegar en 1960 a la sustitución de autopartes importadas por las producidas domésticamente en alrededor del 90% del peso de los vehículos. El objetivo fue prácticamente cumplido tanto en la producción como en la nacionalización.
[18] Acerca de esta temática, especialmente de los sectores sociales, puede consultarse el clásico trabajo de Sodré, Nelson Werneck, História da burguesía brasileira, Río de Janeiro, 1967.
Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº. 1 a 4. 2006-2009
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