Construyendo diálogos de paz en Colombia, una experiencia de campo en Tierra Grata con estudiantes de la Universidad Popular del Cesar

Armando Martínez Rosales[1]

Resumen

Este texto, redactado como relato de experiencia, trae registros y memorias de investigaciones de campo realizadas por el autor con estudiantes de Sociología -disciplina Sociología Comunitaria- de la Universidad Popular del Cesar, ubicada en la capital del departamento del Cesar, en Valledupar, en la región del Caribe colombiano. El grupo visitó Tierra Grata, uno de los 24 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCRs) que a lo largo del territorio colombiano construyen colectivamente excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) como parte de los Acuerdos de Paz en Colombia firmados en 2016 entre el gobierno colombiano una de las insurgencias armadas más antiguas de América Latina.

Palabras clave: Colombia, Acuerdos de Paz, Tierra Grata, FARC-EP, Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCRs)

 Abstract

This text, written as an experience report, brings records and memories of field research carried out by the author with students of Sociology -Community Sociology discipline- of the Popular University of Cesar, located in the capital of the department of Cesar, in Valledupar, in the Colombian Caribbean region. The group visited Tierra Grata, one of the 24 Territorial Training and Reincorporation Spaces (TTRs) that are collectively built throughout Colombian territory by ex-combatants of the Revolutionary Armed Forces of Colombia-People’s Army (FARC-EP) as part of the Accords of Peace in Colombia signed in 2016 between the Colombian government, one of the oldest armed insurgencies in Latin America.

Keywords: Colombia, Peace Accords, Tierra Grata, FARC-EP, Territorial Training and Reincorporation Spaces (TTRs)


Introducción
Ahora que me enfrento a la hoja en blanco, cuatro años después, lamento no tener registro fotográfico y de audios de esta experiencia, sólo cuento con notas de campo y profundos recuerdos del año 2017 cuando organicé una visita a Tierra Grata como salida de campo con los estudiantes de mi asignatura de Sociología Comunitaria de la Universidad Popular del Cesar (UPC).

Nunca imaginé que esta experiencia como docente, sociólogo y mexicano viviendo en el Cesar, marcara mi visión sobre el Conflicto Armado en Colombia y me permitiera entender la importancia de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016, así como los retos que la sociedad, pero sobre todo el gobierno colombiano, tiene ahora en la encrucijada que se vive previo al 2022, año electoral donde la construcción de paz, no sólo con excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), es un tema impostergable para el pueblo colombiano.
Tierra Grata es uno de los 24 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCRs)2 que a lo largo del territorio colombiano construyen colectivamente excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) como parte de los Acuerdos de Paz en Colombia firmados en 2016 entre el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos y una de las insurgencias armadas más antiguas de América Latina. Estos ETCRs se convirtieron en morada para las mujeres y los hombres que firmaron la paz dejando en el pasado las armas y transitando a una vida civil. Dejar la vida armada y construir una nueva ha implicado para ellas y ellos, enfrentarse a dilemas humanos y materiales, pero sobre todo a reconocerse y ser reconocidos como parte de la sociedad colombiana.

El documento de poco más de 300 páginas construido a partir de las negociaciones que iniciaron en La Habana, Cuba el 18 de octubre de 2012 entre las delegaciones negociadoras del gobierno colombiano y las FARC-EP, contiene y desarrolla seis puntos centrales que son el esqueleto de este proceso de paz: 1) Reforma Rural Integral, 2) Participación política, 3) Cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo y dejación de armas; 4) Solución al problema de drogas ilícitas, 5) Víctimas y 6)Mecanismos de implementación y verificación.

Para dar cumplimiento a cada uno de estos puntos, en Tierra Grata se concentraron poco más de 160 excombatientes de los frentes 19 y 41 del Bloque Martín Caballero que hacían parte de la región Caribe.
Tierra Grata, ETCR ubicado en el Municipio de Manaure en el Departamento del Cesar (Ilustración 1), se convirtió en puerta para la paz de hombres y mujeres que dedicaron la mayor parte de su existencia a la guerrilla. Esto de ninguna manera ha sido sencillo, pues ha significado una transformación en todas las dimensiones humanas. Las y los excombatientes llegaron sin familia, sin vivienda, sin empleo, sin tierra, sin cédula de ciudadanía, sin número telefónico, sin cuenta bancaria y sobre todo con una estigmatización construida por diversas voces dentro del Establecimiento colombiano, que les ha intentado despojar de humanidad.

