Una embajada historiográfica con vocación americanista. Los historiadores argentinos en el «II Congreso Internacional de Historia de América»

Arriba: Historiador argentino Emilio Ravignani

Con algunas luces y sombras, este proceso de profesionalización estuvo plenamente desplegado en la  década del 30’. Alcanzó en ese momento su consolidación un sistema de relaciones académicas, personales e institucionales controladas por los miembros de la denominada Nueva Escuela Histórica, generación que había liderado el proceso de profesionalización[3]. Los nombres de Ricardo Levene, Emilio Ravignani, Rómulo Carbia, Diego Luis Molinari se sucedieron en los cargos de dirección de buena parte de las instituciones y empresas historiográficas, culturales y educativas del período.

Aunque el proceso reconoce antecedentes señalados en los párrafos anteriores,  desde mediados de la década de 1920 y con más énfasis durante la de 1930, gobiernos radicales y especialmente conservadores estimularon la creación de instituciones, comisiones oficiales y proyectos destinados a fortalecer la conciencia histórica nacional. Los historiadores respondieron a esa demanda encabezando la organización de archivos históricos en todo el país, la redacción de obras de síntesis de la historia argentina, la preservación del patrimonio histórico, y especialmente, la reglamentación de la enseñanza de la historia en la escuela, la revisión de los libros de texto de historia y geografía y la profundización de los vínculos entre pares y con el sistema educativo a través de la organización de congresos y reuniones especializadas.[4]

Las actividades desplegadas alrededor de estas tres últimas empresas revisten particular interés, porque junto a la reivindicación identitaria de matriz nacional se despliega en ellas la revalorización de una identidad americana, que adquirirá centralidad en las propuestas e intervenciones desarrolladas por los historiadores profesionales desde esos ámbitos.  Si las formas, prácticas y productos historiográficos resultantes de ese uso identitario de la historia fueron ampliamente estudiados en las últimas décadas, poco se ha indagado en torno a la faz americanista de esas empresas.

En esta comunicación nos detendremos en el análisis de uno de estos proyectos, las propuestas presentadas, debatidas y aprobadas en el II Congreso Internacional de Historia de América celebrado en Buenos Aires en julio de 1937. En este congreso, convertido en un evento oficial y conmemorativo al mismo tiempo que académico,  la identidad americana –revestida de particulares características como veremos a lo largo del trabajo-, fue el eje central; y consecuentemente, las expresiones de cooperación y solidaridad entre las naciones de América. En ese marco se desplegaron un conjunto de propuestas que dieron pie al debate sobre los usos que la historia podía tener para ese fin.