¿Qué conmemoramos en Nuestra América con el Bicentenario?

La necesidad de descolonizar la Historia, democratizarla y reivindicar la identidad nuestramericana.*

Marti MCary DiazHoracio A. López **

 

 

¿Qué conmemoramos con este Bicentenario?

 

Al decir del chileno José Victorino Lastarria en 1844, “el acontecimiento más importante de todos los siglos luego de la irrupción del cristianismo”.[1]

 

Se refería al proceso de revolución continental en Nuestra América.

 

Bicentenario del inicio de un ciclo en el continente; pero antes estuvo la independencia de Haití, en 2004. ¿Por qué no se conmemoró? Porque en la lógica de la dominación, los negros no hacen revoluciones; la revolución es parte semántica de la ciencia del sistema dominante.

 

Las Historias de las Academias Nacionales tienen el mismo concepto en cuanto a que las revoluciones fueron protagonizadas por blancos.

 

El interés de la Historia de la dominación es invisibilizar, hacer desaparecer a los sujetos sociales y manejarse con referentes históricos de las élites.

 

En la lógica de esas Historias, los negros, indios, mestizos, mulatos, mujeres, no hicieron ni hacen las revoluciones.

 

En primer lugar pensemos que el 85% como mínimo de la población de aquella época (12 millones de habitantes en Sudamérica, según relata Monteagudo en sus escritos) eran mestizos, negros, mulatos, indígenas; no eran blancos. Uslar Pietri habla de un 95% en la zona de Venezuela.

 

Necesariamente esos sectores se involucraron, aunque los sigan ignorando : Pueblos quechuas y aymaras derrotando al colonialismo español en  territorios de Perú y Bolivia; las fuerzas participantes de la llamada “guerra de las republiquetas”. Poderosa insurrección que entre 1814 y 1815 sacudió a esos territorios bajo la dirección del anciano curaca Mateo García Pumacagua. Las montoneras de Güemes. El apoyo de las comunidades guaraníes al gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay, defendiendo la independencia tanteen contra de España como de las fuerzas oligárquicas y pro británicas de Buenos Aires. Las fuerzas que siguieron al Protector de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas; los pueblos originarios y afro descendientes que siguieron al Capitán General del Ejército de Redención de las Américas, el sacerdote Miguel Hidalgo en el virreinato de Nueva España; los negros, zambos, mulatos, integrando los ejércitos de liberación, etc, etc.

 

Por eso decimos que las revoluciones las hicieron y las hacen los pueblos, los colectivos; no son exclusivas de los letrados. Son actos colectivos que se construyen y reconstruyen a sí mismos.

 

También están los que hablan y escriben sobre que no había conciencia en cuanto a luchar por la independencia al principio; que eso se fue dando años después de la constitución de las Juntas. (Lamentablemente estas posiciones la sustentan también historiadores del campo popular). Veamos:

 

Está, por ejemplo,  la conspiración de Gual y España:1797. Hablaban de formar una República.

 

El 20 de abril de 1809 Francisco de Miranda, en una carta a su amigo Francisco Febles, general radicado en Trinidad y Tobago le decía: “Lo cierto es que si la América del Sur por sí misma no se hace independiente, y establece su libertad con la ayuda de sus propios hijos, los europeos y mucho menos otras potencias extranjeras nunca harán esfuerzos por su felicidad únicamente”.[2]

 

El 15 de marzo de 1810 hizo su aparición en Londres un pequeño periódico de tan solo 8 páginas, titulado El Colombiano. Su propulsor: Francisco de Miranda. Allí se dedica a fundamentar y legitimar ante la opinión pública de ambos continentes el derecho del pueblo americano a poner fin a tres siglos de opresión colonial y a diseñar su propio proyecto de realización histórica. Este periódico anuncia ya con su nombre ante el mundo, el inevitable y muy pronto nacimiento de esa nueva y gran república que Miranda venía soñando desde al menos 26 años atrás.

 

Y si se quiere argumentar desde el Río de la Plata, como algunos han hecho en este tema de asegurar que se juraba por Fernando VII y no se pensaba en la independencia, basta recordarles la famosa metáfora de la Máscara de Fernando que Mariano Moreno explicitó con claridad aludiendo al “misterio de Fernando” en su Plan de Operaciones.[3]

 

Claro que en el proceso existían también los dubitativos y los que honestamente eran fieles al rey prisionero y muchos de ellos se fueron radicalizando con el pasar del tiempo, pero en la génesis de la revolución estuvieron los líderes que tenían claridad en cuanto a la cuestión del poder.

