Consideraciones para responder este interrogante
María Antonieta Jáquez Huacuja
El mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales constituye uno de los fines primordiales del concepto mismo de organización internacional. La forma de lograr dicho “mantenimiento”, ha variado a los largo de la historia de las organizaciones, al tiempo que han cambiado los eventos de la realidad mundial. Los conflictos que se suscitan en la acualidad son polifacéticos, multifocales y de una complejidad inédita porque, en un mundo plenamente globalizado, participan diferentes actores y ámbitos, a varios niveles, en el mismo acontecimiento.
Las llamadas comúnmente “OMP” (Operaciones de Mantenimiento de la Paz) de las Naciones Unidas, han sido el mecanismo más conspicuo de ejecución de la organización para intentar administrar y solucionar esos conflictos y para mantener situaciones de estabilidad. Cabe aclarar que la organización internacional por excelencia, la ONU, no es la única organización multilateral que coordina operaciones de este estilo, ni que éstas son su fin o trabajo exclusivo. Sin embargo, tendemos a asociar inequívocamente a las operaciones con la ONU y, cuando éstas no se mueven con la rapidez necesaria, o no arrojan los resultados que se esperaban, quedamos un poco con la sensación de que “la ONU debería hacer más”.
Frente al desenvolvimiento de conflictos, la comunidad internacional clama de vez en vez por la participación de la ONU con estas operaciones. Muy recientemente, la correlación internacional de fuerzas ha sido fuertemente impactada por decisiones unilaterales de formar operaciones de intervención fuera del espectro de legalidad de la ONU. En otros escenarios, varios países han manifestado reticencia a incorporarse en operaciones incluso diseñadas por la ONU y amparadas por la voluntad de los miembros.
A propósito de la coyuntura actual, acontecimientos recientes están generando un ambiente propicio para un debate serio e integral sobre lo que son y no son las “OMP” y, más específicamente, sobre la participación de nuestro país en en ellas: la guerra civil parece extenderse en un Irak ocupado por la coalición interventora…salen a la luz pública pruebas de corrupción o faltas de soldados de paz de la ONU…las operaciones aparecen vapuleadas en películas históricas comerciales, como Black Hawk down, u Hotel Rwanda … el ejército mexicano, cuyo Jefe ofreció para coadyuvar a la Guerra del Golfo, pero que no ha unido a operaciones miltares internacionales, participa en labores de ayuda humanitaria, mientras diversos sectores gubernamentales se resisten a discutir sobre el tema y una alta funcionaria de gobierno renuncia a raíz de esta discusión…
México necesita este debate porque existen prejuicios y desconocimiento acerca de la naturaleza, extensión y fines de las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU. Diversos sectores de gobierno y sociedad se encuentran encontrados por cuanto toca a la discusión sobre la participación que se ha tenido, o la que se podrá tener en estas actividades. La Política Exterior del país y sus principios, se encuentra en un hito en el que debe reconsiderase la actuación que se espera del país.
Por estas razones, el libro compilado por la Dra. María Cristina Rosas, Las Operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas: lecciones para México, resulta sumamente propicio en este momento que necesitamos acicate para reflexiones, y como una muy importante contribución a esta incipente discusión.
Los textos agrupados en este libro son lo suficientemente didácticos para que el neófito o novato en el estudio de las relaciones internacionales pueda empaparse rápidamente de conceptos, historia, clasificación y alcances de las operaciones, que no son siempre “de mantenimiento”, sino que se abocan a otras metas como el “fortalecimiento” o “construcción” de la paz.
Destacada mención merece a este respecto, la traducción al castellano del Informe Especial de la Academia Floke Bernadotte de Suecia intitulado “Operaciones de Mantenimiento de la Paz: Pautas Globalles de Intervención y éxito, 1948-2000”, elaborado por Berger Heldt y Peter Wallensteen, incluida en el libro. Este análisis de los “patrones empíricos” de las diversas operaciones y de los actores involucrados en ellas para poder explicar su alcance, éxito y cumplimiento, es indudablemente un valioso documento para el interesado en entender el impacto que esta actividad de las Naciones Undias ha tenido en la resolución de confictos.
Tan sólo este aspecto hace al texto comentado de necesaria lectura. Si a ello aunamos que existen pocos textos en español, actualizados, sobre el tema, los analistas internacionales tienen ante si un valioso trabajo para fomentar el análisis.
La intención de los autores de los diferentes capítulos es, por otra parte mostrar algunas implicaciones de la posible participación de México. ¿Cual es la conclusión? El subtítulo de libro infiere que el texto contiene “lecciones para México”.
Despues de comparar el enfoque que los autores dan al tratamiento de sus temas, uno podría inferir que más que lecciones, los textos ofrecen al lector una “receta” o “ruta crítica” para México, en su tarea de encarar el tema de las Operaciones de la Paz de las Naciones Unidas.
¿Qué consideraciones políticas y prácticas debe tomar en cuenta México si quiere discutir en serio el tema de su participación en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU? Primero las políticas, éticas y legales:
1.- En este punto, considero fundamental la lectura de uno de los iluminadores capítulos sobre la experiencia canadiense en las operaciones (de suyo relevante, puesto que como se afirma comunmente, “los canadienses inventaron las operaciones de paz de la ONU).
