Apuntes sobre las Relaciones bilaterales entre Perú y Cuba en el siglo XIX

Martín Eduardo Palacios Rangel*

Arriba Andrés A. Caceres y sus ministros.

Resumen:

El concepto de relaciones bilaterales incorpora al de relaciones diplomáticas pero lo trasciende, incluye otros ámbitos no liderados necesariamente por las esferas político/oficiales.   Perú y Cuba, a través de la interacción de diversos actores sociales, superaron su distanciamiento geográfico y establecieron contactos bilaterales durante el siglo XIX con anterioridad al propio establecimiento de relaciones diplomáticas de 1902 e incluso cuando aún no existían como Estados soberanos e independientes.

Tras la Independencia del Perú, alcanzada en 1824, llegaron desde esta joven República diversos apoyos a los esfuerzos emancipadores cubanos, sucediéndose desde esa temprana época diversos eventos con la participación de una variedad de actores sociales que permitieron ir gestando una histórica vinculación que no fue exclusiva del ámbito oficial / estatal sino que fue más amplia abarcando a otros ámbitos de la sociedad.

La historia de esta vinculación, si bien no fue lineal ni exenta de dificultades permitió que los dos pueblos establecieran contactos que favoreció su conocimiento mutuo quedando registrados una serie de acontecimientos que marcaron esta relación en ambos sentidos y que de alguna manera influyeron en el relacionamiento más contemporáneo.  En este artículo buscamos rescatar parcialmente  la historia de los nexos entre estos dos pueblos, recogiendo acontecimientos relevantes en la relaciones entre Perú y Cuba en el siglo XIX, donde observaremos un precursor sentimiento por la unidad latinoamericana de representantes y líderes en ambos países, así como un embrionario interés por la colaboración mutua entre la intelectualidad de Lima y La Habana en dicho período.

Palabras claves:

Perú, Cuba, Actores Sociales, Relaciones Bilaterales, Relaciones diplomáticas.

Bilateral relations between Perú and Cuba in the NINETEENTH century

Abstract:

The concept of bilateral relations incorporates that of diplomatic relations but transcends it, it includes other areas not necessarily led by the political/official spheres.   Peru and Cuba, through the interaction of various social actors, overcame their geographical distancing and established bilateral contacts during the 19th century prior to the very establishment of diplomatic relations in 1902 and even when they did not yet exist as sovereign and independent states.

Thus, after the independence of Peru, achieved in 1824, diverse support for the Cuban emancipatory efforts came from this young Republic, and from that early period various events took place with the participation of a variety of social actors that allowed the development of a historical link that was not exclusive to the official/state level but was broader encompassing other spheres of society.

The history of this connection, although it was not linear or without difficulties, allowed the two peoples to establish contacts that favored their mutual knowledge and recorded a series of events that marked this relationship in both senses and that in some way influenced the more contemporary relationship.  In this article we seek to partially rescue the history of the links between these two peoples, collecting relevant events in the relations between Peru and Cuba in the 19th century, where we will observe a precursor feeling for the Latin American unity of Representatives and leaders in both countries, as well as an embryonic interest in the mutual collaboration between the intellectuals of Lima and Havana in that period.

Keywords:

Perú, Cuba, Social Actors, Bilateral Relations, Diplomatic Relations.


Introducción

En el presente artículo se pretende demostrar que las relaciones bilaterales entre Perú y Cuba tienen un componente histórico cuyas primeras referencias se remontan a las primeras décadas del siglo XIX, es decir en una fecha anterior incluso al propio establecimiento de relaciones diplomáticas. Con ello se mostrará que la relación entre estos dos pueblos no requirió ni esperó un marco oficial para desarrollarse. La ausencia de relaciones diplomáticas en este periodo no impidió que diversos actores sociales -que no representaron la postura ni el esfuerzo oficial- establecieran una dinámica de contactos que superó las barreras geográficas y la falta de relacionamiento conducido por los estamentos oficiales. 

En ese sentido, al hablar de relaciones bilaterales hacemos alusión a todo contacto que unió a estos dos países y que permitió establecer intercambios incluso en ausencia de vínculos diplomáticos; las entenderemos como los vínculos entre actores o sectores de ambos países que promovieron contactos y que le dieron contenido bilateral fuera de los cauces oficiales. Las relaciones diplomáticas se entenderán, en cambio, como las relaciones oficiales establecidas por dos Estados en el uso de su libre determinación y que conlleva al establecimiento de legaciones diplomáticas que representarán a cada Estado acreditante en el Estado receptor y que, al mismo tiempo, serán las encargadas de conducir las relaciones oficiales y de promover y defender sus intereses.

Un tercer concepto que se manejará es el de actores sociales comprendiendo en esta noción a todo agente social que a título individual, grupal o colectivo de un país, mantuvo contacto con similares actores del otro país y que hicieron posible un relacionamiento entre ambas sociedades no necesariamente a nivel diplomático sino desde otras esferas de la sociedad.

Rastrear la historia de los nexos entre estos dos pueblos permitirá conocer los orígenes de una relación que ya en el siglo XX se mostró más estrechas y más integral. En el desarrollo de este artículo se ha empleado el método lógico-histórico, que ha posibilitado seguir el proceso –origen y desarrollo- de las relaciones entre Perú y Cuba, así como la revisión y análisis documental herramientas apropiadas para evaluar las fuentes disponibles constituidas, básicamente, por la información recogida en informes, trabajos de investigación, comunicaciones abiertas oficiales de instituciones públicas de los dos países, prensa escrita, entre otras.    

Arriba M.R. Vidaurre y Encalada

  1.  Contactos bilaterales en la primera mitad del siglo XIX.

Diversas publicaciones dan cuenta que a lo largo del siglo XIX se registraron episodios que vincularon a peruanos y cubanos predominando, aunque no de manera exclusiva, el acercamiento por razones políticas –no necesariamente oficiales- motivado por el apoyo que ofreció el Perú a los esfuerzos independentistas cubanos contra la metrópoli española.

Uno de los encuentros más lejanos del que se tiene referencia, gira en torno a la presencia del jurista y escritor peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada desempeñando el cargo de oidor de la Gran Audiencia de Puerto Príncipe, actual Camagüey, entre 1820 y 1822.  Durante su estadía en Cuba, Vidaurre se vinculó activamente a la conspiración Soles y Rayos de Bolívar -movimiento que constituyó para algunos historiadores un intento prematuro por la Independencia de la Isla.[1]  Vidaurre, participó junto a otras personalidades sudamericanas no sólo en su organización, sino incluso en su financiamiento.  Sus opiniones favorables a las corrientes libertarias cubanas, lo llevaron a ser trasladado a España.[2]

Años más tarde, peruanos y cubanos vuelven a vincularse en torno a los renovados esfuerzos independentistas de la nación caribeña.  El 30 de mayo de 1869, el Perú reconoció de manera oficial la beligerancia de Cuba y, semanas después, el 13 de agosto, reconoció su Independencia, lo que convirtió al Perú en la primera nación latinoamericana en tomar esa histórica decisión.