 

Una revolución con características propias

 

Historiadores españoles y también de Nuestra América e instituciones del espacio Íbero-americano hablan de que la revolución en Hispanoamérica fue un complemento de la llamada revolución liberal burguesa en España.

 

Con esta afirmación lo que se logra es quitarle identidad, originalidad a nuestro propio proceso. Además: ¿Es que aquí no existían procesos propios, incluso antes de lo de España? ¿Qué fueron sino procesos de resistencias propios los de Guaicaipuro liderando una Confederación indígena en el valle de Caracas, los de Túpac Amaru, Túpac Catari; la sublevación de Gual y España en La Guaira, el levantamiento en Chuquisaca, etc., etc.

 

Hubo una revolución liberal burguesa en España contra el invasor francés pero también contra el absolutismo regio. Fíjense en la contradicción señalada por Marx en su obra “La Revolución en España”, cuando señala que la vanguardia de aquel proceso de lucha del pueblo español contra el invasor –los estudiantes, profesionales, intelectuales y sectores de la burguesía- combatían a los franceses con las banderas y los ideales de la revolución francesa.

 

Cierto es que hubo algunas cuestiones que podemos comparar como diferencias y similitudes con nuestra revolución continental; Marx señala algunas características en su obra citada, aunque él no compara ambas revoluciones:

 

Sobre la constitución de las Juntas:

 

– Marx: “Las Juntas fueron elegidas por sufragio universal…pero eligieron generalmente a sus superiores naturales, elementos de la nobleza respaldados por el clero y pocas personalidades notables de las clases medias”.[4]

 

Esto fue una diferencia con las Juntas en Hispanoamérica, para las que fueron elegidos no pocos criollos y algunos españoles, pero no representantes del poder dominante hasta entonces, en general.

 

Sí hubo una similitud entre España y América en cuanto a lo siguiente: Dice Marx en su obra:

 

“El fraccionamiento del poder entre las juntas provinciales…colocó al invasor ante el problema de la falta de un centro que poder herir decisivamente; el francés quedó completamente desorientado al descubrir que el centro de la resistencia española no se encontraba en ninguna parte y estaba en todas”.[5]

 

Igual situación militar se planteó aquí con sublevaciones simultáneas en todas las regiones de Hispanoamérica, sin un centro revolucionario, lo que creó dudas en España sobre a dónde enviar las tropas represoras.

 

Cuando se dice que mayo de 1810 en Buenos Aires no hubiese sido posible sin la invasión francesa a España, se está subestimando, creo, la dinámica propia del cambio y la contradicción aquí, y se está poniendo el centro en un hecho europocéntrico.

 

¡Si esto no es reproducción del discurso europeo, díganme qué es!

 

Nuestra original periodización

 

Debemos descolonizar las categorías de la Historia, o sea no desplegar nuestra propia Historia con las categorías europeas: ¿Por qué debemos atenernos a la convencional periodización que inventaron los europeos, dividiendo la Historia en Antigua, Medioevo, Moderna, Contemporánea, o en fijar categorías como El Renacimiento, etc.? Si nos vamos a guiar por los Modos de Producción y Formaciones Sociales, América Latina y El Caribe no atravesó por los mismos Modos y Formaciones que Europa.

 

¿Por qué no inventar nuestra propia periodización?

 

Lo hizo el historiador  argentino nacionalizado chileno, marxista y de profunda identidad nuestramericana, Luis Vitale. En su trabajo Introducción a una teoría de la Historia para América latina, partiendo de la base de la necesidad de un enfoque totalizante para esbozar una nueva periodización de la historia de Latinoamérica, propone los siguientes períodos:

 

1º) Pueblos cazadores, reproductores; más de 50.000 años AnE.

 

2º) Modo de producción comunal; 5000 años AnE.

 

3º) Transición hacia las formaciones de las sociedades Incas y Aztecas; 1000 años AnE.

 

4º) Formaciones sociales Incas y Aztecas y Modo Producción comunal tributario. 5º) Formación social Colonial. 6º) Revolución Anticolonialista, hasta la formación de naciones formalmente independientes; 1804-1860.

 

7º) Formación social capitalista primaria exportadora; 1860-1890.

 

8º) Formación social semicolonial I en los inicios de la fase imperialista; 1890-1930. 9º) Formación social semicolonial II; de 1930 en adelante.