El contexto en el Cesar y la UPC

Es importante señalar que el Departamento del Cesar, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), ocupa el quinto puesto a nivel nacional en lo referente a víctimas producto del Conflicto Armado en Colombia (Ilustración 2). Ello muestra la situación en términos políticos y sociales que vive el departamento donde se instaló el ETCR de Tierra Grata.

Las estadísticas específicas de dicha violencia en el Departamento del Cesar muestran que el mayor porcentaje en términos de victimarios que perpetraron la violencia en esta región de Colombia estuvo a manos de grupos paramilitares (38.4%); que la población campesina ha sido la que más víctimas ha aportado (18.8%); que la inmensa mayoría de las víctimas no estuvieron asociadas a acciones armadas (93.8%); que del registro de víctimas producto de combates armados (6.2%) las bajas las encabezan los grupos guerrilleros (55%); y que aunque hubo mujeres víctimas (10.6%) la violencia estuvo centrada principalmente en hombres (83.7%) (CNMH) (Ilustración 3).

Ello permite identificar que en este departamento el Conflicto Armado atacó principalmente a la sociedad civil que quedó atrapada en medio de la guerra sin pertenecer a ningún grupo armado, y que las familias campesinas vivieron el terror en sus territorios de manera contundente.
Otro dato importante para entender el ambiente político y social que prevalece actualmente en el Cesar lo proporciona la situación que vivió la Universidad Popular del Cesar, institución pública en este Departamento caribeño, durante los años más difíciles de la historia reciente. Durante el periodo que comprende entre 1987 y 2006, nuestra comunidad universitaria sufrió el terrorismo dentro de la institución, estudiantes y docentes fueron víctimas del paramilitarismo y la vida de ellos y ellas fue arrebatada por las balas autoritarias frente al pensamiento crítico y la búsqueda de una universidad pública comprometida con los sectores populares de la región (Rodríguez, 2018).


Esta situación ha sido documentada por el portal digital Verdadabierta.com, donde según versiones de exparamilitares desmovilizados se expone la presunta infiltración por parte del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a varias entidades estatales del Cesar, incluida la UPC (Verdad Abierta, 2010).
Como lo refiere Martha Rodríguez, el paramilitarismo dentro de la UPC, ha tenido graves efectos en términos de participación política, discusión de las ideas, organización gremial y estudiantil, propuestas de investigación y de la vida cultural dentro y fuera del campus universitario:
“…la violencia no sólo no fomenta la investigación, sino que la constriñe y pervierte, esta ha sido una de las consecuencias más nefastas del paramilitarismo: impedir que a través del trabajo académico y político se realicen investigaciones y denuncias a partir del análisis de las realidades regionales y locales. Tampoco es menor el daño que se le ha causado a los estudiantes, profesionales del mañana” (2018, 16)
Así, el terror se instauró dentro y fuera de la comunidad universitaria, la sociedad cesarense no ha podido sobreponerse de las secuelas de esta penosa y lamentable etapa reciente en la historia de la región, generando una suerte de ostracismo frente a las problemáticas políticas, sociales, culturales y económicas que vive el país y el Cesar. En este contexto es que se da el proceso de reincorporación en Tierra Grata.
Sin embargo, hoy las y los jóvenes de la UPC representando nuevas generaciones de paz han comenzado de nuevo a organizarse y a participar en escenarios a favor del proceso de concordia y a plantear el papel protagónico que esta universidad debe jugar en este camino, ello no ha sido fácil, sobre todo porque la memoria, principalmente entre sus familias, tiene la herida sin cicatrizar todavía, pero la juventud cesarense ha abierto posibilidades esperanzadoras.

En 2017 la Unidad de Víctimas del gobierno colombiano, entidad cuya misión es atender y reparar integralmente a las víctimas del país, reconoció como Sujeto de Reparación Colectiva a la UPC, estableciendo que “La comunidad académica de la institución de educación superior fue reconocida como víctima del conflicto armado debido a los asesinatos selectivos de docentes y estudiantes durante más de una década.” (Unidad de Víctimas, 2017), este logro fue fruto del esfuerzo de un colectivo de estudiantes y docentes de esta casa de estudios que realizó el proceso para conseguir este reconocimiento.

