- La familia Prado y su vinculación con Cuba.
Hemos reservado un tratamiento separado a uno de los pasajes más significativos de la vinculación entre peruanos y cubanos durante la segunda mitad del siglo XIX, el mismo que gira en torno a la participación y contribución de varios miembros de la familia Prado en la guerra de independencia de la Isla. Estos hechos, han sido valorados y reconocidos por los gobiernos y pueblo cubanos de la época e incluso durante el siglo XX. La trascendencia de este aporte, obliga a dedicarle en este artículo un apartado, con la dispensa por alterar el orden cronológico de las relaciones reseñadas en los acápites previos.
En enero de 1944, el profesor cubano Virgilio Ferrer Gutiérrez [26] dictó una conferencia titulada Perú en la independencia de Cuba. En esta intervención, el autor resaltó los orígenes de las relaciones entre ambos países y la ayuda incondicional de la república peruana a la causa independentista cubana. En esa oportunidad, como en tantas otras, se hizo referencia distinguida a la familia Prado: “Los Prado –sobradamente sabido es- sintieron y pensaron en cubano” (Ferrer, 1944, p. 14).
Mencionar a Mariano Ignacio Prado -presidente del Perú en dos oportunidades- y a sus hijos Leoncio, Grocio y Justo, son referencia obligadas para entender la magnitud de las relaciones entre los dos países durante los siglos XIX. La vinculación de esta familia con Cuba, gira recurrentemente en su apoyo desde distintos frentes a la formación de la República independiente. El aporte de los Prado ha recibido diversos reconocimientos públicos del Congreso y de otras esferas oficiales cubanas durante el siglo XX.
El maestro César García del Pino, publicó un estudio minucioso sobre Leoncio Prado [27]; donde destaca que en septiembre de 1875 Leoncio Prado intentó zarpar en el vapor Uruguay, nave que debía partir desde la isla San Andrés -territorio panameño- con una expedición financiada por el Perú. Este, constituiría el primero de varios fracasos cuyas causas, muy bien analizadas por García del Pino, pueden encontrarse en las propias contradicciones que comprometieron el éxito de la Guerra de los Diez Años, pero no constituye propósito de este artículo.
El 11 de abril de 1876, el presidente Prado arribó a Nueva York en viaje hacia Europa donde iniciaría negociaciones financieras a favor de su país. En la ciudad norteamericana, se entrevistó con Francisco Vicente Aguilera [28], a quien conoció por mediación de su hijo Leoncio. De esa reunión, surgió un acuerdo de “trabajos patrióticos”, como afirma unos de los documentos consultados por el doctor García del Pino en el Archivo Nacional. El proyecto, consistía en que Aguilera desembarcase en Cuba, tomase posesión de la presidencia de la República en Armas y expidiese patentes de corso con los nombramientos correspondientes para iniciar el hostigamiento a la marina española en costas cubanas.
Meses después -en julio de ese año- en su viaje de regreso al Perú, Prado se encontró en Kingston con su hijo Leoncio y con el coronel Pío Rosado quienes insistían en recolectar recursos para llevar a Cuba una expedición. En dicho encuentro se acordó, entre otros temas, que el presidente Prado le proporcionaría aquel mismo día a su hijo Leoncio los fondos necesarios para iniciar los trabajos y que luego remitiría desde Lima otra cantidad que debería llegar a Kingston en la primera quincena de septiembre de 1876. Por su parte, el coronel Rosado se trasladaría a Haití para conseguir armamento y entrevistarse con el Presidente de ese país a quien, en nombre de Prado, le pediría enviar un comisionado secreto a Lima autorizado para negociar con el Perú un acuerdo de ayuda para Cuba.
Leoncio Prado Gutiérrez nunca pisó tierra cubana, aun así, es reconocido como coronel [29], grado otorgado por el gobierno de la República en Armas por la acción del secuestro del vapor español Moctezuma, en Puerto Plata, República Dominicana, en noviembre de 1876. En esta acción, enarboló una bandera cubana y lanzó una proclama bautizando la embarcación con el nombre de Céspedes, al servicio de la Revolución. Días después, él y sus acompañantes la incendiaron para que no cayera en manos españolas. Esta operación, fue parte de su campaña para la creación de una marina de guerra mambisa mediante la incautación de embarcaciones españolas.

Arriba: Vapor hispano Moctezuma.
A mediados de 1877, Prado colaboró nuevamente con su hijo Leoncio para armar un buque en el que el joven navegó hasta Filipinas para hostigar a España y obligarla a dividir sus fuerzas. La embarcación naufragó de regreso a Occidente, pero evidenció el esfuerzo de la familia Prado para conseguir el éxito de la causa cubana.
Después del Pacto del Zanjón [30], Leoncio Prado trabajó con el Comité Revolucionario Cubano en Nueva York con el ánimo de recaudar fondos para el sostenimiento de lo que en la historia de Cuba se conoce como Guerra Chiquita; en este esfuerzo, viajó por varios países de América e incluso aportó económicamente para los preparativos de la nueva campaña.
El 24 de junio de 1879, Leoncio Prado se despidió de Calixto García para marchar a su país, enfrentado con Chile en la guerra del Pacífico (1879 – 1883). En la argumentación de su despedida destaca un sincero latino americanismo: “…Las circunstancias anormales por las que atraviesa el Perú me obligan a tener el sentimiento de renunciar al honor de pertenecer al Comité Revolucionario Cubano tan dignamente presidido por Vd. Como peruano tengo sagrados compromisos con mi patria, y como americano los tengo con Cuba (Prado, 1879)” (García, 2003, p. 49).
