Experiencias de economía social en Programa de la Subsecretaría de Economía Solidaria de la Municipalidad de Rosario.

Dificultades teóricas y complejidad empírica*

 

José Gabriel Giavedoni**

 

Resumen


 

El presente trabajo tiene la intención de presentar algunos avances del trabajo de campo realizado en el marco de mi trabajo de investigación postdoctoral, se trata de mis primeras aproximaciones a dicha problemática. En el mismo se avanza sobre algunos puntos de la perspectiva teórica que me encuentro trabajando, donde desarrollo la noción de “experiencia” como modo de abordaje de la economía social en el marco de la perspectiva de la gubernamentalidad. Las “experiencias de economía social y solidaria” refieren menos en sus capacidades regulatorias o emancipatorias, tampoco en cuanto se adecuan las experiencias a los modelos óptimos de economía social, sino en los efectos y resultados que generan la concurrencia de un conjunto de elementos que terminan configurando dichas experiencias. Implica considerar las políticas públicas y sus modos de enunciación e intervención sobre el problema, los modos en que los propios sujetos sobre los que recaen dichas políticas las asimilan, las incorporan, las reformulan, las deforman en función de sus exigencias, sus posibilidades, sus tradiciones, etc. Nos proponemos analizar la experiencia de los pescadores agrupados en la Asociación Civil Pescadores El Espinillo que se encuentran inscriptos en el Programa de Pesca Artesanal de la Subsecretaría de Economía Solidaria de la Municipalidad de Rosario (SSES). El objetivo es analizar la complejidad de esta experiencia, en función de la interrelación de tres elementos: el Estado municipal a través de la SSES, la Asociación Civil y su puja con el Sindicato de Pescadores y, finalmente, los pescadores mismos con sus prácticas, sus memorias y tradiciones.

 

 

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Introducción

 

En el variopinto debate académico sobre “economía social y solidaria”, se muestran posiciones que van desde aquellas que la piensan como un modo de reingresar a la economía formal [1], aquellas otras que la entienden como posible alternativa a la economía de mercado en función de los rasgos y valores que sustenta y la caracterizan [2] o, finalmente, los que entienden la economía social como un dispositivo de gobierno funcional al modo de producción capitalista [3]. Por el contrario, cuando hacemos mención a las “experiencias de economía social y solidaria” estamos interesados, menos en sus capacidades regulatorias o emancipatorias ni tampoco en cuánto se adecuan las experiencias a los modelos óptimos de economía social, sino en los efectos y resultados que generan la concurrencia de un conjunto de elementos que terminan configurando dichas experiencias. Es decir, la “experiencia” implica considerar las políticas públicas y sus modos de enunciación e intervención sobre el problema, los modos en que los propios sujetos sobre los que recaen dichas políticas las asimilan, las incorporan, las reformulan, las deforman en función de sus exigencias, sus posibilidades, sus tradiciones, etc. En síntesis, la “experiencia” como un modo del pensar, un modo del decir y un modo del hacer sobre el problema en cuestión, es el resultado de la concurrencia de prácticas discursivas y no discursivas de los múltiples sujetos intervinientes.

 

 

De esta manera, en el primer apartado presentamos unos acercamientos al marco teórico que tiene como elemento central la noción de “experiencia”. La misma se desprende de los trabajos de Foucault, fundamentalmente de sus últimas clases y conferencias, donde realiza cierta elaboración conceptual en torno a la noción. Entendemos que pensar los fenómenos sociales en términos de “experiencia” tiene la doble virtud de incorporar la perspectiva del sujeto en el análisis de las relaciones de poder, es decir, ya no pensarlo como un mero objeto sobre el cual se inscriben las mismas o un mero engranaje a partir del cual circulan aquellas. En segundo lugar, la noción de “experiencia” nos permite corrernos de las discusiones sobre la economía social y solidaria que se desarrollan en el campo académico. En otras palabras, si el gran parte aguas en estas discusiones académicas divide entre los que conciben a la economía solidaria como una alternativa a la economía de mercado versus aquellos que la consideran una suerte de economía informal que promueve las condiciones de reproducción del modo de producción capitalista, las noción de “experiencia” pretende observar en el terreno las particulares configuraciones que adquieren los diferentes emprendimientos, con las tensiones regulatorias y emancipatorias que guardan.

 

 

En el apartado siguiente analizamos un aspecto parcial en la experiencia de los pescadores artesanales de Rosario, su constitución como sujeto y el rol que desempeña en la misma su relación con los acopiadores de pescado. Este aspecto parcial permite realizar algunas inferencias respecto a las dificultades en la constitución de relaciones sociales económicas diferentes a las capitalistas. Esta experiencia posee características particulares que la tornan de gran valor, en la medida que carece de mucho de los atributos por lo que se consideraría una experiencia de economía social, pero al mismo tiempo posee otros propios que permiten pensarla en una mayor complejidad: el río como territorio, la pesca como práctica compartida y los pescadores como un grupo más  o menos cerrado. Esto nos ofrecerá la fotografía de esa experiencia y, al mismo tiempo, nos permitirá hacer algunos análisis respecto a las potencialidades y debilidades que posee para alumbrar esa posible “otra economía”. Sin embargo, en el presente trabajo nos centraremos mayormente en la constitución de la figura del pescador y su compleja relación con el acopiador.