Por otro lado, la comunidad estudiantil jugó un rol muy trascendente en la socialización de los Acuerdos de Paz y el acercamiento de la UPC como institución educativa pública con las y los excombatientes de Tierra Grata, y organizaron una de las primeras visitas que la Universidad tuvo a Tierra Grata: “tal como lo plantea Jesús Gabriel Medina Polo, integrante del grupo y organizador de uno de los primeros foros, indicó: queremos saber cuál va a ser el papel que vamos a cumplir nosotros dentro del posconflicto, en qué nos vamos a beneficiar, en qué nos vamos a perjudicar, ya que tenemos claro que en el acuerdo de paz hay un punto específico que trata sobre la educación y no queremos ser ajenos a esta realidad que ya está dada en nuestro país». (UPC, 2017)

Encuentros y desencuentros en Tierra Grata

Nuestra visita a Tierra Grata la organizamos durante el semestre académico en tiempos de expectación nacional por la llegada de los y las excombatientes de las FARC. Como se ha mencionado anteriormente, esta visita implicó una serie de autorizaciones de la universidad, entendiendo lo delicado del tema en nuestra región. Recuerdo que una semana antes de la cita, yo llené de recomendaciones a mis estudiantes, sobre todo en términos de su seguridad y la seriedad que implicaba llegar a Tierra Grata. Entre las indicaciones les comenté que tuvieran discreción, no porque se tratara de algo ilegal, al contrario, las universidades teníamos la responsabilidad de explicar y entender la importancia de los Acuerdos de Paz, pero entendiendo el contexto adverso en que nos encontramos nosotros como universidad regional y sobre todo porque existían voces que descalificaban el proceso de paz. Fui contundente en torno al registro que siempre solicito en las salidas de campo, y que los y las jóvenes de esta generación suelen publicar en redes sociales. En lo personal, no quería que ninguno de los y las estudiantes tuviera alguna represalia de sectores conservadores por una visita académica que no debía representar ningún problema, pero que en la realidad de una sociedad afectada severamente por la guerra se miraba de manera recelosa. Por tal motivo sugerí que no tomaran fotografías ni grabaciones de audio, no sé si fue algo exagerado que hoy lamento, pero lo consideré necesario en aquel momento.


El día que subimos fue de emociones encontradas antes, durante y después de nuestra visita al ETCR de Tierra Grata. El recorrido, desde las puertas de nuestra universidad en Valledupar, hasta el primer retén militar que hace parte de los cinturones de seguridad para garantizar la integridad de excombatientes (compromiso establecido en los Acuerdos), nos tomó entre 45 minutos y una hora. El autobús que nos transportaba no pudo entrar hasta la vereda porque existe un punto donde terminaba el trazo carretero pavimentado. Los militares ya nos esperaban, nos trataron con amabilidad después de anotar mis datos como responsable de la visita en un cuaderno que hacía las veces de bitácora. De ahí en adelante las 30 personas que ese día de 2017 acudimos al encuentro, caminamos por un sendero de tierra serpenteante por alrededor de 20 minutos más para llegar a la entrada principal del ETCR.


Durante el camino, charlé con varios estudiantes, uno de ellos me confesó que para poder asistir había tenido que omitir a su familia a dónde era la salida de campo, porque decirlo habría implicado su desaprobación y él, mi estudiante, quería conocer este lugar. Otra de mis estudiantes mencionó que su madre le había dicho que no llevara celular porque podrían robarnos o inclusive secuestrarnos, ella con su inocencia entre risas afirmaba que le contestó a su madre “si no llevo celular, cómo me comunico contigo en caso de secuestro…”


Estas charlas me inquietaron y me alertaron sobre la responsabilidad que recaía sobre mí como docente al organizar esta visita. Frente al contexto previamente descrito, cualquier acercamiento, así fuera en términos estrictamente académicos y con las respectivas autorizaciones del programa de sociología, implicaba de entrada el estigma de guerrillero o simpatizante de terroristas dentro del imaginario social cesarense. No había caído en cuenta, a pesar de conocer el contexto de la región, en las implicaciones tan fuertes que tenía esta cita para mis estudiantes y sus familias. Me preocupé, aquellas confesiones que las chicas y los chicos me habían expuesto fueron un balde de agua fría, uno de esos golpes de realidad del cual, ni la experiencia de mis entonces 40 años, me habían librado, pero ya estábamos ahí. La energía característica de la juventud de mis estudiantes me sacó de ese sopor de preocupación y de nuevo me trasladó de mis pensamientos angustiantes al camino de tierra y piedras que recorríamos para llegar a nuestra reunión, una experiencia que marcaría vitalmente a todos y todas, estudiantes, excombatientes y docente.


Acalorados por el recorrido y el clima característico de este rincón del mundo, finalmente llegamos. Un grupo de edificaciones modestas y coloridas decoradas con murales alusivos a la naturaleza, aves, flores y cultivos de alimentos, daban al sitio un simbólico ambiente acogedor. Otros murales hacían alusión a la paz y recordaban a excombatientes, afiches pendiendo de árboles daban la bienvenida a las visitas “Bienvenidos a Tierra Grata territorio de paz” “Simón Libertad, no estamos todos faltan nuestros prisioneros y prisioneras” “El pueblo gana con el Acuerdo de Paz” eran frases fuertes y contundentes que mudas anunciaban que habíamos llegado.