En mensaje posterior a los clubes de la emigración relacionados con el Comité Revolucionario Cubano, donde explicó las razones de su alejamiento temporal de la lucha por la independencia de la Isla, reiteró una voluntad que previamente había expresado a Calixto García: “Una vez terminada la actual contienda del Perú, volveré, sin tardanza, a dedicarme al servicio de Cuba, con la misma sinceridad y constancia que hasta hoy(Prado, 1879)” (Ibíd., p.50).
Una apasionada polémica epistolar, enfrentó a Leoncio Prado con Calixto García días después de su despedida. El líder cubano había cuestionado, en un mensaje dirigido al Prado, la decisión de Antonio Maceo de donar al Perú un depósito de cuatrocientos mil tiros que se encontraban en su poder. Para García, éste había sido un acto particular y no una demostración del pueblo cubano pues como colectividad, en una cuestión de repúblicas hermanas, decía, no le era dado tomar parte sino como mediador o conciliador, esto, sin olvidar los servicios morales y materiales que hizo Perú a Cuba desde los primeros días del nacimiento de la República, descollando entre todas las demás naciones.
La respuesta del joven Prado a García, como afirma César García del Pino, destaca por la clarividencia con que previó las fuerzas, entonces ocultas para muchos, que se movían en el continente americano y que iban dirigidas a incrementar su explotación y sojuzgamiento por parte de las potencias colonialistas. Por su alcance, las citamos:
«…la cuestión que se ventila con las armas en el territorio boliviano (…) no se debate el derecho a un pedazo de terreno, sino otros problemas de mayor y más trascendental importancia para todos los pueblos de América, en cuyos problemas están mezclados los intereses de Cuba, por muchos y diversos conceptos que no pueden ocultarse a la penetración del Comité[31]; bastante ilustrado para desconocer que cuando se admitiese como lícito y legítimo el poder de la fuerza, sería muy dudoso el apoyo que debiera prometerse Cuba del exterior, y más dudoso todavía el resultado de sus esfuerzos en pro de la independencia…» (Prado) (García, 2003, p. 51) .
En virtud del afecto, reconocimiento y admiración hacia el joven líder venido desde el lejano Perú, años más tarde uno de los clubes integrantes del Partido Revolucionario Cubano adoptó el nombre de Leoncio Prado, reconocido por los patriotas de la Isla como uno de los grandes próceres de la Guerra Grande. Por ello, al concluir aquella contienda, la Revista Cayo Hueso, publicó las fotos de un grupo de patriotas entre las que aparecía la imagen de Leoncio.
Ya en el siglo XX, se sucedieron diversos acontecimientos que conmemorarán y reconocerán el aporte de la familia Prado a Cuba. Estos actos provinieron incluso desde las más altas esferas políticas cubanas. Solo para mencionar algunos, en 1910 el Ayuntamiento de La Habana, encargó al pintor santiaguero Federico Martínez Matos, una colección de cien retratos de patriotas cubanos y extranjeros que participaron en las gestas independentistas de Cuba, entre ellos, el de Leoncio Prado. Hoy se puede apreciar ese óleo en la Sala de las Banderas del Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, en el Centro Histórico de La Habana.

Arriba: El presidente cubano Alfredo Zayas.
En 1925, el presidente cubano Alfredo Zayas, pronunció un discurso en el que acentuó el lugar preferente que ocupan en la historia, los hechos realizados por Leoncio Prado en pro de la emancipación de la patria cubana; entre ellos, destacó el haberse apoderado en alta mar, para Cuba militante, del Moctezuma, rebautizado Céspedes, ondeando de esa manera por primera vez en el mar la enseña cubana.
Entre el 26 de septiembre y el 7 de octubre de 1944, el gobierno de la República de Cuba dedicó un intenso homenaje al general Mariano Ignacio Prado y a su hijo, el coronel Leoncio Prado [32]. Entre los actos más significativos en este homenaje se contó con la botadura del caza submarino Leoncio Prado, el 30 de septiembre de 1944, en el Distrito Naval del Norte. Ese mismo día, en acto presidido por el propio Presidente Fulgencio Batista se realizó la inauguración del Monumento al general Mariano Ignacio Prado en una de las avenidas principales de La Habana.
Entre los actos de esos días, el senador Emilio Núñez describió varios de los momentos más recordados por los cubanos entre todos los gestos que para Cuba tuvo el general peruano:
En julio de 1874, contestando un discurso del Comisionado Cubano Francisco de P. Bravo, al que había concedido todas las prerrogativas de un Ministro Plenipotenciario de un Estado soberano, dice lo siguiente (…): “La causa de Cuba es una causa santa; la causa de la redención americana. Cuba es América y América es mi Patria. Y ¿qué no haría yo por mi Patria? (…) La opresión de Cuba es el puñal de la tiranía monárquica clavado en el corazón de la América republicana…”
El 15 de mayo de 1875 el general Mariano Ignacio Prado le escribe a su hijo Leoncio una carta (…): “Querido hijo: No hay pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su Independencia y yo deseo que tú seas uno de los que forje la libertad de Cuba. Con tal deseo hice que se te dieran dos años de licencia (…)”. También envía a otros dos pedazos de su corazón, a Grocio y a Justo, que combaten (…) junto al Generalísimo Máximo Gómez… (Núñez). (Cuba. Ministerio de Estado, 1944, p. 51).