 

 

El abordaje metodológico es de corte cualitativo que, además de ciertas técnicas de recolección de información, provee de modelos analíticos, mayormente inductivos y teorías que privilegian los significados que los propios actores otorgan a su experiencia sobre los fenómenos sociales Se ha trabajado con fuentes de información variada, tales como entrevistas en profundidad (a funcionarios del Estado y pescadores), observación directa (de la SSES y de los lugares y prácticas de los pescadores), y documentos oficiales de la SSES y del Consejo Pesquero Provincial en donde se encuentra inscripta la Asociación Civil El Espinillo. Si bien, como se suele reconocer, una de las limitaciones más importantes de los métodos cualitativos y de las entrevistas es cierta incapacidad de generalización del conocimiento, es importante señalar que el entrevistado es concebido como un sujeto social. Esto conduce a trabajar con el supuesto que sus palabras no remiten sólo a experiencias personales, sino que refieren a una experiencia social y, en ese sentido, si bien ello no permite una generalización, si reconoce poder inscribir esa experiencia más allá de un mera dato personal del entrevistado. Se trabaja con un protocolo de entrevistas que pretende relevar, por un lado, las formas de enunciación, las significaciones y las características que se le asigna a la propia experiencia, y por otro, las prácticas que llevan a cabo, las formas de proceder en el trabajo asociativo. En segundo lugar, la observación directa como forma de lograr un acercamiento a los contextos y situaciones donde se generan los procesos sociales. Como técnica de obtención de información en el marco de un trabajo de investigación, se trata de una observación deliberada y controlada.

 

1. ¿Qué experiencia?

 


Pensar el problema de la experiencia en términos foucaultianos supone reconocer diferentes ejes y dimensiones [4]. La experiencia como una forma histórica de subjetivación abarca la constitución de una verdad, la formación de una política y el gobierno de uno mismo. Esta manera de entender la experiencia es posible encontrarla en, al menos, dos trabajos de Michel Foucault. En primer lugar, el curso que dictado en el año 1983 en el College de France con el nombre El gobierno de si y de los otros y más tarde, en una entrevista que le concede  a Paul Rabinow en mayo de 1984, donde expresa que “…la constitución de un campo de experiencia [implica]: un juego de verdad, relaciones de poder y formas de relaciones con uno mismo y con los otros” [5]. Si Foucault plantea la noción de experiencia vinculada a la locura, la delincuencia y la sexualidad, entendiendo la existencia de tecnologías y de prácticas de subjetivación, entiendo que la noción de experiencia nos debe remitir a un fenómeno que englobe al mismo tiempo un saber, tecnologías de gobierno (de dominación y del yo) y, finalmente, proceso de subjetivación-resubjetivación. En este sentido, Foucault señala que

“Gobernar es siempre un difícil y versátil equilibrio, con conflictos y complementariedades, entre las técnicas que aseguran la coerción y los procesos a través de los cuales el ‘uno mismo’ es construido y modificado por sí mismo” [6].

 

 

En El gobierno de sí y de los otros Foucault trabaja con las nociones de focos o matrices de experiencia: formas de saber, matriz de comportamientos, constitución de modos de ser del sujeto. Estos tres ejes son las dimensiones de una experiencia. Respecto al primero, las formas de saber, que frente a un estudio del conocimiento en términos evolutivos o de progreso, Foucault propone comprender

“…las prácticas discursivas que podían constituir matrices de conocimientos posibles, estudiar en esas prácticas discursivas las reglas, el juego de lo verdadero y lo falso y en general, si se quiere, las formas de la veridicción” [7].

 

 

En cuanto al segundo, las matrices normativas de comportamiento que frente a un análisis del poder en términos institucionales o de soberanía, analizar

 

“…las técnicas y los procedimientos por cuyo intermedio se pretende conducir la conducta de los otros” [8].

Finalmente, los modos de ser del sujeto que, frente a una teoría del sujeto que funcione como un a priori, estudiar las “…diferentes formas mediante las cuales el individuo se ve en la necesidad de constituirse como sujeto”, en síntesis, “…sustituir la historia de las dominaciones por el análisis histórico de los procedimientos de la gubernamentalidad…” [9].