“Bienvenidos y bienvenidas a Tierra Grata, estamos muy agradecidos por su visita, en especial por tratarse de la universidad pública departamental y porque ustedes son protagonistas en la construcción de paz en Colombia, acá han venido universidades de otros departamentos del país, inclusive del extranjero, y la UPC no puede quedarse atrás, nosotros consideramos que es importante que su institución se involucre en este proceso de paz y nos ayude a resolver las problemáticas que estamos viviendo…”, esas fueron las palabras expresadas por la comitiva que nos recibía. Mujeres y hombres, seres humanos tan parecidos a los que habitan Valledupar o cualquier otro rincón de Colombia, que en ese momento nos recibían con una cálida humildad que caracteriza a las familias campesinas de la región y que en todas las salidas de campo que he organizado a otras comunidades, siempre es rasgo distintivo de pueblos afrodescendientes, indígenas y campesinos. Nos invitaron a pasar al comedor comunitario para recibirnos con un desayuno. “No tenemos mucho, pero aquí recibimos a quienes nos visitan con tinto y pan, es lo que modestamente podemos ofrecerles, pero lo hacemos de corazón…”. Nos sentamos en las mesas de madera dispuestas de manera ordenada y pulcra, muestra de una organización logística perfecta, y una disciplina que develaba claramente su pasado militar.


En ese espacio la comitiva que nos recibió aprovechó para compartir el desayuno entre anécdotas y pláticas que rompieron el hielo entre el recelo de algunos y la sorpresa de otros. Después del reparador desayuno, tanto por los alimentos como por la convivencia, fuimos conducidos a un saloncito cerrado de construcción con elementos prefabricados, a diferencia de mi primer visita organizada y convocada por la jefatura del departamento de sociología y a la que acudió la jefa del Departamento meses antes de esta segunda visita, esta vez no fuimos conducidos al auditorio al aire libre con piso de cemento y paredes de madera.
Teníamos planeado un conversatorio libre, donde “los pelados y las peladas pregunten lo que quieran, queremos despejar dudas y mitos…” me habían comentado los excombatientes con quienes había planeado la visita. Freddy Escobar nombre de paz o Jimmy nombre de guerra, dirigió el conversatorio y comenzó preguntando a las y los estudiantes si conocían los seis puntos de los Acuerdos, tímidamente alguna estudiante alzo la mano y comentó cuáles eran, yo les había pedido que contextualizaran la visita, que investigaran para no ser sorprendidos, que ellos y ellas representaban al programa de Sociología, y a la UPC. Jimmy o Freddy, comenzó a conversar sobre el proceso de paz, sobre la importante coyuntura política que estaba viviendo el país. Con soltura, seguridad y utilizando categorías académicas, pasando de Weber por supuesto a Marx, hizo también un análisis sociopolítico de la realidad colombiana.
Ello dejó marcado a la mayoría de estudiantes, según la evaluación que realizamos días posteriores a nuestra visita ya en las aulas de la UPC, fue muy sorprendente pare ellos y ellas la capacidad de todos y todas las excombatientes, sobre todo reconociendo que antes de llegar al ETCR tenían una idea totalmente distinta en torno a los miembros de las FARC-EP pues se preguntaban cómo era posible que excombatientes, unos “monstruos”, unos “terroristas”, y demás estigmatizaciones que habían escuchado toda la vida “pudieran dar clases de historia, de economía o de sociología profe, eso nos dejó sorprendidos” comentaron.
Se conversó de muchos temas, el grupo de estudiantes preguntó de todo. Cómo era la vida en la montaña, qué implicaba para ellos como “desmovilizados” encontrarse con la sociedad, qué esperaban del gobierno y sobre todo qué esperaban de la sociedad, cómo era la convivencia con los militares y policías que se encargaban de su seguridad, entre otros cuestionamientos. La conversa duró cerca de tres horas, y poco importó el sofocante calor que se concentraba en esa habitación improvisada como sala de reuniones.