Ha quedado registro de que en mayo de 1869 se realizaron diversos mítines públicos destacando los realizados en uno de los principales teatros de Lima, en la Plaza de los Desamparados y frente al Palacio de Gobierno, en este último, una amplia representación popular fue recibida por el propio presidente José Balta.  Ese mismo año, el presidente peruano solicitó al gobierno de Estados Unidos que no entregara a España treinta cañoneras que se construían en ese país para el ejército colonialista de la nación europea.

El Perú, se erigió rápidamente como uno de los países hispanoamericanos más activos e interesados por la independencia de Cuba.   Los gobiernos sucesivos de los presidentes José Balta (1868-1972), Manuel Pardo y Lavalle (1872-1876) y Mariano Ignacio Prado (1876-1879), brindaron apoyos expresos e incluso económicos a la causa independentista.

La vinculación peruana en los esfuerzos libertarios de Cuba, ha quedado plasmada en documentos oficiales tanto de Cuba como del Perú.  Para graficar los compromisos, acuerdos e intereses compartidos entre estos dos países en esta segunda mitad del siglo XIX, el análisis de la participación del Dr. José Manuel Carbonell – miembro de la Misión Especial de la República de Cuba en los actos efectuados el 16 de diciembre de 1924 en Lima, para conmemorar el Centenario de la Batalla de Ayacucho – es elocuente.

Como parte de sus actividades en dichos actos, el Dr. Carbonell pronunció en el Museo Bolivariano, Antiguo Cuartel General de San Martín y Bolívar, unas palabras que podrían graficar el sentido de la relación entre Cuba y el Perú durante el siglo XIX: “Sólo son dignos de la libertad los pueblos incapaces de olvidar a los que por conquistarla bregaron y murieron, o los que por conservarla son capaces de guerrear y de morir también (Carbonell, 1924)” (Cuba, Secretaría de Estado de la República a, 1925, p.9).

El diplomático cubano, se refería a la gratitud de sus coterráneos hacia el pueblo peruano por la significativa ayuda brindada a la causa independentista de la Isla en la segunda mitad del siglo XIX.  Ese gesto de evocación, de recordatorio constante de las heroicidades de los “hijos del Sol”, de los “moradores del viejo imperio de los incas” -afirmó en su discurso-  engrandecía también a Cuba, “centinela de los ideales, abanderada de la fraternidad y de la concordia (Carbonell, 1924)” (Ibíd., p.8).

En esta misma línea de reconocimiento al Perú -por su apoyo al esfuerzo independentista cubano de entonces-, en el folleto publicado por la Oficina Panamericana de la Secretaría de Estado de la República de Cuba como memoria de la participación de sus delegados en el Tercer Congreso Científico Panamericano reunido en Lima, se incluyó varios archivos relativos no sólo al reconocimiento de la beligerancia de los independentistas cubanos sino a las licencias otorgadas a ciudadanos del mismo país para ampararlos como amigos del Perú, al igual que a buques y demás propiedades que sirvieran a su causa.

Una vez confirmada la organización del gobierno de la República de Cuba en Armas las autoridades peruanas manifestaron el reconocimiento de la independencia y de la existencia de esa estructura política y sus medios materiales (Cuba, Secretaría de Estado de la República b, 1925, 51).  Estos pronunciamientos iniciales, tienen fecha de mayo y agosto de 1869; en la referida memoria se registra igualmente la correspondencia entre Manuel Márquez Sterling, comisionado especial de la República de Cuba en el Perú, y José de la Riva Agüero, Ministro de Relaciones Exteriores del país sudamericano intercambiadas entre julio y agosto de 1873.

En estos escritos, se consigna que la parte cubana solicitó la autorización para que las Legaciones y Consulados del Perú en el exterior expidieran pasaportes a los ciudadanos cubanos que así lo solicitaran para realizar todos los actos de su vida civil y política en aquellos países donde la independencia de la Isla no estuviera reconocida[3].  El comisionado cubano y el ministro peruano, efectuaron otras gestiones para tratar asuntos similares, ello quedó registrado en el informe presentado por el Canciller peruano al Congreso de su país a modo de resumen de su labor al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1872 y 1874.

Tanto en la introducción, como en el anexo Cuestión Cubana, Riva Agüero expresa que su gobierno considera la independencia de Cuba como un derecho que no podía debatirse, y por tanto, había procurado favorecerla activamente.  Al mismo tiempo, señala que su representante en la legación en los Estados Unidos de Colombia apoyaría la propuesta de esa nación para mediar junto al gabinete de Washington con el fin de lograr la independencia de la Isla o, al menos, la regularización de la guerra a la que califica de cruenta. [4]

Más adelante, describe las acciones peruanas para congregar a las repúblicas hispanoamericanas en un congreso [5] con el fin de resolver el caso cubano; si bien estas tentativas resultaron infructuosas, su vocación latinoamericana, resulta evidente:

«…En presencia de una situación como ésta; testigos de una tan desesperada lucha, no es dable que permanezcan impasibles los pueblos que en este continente vivieron como Cuba, la vida colonial, y que antes que ella hicieron las naciones.  La igualdad de causa, la comunidad de origen, todo lo que puede establecer entre un pueblo y otro los vínculos más estrechos, y despertar en ellos las más vivas simpatías por su mutua suerte; todo concurre a despertar en los pueblos del continente americano un inmenso interés por la causa de la hermosa Antilla. Por eso estos pueblos no han escaseado sus demostraciones en favor de ella, bien que manteniéndose dentro de los límites de las conveniencias internacionales…» (Riva Agüero, 1874) (Perú, Secretaría de Estado, 1874, p.13).

Como afirma el doctor Sergio Guerra (07/01/2019), las reformas liberales desarrolladas como parte del proceso de erradicación de la herencia colonial, en evolución desde mediados del siglo XIX, dominaban el contexto latinoamericano cuando comenzó en Cuba la Guerra de los Diez Años.  La difusión de las reformas liberales, dirigidas a completar las tareas inconclusas del ciclo independentista de 1810 a 1826, favoreció la solidaridad continental con los patriotas cubanos durante la Guerra de los Diez Años; los intentos de reconquista efectuados por España y Francia, a principios de la década de 1860, reforzó este sentimiento.

