Poesías de Lidia Díaz

Lidia Díaz

Poeta argentina, residente en los Estados Unidos

En retrospectiva

Me senté sin prisas
para morder el pasado
y desentrañar esencias.
Buceé en las rupturas
para recordarme
y sentí aún vivas las cicatrices
de la violencia
de la ambivalencia
de la complacencia.
Bisturí morboso
sin concesión ni margen
me dolió en la voz de la memoria
el cheque en blanco
de la fruta prohibida
temida
podrida
que me quiso condenar
a enloquecer de impotencias.
Y cronicando penas
y derritiendo rejas
y liberando espejos
me conté otros cuentos;
tomé a la vida por la solapa
para desbordarla
y desaprendí recetas
y desterré obediencias
y destejí ataduras
en el libro fauno que ahora escribo
en la casa nueva que ahora habito
en la cama-sueño en la que ahora amo.
Y me di palabras
para poblarme de las lunas
que redimen mi estatura
porque ya no me aguanté
y acuné entonces el deleite
de saberme fuerte para caminar sin cuerdas
desagraviándome
reconociéndome
reverdeciéndome.

 

Tango caníbal

Partitura acongojada
de la noche callejera,
la canción de Buenos Aires
los selló sin tregua
en el abrazo existencial.
Ebrios de urgencias,
amarraron el momento
al lazo secreto y entrañable
del arrabal porteño.
Degustándose la piel
en el contrapunto poroso
del misterio sin libreto,
bandoneonaron su aliento
refugiando en los sentidos
el tablero acompasado
de aquel encuentro casual.
Se enredaron en el duelo
de quebradas y cadencias;
la mirada para adentro,
respirándose en temblores
con las piernas intimadas,
suspendieron las preguntas
disparando los instintos
y arcillaron equilibrios
en el juego bailador.
Les quemaba en la viruta
el vaivén amanecido
del entrevero sensual
y apostando al dos por cuatro
en el acorde del vino,
se hospedaron inmortales
en las profundas fauces del tango.

 

Otra Historia

Vení,
sentate y escuchame.
Hoy es el día
ésta es la hora
aquí es el lugar.
Voy a ahuecarte en mi cuento,
inmemorial habitante
de edenes inventados.
¿Cómo fue que te escribiste?
¿Quién te convenció de tu cetro?
¿Qué lectura validó tu reino?
Prestá atención,
salite de vos y oí el clamor
de nuestras voces que hoy
se nacen y responden,
se niegan y resisten.
No cierres las ventanas,
el grito las ignora.
No vuelvas la cabeza,
el sol nos reivindica.
No esquives a la vida,
te condenarás a huírle.
Te creíste la leyenda
de idílicos verdores
que arcaicos agonizan
tu dominio de cartón.
No me amputes más
No me ignores más
No me esculpas más.
Se cenizan ya tus leños
y el poder se te marchita.
¿Te asombra acaso
mi corazón en armas?
Por los siglos de los siglos
bebí el cáliz del patriarca;
subyugado maniquí
me atrincheré a esperarte
y desde el margen comencé a entender
y maduré mis puños
y sepulté el lamento
y entonces…
insolente fénix de mi propia vida
levanté la cabeza y decidí
que hoy es el día,
que ésta es la hora
y que aquí es el lugar
para que me escuches,
porque hoy ves aquí a otra mujer
y porque ahora ésta es otra Historia.

 

Nostalgiando regresos

Y seguiré fugándome
con cada barco que parte hacia el sur.
Ensancharé mis pupilas
para alcanzarte en el reverso de la luz
persiguiendo faros que me rescaten
en las orillas de tu nombre.
Tus desvaríos, Buenos Aires,
me primaveran de prisas
recuperando encendidas
las caminadas historias
que escribimos juntos vos y yo.
Encontraré otra vez las brújulas
que te sudaron en mis jinetes pájaros
y encallaré en tu vientre
para anclarme ya sin ausencias encarnadas
ni letargos de arenas
que desdibujan mis venas
por tenerte lejos.
¿Acaso se puede contar la tristeza?
Me agiganto de sueños, Buenos Aires,
cada vez que te aprendo
en tu ilusión sin tregua
que sirena a viajeros de poema y bandoneón.
Me nostalgio añorando tu habitar sonámbulo,
y trovando destierros
desespero de tu descarada intensidad.
Quiero armar mi castillo de ecos
para poblarme otra vez;
quiero filtrarme por tus grietas
para mamar feroz en tu ritual de estrellas
y peregrinarte
y caer en tus trampas
y violar tus secretos
y abrazarte salvaje aplaudiendo el encuentro
para parirme las raíces
que aniden el paisaje de mi fiel regreso.

 

La “solterona”

Me dijeron que lo que tengo es soledad.
Quizá por eso es que me visto de apariencias
y me calzo de sonrisas
disfrazando la horfandad del día
para adornarme de cáscaras.
Me dijeron que hay fantasmas en mis noches.
Quizá por eso es que encendiendo antorchas
convenzo a mi lecho
de los soles falsos de prisa y consuelo.
Me dijeron que en mi casa no hay amores.
Quizá por eso es que los ecos que me habitan
se nutren de vacío
fabricando sueños
para ahuyentar el frío.
Me dijeron que no puedo ser feliz.
Quizá por eso es que me miro ahora
y me aventuro
y me convoco
y me doy cuenta de los cielos fabricados,
del redil incuestionado
de quereres decretados
por los mandamientos del deber ser.
Hombre necio, no condenes mi antihistoria
ya no importa el qué dirán.
Ya no acepto que me diagnostiquen
con el mal de las ausencias
porque a contramano del itinerario
programé mi ruta
decidí mi horas
destiné vigilias.
Y reniego del estigma añejo
que invalida mi palabra libre
porque yo sin novio
porque yo sin nexos
porque yo soltera
puedo merecerme
quiero defenderme
voy a festejarme
aunque duden de mis garras
para destilar mi hiel.

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Vol. 1 a 4. 2006-2009

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