La comitiva del ETCR explicó al auditorio las experiencias de vivir como el resto de colombianos y colombianas, lo que implicó para ellos dejar de actuar con jerarquías y reglamentos militares que durante la vida armada eran de vital importancia asumir para sobrevivir. “Hemos tenido que aprender a dejar de ser combatientes armados, hemos reflexionado que hay que cambiar la forma en que nos relacionábamos en la montaña, acá ya no hay jerarquías militares, porque incluso han llegado familiares nuestros que tenía décadas que no veíamos, porque la guerra nos arrancó de nuestras familias, en la montaña nuestra única familia eran los frentes y eso ha sido difícil de asimilar en nuestra nueva vida…”
Por otro lado, comentaron que se han dado cuenta que, si bien en la montaña la disciplina les exigía reuniones de estudio y de lectura de la realidad colombiana, una cosa era la teoría y otra era vivir ahora como el resto del pueblo colombiano. “Por ejemplo, ahora tenemos que enfrentar en carne propia los periplos de las instituciones estatales, su burocracia y la ineficiencia, a veces creemos, que, por decir algo, teníamos mejor atención médica en la guerra, porque ahora en la vida civil nos toca experimentar el deficiente sistema de salud que vive el colombiano promedio, de verdad, era mejor la atención de las brigadas médicas en los campamentos guerrilleros que acá…”


También hicieron referencia al calificativo con que se les ha nombrado durante este proceso: desmovilizados, “No nos gusta ese sobrenombre, porque nos pone en una posición pasiva, firmamos la paz, pero somos conscientes de que debemos continuar la movilización política, sólo que ahora desde la organización comunitaria y la vía electoral, tal como lo plantea el punto de participación política. Sabemos que los enemigos de la paz, lo han dicho abiertamente, preferirían que siguiéramos echando tiros y les incomoda que ahora estemos en el Senado planteando nuestras ideas políticas”.


En torno al proceso de paz y la discusión interna entre los grupos guerrilleros, previo a la firma de los Acuerdos, expresaron: “Aunque fue un debate fuerte al interior de nuestra organización, sobre todo por parte de muchos guerrilleros y guerrilleras que desconfiaban del gobierno, por la historia de incumplimientos que ha habido en otras negociaciones con otras organizaciones armadas, asumimos este proceso de paz con responsabilidad y compromiso. Para nosotros este paso es uno más de nuestra lucha, y aún sabiendo el riesgo de dejar las armas y ser asesinados, hoy todos y todas quienes vivimos en Tierra Grata, sacrificaremos la vida por la paz sin armas, al igual que cuando arriesgamos nuestras vidas en la montaña, porque nuestros ideales siguen intactos. No regresaremos a la guerra, eso lo tenemos claro, pero no nos desmovilizaremos, al contrario, hoy estamos más movilizados que nunca, organizando la Junta de Acción Comunal, las Cooperativas, la gestión de proyectos con la cooperación internacional y sobre todo construyendo puentes de trabajo con los pueblos de alrededor, porque este Acuerdo no es para las FARC, es para todo el pueblo colombiano…”


En torno a la relación con los policías y los militares que hacen parte de la cotidianidad en el ETCR, nos aseguraron tener una relación cercana, armoniosa y hasta partidos de fútbol habrían sido organizados con ellos, además reconociendo que su colaboración al lado de los habitantes de Tierra Grata ha sido fundamental en muchas faenas de trabajo para hacer habitable este terreno que han transformado y donde han decidido vivir de manera colectiva. “Hemos reflexionado y sabemos que una forma de protegernos ahora, de cuidarnos, es viviendo en colectivo en esta tierra bondadosa, organizándonos para establecer proyectos que nos permitan tener autosuficiencia, porque el proceso de paz tiene sus términos, y sabemos que el gobierno no se quedará eternamente acá, hemos trabajado hombro con hombro excombatientes y policías, eso es parte de la paz…”

Respecto a su relación con la sociedad civil, y con todos los sectores que la integran: empresarios, comerciantes, campesinos, profesionales, estudiantes, trabajadores, colectivos de mujeres, de las diversidades sexuales, nos detallaron la serie de reuniones que ellos y ellas han convocado con estos diversos sectores, sorprendidos porque la respuesta ha sido más favorable de lo que esperaban. En estas reuniones que ellos nombran pedagógicas, se habla directamente con todos los sectores de la sociedad para sensibilizar a la sociedad de su compromiso por la paz y su versión en torno al conflicto armado, pero sobre todo, de la implementación y construcción de la paz.