 

 

En este mismo trabajo Foucault realiza una distinción de formas de discurso. El análisis del discurso en términos performativos sería un modo de análisis que se asocia con la forma de gobierno de los otros, ya que constituye en su enunciación una entidad, una subjetividad, a partir de su enunciación discursiva, del habla de un sujeto que posee un estatus determinado (llámese Banco Mundial, técnicos, científicos, trabajos académicos, etc.). Por el contrario, el análisis del discurso en términos de parrhesía implicaría una modalidad discursiva que enuncia el sujeto frente al poder, frente a ese estatus y que tendría un rebote sobre sí mismo. Esta palabra, este discurso lo sitúa al sujeto en un lugar de develación, de denuncia, de crítica a la forma de gobierno que se inscribe sobre sí, donde importa menos el valor de lo enunciado y más el efecto que esa enunciación tiene sobre el propio sujeto enunciador. Más allá que la parrhesía es una forma de discurso históricamente anclado en la antigüedad greco-romana, recuperamos este discusión para dar cuenta de la presencia en una “experiencia” de un discurso comprometido, una palabra comprometida que tiene efectos en los interlocutores y en los propios sujetos que la enuncian.

 

 

Un discurso performativo, como lo caracteriza Foucault, supone que la misma enunciación de ese discurso efectúa la cosa enunciada, es decir, se sigue un efecto conocido de antemano, precodificado, mientras que “La parrhesía no produce un efecto codificado: abre un riesgo indeterminado”, además, “…en un enunciado performativo, el estatus del sujeto de la enunciación es importante” [10]. El discurso parrhesiástico, por el contrario, tiene la característica de ser un enunciado con la potencialidad de colocar en una situación de riesgo a quien lo enuncia, por ello, nada tiene que ver con el estatus del sujeto ya que puede ser enunciado por cualquiera, tiene que ver con el riesgo que se corre y con el coraje que se manifiesta en esa enunciación. Como corolario de esto, el principal interlocutor del enunciado parrhesiástico es el propio enunciador, es decir, el principal efecto del decir veraz recae en el propio enunciador, “interlocutores de nosotros mismos”, amén de los efectos que pueden ocasionar en otros:

“En la parrhesía, el enunciado y el acto de enunciación van a afectar, de una manera u otra, el modo de ser del sujeto (…) de qué manera el acontecimiento mismo de la enunciación puede afectar el ser del enunciador” [11].

 

 

Si bien Foucault analiza la parrhesía como una, entro otras, de las prácticas del gobierno de sí en la antigüedad griega, con ello queremos dar cuenta de la importancia de incorporar las prácticas que los propios sujetos llevan a cabo, a través del pensar, del decir y del hacer, abriendo de esta manera una posibilidad, una brecha, una contingencia a los procesos de subjetivación, al gobierno que se imprime sobre ellos. Esta brecha, esta contingencia que, en cierta forma, implica una disputa, es lo que configura una experiencia.

 

 

De esta manera, la experiencia remite a tres ejes a partir de los cuales es necesario analizar los fenómenos sociales:

 

 

Racionalidades: el campo discursivo dentro del cual el ejercicio del poder es conceptualizado, aquello que hace entrar algo en el juego de lo verdadero y falso, lo construye como problema a ser intervenido de tal o cual forma. El objetivo es interrogar los discursos en dos niveles: “su productividad táctica (qué efectos recíprocos de poder y saber aseguran) y su integración estratégica (cuál coyuntura y cuál relación de fuerzas vuelve necesaria su utilización en tal o cual episodio de los diversos enfrentamientos que se producen)” [12].

 

Tecnologías de gobierno: que implican por un lado el gobierno de los otros a través de las tecnologías de normalización “…que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto…” [13] y, por el otro, el gobierno de sí a través de las tecnologías del yo que permiten a los individuos realizar operaciones sobre sí mismo, sobre su pensamiento, su conducta, su cuerpo, transformando ese sujeto, haciéndose otro, corriéndose del lugar asignado por las tecnologías que lo normalizan, lo someten.

 

Modos de ser del sujeto: se trata de los modos históricos de subjetivación a partir de los cuales es posible pensar en que un sujeto llega a constituirse como tal:

  • Subjetivados (a través de las tecnologías de gobierno de los otros, como es el caso de los discursos performativos).
  • Resubjetivados (tecnologías de gobierno de uno mismo, como es el caso de los discursos parrhesiásticos, discursos comprometidos).

 

 

2. La constitución del sujeto-pescador

 


Actualmente, la actividad pesquera en la provincia se encuentra regulada por la Ley 12.212 sancionada en 2004 y una serie de decretos que reglamentan dicha ley y que, en lo sucesivo, han modificado alguna de las reglamentaciones. La ley establece cuatro modalidades de pesca bajo las cuales se permite llevar a cabo dicha actividad: pesca comercial, pesca deportiva, pesca con fines científicos y pesca de subsistencia. La que nos interesa es la pesca comercial, aquella que llevada a cabo con fines de lucro y, como el artículo 22 señala, sólo puede ser practicada por los “pescadores artesanales”. Es decir, a la modalidad de pesca comercial se adhiere un tipo específico de pescador habilitado para la misma, que implica una manera específica de practicar la pesca, el “pescador artesanal”.