No obstante, es ante los sucesos del Virginius, en octubre de 1873 [6], cuando se manifestó la posición concluyente de Perú -a través de la correspondencia oficial entre Eduardo Villena, interino del coronel Manuel Freyre, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú en Estados Unidos de América- y el propio ministro Riva Agüero.

Villena, advierte en esos mensajes la posición ambigua de los Estados Unidos respecto a la guerra entre España y Cuba incluso luego de los sangrientos acontecimientos en los que murieron ciudadanos norteamericanos; esgrime la posibilidad de que el Perú estuviera dispuesto a entrar en la guerra para proteger la causa cubana, así como las inevitables consecuencias para los intereses políticos de América del Sur si Estados Unidos anexara el territorio de la mayor de las Antillas.[7]

Como parte de su respuesta a Villena, Riva Agüero describe la indignación que tanto en el Gobierno como en los ciudadanos peruanos y en los distintos órganos de prensa habían ocasionado los mencionados hechos.  Como conclusión de sus mensajes, el diplomático insiste en un acercamiento al secretario de Estado norteamericano y a los agentes diplomáticos de los países americanos en Washington, a fin de obtener el concurso de todos, si fuera posible en acción simultánea, para la regularización de la guerra en Cuba, además del auxilio material a los independentistas isleños.

El autor cubano Virgilio Ferrer sostiene que Riva Agüero tenía claro no solo el apoyo oficial a Cuba sino también el de amplios sectores de la población, lo que se traducía incluso en el apoyo de la prensa peruana quien a decir de Riva Agüero había hecho suya la causa cubana (Ferrer, 1944).  Ferrer recoge que El Comercio[8], publicó por aquellos días:

«…Para Cuba, la época de tutoría ha concluido; la brava Antilla ha llegado a su mayor edad, y ya el tutor es innecesario. Cuba debe ser libre, y lo será; porque así está escrito en el libro de los destinos de las naciones. La época de la esclavitud ha terminado y la última presa de la codicia española va a ocupar el lugar que debe en el catálogo de las naciones… Cuba necesita de nosotros, y no seríamos digno de nosotros mismos, si nos alejáramos, con la indiferencia en el corazón del que nuestro apoyo reclama…» (El Comercio, s. f) (Ferrer, 1944, p. 27).

Pero este apoyo peruano a la causa libertadora emprendida por Cuba, no solo era declarativa, sino incluso se materializó a través de una ayuda financiera destinada a su independencia.  Varios autores han mencionado la entrega de doscientos cincuenta mil soles –ochenta mil pesos– que el pueblo peruano realizó en mayo de 1869 al primer agente diplomático cubano en Sudamérica, Ambrosio Valiente, durante un mitin público realizado en uno de los principales teatros de Lima. [9]  Este apoyo resulta aún más significativo debido a que la situación económica que atravesaba el Perú no era de las mejores.

Algunos años después, el 8 de agosto de 1874, los diputados peruanos Ricardo N. Espinosa y Nicanor Rodríguez presentaron una moción para convocar en Lima un Congreso americanista que abogara por la independencia de Cuba y que se otorgase el presupuesto de un millón de soles para auxiliar esa causa.  La situación económica interna del Perú que empeoraba determinó que esta propuesta no prosperara.  En su lugar, el parlamento promulgó una ley autorizando la donación de doscientos mil soles en bonos de la deuda interior a los independentistas cubanos.  Ese dinero fue destinado a adquirir armamento que poseía el ex presidente Mariano Ignacio Prado y que daría lugar a la malograda expedición a Cuba del Uruguay, barco en el que viajarían sus hijos Leoncio, Grocio y Justo Prado, junto al coronel Guillermo Gendron de Coligny.

A propósito del apoyo económico brindado por el Perú a Cuba, el investigador Israel Corrales en la reseña histórica y descripción de los bonos emitidos durante la Guerra de los Diez Años registró los que circularon en 1869 como acuerdo de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico con las naciones andinas, entre ellas el Perú, para crear una marina cubana.  Los bonos estudiados por Corrales, con valor de cien pesos, convertían al portador en accionista o propietario de una parte de ese cuerpo equipado para el corso contra España.[10]

En diciembre de 1877, la República de Cuba en Armas participó en un Congreso Americano de Jurisconsultos que se reunió en Lima para concertar las leyes latinoamericanas.[11] Este acto de legitimación de la Revolución, fue posible gracias al gesto del gobierno de Mariano Ignacio Prado quien en octubre de 1876, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, José Antonio García y García, envió el mensaje de invitación al foro, donde señaló: 

«…para el gobierno del Perú, que hace largo tiempo reconoció la independencia de Cuba, ha entrado ya, esta importante fracción de la América, en el rol de los Estados soberanos; y, no obstante, las circunstancias en que se halla colocada esa nueva nacionalidad, por efecto de la heroica lucha que aún sostiene, cree de su deber convocarla, como tiene el honor de hacerlo por mi conducto, a tomar parte en la formación de ese Congreso…»  (García, 1877) (Ferrer, 1944, p. 15).  

Sobra evidencia de que la lucha cubana por su soberanía había calado hondo en los sucesivos gobiernos y en el pueblo peruano.   Décadas más tarde, en la guerra de Cuba contra España de 1895 sin embargo, esta actitud peruana de solidaridad a Cuba fue diametralmente diferente.  Las estrategias de España para conseguir la neutralidad de los países de la región y la propia situación política de América Latina en esos últimos años del siglo XIX [12] provocaron la indiferencia de la región. 

De hecho, ningún gobierno latinoamericano reconoció la beligerancia de los patriotas cubanos.  En esta época, los recuerdos de las batallas libertadoras de los países de la región frente a la metrópoli española resultaban ya lejanos. Para entonces, casi la totalidad de los países latinoamericanos habían normalizado y fortalecido sus relaciones con la ex metrópoli y España poseía nuevas formas de control y de injerencia que hubiera activado y por tanto afectado al país que expresara abierta adhesión a la causa cubana.

En 1897, durante su segundo mandato presidencial, Nicolás de Piérola [13], fundador del Partido Demócrata, declaró que no podía el Perú, aunque los deseara, mostrar solidaridad como en la contienda anterior ni aceptar de manera oficial el estado de guerra y la independencia de los cubanos, pues ejercía España, por decisión de los gobiernos implicados, el arbitraje de las diferencias fronterizas entre naciones sudamericanas. La fría posición hacia Cuba era en estas circunstancias hasta cierto punto justificada, no obstante pese a esta postura oficial frente al conflicto, tan pronto la Independencia de Cuba fue reconocida, Perú hizo lo propio en 1902.

