Una embajada historiográfica con vocación americanista. Los historiadores argentinos en el «II Congreso Internacional de Historia de América»

Sin embargo, este impulso en pos de acentuar el espíritu americanista entre los estados a partir de lo común y propio, se conjugó sin dificultades con propuestas tendientes a reforzar el legado colonial, especialmente el hispánico, y en general, el valor simbólico de las potencias coloniales. Una de ellas comprometía los esfuerzos de los historiadores presentes en la creación de cátedras de historia de la civilización de España, Portugal e Inglaterra en las universidades de América donde no las hubiera; otra, iba dirigida a los ministerios de educación y a través de ellos a los docentes de los cursos de historia universal o de la civilización, para que dieran mayor importancia en sus programas a la historia de España.[39] Las varias referencias a lo largo de la sesión a las ideas y obra de Rafael Altamira, uno de los estandartes del hispanoamericanismo español -especialmente invitado al congreso, al que no concurrió por problemas personales-, también podría leerse en  este sentido.

Del objeto “Historia Americana” en los Congresos de Historia de América

Durante la Sesión Plenaria y de Clausura del II Congreso Internacional de Historia de América se produjo un intenso debate  a propósito  de los alcances temporales y temáticos de ese y los futuros congresos. Sin embargo, lo que en realidad se discutía era qué se entendía por historia americana y de qué debían ocuparse los historiadores que se dedicaran a ella.

La sesión plenaria, conformada por todos los miembros titulares y los delegados de cada país, se inició sometiendo a consideración del conjunto un reglamento para el funcionamiento de los congresos. Ya en el I Congreso de 1922 se había decidido convertirlo en una institución permanente, que se reuniría regularmente en distintas ciudades americanas. De lo que se trataba ahora, era de organizar ese funcionamiento regular a través de un estatuto. Con este fin, se somete a discusión un proyecto de reglamento redactado por R. Levene, en el que se limitaba el estímulo a las investigaciones y los alcances de las reuniones científicas al dominio de la historia americana que se iniciaba con la conquista.

El historiador Uriel García, miembro de la delegación peruana,  tomó la palabra para expresar su desacuerdo con estos límites, recordando que la historia americana no se iniciaba con la conquista española, y que por lo tanto, debía necesariamente incluirse la época anterior a ella como objeto de estudio del congreso. Pues los

“…pueblos hispanoamericanos no tienen historia sólo desde la llegada de los españoles, sino etapas anteriores que prevalecen en las formas de cultura llamadas prehistóricas. No llamo prehistoria a todos los pueblos panamericanos anteriores a la conquista; solamente algunos pueden ser clasificados en las etapas de la prehistoria…”[40].

Este último punto, la distinción entre etapas prehistóricas e históricas, es relevante pues està en la base de las respuestas  ensayadas por R. Levene,  E. Ravignani y otros historiadores argentinos para defender el proyecto original. El primero señalaba que los congresos de historia americana habían sido pensados como reuniones para historiadores, y que por este motivo no se había invitado a paleontólogos, arqueólogos y geólogos, profesionales que se dedicaban a estudiar los distintos aspectos de la prehistoria. Claramente aquí se està pensando que la historia americana anterior a la conquista no forma parte del objeto de estudio de la historia, sino que es materia de otros especialistas.

Derecha: Manuel Lizondo Borda historiador argentino

Esta idea es reforzada por la intervención de Manuel Lizondo Borda, quien insistiendo sobre cuestiones de método y de fuentes sostiene que

“…la historia americana es la historia con documentos. Es la historia que empieza cuando se hace el descubrimiento de América y de la que nos quedan crónicas que comprenden la historia de los pueblos hispanoamericanos (…) y que las que se llaman prehistoria y protohistoria, por la misma significación de los términos, no son propiamente historia de América, sino que entran en otra disciplina que es la de los estudios americanistas. El estudio de las civilizaciones indígenas posteriores al descubrimiento son ya historias americanas indudablemente, porque ya han estado en contacto con elementos españoles, y han sido referidas estas civilizaciones por los documentos y crónicas de la época de la conquista…[41].