 

 

Un pescador para ser considerado “pescador artesanal” debe cumplir con cuatro requisitos (art.23): practicar la pesca dentro de la jurisdicción del departamento donde posee su domicilio; tener una residencia mínima en dicho departamento de al menos 2 (dos) años; utilizar para ello embarcaciones a remo o con motores de hasta 15 hp de potencia; pescar por cuenta propia, sin establecer relaciones de dependencia laboral con terceras personas. El producto de la pesca es de su propiedad y el mismo debe ser destinado al consumo familiar, la venta directa al público, a comercios o acopiadores, según su propia decisión.

 

 

Se es pescador artesanal no sólo por la inscripción territorial de su actividad, sino por realizar la misma por medio de determinados aparejos, herramientas específicas de trabajo. Estas son una embarcación, canoa que debe funcionar a remo o motor, siempre y cuando éste no supere los 15hp de potencia. Como expresa uno de los pescadores entrevistados: “No somos pescadores profesionales, somos pescadores artesanales. Por eso quieren que andemos a remo también”. La incorporación del motor en la actividad pesquera artesanal sigue siendo una discusión, en la medida que algunos lo consideran un elemento que liquida la naturaleza artesanal de dicha actividad.

 

 

Se establece una longitud y un espesor determinado de la malla y, el artículo reglamentario también menciona la manera en que la misma debe ser utilizada, caladas fijas o a la deriva por el curso de agua, quedando prohibido la modalidad del “arrastre”. Los pescadores de Rosario realizan su actividad en el canal principal del Paraná, con mallas que van a la deriva, sostenidas en sus extremos por boyas y mantenidas estiradas con pesos. A esta práctica se la denomina “lance”, “hacer un lance” es tirar la malla en el río y recogerla río abajo tiempo después. Estas partes del río donde se realizan los “lances” se las denomina “canchas de pesca”, es decir, grandes extensiones que son reconocidas por los propios pescadores y que, incluso, algunas llegan a identificarse con nombres propios.

 

 

En relación a la red, la malla, la tela, como indicamos hace un momento, la ley establece las medidas reglamentarias para su uso, pero al mismo tiempo, el trabajo etnográfico nos permitió observar la relación que el pescador tiene con la misma. La red es su herramienta de trabajo, su medio de trabajo sin el cual no puede llevar a cabo la actividad y, como correlato, no genera “riqueza”. Sin embargo, la observación directa en el terreno nos ha permitido observar la relación, una relación cercana que el pescador tiene con la red, de manera que no es simplemente un medio de trabajo, no es un medio sino que es el medio que vincula al pescador con el agua. Julián A. teje en su casa en la zona norte de Rosario, ahí en la cercanía de esos puestos de pescados que reciben a los conductores en la zona de la Florida. Julián teje y habla con parsimonia. Julián teje y mientras habla parsimoniosamente observa el río. Julián está tejiendo, es la actividad que se propuso para esa mañana, tejer una tela es la actividad que su padre le enseñó y de la cual se enorgullece. Todos los pescadores utilizan telas para pescar, es el modo por excelencia que se utiliza en la pesca artesanal, pero no todos saben tejer. El arte del tejido de la tela es propio de un pescador. Se requiere tiempo, paciencia, cierta lentitud y apaciguamiento. Julián parece tener todos esos atributos y esa mirada permanente al río da fe de ello, como buscando su lugar, como pidiendo su aprobación, como solicitando su asentimiento: “…como parte del medio, vos miras el río y que se yo”. Mientras me encuentro entrevistando a Julián, éste teje y observa permanentemente al río, como con la necesidad de asegurarse constantemente que sigue ahí.

 

 

Esta mirada al río es evidencia de su arraigo, de su necesidad para constituirse y pensarse como pescador, el problema del desarraigo es uno de los grandes problemas de los pescadores. Por más obvio que parezca debemos resaltarlo, el pescador se constituye él mismo como sujeto, entabla una relación con su medio que se encuentra configurado por las políticas públicas y prácticas que modelan el espacio como acabamos de mencionar respecto a la ley que regula la actividad, sin embargo, hay un elemento central que es pensarse y hacerse como pescador a través de un saber de años, muchas veces de generaciones. Hace un momento trascribimos las palabras de un pescador que decía “no somos pescadores profesionales, somos pescadores artesanales”, lo cual indica la necesidad de constitución de su subjetividad de pescador, diferenciarse de algo que no se es y, al mismo tiempo, nos indica la posesión de ciertas prácticas, la sabiduría de años de río para hacerlo.

