El constitucionalismo español y la representación política de los cubanos en las Cortes (1808-1878)

Representación política y poder económico: el siglo XIX cubano y la sociedad colonial. ¿La imagen en el espejo?

A partir de finales del siglo XVIII -especialmente a partir de 1790 -se observó en Cuba una profunda transformación de la estructura de la propiedad agraria, como resultado del predominio de la agricultura comercial.[16] Se trató de un proceso que se consolidó a principios del siglo XIX, y fue consecuencia del cambio de política estatal hacia las colonias. A su vez, resultado del movimiento del Despotismo Ilustrado. La élite criolla había logrado afianzarse económicamente, siendo el cultivo del azúcar y el desarrollo de la industria azucarera, su principal objetivo. De esta manera, en el plano esencialmente económico, aumentaron las exportaciones de azúcar, y se comenzaron a explotar otros renglones exportables; se expandió el cultivo de la caña y el del tabaco y se generalizaron los cultivos de subsistencia a partir de 1778 y hasta 1830. Asimismo, el cultivo del cafeto también se generalizó, junto al desarrollo de la ganadería intensiva. En tal sentido, este desarrollo económico que evidenció la isla fue aparejado al desarrollo social, y muy estrechamente al surgimiento de clases sociales y nuevos factores que influyeron en la sociedad colonial, en el ámbito económico y del pensamiento.

Es interesante analizar cómo fue tomando auge en la isla el liberalismo económico de corte esclavista, realidad que matizó casi totalmente la primera mitad del siglo XIX. El liberalismo económico resultó ser la base de sustentación de varios debates en la sociedad colonial cubana: en primer lugar, el libre comercio, y en segundo lugar, el problema agrícola, la base del desarrollo industrial azucarero. De modo que se evidencia una extensión a Cuba del pensamiento fisiócrata europeo, adaptado a las condiciones de la isla: trabajo esclavo, grandes latifundios y exportación de productos agrícolas. Así el desarrollo económico que se venía evidenciando desde finales del siglo XVIII fue conduciendo a la formación de una clase social poderosa, que a la vez que defendía sus intereses económicos, impactó en la vida política, no solo colonial, sino también peninsular. Ello se expresó a partir de la presencia cubana en Cortes. El crecimiento del poder económico de la sacarocracia, repercutió en la ambición de la élite criolla de repensar su relación con la sociedad peninsular y buscar su propia identidad. Dentro de esa élite criolla se destacó Francisco de Arango y Parreño, (1765-1837) con su Discurso sobre la Agricultura de La Habana y medios de fomentarla,[17] en el que puso de manifiesto la importancia de la agricultura y del comercio para la riqueza de los Estados (publicado en Madrid en 1793). Resultó electo por La Habana para acudir a las Cortes y fue quien, además, en 1813, publicó un manifiesto ante el descontento por las diferencias de la política aplicada en la metrópoli con respecto a la trazada en la colonia.

Otra figura destacable por esa época en Cuba fue el presbítero Félix Varela (1788-1853) quien en 1821 dejó su Cátedra de Filosofía para enseñar en la nueva Cátedra de Constitución y Política[18] en el Colegio-Seminario de San Carlos, a la cual accedió luego de un riguroso ejercicio de oposición. Su objetivo, explicar el texto constitucional a los alumnos y las ideas políticas y jurídicas del momento. El programa que el Padre Varela impartió, comprendió temas como la soberanía, la igualdad, la autoridad, la división y el equilibrio del poder, los diversos sistemas de elecciones, y el gobierno representativo. Partidario de la tripartición de poderes defendida por Montesquieu, planteaba que era al Congreso, compuesto por los representantes de la nación, a quien correspondía la creación de las leyes. En tal sentido, podemos afirmar que la Cátedra constituyó un importante lugar para el desarrollo del pensamiento constitucional cubano, y para la recepción en tierra patria de lo más avanzado de este pensamiento.

Igualmente fue destacable la figura de José Antonio Saco, quien fuera colaborador de Varela, abierto opositor de la sociedad esclavista y representante por la Isla a las Cortes de 1937. Momento ese en que se acordó que España estaba constituida por el territorio peninsular y las islas adyacentes.

En este contexto de prevalencia reformista liberal tomó auge la representación política, toda vez que se convirtió en un pilar indiscutible de la lucha de los criollos de la isla para lograr reformas económicas y comerciales, y que encontró su justificación en la Constitución de Cádiz de 1812 y por consiguiente, su reflejo en tierra cubana. Con anterioridad, el Estatuto de Bayona – no tuvo vigencia en Cuba- sentó interesantes principios relativos a la representación, delineados en su articulado. La Carta de Bayona presentaba especiales tratamientos a la problemática americana, cuestiones que venían a resolverse con el reconocimiento de los derechos de participación de los territorios ultramarinos y de sus representantes en la vida política peninsular. Ello constituyó un indudable antecedente de los preceptos del texto gaditano y para la nueva visión de representación política que se incluiría con la participación en las Cortes de los diputados americanos. De forma que la llamada cuestión americana y la representación de los diputados ultramarinos tuvo sus antecedentes en la Asamblea de Notables convocada por orden de 19 de mayo de 1808[19] y posteriormente ratificada por Napoleón mediante el Decreto de 25 de mayo de 1808, proceso que culminaría con la adopción de la Carta otorgada de Bayona[20]