Una embajada historiográfica con vocación americanista. Los historiadores argentinos en el «II Congreso Internacional de Historia de América»

El despliegue de estas políticas de cooperación  y tolerancia destinadas a diluir aquellas posturas que pudieran fomentar rivalidades entre naciones, también es perceptible en la importancia concedida por los gobiernos a algunos congresos, conferencias  y reuniones científicas internacionales, y especialmente en la adopción de sus recomendaciones. La construcción de esta diplomacia cultural se desplegó a lo largo de las décadas de 1920 y 1930 con particular intensidad. Por referir sólo a algunos ejemplos americanos –y especialmente  argentinos-, en 1924, durante el III Congreso Científico Panamericano, el historiador argentino Ricardo Levene presentó un proyecto para la redacción de un manual de historia americana destinado a la enseñanza media, cuyo objetivo era educar en el culto de la propia patria y en el sentimiento de amor entre los pueblos de América. Aprobado en la sesión plenaria se creó una comisión de cinco historiadores encargados de redactar un libro de historia americana para uso escolar en el plazo de tres años.[7]

En agosto de 1928 los historiadores participantes del I Congreso de Historia Nacional organizado en Montevideo, habían recomendado a los estados americanos estrechar las relaciones que los unían a través de la firma de tratados que contemplaran la revisión de los libros de texto de historia y geografía; instando a priorizar los aspectos vinculados con la unidad histórica, cultural y económica por sobre los conflictos y desavenencias.[8]

En 1933 dos historiadores argentinos, miembros de la Junta de Historia y Numismática Americana, Rómulo Zabala y Enrique de Gandía, eran designados delegados del Consejo Nacional de Educación ante el XXV Congreso Internacional de Americanistas celebrado en La Plata. Amparados en esa representación institucional, propusieron la constitución de un Instituto Internacional para la Enseñanza de la Historia en los países hispanoamericanos, sobre la base de las recomendaciones emanadas de la Conferencia Internacional para la Enseñanza de la Historia realizada en la Haya el año anterior.[9]

Canciller argentino Carlos Saavedra Lamas

En octubre de 1933, a instancias de nuestro país  se firmó un Convenio entre las Repúblicas de Argentina y Brasil. Ratificado por los cancilleres Saavedra Lamas y Melo Franco, disponía la revisión periódica de los textos de historia y geografía,

“…Depurándolos de aquellos tópicos que sirvan para excitar en el ánimo desprevenido de la juventud, la aversión hacia cualquier pueblo americano…” y quitando de “…Los textos de enseñanza de aquellos tópicos que recuerdan pasiones pretéritas, cuando aún no se habían consolidado perfectamente los cimientos de sus nacionalidades…”.[10]

El mecanismo principal para materializar este acuerdo fue la creación de comisiones revisoras de la enseñanza de la historia y geografía americanas en ambos países.[11]

Las tareas desarrolladas por la comisión argentina en sus dos primeros años de vida y la aceptación con que fueron acogidas sus propuestas en el seno del gobierno nacional, estimularon a sus miembros a emprender tareas más ambiciosas.[12] A mediados de Julio de 1936, su presidente, R. Levene le propuso al Ministro de Relaciones Exteriores C. Saavedra Lamas aprovechar la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz que se realizaría en Buenos Aires unos meses más tarde, para organizar una reunión de delegados de los Ministerios de Instrucción Pública de los países americanos.[13]