 

 

Las restantes características de un pescador artesanal son la de ser un trabajador autónomo, cuentapropista, sin relación de dependencia, por lo cual el producto de la pesca se reconoce como de su propiedad. Aún así, se reconocen otras formas de relaciones laborales en la actividad pesquera, tal como el peón, la mediería, el alquiler de equipos de pesca, los préstamos, etc. (Programa de pesca artesanal 2011). Si bien jurídicamente resulta clara la caracterización del pescador artesanal como trabajador autónomo, cuyo producto de la pesca es de su propiedad, lo cierto es que la existencia de una relación de hecho entre pescador artesanal y acopiador, establece una zona gris respecto a esta caracterización. El pescador no posee relación de dependencia jurídica alguna, sin embargo, existe una relación de hecho con el acopiador que es tan fuerte y sólida o, aún más, que cualquier relación jurídica. En ese sentido, no puede hacer lo que quiera con el producto de la pesca y uno de los referentes del Programa de Pesca Artesanal de la Municipalidad señala que existe una suerte de “[deuda] Moral, en algunos casos  [deuda] económica. Pero hay una relación de reciprocidad siempre. Reciprocidad siempre negativa para el pescador”. La noción de “reciprocidad” mencionada resulta interesante, con su pertinente aclaración de “reciprocidad negativa”. El principio de la reciprocidad [14] refiere a un esquema de relaciones de dádivas-contradádivas, es decir, entregas que se realizan que vienen conjuntamente con la necesidad de devolver la misma de alguna manera que no tiene que ser exactamente el reintegro de lo entregado o algo de su misma especie.  Esa relación de reciprocidad es una relación humana y personal, no puede estar sostenida más que en ese tipo de relaciones, por lo que no existen reciprocidades despersonalizadas. El modelo institucional que Polanyi refiere es el de grupos en situación de simetría, es decir, la misma se ve facilitada por el patrón institucional de la simetría entre las partes relacionadas.

 

 

La característica relación entre pescador y acopiador es que, al parecer sostenida sobre una relación de reciprocidad simétrica, redundancia en términos de Polanyi, se realiza, por el contrario, en el marco de una relación completamente desigual entre uno y otro, una relación asimétrica. Por lo tanto, esa reciprocidad negativa a la que aludía el entrevistado, da perfecta cuenta de las características del tipo de relación social que se constituye entre pescador y acopiador: se trata de una relación afectiva, económica y asimétrica, por ello, de difícil desarticulación. Esta reciprocidad asimétrica, entonces característica de la relación pescador-acopiador, se encuentra sostenida no sólo sobre lazos económicos, sino también lazos personales. En este sentido, no se trata de una relación de la que no tienen posibilidad de salirse por el temor de no lograr vender su mercadería o, al menos, no se trata sólo de eso, sino que remite a lazos fuertes y profundos de lealtad y afectivos. Lazos de lealtad en la medida que se encuentra fuertemente inscripta la imagen que el acopiador se encuentra en las buenas y en las malas, es decir, aún cuando no hay tanta demanda de pescado, ellos garantizan colocar algo en el mercado y, por lo tanto, son garantía de ingresos para el pescador. Lazos afectivos porque por un lado ofrecen combustible, algún arreglo al motor cuando es necesario o algún comestible que son bien recibidos por los pescadores y, por otro lado, muchas veces los acopiadores forman parte del mismo grupo o entorno familiar. En este sentido, existe una reciprocidad entre las partes, pero la misma es asimétrica en la medida que esa aparente igualación entre pescador y acopiador (si lo considera muy oneroso el pescador puede dejar de venderle cuando desee) se recubre de una desigualdad, pero a diferencia de una desigualdad económica casi de explotación, se encuentra apuntalada por el afecto y la lealtad [15].

 

 

Como lo expresa el mismo referente del Programa municipal:

 

 

 

“…hay un vínculo tanto familiares, digamos, cuestiones de familias, o de parentesco, o de que te conoces de la infancia, da cierta obligatoriedad de mantener los vínculos comerciales. Por más que el acopiador te termine cagando siempre, te termine poniéndole el precio. Es cierta obligatoriedad de venderle a alguien. Inclusive tipos que podrían vender todo lo que pescan al público, se tienen que guardar una parte importante para hacer una entrega correspondiente al acopiador, porque es el que le compra todo el año. Por ejemplo, ahora los muchachos ahí del espigón de Rosario Central, es muy probable de que todo lo que tienen se lo podrían vender al público, porque está yendo todo el tiempo gente a comprar pescado, pero no lo pueden vender todo, porque el acopiador es el que le compró durante todo el año, y en el momento en que más lo necesitan, entonces no podes decir no, se lo vendo todo al público…”.

 

 

 

Se trata de una reciprocidad negativa al ser una relación social que no es meramente mercantil, no meramente afectiva. El acopiador le compra el pescado, le garantiza la compra todo el año aunque tampoco sea efectivamente así, importa la percepción de su presencia aún en momentos malos de venta, también le “tira unos mangos” para la nafta, algo de alimento, etc. Por todo ello no se trata de una mera relación de mercado, pero tampoco se trata de una relación de reciprocidad, en este sentido, la caracterización de “reciprocidad negativa” que realizara el referente nos parece de gran claridad para entender la complejidad de esta relación.

 

 

Este pescador, como lo señala Crespi [16], es el eslabón más débil de la cadena productiva formada también por pequeños, medianos y grandes acopiadores, al mismo tiempo que frigoríficos exportadores. Efectivamente, el pescador es el sujeto que en mayor desventaja se encuentra y esa desventaja se pone de manifiesto con quien debe tratar día a día, el acopiador, constituyendo lazos afectivos y hasta de parentesco con los pescadores.