Avanzado el conversatorio, ocurriría una de las experiencias más incómodas que he tenido en mi vida profesional y personal. En cierto momento una estudiante, con lágrimas en los ojos se puso de pie y lanzó de manera contundente un comentario que cimbró a todos y todas las que estábamos en ese espacio. “Cuando el profesor nos comentó que veníamos para acá yo supe que tenía que aprovechar esta oportunidad para decirles lo siguiente. Yo nunca he compartido su postura ni ahora ni nunca, por una sencilla razón, a mí familia, a nosotros, nos desparecieron un primo y a la fecha no sabemos dónde está, eso fue hace años en las veredas por donde ustedes hacían su guerra… por esta guerra ha muerto mucha gente inocente, pero por lo menos sus familias las han enterrado, ustedes no saben lo que es vivir con un desparecido…”
Con un nudo en la garganta advertí ese silencio incómodo ensordecedor, eterno, que invadió el salón que ocupábamos. Me sentí estúpido, esto no estaba en mi guion, jamás pensé que algo así pudiera ocurrir, me sentí muy responsable de esta situación y no supe cómo reaccionar, una compañera estudiante sí lo hizo y se acercó para abrazarla, al tiempo una excombatiente que nos acompañaba hizo lo propio, las mujeres y eso que nombran sororidad nos lanzaron una red de protección que, cual trapecistas, nos salvó a todos los presentes del vacío, hasta la fecha agradezco esta reacción.


Jimmy intentó retomar la palabra y fue interrumpido abruptamente por la estudiante, que con esa calma que deja el llanto y libera el alma, que desata los nudos en el pecho, continuó con dignidad y fortaleza “…Sin embargo, quiero aclarar que estoy a favor de los Acuerdos, y en el plebiscito voté por el sí a la Paz, porque ya estuvo bueno de matarnos entre hermanos, esta guerra absurda mata y desaparece gente pobre, nos enfrenta, nos hace odiarnos, pero yo como mujer joven ya no quiero eso, es muy doloroso…, no entiendo como hay personas que votaron en contra. Espero me comprendan, pero tenía que decirles esto, con todo respeto, pero tenía qué hacerlo…”


En ese momento supe que ella no era la única persona en ese auditorio con esa historia lamentable, los años como docente y el caminar por varios lugares del Cesar, me han hecho comprender que la inmensa mayoría de familias que habitan este Departamento, de una u otra forma, han sido tocadas por la guerra. La voz de la valiente compañera representó en ese momento a más de una de las personas ahí presentes y de muchas familias del Cesar, de Colombia.


La tensión bajó un poco y Jimmy tomó la palabra de nuevo, “Compañera, le agradecemos su sinceridad y comprendemos su dolor, también sabemos que ninguna palabra en estos casos sana ese sufrimiento en las familias víctimas de la guerra. Pero sepa que no es retórica lo que le digo. Nosotros hemos decidido asumir nuestras responsabilidades, yo en nombre de las FARC le ofrezco una disculpa sincera, en la guerra suceden cosas terribles y lo sabemos, créame que tenemos el compromiso con lo firmado. En los Acuerdos hay un capítulo de víctimas. Por ello, quiero ofrecerle mi palabra, acorde con lo pactado en La Habana, pero sobre todo con todo el respeto que usted nos merece y desde lo más profundamente humano, que nos comprometemos a apoyarle en la medida de nuestras posibilidades para esclarecer la desaparición de su familiar.” El excombatiente, con la voz entrecortada y el semblante desencajado, hizo una pausa para continuar.


“Ha sido muy doloroso esto para nosotros. Y no podemos evadir nuestras responsabilidades, usted no es la única persona que nos ha expresado su dolor, hemos tenido reuniones con víctimas en este mismo sitio y son reuniones muy difíciles, pero hemos asumido aportar toda la información que tenemos en nuestras bitácoras de acciones armadas y nuestros testimonios para trabajar con la Comisión de la Verdad para el esclarecimiento de todos estos casos. También quiero comentarle, y de verdad que no es una justificación, que nosotros tenemos informes y partes de guerra, y en caso de que lo ocurrido a su familiar sea parte de nuestras acciones, cuente con toda la verdad nuestra para aportar a la búsqueda de su primo. Pero también es cierto que no hemos sido el único actor armado, inclusive hemos atendido a familiares que identifican plenamente, sea a los paramilitares o incluso a miembros del ejército que se llevaron a sus familiares, quienes nos solicitan colaboración en la búsqueda de sus seres queridos y no nos negamos, es lo menos que podemos hacer por todos ustedes…”


En la evaluación posterior a la visita, realizada con el grupo de estudiantes en la universidad, la compañera intentó justificar su intervención. Todo el grupo le comentamos que no tenía por qué hacerlo, que no había hecho nada inapropiado, y que ese tipo de encuentros son necesarios para todas las familias que han sido víctimas. Posteriormente, la compañera comentó que se había sentido mucho mejor al poder expresar su posición y que agradecía la comprensión del grupo, yo como docente intervine planteando que nunca había contemplado que eso sucedería durante nuestra visita, pero ya pasado el tiempo, reconocía que este tipo de reconocimientos son fundamentales para la reconciliación como país.