Arriba: Partido Revolucionario Cubano

Si bien las actividades de los clubes y comités revolucionarios cubanos y las suscripciones en los medios de comunicación para contribuir con la causa independentista recibieron del gabinete de Piérola una inicial tolerancia, las gestiones del entonces representante español en Lima para apoyar la reorganización de las fuerzas armadas peruanas perjudicadas -como consecuencia de la derrota en la Guerra del Pacífico- constituyeron otro punto esencial en el cambio de actitud del gobierno peruano hacia Cuba y hacia las corrientes de apoyo que internamente se registraban.

A pesar de ello, se puede afirmar que el Perú fue uno de los países de la región donde con más éxito se desarrolló la estrategia exterior del Partido Revolucionario Cubano (PRC) [14]  debido a una relación muy coherente de la emigración cubana con los clubes en Estados Unidos.  En Perú se organizaron varios clubes revolucionarios como el Comité Patriota Cubano, transformado en Club Leoncio Prado, el Club Lima, el Club Independencia de Cuba y el Centro de Propaganda Cubana, los cuales estuvieron integrados no sólo por residentes cubanos sino también por ciudadanos peruanos de diversos estratos sociales.

Arriba: Nicolás de Piérola

Luego del derrocamiento del presidente Andrés Avelino Cáceres [15], en marzo de 1895, el comisionado español en Lima  logró de la Junta de Gobierno, el compromiso de detener las acciones de los agentes cubanos.  Sin embargo, esas acciones continuaron de manera activa por lo que España cambió a su enviado en señal de protesta.  El nuevo representante presenció el recibimiento público de Arístides Agüero, plenipotenciario del PRC, episodio que incluso fue reflejado ampliamente por la prensa peruana.  En uno de sus informes, el funcionario español, declaró:

 » … sin poner en duda el celo y patriotismo con que el titular que me ha precedido en esta legación procuraría evitarlo, es el caso que los delegados Agüero y Cárdenas fueron aquí recibidos con tumultuosas manifestaciones de simpatía y que el grito de “Muera España” y “Viva Cuba” se dio corrientemente en las calles sin represión alguna de la policía, influyéndose en el espíritu público del radicalismo americano, de la juventud irreflexiva y especialmente de la plebe, en términos que bien puede decirse que la situación del representante de España no podía ser más desagradable ni desairada… » (Arellano, 1895) (Gallegos, 2016, p.5). 

Estos sucesos descritos por el representante español muestran que la solidaridad del pueblo peruano hacia Cuba era espontánea y que el apoyo popular a la guerra iniciada en 1895 era incuestionable – tal y como sucedió en la Guerra de los Diez Años-, a pesar de que en esta ocasión el gobierno del Perú, condicionado por un contexto internacional adverso, se ajustó a las convenciones y a las presiones españolas.

Como apreció el diplomático cubano Manuel Márquez Sterling  en su libro La diplomacia en nuestra historia, la prensa, la mayoría de los elementos intelectuales, la masa popular, desde Chihuahua hasta la Patagonia, aguardaban impacientes el término de la contienda y la creación de la República de Cuba; mientras a los delegados revolucionarios se les cerraban las puertas de los palacios presidenciales, lo más sano de la sociedad recogía aliento y a veces recursos para la conclusión de la lucha de los cubanos por su independencia (Márquez Sterling, 1967).

Graficando lo expresado por Márquez Sterling, en el caso peruano, uno de los más importantes intelectuales de la época, el escritor Ricardo Palma [16], mantuvo una abierta y manifiesta simpatía por la causa cubana del 95.  El historiador peruano Oswaldo Holguín Callo, hace una amplia referencia a las simpatías de Palma por la independencia de la Isla, afecto que profesó incluso varios años antes, durante la Guerra Grande, cuando expresó públicamente su apoyo a Cuba tras el fusilamiento en 1871 del Poeta Juan Clemente Zenea. [17]

Arriba: Escritor peruano Ricardo Palma.

En 1893, durante su regreso de España -a donde asistió como representante peruano en la conmemoración del IV Centenario del descubrimiento de América- Palma hizo una breve escala en La Habana; allí conoció a la poetisa borinqueña Lola Rodríguez de Tió, con quien mantuvo un intercambio epistolar que ha permitido conocer la postura de Palma sobre Cuba, en esa época.  Si bien el escritor peruano alentaba vivamente la separación de la Isla de España, la participación de los Estados Unidos le parecía peligrosa.[18]

Palma fue más crítico e, incluso, expresó su solidaridad con España cuando finalmente Estados Unidos interviene en el conflicto y España resultó vencida.  Como señaló Holguín Cayo: “Ante la severa derrota española, Palma, como tantos americanos que amaban el ancestro ibérico, también debió de sentir pesadumbre e impotencia.  Respaldar la independencia de Cuba era una cosa, y otra muy distinta ver que la madre patria caía vencida por una nación nueva pero inmensamente más poderosa.” (Holguín Cayo, 2015, p. 247).[19]

La vinculación de Palma con Cuba, no respondió únicamente a razones políticas, también ha quedado registrada la existencia de una motivación intelectual y académica.  El ilustre peruano mantuvo correspondencia con reconocidos intelectuales e historiadores cubanos entre los que destacan Rafael María Merchán, Antonio Bachiller y Morales, Manuel de la Cruz, José Joaquín Palma, José Ignacio de Armas, Pedro Santacilia, Julián del Casal y Aurelia Castillo de González.  La influencia literaria de Palma también llegaría a Cuba años más tarde a través de la especie literaria denominada Tradición –una mezcla de historia y ficción como la definiría el propio Palma- y cuyo mayor representante en Cuba fue Álvaro de la Iglesia con sus Tradiciones cubanas.

En las últimas décadas del siglo XIX, se registraron otras vinculaciones entre peruanos y cubanos por razones distintas a las políticas.  El destacado economista cubano José Payán,[20] quien residió en Perú desde 1875 y por casi 40 años, no sólo participó en la defensa de Lima durante la Guerra del Pacífico sino que también tuvo un rol importante en las tareas de reconstrucción del sistema financiero de su país de adopción.

Estando en Perú, desde Cuba se le encargaron diversas funciones.  En 1897, el Consejo de Gobierno de la República en Armas de Cuba lo nombró agente general de Cuba en el Perú y años más tarde durante La República fue nombrado cónsul general de Cuba en el país andino.  Payán, desarrolló igualmente una amplia actividad profesional en Lima, fue gerente del Banco del Callao –el único de los bancos fundados antes de la Guerra del Pacífico y que había sobrevivido-, fue luego gerente del Banco del Perú y Londres.