 

 

Al parecer, la figura de la intermediación siempre estuvo presente en la actividad pesquera. Puede resultar razonable en la medida que el escenario donde se desarrolla la actividad pesquera no impide, pero sí limita la posibilidad de una fácil movilidad por parte del pescador. En ese sentido, este rasgo otorga siempre la posibilidad del surgimiento y desarrollo de la figura del intermediador, llamado acopiador o palanquero. Aparecen mencionados en el Informe de Vidal, donde los acopiadores poseen embarcaciones y, en algunos casos, también camiones. La actividad del acopiador según lo caracteriza el informe, asume dos formas diferentes. Una de ellas es encargarse de recoger el pescado por las islas y, al mismo tiempo, vender algunas mercaderías a los pescadores que se encuentran en ellas, especialmente comestibles. Estos acopiadores realizan los viajes a través del río para buscar el pescado dos veces por semana, al tratarse de un importante trayecto, es decir, cubren una importante zona del litoral, no sólo la costa de Rosario: “En su viaje de ida llegan a las islas de jurisdicción de Diamante y alrededores de Coronda. De regreso cruzan el Paraná, a la altura de Oliveros y llegan a la concentración de ‘Bajada Génova’ en Rosario” [17]. Sin embargo, no es la única manera de acopiar el pescado, la segunda forma refiere a dos puntos de concentración en la ciudad de Rosario que tienen actividad casi todos los días de la semana: “Allí se reúnen los acopiadores a adquirir el producto. Van los que operan en mayor escala y proveen a su vez a otros comercios y a localidades del interior del país. Generalmente son firmas con amplias instalaciones provistas de cámaras frigoríficas. También encontramos allí a propietarios de pequeños comercios, vendedores ambulantes, palanqueros y escaso público” [18]. Entonces, como se observa del Informe, la figura del acopiador es de vital importancia en la cadena de comercialización, aunque el informe sólo reconozca el libre juego de la oferta y la demanda como manera de arreglar el precio: “…el precio que el acopiador paga al pescador está sujeto al libre juego de la oferta y la demanda y éste último no siempre ve bien retribuido el fruto de su trabajo [19]. La mención al laissez faire no permite identificar las relaciones de poder que se entretejen entre pescador y acopiador, a partir de las cuales se puede dar cuenta, entre otras cosas, del tipo de precio al que se vende la mercadería.

 

 

Esas relaciones específicas entre pescador y acopiador es una de las líneas que deben analizarse al momento de pensar la constitución del pescador como sujeto, además de otras que nos encontramos trabajando en este momento. Las relaciones de desigualdad entre pescador y acopiador están conduciendo al problema de la proletarización de la actividad, es decir, la pérdida de la condición de pescador artesanal como sujeto autónomo, pasando a ser trabajador asalariado en otra actividad. La necesidad de mantener su especificidad laboral se encuentra en la encrucijada de seguir haciendo y pensando como pescadores artesanales o abandonar esa disputa, abandonar la actividad y emprender la búsqueda de un trabajo en la ciudad que les ofrezca mayores posibilidades de subsistencia. Se trata de una encrucijada de la que son muy conscientes, saben lo que implicaría cualquier decisión de abandonar el entorno en el que se han formado, por ello, por el momento se trata de una decisión que se encuentra en suspenso.

 

 

Por lo dicho hasta aquí, la figura del acopiador parece ser uno de los elementos centrales al momento de pensar la dificultad, el obstáculo para la configuración de una “otra economía”, entendiendo a ésta ni más allá ni más acá de lo que habitualmente se comprende como economía solidaria. La aparente insustituible figura del acopiador en el proceso de comercialización del pescado devela al mismo tiempo, una necesidad material al tiempo que un lazo afectivo, que dificulta romper con la trama de reciprocidad asimétrica en la que se encuentran insertos. Para terminar es necesario señalar lo siguiente: la relación entre pescador y acopiador es un problema porque a la relación económica se suma la relación de reciprocidad o, para decirlo en términos de Polanyi, a la reciprocidad se suma el mercado, se yuxtaponen dos formas de comportamiento económico diferentes. Es decir, no se trata de una relación meramente mercantil, ni se trata de una relación meramente de reciprocidad, sino una amalgama de ambas. Es esta yuxtaposición la que la torna difícilmente desarticulable ya que, o se piensa en formalizar por completo la misma y que pase a ser una relación puramente mercantil regida, por lo tanto, por las reglas del mercado, o desaparece la figura misma del acopiador, para que la tarea comience a ser realizada por una persona propia de la asociación o la comunidad, subordinando la lógica económica a la lógica social. En esta disyuntiva, la Asociación civil de los pescadores no ha logrado desarticular aquella relación y, pese a que ha mejorado en varios aspectos las condiciones de trabajo de los pescadores, la proyección para generar asociativismo y solidaridad son muy limitadas.

