El Centenario de la Revolución Mexicana y J.M. Villalpando. Reseña

José Manuel Villalpando: La decena trágica

Diana, México, 2009

Feliciano García Aguirre*

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Derecha: Francisco Ignacio Madero (1873-1913)

En menos de cien páginas José Manuel Villalpando aborda un periodo de la historia nacional que la historiografía ha identificado como la Decena trágica, alude a los años en que Francisco I. Madero asumió la presidencia de la República.

 

Obra bien escrita que con economía de palabras ofrece un texto similar a un cuento, pero no menos intenso. Un pequeño libro que se hace acompañar de un subtítulo enunciativo de sus conclusiones: Cuando las balas y las traiciones acabaron con la democracia. En el mismo narra los acontecimientos que condujeron al cerco y asesinato de Francisco I. Madero en 1913.

 

Los lectores encontrarán en dicha obra un texto ligero y ágil, confeccionado para el consumo masivo. Aunque no se dice expresamente el tamaño del tiraje, por la importancia del autor y su relación con el actual régimen de gobierno es de esperarse que su obra se difunda ampliamente al fungir como coordinador ejecutivo de los programas de la Comisión Organizadora de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución.

 

Sus credenciales no son de poca importancia ante la multitud de celebraciones en curso de la Independencia y Revolución mexicana. Su historia dramatizada y un tanto novelada, no logra sus cometidos pues se queda a medio camino entre la construcción historiográfica típica, llena de datos adicionales, referencias documentales consultadas, aparato crítico, etc., y la narrativa que demanda destrezas ausentes en la obra aludida. ¿Es importante una interpretación de la historia que parece cuento?

Villalpando-La Decena Tragica

El “Había una vez…” fue en efecto un medio de narrar muy usado para tratar la complejidad sociohistórica. Las intrigas políticas, conjuras de vida palaciega, asonadas y cuartelazos, son la materia de una descripción que nada aporta, cuando las elites y las masas tratan de explicarse así mismas porqué somos así y no de otra manera. O cuando se pretende entender los por qué de la enorme violencia que distingue la construcción de una nación.

 

A la prosa no le falta dramatismo del exigente realismo multimedia en boga, tal vez pretendiendo inspirar un corto o largo metraje. Un buen ejemplo de éste es sin duda el párrafo relacionado con la muerte del hermano de Franciso I. Madero, Gustavo:

 

Madero ignoraba que Gustavo había sido llevado a la Ciudadela junto con el antiguo intendente de palacio, el marino Adolfo Bassó. Allí fue entregado a los felicistas que, encabezados por Cecilio Ocón, un fanático seguidor de los pronunciados, había fingido la celebración de un juicio donde los habían condenado a muerte. Gustavo fue vejado por la soldadesca, que gritaba y reía a carcajadas, mientras lo golpeaba y herían, causándole grandes dolores. En eso, un soldado los introdujo una bayoneta en el único ojo que tenía y con ferocidad se lo arrancó. Dando alaridos de dolor, el hermano de otrora presidente arremetió contra sus verdugos, hasta que una descarga le privó de la vida, al pie de la estatua de Morelos. Después fueron  por Bassó, quien con serenidad enfrentó la muerte. Lo fusilaron mientras, como buen marino, oteaba el firmamento.

 

Todavía alcanzó a decir:

-No encuentro la Osa Mayor. (1)

 

A un texto de difusión como el que nos ofrece Villalpando se le pueden hacer varias lecturas. Una de ellas es la amenidad en donde puedan ser destacadas sus cualidades histriónicas. Ese aspecto que tanto gusta y cultivan quienes creen que la historia esta muerta, sirve como parte del anecdotario nacional, entretenimiento y fuente de inspiración para ficcionar, pues casi siempre es escrita por quienes están comprometidos con el programa de un régimen.

 

Otras lecturas están emparentadas con la erudición, la búsqueda cuidadosa y prolongada de testimonios. Más relacionadas con la indagación científica que pone al descubierto las carencias de una obra, su inveterado perfil amalgama de experiencias que se encadenan prolongando sus sombras hasta el presente. En este tenor la obra que en esta ocasión nos ofrece Villalpando está más encadenada a una estrategia de gobierno en donde todo y nada se conjugan en una explosión de celebraciones, hasta el punto de ahogar a los mexicanos y mexicanas con tanta información como sea posible. En ese contexto ¿qué significa la Decena trágica? La respuesta es inmediata: poco menos que nada cuando del desarrollo humano se trata.

 

La historia se repite parece ser sentencia de fondo; ¡de esa suerte no se logra entender mucho! Pero la obra será ampliamente leída y difundida hasta con buen humor, aún tratándose de una auténtica tragedia y no por lo que afirma el subtítulo sea cierto: Cuando las balas y las traiciones acabaron con la democracia. Sino porque Madero y su familia, así como sus seguidores sabían a qué jugaban pese a sus idealismos y a creer que la ideas por sí solas serían capaces para acabar con las injusticias de un régimen penetrado hasta la médula de diversas ingerencias extranjeras. Era complicado para unos liberales ingenuos hacerse de una mirada geopolítica capaz de revelarles las circunstancias particulares en las que se encontraban: justo la antesala de Revolución Mexicana.

 

Un sólo hecho histórico elegido como pretendido summum de lo que vendrá después es poco certero. Cuando las balas y las traiciones acabaron con la democracia, es tal vez el más sugerente título que pudo ocurrírsele al autor, pues revela bien la oculta la moraleja de su historia y ésta es necesario subrayarla: las cosas van mal porque mal empezaron. Esa idea de fuerte olor a milenarismo muestra también el deseo de encontrar un primer motivo, un primer motor con capacidad explicativa de todo. Olvida o ignora que las marejadas de la historia son producto de un suave, brutal y arrítmico devenir de las sociedades humanas y que cada proceso, acto o hecho histórico re-mapea, espacializa de diferente manera sus manifestaciones radicales o no, aberrantes o no. No obstante, leer esta obra de José Manuel Villalpando es una lección en varios sentidos tanto de lo que es posible hacer con cierta destreza como lo que no debiera ser la interpretación científica de los procesos del desarrollo humano.

 

NOTAS


* Feliciano García Aguirre es Investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales y docente de la Universidad Veracruzana. México

(1) Op. cit. pp. 86-87

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. 5. Marzo 2010-Febrero 2011

 

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