En medio de una de las peores crisis financieras del Perú, en 1897, Payán fue el principal artífice del reemplazo del patrón plata por el patrón oro que permitió instaurar la libra peruana como la nueva unidad monetaria y cuyo valor equivalía a diez soles plata y con igual valor a la libra inglesa.  Por su conducción acertada en esta compleja transición, autores como Contreras y Cueto lo califican como “el mago de las finanzas” [21].   Asimismo, uno de los economistas peruanos más célebres y considerado el fundador de la Economía peruana dice de Payán “obrero ilustrado e infatigable en la reconstitución económica de mi Patria”. [22]

Payán, fue uno de los personajes más destacados y reconocidos en el medio económico y financiero del Perú de entonces.  Desde su llegada al país, inició una larga carrera en la banca peruana que lo llevó a convertirse en uno de los hombres más adinerados y prominentes del sector privado.  De la misma manera, supo transitar de las finanzas hacia la actividad industrial, posicionándose en el naciente ámbito gremial y llegó a presidir durante catorce años (1901-1915), la Sociedad Nacional de Industrias -organización representativa de los industriales privados del país- estableciendo relaciones personales y sociales con los más connotados políticos peruanos de la época. [23]

El apoyo oficial que los gobiernos peruanos dieron a Cuba durante la denominada Guerra Grande, también permitió que en Lima se instalara una comunidad de ciudadanos cubanos que se estima en unas cincuenta personas, quienes lograron integrarse plenamente, muchos de ellos, en las más altas esferas sociales de la época. [24]  Francisco de Paula Bravo -de quien se mencionó había participado en representación de Cuba en el Congreso Interamericano de Juristas y quien residiría en Perú pasado el Congreso-, había logrado vincularse a uno de los limeños más adinerados, don Dionisio Derteano y participaba asiduamente en las famosas tertulias que en su residencia ofrecía.   El historiador Oswaldo Holguín Callo, le atribuye ser uno de los autores del prólogo y de los versos contenidos en Horas alegres, versos gestados en las memorable tertulias de Derteano, bajo el seudónimo de Hatuey. [25]

1. La familia Prado y su vinculación con Cuba

Hemos reservado un tratamiento separado a uno de los pasajes más significativos de la vinculación entre peruanos y cubanos durante la segunda mitad del siglo XIX, el mismo que gira en torno a la participación y contribución de varios miembros de la familia Prado en la guerra de independencia de la Isla.  Estos hechos, han sido valorados y reconocidos por los gobiernos y pueblo cubanos de la época e incluso durante el siglo XX.   La trascendencia de este aporte, obliga a dedicarle en este artículo un apartado, con la dispensa por alterar el orden cronológico de las relaciones reseñadas en los acápites previos.

En enero de 1944, el profesor cubano Virgilio Ferrer Gutiérrez [26] dictó una conferencia titulada Perú en la independencia de Cuba.  En esta intervención, el autor resaltó los orígenes de las relaciones entre ambos países y la ayuda incondicional de la república peruana a la causa independentista cubana.  En esa oportunidad, como en tantas otras, se hizo referencia distinguida a la familia Prado:Los Prado –sobradamente sabido es- sintieron y pensaron en cubano” (Ferrer, 1944, p. 14).

Mencionar a Mariano Ignacio Prado -presidente del Perú en dos oportunidades- y a sus hijos Leoncio, Grocio y Justo, son referencia obligadas para entender la magnitud de las relaciones entre los dos países durante los siglos XIX.  La vinculación de esta familia con Cuba, gira recurrentemente en su apoyo desde distintos frentes a la formación de la República independiente.  El aporte de los Prado ha recibido diversos reconocimientos públicos del Congreso y de otras esferas oficiales cubanas durante el siglo XX.

El maestro César García del Pino, publicó un estudio minucioso sobre Leoncio Prado [27]; donde destaca que en septiembre de 1875 Leoncio Prado intentó zarpar en el vapor Uruguay, nave que debía partir desde la isla San Andrés -territorio panameño- con una expedición financiada por el Perú.  Este, constituiría el primero de varios fracasos cuyas causas, muy bien analizadas por García del Pino, pueden encontrarse en las propias contradicciones que comprometieron el éxito de la Guerra de los Diez Años, pero no constituye propósito de este artículo.

El 11 de abril de 1876, el presidente Prado arribó a Nueva York en viaje hacia Europa donde iniciaría negociaciones financieras a favor de su país.  En la ciudad norteamericana, se entrevistó con Francisco Vicente Aguilera [28], a quien conoció por mediación de su hijo Leoncio.  De esa reunión, surgió un acuerdo de “trabajos patrióticos”, como afirma unos de los documentos consultados por el doctor García del Pino en el Archivo Nacional.  El proyecto, consistía en que Aguilera desembarcase en Cuba, tomase posesión de la presidencia de la República en Armas y expidiese patentes de corso con los nombramientos correspondientes para iniciar el hostigamiento a la marina española en costas cubanas.

Meses después -en julio de ese año- en su viaje de regreso al Perú, Prado se encontró en Kingston con su hijo Leoncio y con el coronel Pío Rosado quienes insistían en recolectar recursos para llevar a Cuba una expedición.  En dicho encuentro se acordó, entre otros temas, que el presidente Prado le proporcionaría aquel mismo día a su hijo Leoncio los fondos necesarios para iniciar los trabajos y que luego remitiría desde Lima otra cantidad que debería llegar a Kingston en la primera quincena de septiembre de 1876.  Por su parte, el coronel Rosado se trasladaría a Haití para conseguir armamento y entrevistarse con el Presidente de ese país a quien, en nombre de Prado, le pediría enviar un comisionado secreto a Lima autorizado para negociar con el Perú un acuerdo de ayuda para Cuba.

Leoncio Prado Gutiérrez nunca pisó tierra cubana, aun así, es reconocido como coronel [29], grado otorgado por el gobierno de la República en Armas por la acción del secuestro del vapor español Moctezuma, en Puerto Plata, República Dominicana, en noviembre de 1876. En esta acción, enarboló una bandera cubana y lanzó una proclama bautizando la embarcación con el nombre de Céspedes, al servicio de la Revolución.  Días después, él y sus acompañantes la incendiaron para que no cayera en manos españolas.  Esta operación, fue parte de su campaña para la creación de una marina de guerra mambisa mediante la incautación de embarcaciones españolas.