 

3. Conclusión

 


Entendemos que el concepto de “experiencia” en el marco de la perspectiva de la gubernamentalidad, tiene la capacidad de restituir analíticamente el esquema de las relaciones de poder. Esto quiere decir, entender la configuración del orden como resultado de relaciones de poder, no como resultado de un mero ejercicio del poder de unos sobre otros. De esta manera, entendemos por “experiencia” este resultado, este efecto, aquello que se constituye de las tensiones entre el gobierno sobre los otros y el gobierno sobre uno mismo. En este sentido, restituirle al “poder” su principal atributo de ser una relación, desigual pero relación al fin, implica incorporar las voces de los sujetos involucrados en las relaciones de poder. Creemos que la noción de “experiencia” alumbra un camino en ese sentido.

 

 

Por otro lado, si bien se trata de las primeras aproximaciones al problema de la pesca artesanal en Rosario en el marco de la Subsecretaría de Economía Solidaria de Rosario, se ha logrado dar cuenta de algunos resultados. En primer lugar, la importancia que tiene para los propios pescadores pensarse a sí mismo como pescadores artesanales y lo que ello implica para su práctica. Más allá de la caracterización que realiza la ley, son conscientes de su “identidad”, diferenciándose del “pescador de subsistencia” que también contempla la ley como del “pescador profesional”, pero también son conscientes de su condición de trabajador autónomo. Respecto a esta condición de trabajador autónomo, hemos puesto de manifiesto las dificultades que la misma tiene cuando se la piensa en relación con otra de las grandes figuras del espacio pesquero, el acopiador. El acopiador, palanquero o intermediario tiene esa “virtud” de constituir una relación mercantil apuntalada por lazos afectivos y de lealtad. Este conjunto de elemento conforman una espesa telaraña que la hace muy difícil de ser desarmada, pero al mismo tiempo, se trata de una telaraña compuesta por elementos yuxtapuestos. Entendemos, en términos de Polanyi, que en la relación entre pescador y acopiador se yuxtaponen dos formas de comportamiento económico diferentes: la reciprocidad y el mercado, la primera subordinando la lógica económica a la social y la segunda subordinando la lógica social a la económica. En este sentido, otro de los motivos para pensar la dificultad de desarmar esa red y pensar la fortaleza de ese lazo son las opciones posibles que mencionamos: formalizar por completo la actividad del acopiador diluyendo los lazos afectivos que lo ligan a los pescadores o diluir su figura en el marco de fortalecimiento de las relaciones comunitarias, en ambos casos se trata de opciones difíciles de pensar. En relación a este dilema enunciamos la figura del acopiador como uno de los elementos que dificultad la posibilidad de configurar una “otra economía” en el caso de los pescadores artesanales, en la medida que el acopiador, a pesar de tener lazos afectivos con aquellos, posee y reproduce todos lazos individuales. En la medida que exista el acopiador no hay manera de pensar la posibilidad de relaciones solidarias o cooperativas en la pesca artesanal, el acopiador constituye lazos afectivos y de lealtad, al tiempo que interrumpe lazos solidarios o cooperativos.

 

 

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Polanyi, Karl: La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, México, Fondo de Cultura Económica. 2007,

 

 

Presta, Susana y Landabaru, Liliana: “Considerações críticas sobre Desenvolvimento económico local e economia social”, en AVAL – Revista Avaliação de Políticas Públicas, v. 1 n. 1 jan./jun. (2008). – Editora Arte Escrita/MAPP/UFC. Fortaleza, CE. 2008.

 

 

Programa de pesca artesanal: Informe de gestión, 2011, Subsecretaría de Economía Solidaria, Municipalidad de Rosario, Santa Fe. 2011.

 

 

Razeto, Luis: “¿Qué es la economía solidaria?”, en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, N°110, Verano, Madrid. 2010.

 

 

Rofman, Alejandro: “La Economía solidaria y los desafíos actuales”, Revista de Ciencias Sociales, Año 2, N°18, Octubre, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.2010

 

 

Vidal, Juan Carlos: Actividades pesqueras en Rosario, Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería. Dirección General de Pesca y Conservación de la Fauna, Estación Hidrobiológica de Rosario, Santa Fe. 1969.

 

 

NOTAS

* Este trabajo ha sido presentado en el en el Congreso Internacional de Asociación de Historiadores  Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC) y III Jornadas de Historia Del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini: La economía social y solidaria en la historia de América Latina y el Caribe. Cooperativismo, desarrollo comunitario y Estado, Buenos Aires.  24 a 26 de septiembre.  2012.

 

** José Gabriel Giavedoni. Facultad de Ciencia Política y RRII, Universidad Nacional de Rosario. PEGUES (Programa de Estudios Gubernamentalidad y Estado). CONICET. Argentina.

[1] Razeto, Luis, “¿Qué es la economía solidaria?”, en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, N°110, Verano, Madrid, 2010.