El conversatorio en Tierra Grata culminó con una explicación detallada sobre cómo estaban construyendo la paz, más allá de las páginas firmadas, de los protocolos y fotografías. Se nos explicó decidieron continuar agrupados, en comunidad, porque es la única forma de garantizar la vida en todos los aspectos. “Nosotros hemos llegado sin nada, con una mano delante y otra detrás”. En ese sentido, han constituido cooperativas para generar trabajos y mejorar sus condiciones de vida en términos individuales y colectivos. Tienen un proyecto de vivienda que realizarán con el acompañamiento de una universidad para alojar a las familias que se están reuniendo y las nuevas que se están formando en esta nueva etapa. Han conformado un colectivo de comunicación, encabezado por jóvenes que manejan cámaras y equipos de cómputo para editar videos. También han creado una Comisión de Género, integrada por mujeres, pero también por hombres para lograr equidad en esta nueva etapa. Está en marcha el proyecto de Ecoturismo, donde recibirán a los amantes de las aves y la naturaleza y nos contaron que es urgente avanzar con la electrificación y el acueducto que garantice agua potable que, hasta el momento de nuestra visita, era suministrada mediante carros tanque que desde Valledupar les transportaba el vital líquido.


“Consideramos que las páginas del Acuerdo son muy importantes, ahí se traza una ruta para garantizar la paz en Colombia, pero sobre todo es trascendental aterrizar esa palabra escrita en acciones concretas en la realidad, no sólo de Tierra Grata, sino de los pueblos a los que ahora pertenecemos en este municipio, en el Cesar y en el país, junto con indígenas, campesinos y personas de la ciudad, con los miembros de las fuerzas armadas, con los alcaldes y gobernadores, con todos y todas…”. Al culminar el conversatorio nos invitaron a dar un recorrido por el sitio que nos permitió conocer y comprobar varios de esos trabajos colectivos que habían mencionado. Visitamos la cooperativa textil, la tienda comunitaria, la porqueriza comunitaria, la cancha de fútbol, y en cada uno de los espacios nos explicaron cómo funcionaban todos estos proyectos.

Reflexiones Finales

De regreso a nuestra cotidianidad académica, días posteriores a nuestra visita, realizamos una reflexión sobre lo vivido con las y los estudiantes, la conclusión colectiva fue que había un antes y un después en las vidas de todos y todas. Lo más importante fue romper con esas fronteras simbólicas que se han construido durante décadas de guerra interna en Colombia, donde el diálogo ha sido impedido o no se ha logrado. Finalmente consideré afortunada mi decisión de elegir esta comunidad para que los futuros sociólogos y sociólogas tuvieran elementos para discernir y acompañar de manera participativa el camino de la paz.
Hoy, finalizando el 2021 estamos en condiciones que no existían en aquel 2017. Durante el gobierno actual, se ha recrudecido la violencia en contra de líderes sociales y de excombatientes en todo el país. La pandemia por Covid 19 se ha sumado a la añeja pandemia de violencia que se ha instaurado en Colombia.3 Sin embargo, Tierra Grata y la mayoría de colombianos y colombianas siguen apostando a la paz. En abril de este año, en pleno pico de la pandemia (COVID19), la sociedad colombiana se volcó a las calles para movilizarse contundentemente a lo largo y ancho del país, no sólo en contra de una Reforma Tributaria que atentaba contra las personas más vulnerables, sino en contra de un gobierno severamente cuestionado por su autoritarismo e insensibilidad con las mayorías empobrecidas, así como por su falta de compromiso con los Acuerdos de Paz. Fue la juventud colombiana principalmente, quien rompió con el miedo impuesto por un régimen autoritario que en las últimas décadas ha tomado el gobierno de Colombia. El saldo del Paro Nacional, iniciado el 28 de abril y que duró activamente cerca de tres meses, cobró la vida de decenas de jóvenes que irrumpieron en la escena política de Colombia exigiendo paz, se documentaron cientos de violaciones de derechos humanos a manifestantes, violencias de género y ejercicios de racismo y en contra de la libertad de expresión por parte de las fuerzas policiales que reprimieron las protestas, tal como se documenta en el reciente Informe Lecciones aprendidas y observaciones del Paro Nacional 2021, presentado por la ONU (2021).