 

10º)Se inicia la nueva fase con periodo de transición al socialismo (Cuba).[6]

 

Estaríamos en esta última fase, incluyendo todas las luchas y cambios ocurridos en la segunda mitad del siglo XX  y las experiencias actuales en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

 

Pero si pensamos la Historia desde la lucha de los pueblos y los procesos revolucionarios, si cualificamos desde el punto de vista de las rupturas producidas por cambios profundos y revolucionarios, podríamos construir una subperiodización desde el inicio del nivel 6º) de Vitale, no ateniéndonos a los Modos de Producción sino a las rupturas políticas y sociales.

 

1º Subperíodo: 1804-1826

 

2º: 1826-1898 la guerra independentista en Cuba

 

3º: 1898-1910 la Revolución Mexicana

 

4º: 1910-1959

 

5º: 1959-1999 (Cuba, Chile en los 70, Nicaragua 79, Chiapas 94)

 

6º Periodo: 1999 hasta nuestros días. Aquí entran los procesos en Venezuela, Bolivia, Ecuador (las revoluciones bolivariana, ciudadana, indígena).

 

 

Estas subperiodizaciones no significan santificar la concepción unilineal de la Historia que ya había popularizado el positivismo, sino utilizando categorías como la de articulado o multilineal, lograr una concepción reticular, de entramados nodales dialécticamente influenciables unos por otros: La influencia de Venezuela en el continente, por ej., o la de Bolivia sobre otros países hermanos con población indígena; la influencia de las democracias como la argentina, ecuatoriana o brasileña sobre Honduras, por ejemplo.

 

 

Creo que la característica común entre el 1º y 6º subperíodos es la Revolución Continental como objetivo estratégico.

 

Caracterización de las dos revoluciones

 

La caracterización de la Revolución del 1º período:  revolución continental de liberación, americanista, anticolonialista, por la independencia, la libertad e igualdad, democrática, republicana, agraria, antiesclavista.

 

La caracterización de la Revolución del 6º período: En potencia, en embrión, una revolución continental en ciernes (Chávez nos decía a una delegación argentina del Congreso Bolivariano en 2000: “Si  la rev. Bolivariana queda dentro de las fronteras de Venezuela se muere”); de liberación, por la segunda y definitiva independencia, americanista, antiimperialista, integracionista (idea de la Patria Grande), por el socialismo del siglo XXI.

 

Vemos similitud de objetivos en ambos periodos. En realidad son las mismas banderas del ideario latinoamericanista de la unidad que persisten desde el inicio de nuestras luchas y  continuaron durante el siglo XIX y XX.

 

Esta revolución continental del siglo XXI será una revolución anti-neo-colonial, con contenido socialista; que no transitará la fase democrática burguesa. No existen en nuestros países neocolonizados, condiciones para una revolución encabezada por la burguesía o el proletariado industrial. Será simplemente la revolución encabezada por el sujeto pueblo, con toda la riqueza y originalidad que el realismo mágico de esta Nuestra América le sabrá dar.

 

Conclusiones

 

1. Democratizar la Historia. Sacar a la Historia de los cubículos academicistas y de los manuales de fechas y personajes de bronce.

 

Muchos  historiadores se quedan en lo que podemos llamar “fechalización” o Historia Sinóptica ( 22 de mayo, 25 de mayo de 1810, 9 de julio de 1816, en el caso de Buenos Aires), en la “sacralización” de los personajes (Moreno, Saavedra, Castelli, etc.).

Esa es una Historia fáctica, es decir el relato de batallas, acontecimientos patrióticos, héroes mitologizados, presidentes y caudillos que se suceden linealmente como en una autopista.

 

No nos sirve todo esto. No podemos repetir el discurso de la dominación ni utilizar las fuentes documentales positivistas y neopositivistas; deberemos descubrir otras fuentes que respondan mejor a lo popular. Debemos ver la Historia en sus procesos, analizar  las causas de los fenómenos, los protagonistas, las reivindicaciones que los mueven, desde el punto de vista de los intereses populares.

 

2. Reconstruir la Historia; escribir una nueva Historia y divulgarla masivamente. (Ejemplo de divulgación de la Historia en Venezuela, en donde todos debaten la Historia en las plazas). Utilizar para esto las corrientes del pensamiento surgidas en Nuestra América, como el “Bolivarismo”, que incluye a lo creado por todos nuestros pro hombres de la independencia; el nuestroamericanismo redentor de Martí, Manuel Ugarte; el marxismo revolucionario (como los de Mariátegui, Fidel, el Che); las ideologías emanadas del nacionalismo popular, de la teología de la liberación.

 

3. Este ciclo Bicentenario debe producir una profunda reflexión, una profunda reconceptualización desde el punto de vista del conocimiento y la epistemología de esa Historia tan manipulada, tan cómoda, en la que no aparecemos en tanto campo popular.