En su aportación, Kenneth Eyre nos explica que Canadá, origen primigenio tanto de la idea misma de dar a la ONU un brazo operativo para mantener la paz, como de otras innovadoras ideas, como de un manual operativo para los participantes en las operaciones, y un Centro Nacional de entrenamiento para los participantes, ha identificado algunos criterios políticos básicos que se deben cumplir antes que el país comprometa su participación en una operación de paz, a saber:
Que exista un mandato claro y obligatorio para la operación; que haya consentimiento mutuo y previo de los beligerantes; que el fin de la misión sea lograr una solución política del conflicto; que haya participación internacional; que la participación del país en la operación no impacte otros compromisos internacionales; que una autoridad competente identificable de legitimidad a la operación, esperando que la ONU sea esa autoridad, y que haya apoyo financiero y logístico aceptable para el éxito de la operación.
¿Pueden los ejecutores de política exterior de México utilizar esta combinación de criterios como guía para analizar su participación ? Me atrevo a afirmar que sí.
¿Qué consideraciones práticas deberían seguir a esta consideración? En otras palabras, si una operación cumpliera con estos requisitos, ¿qué debe incorporar México al debate sobre su participación en esa operación? A través de la lectura de los diversos capítulos podemos esbozar algunas sugerencias:
1.- Tener en cuenta que la participación de un país en la operaciones es completamente voluntaria.
2.- Aceptar con tranquilidad, e informar al público, sobre el hecho de que México pertenece al Comité Especial de Operaciones de Paz de la ONU, y es el 9º contribuyente a la Organización.
3.- Recordar que, si bien no ha participado, hasta ahora, en maniobras militares, México ya se ha involucrado con personal civil en operaciones, como nos explica Cristina Rosas en una de sus contribuciones. Por su parte, Guillermo Reyes nos dice que nuestro país ha participado activamente en el debate alrededor de la creación, extensión y creación de las mismas.
4.- Comprender y difundir que las operaciones de paz de las Naciones Unidas no están diseñadas “para hacer la guerra”, sino para buscar la paz, tal como nos aclara Isaac Morales Tenorio a través de un capitulo abocado a señalar algunos niveles estratégicos y logísticos que ayudan a comprender el éxito o fracaso de las operaciones. En otras palabras, habrá que perder “el miedo” a involucrarse en una “guerra” por participar en una operación de paz.
Conceptualizar a las operaciones como actividades de múltiples aristas, niveles actores involucrados y objetivos entrelazados. Tal como mencionaba más arriba, la relaidad internacional actual es mucho más compleja de la que vió nacer a la ONU. Es necesario comprender cómo son las operaciones modernas y como se desenvuelven a lo largo de todo el espectro del conflicto.
Sólo así se podrá entender el alcance y perspectivas de cada una de ellas, y se podrá eficientizar la cooperación entre los diversos actores que participan, como expone Daniel Soto Muñoz al detallar aspectos de cooperación civil, militar y policial en operaciones a lo largo de la historia.
5.- Entender a la luz de lo anterior que México posee capacidad para brindar cooperación internacional en diversas áreas de las operaciones, no sólo en el terreno militar, o en lo que se refiere a ayuda humanitaria. Puede participar, en diversas etapas del conflicto, desde la prevención hasta el mantenimiento de la paz. Cuenta de ello da la ilustrativa contribución de Manuel Carrillo Poblano sobre la asesoría y participación del IFE en misiones de asistencia electoral de la ONU y su cooperación a la Organización.
6.- Así, se pueden ponderar en cabalidad los intereses nacionales que se perseguirían y beneficios que se obtendrían en el caso de participar en estas operaciones.
Cristina Rosas nos dice que, entre otros beneficios, podría lograrse una mayor presencia internacional y que podrían mejorar las relaciones internacionales de México con algunos países que podrían intercambiar experiencias con el nuestro.
Para ello, el libro que nos ocupa nos brinda sendos capítulos sobre la experiencia de Canadá, ya comentada, al igual que los ejemplos de la experiencia de Chile y Uruguay y una perspectiva desde África.
Otro beneficio objetivo que nos comenta la Dra. Rosas es que la participación de México podría brindarnos la oportunidad de mejorar la calificación de nuestros recursos humanos.
Food for thought a este respecto es el capítulo elaborado por Arturo C. Sotomayor sobre la participación de Uruguay en las operaciones de paz, y sobre el análisis de los beneficios que esa participación representa para las relaciones civiles-militares en sociedades en vías de democratización.
En el mismo sentido, tal como se vislumbra a través de varias contribuciones a este texto, la participación de países en desarrollo en operaciones de paz es muy alta, y una de las principales razones podría ser el beneficio económico que representa para las fuerzas armadas participantes la transformación de soldado de un país menos avanzado, a casco azul.
7.- La consideración última podría ser la ponderación del costo de participación, tanto en términos económicos como políticos. La Dra. Rosas es muy franca a este resepcto: si el costo es mayor que el beneficio, México debe desistir de participar.
Este libro puede fortalecer las discusiones académicas que deben alcanzar forzosamente al proceso de toma de decisiones. Los ejecutores de la política exterior, que persigue el interés nacional, deberán penetrar al legislativo, para allanar el camino legal a fin de que México participe en alguna operación de mantenimiento de paz que diera más beneficios que costos al país. Tras estudiar estos recuentos sobre las diversas operaciones encabezadas por la ONU y los conflictos que han resuelto, tratado de resolver, o en algunos casos, empeorado, queda un último cuestionamiento: ¿existe esa operación?
Viena, Austria, octubre de 2005.
Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Vol. 1 a 4. 2006-2009
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