 

[2] Rofman, Alejandro, “La Economía solidaria y los desafíos actuales”, Revista de Ciencias Sociales, Año 2, N°18, Octubre, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina, 2010. Coraggio, José Luis, “Economía del trabajo” en Cattani, A. D La Otra Economía, Altamira-UNGS, Buenos Aires, 2004. HINTZE, Susana, La política es un arma cargada de futuro. La economía social y solidaria en Brasil y Venezuela, Clacso, Buenos Aires, 2010.

 

[3] Presta, Susana y Landabaru, Liliana, “Considerações críticas sobre Desenvolvimento económico local e economia social”, en AVAL – Revista Avaliação de Políticas Públicas, v. 1 n. 1 jan./jun. (2008). – Editora Arte Escrita/MAPP/UFC. Fortaleza, CE, 2008. Coraggio, José Luis,  “¿Es posible otra economía sin (otra) política?”, Versión revisada de la ponencia presentada en el panel Cuestión social y políticas sociales: ¿políticas de emergencia o construcción de políticas estratégicas de carácter socioeconómico? II Congreso Nacional de Sociología, VI Jornadas de Sociología de la UBA, Pre ALAS 2005, Buenos Aires, 22/10/2004, 2005.

 

[4] A diferencia de Edgardo Castro (El vocabulario de Michel Foucault, Buenos Aires, UNQ-Prometeo, 2004) que plantea tres modos para analizar la noción de “experiencia” en Foucault, creemos que es posible articular las diferentes discusiones en torno a una misma noción de experiencia. Castro señala que la noción de experiencia remite en primer lugar al lugar fundador del sujeto, más cercano a la fenomenología, “…el lugar donde es posible descubrir las significaciones originarias”. En segundo lugar, la experiencia como proceso de subjetivación a propósito de las obras de Nietzsche, Blanchot y Bataille, es decir, arrancar al sujeto de sí mismo, experiencias con la capacidad de lograr que ese sujeto deje de ser y abra posibilidades para constituirse en otro. Finalmente, expresa Castro, la experiencia como forma histórica de subjetivación implica reunir los tres ejes del trabajo que Michel Foucault desplegara en toda su obra: el saber (constitución de una subjetividad), el poder (constitución de una política) y la ética (constitución de una práctica de sí mismo). Por el contrario, al referirnos a una misma noción de experiencia, decimos que estas tres modalidades que identifica Castro en los trabajos de Foucault, pueden ser incorporados en una misma matriz de análisis y, por lo tanto, en un esquema metodológico. Es lo que nos proponemos desarrollar en el presente apartado.

 

[5] Foucault, Michel, “Polémica, política y problematizaciones” en Dichos y escritos III, Madrid, Editora Nacional, 2002, p.108.

 

[6] Morey, Miguel, “Introducción: la cuestión del método” en Foucault, M. Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona, Paidós, 1990, P.34.

 

[7] Foucault, Michel, El gobierno de sí y de los otros, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, p.20.

 

[8] Ibid…, p.21.

 

[9] Ibid…, 21.

 

[10] Ibid…, p.78-79.

 

[11] Ibid…, p.84.

 

[12] Foucault, Michel, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 2000, p.98.

 

[13] Foucault, Michel, Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona, Paidos, 1990, p.48.

 

 

[14] Ver Polanyi, Karl, La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 2007. Para el trabajo con las categorías de Polanyi en el marco de la economía solidaria, entre otros, Franca Filho, Genauto Carvalho y Laville, Jean-Luis, Economía solidaria, uma abordagem internacional, Porto Alegre, Editora da UFRGS, 2004.

 

[15] Esto no quiere decir que los pescadores no se percaten de esta situación. Hay que abandonar la perspectiva académica que se piensa como develación de las relaciones de dominación, relaciones que los sujetos involucrados no estarían en condiciones de comprender. Por el contrario, los pescadores son perfectamente conscientes de estas relaciones de desigualdad, pero precisamente los elementos extraeconómicos son los que hacen difícil poder desarmar esa espesa telaraña de relaciones en la que se ven envueltos y que, en gran medida, también forman parte de su vida. Al respecto Latour señala que “…ya no es suficiente limitar a los actores al rol de informantes que ofrecen casos de algunos tipos muy conocidos. Hay que restituirles la capacidad de crear sus propias teorías de lo que compone lo social. La tarea ya no es imponer algún orden, limitar la variedad de las entidades aceptables, enseñar a los actores lo que son o agregar algo de reflexividad a su práctica ciega” (2008:28)

 

[16] Crespi, Roy, Puertos pesqueros rosarinos. Informe de situación, Subsecretaría de Economía Solidaria, Municipalidad de Rosario, Santa Fe, Julio 2009.

 

 

[17] Vidal, Juan Carlos, Actividades pesqueras en Rosario, Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería. Dirección General de Pesca y Conservación de la Fauna, Estación Hidrobiológica de Rosario, Santa Fe, 1969, p.7.

 

[18] Ibid…, p.7.

 

[19] Ibid…, p.23.

 

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Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 8. Marzo 2013 – Febrero 2014. Volumen II

 

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