 

4. Desmontar el cientificismo europocéntrico. Negarnos a construir el ciclo Bicentenario desde la óptica de la dominación. Rechazar la historia de contenido eurocéntrico en función del mundo mediterráneo y de Europa Occidental y construir la historia con nuestra mundivisión americanista.

 

Plantearnos una ruptura epistémica con esa mentalidad europea. No somos neutros en la Historia, no nos asumimos neutros. Creemos en una Historia comprometida y estamos contra un imaginario historiográfico de la dominación que subyace en discursos, en celebraciones pomposas, en los relatos de las Academias.

 

Por eso también debemos descolonizar nuestras mentes.

 

5. Reivindicar la identidad nuestramericana. Cuando se habla de América Latina se habla del concepto esbozado por los franceses, que se comienza a construir a partir de la invasión de Maximiliano a México. Francisco Bilbao, chileno, y José María Torres Caicedo, colombiano, comienzan a usar el término por 1856 en sus conferencias en París.

 

Cuando se habla de Iberoamérica o de Hispanoamérica, se lo hace desde la lógica de la dominación hispana, del neocolonialismo. Siguiendo a Martí, hay que hablar de Nuestra América, esa América vestida de negro, de indio, de mestizo, mulato y blanco. Decía Simón Rodríguez: “ en lugar de pensar en medos, persas o egipcios, pensemos en los indios”[7]. Y José Martí nos aconsejaba: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia”[8].

 

6. Debemos plantearnos la reflexión sobre el Bicentenario como una dicotomía entre la semántica de la dominación versus la semántica de la liberación, y ver esa dicotomía en un marco de larga duración,  más allá de 1810 e incluso de 2010, y verlo en el proceso histórico nuestramericano por la 2º independencia.

 

7. Por todo lo expuesto, vale afirmar –según yo creo- que debemos conmemorar con espíritu militante y polémico el bicentenario de esa revolución continental que se planteó la libertad y la igualdad (que logró lo primero pero no lo segundo), que se planteó la liberación y la unidad (logrando temporariamente lo primero y no lo segundo), que se construyó con un gran protagonismo popular y que creó sus propios líderes. Conmemorar y militar esa revolución en este bicentenario, luchando contra las Historias amañadas, tergiversadas maliciosamente y edulcorada para consumo de los dominados.

 

8. Esos sueños por una Patria Grande, libre y soberana de toda dominación extranjera, unida en Federación, igualitaria y justa, que fueron los sueños de nuestros Libertadores ( Miranda, San Martín, Bolívar, Sucre, Artigas, Moreno, Hidalgo, Morellos, Morazán, Monteagudo, Del Valle, Belgrano, O’Higgins, y otros) hoy se han reinstalado en los sueños y, más que sueños, en los objetivos y logros de pueblos y líderes de Nuestra América en la marcha por la 2º y definitiva independencia que nos          planteara José Martí.

 

Buenos Aires. 2011.

 

NOTAS

* El presente trabajo ha sido presentado en el Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC Internacional) «La formación de los Estados latinoamericanos y su papel en la historia del continente» realizado del 10 al 12 de octubre de 2011 en el Hotel Granados, Asunción, Paraguay, organizado por Repensar en la historia del Paraguay, Instituto de Estudios José Gaspar de Francia, Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” (Argentina). Entidad Itaipú Binacional. Mesa: Repensar la historia del Paraguay: de la independencia a la Guerra de la Triple Alianza y su repercusión continental.

** Subdirector del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.

 

 

[1] José Victorino Lastarria. “La América” (1844) en De Moreno a Sarmiento. Ensayistas de Nuestra América. Editorial Losada, Buenos Aires, 1994, p. 254.

[2] Revista del Bicentenario “El Colombiano”, Año I, Nº I, Marzo-Abril 2010, Fundación Imprenta de la Cultura, Caracas, p. V.

[3] Mariano Moreno. Plan Revolucionario de Operaciones. Editorial Quadrata, Buenos Aires, 2006, p. 38.

[4] K. Marx y F. Engels. La Revolución en España. Ediciones Ariel, Barcelona, 1969, p. 82.

[5] Ibid., p. 84.

[6] Luis Vitale. Introducción a una teoría de la Historia para América Latina. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1992, p. 66.

[7] Simón Rodríguez. Obras completas, Universidad Simón Rodríguez, Caracas, 1975, t. I, p. 66.

[8] José Martí. Antología mínima, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1972, t. I, p. 244.

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº . 7. Marzo 2012-Febrero 2013 – Volumen I


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