Arriba: Vapor hispano Moctezuma.

A mediados de 1877, Prado colaboró nuevamente con su hijo Leoncio para armar un buque en el que el joven navegó hasta Filipinas para hostigar a España y obligarla a dividir sus fuerzas.  La embarcación naufragó de regreso a Occidente, pero evidenció el esfuerzo de la familia Prado para conseguir el éxito de la causa cubana.

Después del Pacto del Zanjón [30], Leoncio Prado trabajó con el Comité Revolucionario Cubano en Nueva York con el ánimo de recaudar fondos para el sostenimiento de lo que en la historia de Cuba se conoce como Guerra Chiquita; en este esfuerzo, viajó por varios países de América e incluso aportó económicamente para los preparativos de la nueva campaña.

El 24 de junio de 1879, Leoncio Prado se despidió de Calixto García para marchar a su país, enfrentado con Chile en la guerra del Pacífico (1879 – 1883).  En la argumentación de su despedida destaca un sincero latino americanismo: “…Las circunstancias anormales por las que atraviesa el Perú me obligan a tener el sentimiento de renunciar al honor de pertenecer al Comité Revolucionario Cubano tan dignamente presidido por Vd. Como peruano tengo sagrados compromisos con mi patria, y como americano los tengo con Cuba (Prado, 1879)” (García, 2003, p. 49).

En mensaje posterior a los clubes de la emigración relacionados con el Comité Revolucionario Cubano, donde explicó las razones de su alejamiento temporal de la lucha por la independencia de la Isla, reiteró una voluntad que previamente había expresado a Calixto García: “Una vez terminada la actual contienda del Perú, volveré, sin tardanza, a dedicarme al servicio de Cuba, con la misma sinceridad y constancia que hasta hoy (Prado, 1879)” (Ibíd., p.50).

Una apasionada polémica epistolar, enfrentó a Leoncio Prado con Calixto García días después de su despedida.  El líder cubano había cuestionado, en un mensaje dirigido al Prado, la decisión de Antonio Maceo de donar al Perú un depósito de cuatrocientos mil tiros que se encontraban en su poder.  Para García, éste había sido un acto particular y no una demostración del pueblo cubano pues como colectividad, en una cuestión de repúblicas hermanas, decía, no le era dado tomar parte sino como mediador o conciliador, esto, sin olvidar los servicios morales y materiales que hizo Perú a Cuba desde los primeros días del nacimiento de la República, descollando entre todas las demás naciones.

La respuesta del joven Prado a García, como afirma César García del Pino, destaca por la clarividencia con que previó las fuerzas, entonces ocultas para muchos, que se movían en el continente americano y que iban dirigidas a incrementar su explotación y sojuzgamiento por parte de las potencias colonialistas.  Por su alcance, las citamos:

«…la cuestión que se ventila con las armas en el territorio boliviano (…) no se debate el derecho a un pedazo de terreno, sino otros problemas de mayor y más trascendental importancia para todos los pueblos de América, en cuyos problemas están mezclados los intereses de Cuba, por muchos y diversos conceptos que no pueden ocultarse a la penetración del Comité[31]; bastante ilustrado para desconocer que cuando se admitiese como lícito y legítimo el poder de la fuerza, sería muy dudoso el apoyo que debiera  prometerse Cuba del exterior, y más dudoso todavía el resultado de sus esfuerzos en pro de la independencia…» (Prado) (García, 2003, p. 51) .   

En virtud del afecto, reconocimiento y admiración hacia el joven líder venido desde el lejano Perú, años más tarde uno de los clubes integrantes del Partido Revolucionario Cubano adoptó el nombre de Leoncio Prado, reconocido por los patriotas de la Isla como uno de los grandes próceres de la Guerra Grande.  Por ello, al concluir aquella contienda, la Revista Cayo Hueso, publicó las fotos de un grupo de patriotas entre las que aparecía la imagen de Leoncio.

Ya en el siglo XX, se sucedieron diversos acontecimientos que conmemorarán y reconocerán el aporte de la familia Prado a Cuba.  Estos actos provinieron incluso desde las más altas esferas políticas cubanas.  Solo para mencionar algunos, en 1910 el Ayuntamiento de La Habana, encargó al pintor santiaguero Federico Martínez Matos, una colección de cien retratos de patriotas cubanos y extranjeros que participaron en las gestas independentistas de Cuba, entre ellos, el de Leoncio Prado.  Hoy se puede apreciar ese óleo en la Sala de las Banderas del Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, en el Centro Histórico de La Habana.

Arriba: El presidente cubano Alfredo Zayas.

En 1925, el presidente cubano Alfredo Zayas, pronunció un discurso en el que acentuó el lugar preferente que ocupan en la historia, los hechos realizados por Leoncio Prado en pro de la emancipación de la patria cubana; entre ellos, destacó el haberse apoderado en alta mar, para Cuba militante, del Moctezuma, rebautizado Céspedes, ondeando de esa manera por primera vez en el mar la enseña cubana. 

Entre el 26 de septiembre y el 7 de octubre de 1944, el gobierno de la República de Cuba dedicó un intenso homenaje al general Mariano Ignacio Prado y a su hijo, el coronel Leoncio Prado [32].    Entre los actos más significativos en este homenaje se contó con la botadura del caza submarino Leoncio Prado, el 30 de septiembre de 1944, en el Distrito Naval del Norte.  Ese mismo día, en acto presidido por el propio Presidente Fulgencio Batista se realizó la inauguración del Monumento al general Mariano Ignacio Prado en una de las avenidas principales de La Habana.  

Entre los actos de esos días, el senador Emilio Núñez describió varios de los momentos más recordados por los cubanos entre todos los gestos que para Cuba tuvo el general peruano:

En julio de 1874, contestando un discurso del Comisionado Cubano Francisco de P. Bravo, al que había concedido todas las prerrogativas de un Ministro Plenipotenciario de un Estado soberano, dice lo siguiente (…): “La causa de Cuba es una causa santa; la causa de la redención americana.  Cuba es América y América es mi Patria. Y ¿qué no haría yo por mi Patria? (…) La opresión de Cuba es el puñal de la tiranía monárquica clavado en el corazón de la América republicana…”

El 15 de mayo de 1875 el general Mariano Ignacio Prado le escribe a su hijo Leoncio una carta (…): “Querido hijo: No hay  pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su Independencia y yo deseo que tú seas uno de los que forje la libertad de Cuba. Con tal deseo hice que se te dieran dos años de licencia (…)”. También envía a otros dos pedazos de su corazón, a Grocio y a Justo, que combaten (…) junto al Generalísimo Máximo Gómez… (Núñez). (Cuba. Ministerio de Estado, 1944, p. 51).