Por otra parte, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) durante 2021 han sido asesinados 162 líderes sociales, mujeres y hombres que en sus territorios defienden la naturaleza y organizan pacíficamente a sus pueblos para la defensa de los derechos humanos; y 44 excombatientes de las FARC firmantes de la paz han sido asesinados o desparecidos (INDEPAZ, 2021). A pesar de esta grave situación que se vive actualmente, tenemos que reconocer la valentía y la humildad de millones de colombianos y colombianas que siguen exigiendo y construyendo, en el campo y la ciudad, escenarios de paz en lo concreto.
La experiencia de Tierra Grata en 2017, donde estudiantes universitarios y excombatientes se encontraron por unas horas cara a cara, frente a frente, para mostrar sus dolores pero también sus esperanzas, fue modesta pero ampliamente significativa, porque nos muestra que construir la anhelada paz es algo que va más allá de la formalidad de los Acuerdos y los eventos protocolarios, y no necesariamente implica un camino adorable, tiene sus recovecos, difíciles pero necesarios de caminar para llegar a verdaderos horizontes donde los y las colombianas se reconozcan de nuevo, recomponiendo el tejido social, ya que la guerra no sólo ha cobrado la vida de miles, sino ha intentado minar la humanidad de millones de personas en Colombia.

Referencias Bibliográficas


Agencia para la Reincorporación y Normalización (2021)
https://www.reincorporacion.gov.co/es
Gobierno de la República de Colombia y FARC-EP. (2018), Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Bogotá. https://www.jep.gov.co/Documents/Acuerdo%20Final/Acuerdo%20Final.pdf
INDEPAZ (2021) Líderes sociales, defensores de DD. HH y firmantes de Acuerdo asesinados en 2021, (Revisado el 12 de diciembre de 2021)
http://www.indepaz.org.co/lideres-sociales-y-defensores-de-derechos-humanos-asesinados-en-2021/
Martínez Rosales, Armando (2020) “Las muertes de líderes sociales en Colombia durante el Confinamiento” en Desinformémonos, Revista Digital, México, 15 de junio. https://desinformemonos.org/las-muertes-de-lideres-sociales-en-colombia-durante-el-confinamiento/
Organización de las Naciones Unidas (2021) Lecciones aprendidas y observaciones del Paro Nacional de 2021.
https://www.hchr.org.co/index.php/informes-y-documentos/documentos/10246-documento-lecciones-aprendidas-paro-nacional-colombia-2021-juliette-de-rivero-representante-de-la-alta-comisionada
Rodríguez Sánchez, Martha (2018) “La UPC y los desafíos de su reconocimiento como Sujeto de Reparación Colectiva” en Revista Zhátukua, Número 1, Segundo Semestre, Valledupar.
Unidad de Víctimas (2017) “Universidad Popular del Cesar fue reconocida como sujeto de reparación colectiva” publicado en internet el 20 de noviembre, https://www.unidadvictimas.gov.co/es/reparacion-colectiva/universidad-popular-del-cesar-fue-reconocida-como-sujeto-de-reparacion (Revisado el 12 de diciembre de 2021)
Universidad Popular del Cesar (2017) “Estudiantes organizan Foro Académico en Zona Veredal Transitoria del Cesar”, publicado en internet el 2 de marzo, https://www.unicesar.edu.co/index.php/es/noticias/academia/1695-estudiantes-upecistas-organizan-foro-academico-en-zona-veredal-transitoria-del-cesar (Revisado el 11 de diciembre de 2021)
Verdad Abierta (2010) “Paras contaron cómo se tomaron la Universidad Popular del Cesar”, publicado en internet el 15 de junio, https://verdadabierta.com/algunas-conexiones-de-los-paras-de-jorge-40-en-cesar/ (Revisado el 14 de diciembre de 2021).


Notas

[1] Armando Martínez Rosales es Docente de la Universidad Popular del Cesar, Colombia.

(2) “Con la terminación de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización el 15 de agosto del 2017, se dio inicio a los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), los cuales son administrados por la ARN. En los ETCR se realizan actividades de capacitación y reincorporación temprana con las cuales se pretende facilitar las fases iniciales de adaptación de los miembros de las Farc-Ep a la vida civil. De igual forma, se pretende que con estas acciones se pueda aportar positivamente a las comunidades aledañas.” (Agencia para la Reincorporación y la Normalización, 2021) consulta 8 de diciembre de 2021. https://www.reincorporacion.gov.co/es/reincorporacion/Paginas/Los-ETCR.aspx

(3) Revisar Martínez R, Armando (2020)  “Las muertes de líderes sociales en Colombia durante el Confinamiento” en Desinformémonos, Revista Digital, México, 15 de Junio. (https://desinformemonos.org/las-muertes-de-lideres-sociales-en-colombia-durante-el-confinamiento/ )

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 13/14. Marzo 2019 – Diciembre 2022

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