Conclusiones

Perú y Cuba superaron las distancias geográficas y establecieron relaciones bilaterales a través de una sucesión de eventos a lo largo del siglo XIX, en una etapa incluso anterior al propio establecimiento de las relaciones diplomáticas.   En este relacionamiento diversos actores sociales tejieron un tramado histórico donde se aprecia la existencia de un precursor interés por la unidad latinoamericana.

Esta vinculación temprana no sólo provino de las esferas oficial / estatales, sino también desde otros ámbitos de la sociedad que enriquecieron dicha relación bilateral y sentaron las bases para el desarrollo de vínculos más profundos durante el siglo XX.

El rol jugado por la familia Prado durante este periodo fue significativo y los actos de gratitud y reconocimiento hacia estos tempranos acontecimientos que protagonizaron, dieron cabida a renovados impulsos de la relación bilateral en el siglo XX.

Referencias    

Cuba. Secretaría de Estado a. (1925). Discursos pronunciados por el doctor José Manuel Carbonell, plenipotenciario de Cuba en las fiestas celebradas en Lima, Perú, en conmemoración del centenario del centenario de la Batalla de Ayacucho y trabajo presentado por el mismo, como delegado de Cuba al Tercer Congreso Científico celebrado también en Lima, del 20 de diciembre de 1924 al 6 de enero de 1925. La Habana: Secretaría del Estado.

Cuba. Secretaría de Estado b. (1925). Memorándum para los señores delegados de Cuba en el Tercer Congreso Científico Panamericano que se reunirá en Lima el 20 de diciembre de 1924. La Habana: Secretaría del Estado.

Cuba. Ministerio de Estado. (1944). Homenaje del Gobierno de Cuba al general Mariano I. Prado y al coronel Leoncio Prado. Actos celebrados en homenaje a los héroes peruanos de la gesta emancipadora cubana, durante los días 26 de septiembre al 7 de octubre de 1944.  La Habana: Publicaciones del Ministerio de Estado.

Ferrer, V. (1944). Perú en la independencia de Cuba y otros temas americanos. La Habana. Ediciones de la Revista Índice.

Gallegos, C. Estrategias de guerra. Las acciones de Cuba y España en la Región Andina Sur frente al proceso independentista cubano. En: Memoria Académica. IX Jornadas de Sociología de la UNLP, 5 al 7 de diciembre de 2016, Ensenada, Argentina. www.memoria.fahce.unlp.edu.ar  (07/01/19)

García, C.  (2003). Leoncio Prado y la Revolución Cubana. La Habana: Ediciones Unión, Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Guerra, S. América Latina y la Independencia de Cuba, pp. 40-42.Disponible en:  www.adhilac.com.ar (07/01/19)

Holguín, O. (2006). Ricardo Palma y el 98: El problema cubano, el americanismo y el hispanismo. En: Revista Complutense de Historia de América, No. 26, 2000, p. 245.

Márquez,  M. (1967). La diplomacia en Nuestra Historia. La Habana: Instituto del Libro. 

Perú. Ministerio de Estado. (1874). Memoria que el Ministro de Estado en el despacho de Relaciones exteriores presenta al Congreso Ordinario de 1874. Lima: Imprenta del Estado.


NOTAS

* Martín Eduardo Palacios Rangel es funcionario diplomático peruano.  Ha desempeñado funciones como diplomático en las Embajadas del Perú en Chile, Polonia y Cuba; así como funciones consulares en los Consulados Generales del Perú en Guayaquil y en París.  Ha cursado estudios en el Centro de Altos Estudios Internacionales en Ginebra, Suiza, el año 1993, donde concluyó sus estudios en el primer puesto.  Ha cursado una Maestría en Gerencia Social en la Pontificia Universidad Católica del Perú y cuenta con estudios en Economía en esa misma Universidad.  Es egresado de la Academia Diplomática del Perú donde obtuvo el título académico de Licenciado en Relaciones Internacionales y Diplomático.

[1] Liderada por el habanero y coronel del ejército colombiano, José Francisco Lemus, esta logia masónica intentó la independencia de Cuba para formar la República de Cubanacán.   La conspiración homónima, fue liquidada en agosto de 1823.  Nota del autor.

[2] Roque Garrigó hace diversas referencias al papel del magistrado Vidaurre tanto durante su estadía en Cuba como desde EEUU (1823). Ver Roque Garrigó. Historia Documentada de la Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, pp. VII, 87, 89, 151 y 163.  Disponible en: http://dloc.com/UF00075420/00002 (19/01/2019)

[3] Resulta destacable la instrucción del Ministro de Relaciones Exteriores peruano Riva Agüero a sus legaciones para recibir …todo género de documentos testamentarios o cualesquiera otros  que expresen cambio o relación de obligaciones y derechos exigibles en el territorio de Cuba, bien sea entre cubanos, bien entre estos y ciudadanos o súbditos de otras potencias; quedando garantizada la intervención de los Agentes del Perú en dichos actos y la fe y autenticidad de estos por la declaración del Gobierno republicano de Cuba contenida en el siguiente oficio…

Secretaría de Estado República de Cuba. Memorándum para los señores delegados de Cuba en el Tercer Congreso Científico Panamericano que se reunirá en Lima el 20 de diciembre de 1924. La Habana, 1925, p. 61.

[4]  El Canciller peruano ahonda sobre las características de este conflicto y lo califica de inconcebible rigor en la segunda mitad del siglo XIX, con actos inhumanos que amenazaban dejar ese territorio de América en ruinas, aunque considera que los intereses que exigen su honra y sentimientos es la completa emancipación del suelo americano. Según Riva Agüero, su Gobierno tenía la convicción de proceder con fidelidad hacia los sentimientos de su pueblo, que abrigaba simpatías por la causa de los independentistas cubano. Perú. Ministerio de Estado. Memoria que el Ministro de Estado en el despacho de Relaciones exteriores presenta al Congreso Ordinario de 1874. Lima, Imprenta del Estado, 1874, pp.  VI, 13

[5] Colombia, a través de su Secretario de Relaciones Exteriores, circuló en septiembre de 1872, una nota diplomática en busca de un acuerdo continental para mediar en el conflicto hispano-cubano con el fin de gestionar la emancipación de la Isla o para obtener, cuando menos, la regularización de esa guerra según el Derecho Internacional. Esa iniciativa, logró respaldo de varios países de América Latina. Sin embargo, la gestión colombiana no prosperó por la resistencia de Estados Unidos a la independencia de Cuba.  Creyendo ineficaz el medio propuesto por Colombia, debido a la negativa de España a negociar, Perú propuso la convocatoria a un congreso de plenipotenciarios de repúblicas ex colonias de España para discutir los medios más eficaces y los puntos que pudieran adoptarse para que Cuba lograra la independencia.  

Ver Perú. Ministerio de Estado. Memoria que el Ministro de Estado en el despacho de Relaciones exteriores presenta al Congreso Ordinario de 1874, pp. 15-17.  

Sergio Guerra Vilaboy. América Latina y la Independencia de Cuba, pp. 40-42.Disponible en:  www.adhilac.com.ar (07/01/2019) 

[6] El asunto del Virginius o incidente del Virginius, es catalogado como una disputa diplomática que enfrentó a Estados Unidos y Reino Unido con España entre 1873 y 1875 como consecuencia de un hecho relacionado con la Guerra de los Diez Años, primera guerra de independencia de Cuba, iniciada en 1868.  Adquirido en Estados Unidos por cubanos, pero capitaneado por un estadounidense, el vapor Virginius transportaba recursos para el Ejército Libertador cuando fue capturado cerca de Morant Bay, Jamaica, por la corbeta española Tornado y conducido  a Santiago de Cuba. El Virginius transportaba más de ciento cincuenta pasajeros, la mayoría cubanos pero también estadounidenses y británicos. Tras una corte marcial, cincuenta y tres de ellos fueron ejecutados, incluyendo a varios ciudadanos británicos y estadounidenses. Nota del autor.

[7] Ver Perú. Ministerio de Estado. (1874). Memoria que el Ministro de Estado en el despacho de Relaciones exteriores presenta al Congreso Ordinario de 1874, p. 21 -26.

[8]  Fundado en 1839, es en la actualidad el segundo diario existente más antiguo y el de mayor circulación en el Perú; a la vez, es uno de los más antiguos en lengua castellana.  Nota del autor.

[9] Ver Sergio Guerra Vilaboy. Ob. cit., p. 37.

César García del Pino. Leoncio Prado y la Revolución Cubana, Ediciones Unión, Unión de Escritores y Artistas de Cuba. La Habana, 2003, p. 12.

[10] Ver Israel Corrales Vásquez.  Propuesta de catálogo de las primeras representaciones del Escudo de la Palma Real e imágenes alegóricas a la Marianne en bonos y billetes cubanos (1850-1898), p. 44.

[11] Cuba estuvo representada por Francisco de Paula Bravo. Asistieron representantes de Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica y Ecuador. Nota del autor.

[12] Ver Sergio Guerra Vilaboy. Ob. cit.

Claudio Gallegos. “Estrategias de guerra: Las acciones de Cuba y España en la Región Andina Sur frente al proceso independentista cubano”, en: Memoria Académica. IX Jornadas de Sociología de la UNLP, 5 al 7 de diciembre de 2016, Ensenada, Argentina. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar (07/01/2019)

[13] Nicolás de Piérola: Presidente de Perú en 1879 y 1895.  Nota del autor.

[14] Partido Revolucionario Cubano (PRC): organización política fundada por José Martí en 1892 para dar a la nueva guerra en preparación una línea programática. Disuelto en 1898.  Nota del autor.

[15] Andrés Avelino Cáceres: Presidente de Perú en los períodos 1886 – 1890; 1894 – 1895.  Nota del autor.

[16] Intelectual, político, académico (Lima, 1833-1919).   Sus famosas Tradiciones Peruanas instauran una variante literaria que tuvo seguidores en todo el continente.  Nota del autor.

[17] Ver Oswaldo Holguín Callo. “Ricardo Palma y el 98: El problema cubano, el americanismo y el hispanismo”, en Revista Complutense de Historia de América, No. 26, 2000, p. 245.

[18] Holguín Cayo señala que como muchos, Palma deseaba la independencia de Cuba, y sin reparos, lo había dicho en su libro Recuerdos de España al referirse a La Habana, pero no admitía su anexión a los Estados Unidos. Ibíd., p. 246. 

[19] El mismo autor cita a Palma para graficar su rechazo a una posible anexión a los EEUU:  “…Si la revolución de Cuba tiene carácter anexionista, si la isla ha de ser una estrella más en el pabellón yankee, execro tal revolución. Repito lo que he dicho en mis Reminiscencias de España al hablar de La Habana. Si Cuba no ha de ser una nacionalidad más en el concierto de las repúblicas americanas, que siga siendo española…” Ibíd., p 246.

[20] Nacido en Santiago de Cuba en 1844 y fallecido en Nueva York en 1919, obtuvo el grado de coronel del ejército cubano y abandonó la Isla en 1874. Nota del autor.

[21]Ver Carlos Contreras y Marcos Cueto. Historia del Perú Contemporáneo. Fondo Editorial, 2018, p. 181.  

[22] Ver Carlos Contreras.  “El nacional liberalismo del economista peruano José Manuel Rodríguez, 1857-1936”, en América Latina en la historia económica, 23(1), 41-67. Disponible en https://dx.doi.org/10.18232/alhe.v23i1.63 (20/01/2019)

[23] Ver Enrique Sato Kuroda. “La Burguesía Industrial en las Publicaciones de la Sociedad Nacional de Industrias durante la República Aristocrática” en Revista del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales IECOS No. 2, septiembre 2006, p. 72.  Kuroda señala que “…Lo acompañaban en el directorio, Felipe Barreda y Osma, José Pardo, Enrique Echecopar, Ricardo Salcedo, Gio Batta Isola, Sandro Cantuarias, Mariano Ignacio Prado y Ugarteche, y Emilio Segui.  Es decir miembros de la oligarquía como de los comerciantes inmigrantes, que también se dedicaban a la industria y que, de una u otra manera, llegaron a ocupar el poder político en el país”.  Disponible en http://www.bibliotecacentral.uni.edu.pe/pdfs/IECOS/2,2006/art_007.pdfñ (20/01/2019)

[24] Ver Oswaldo Holguín Callo. Política y Literatura en un impreso limeño de 1876,pp. 223 y 227.  Disponible en http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/114216/9465-Texto%20del%20art%C3%ADculo-37433-1-10-20140717.pdf?sequence=2 (11/07/2019)

[25] Ibíd. p.223.

[26] Durante un ciclo de lecturas organizado por la Sección de Literatura de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, evento de colaboración cubana a la reconstrucción de la Biblioteca Nacional de Lima.  Nota del autor.

[27] Ver César García del Pino. Ob. cit.

[28] Francisco Vicente Aguilera: 1821 – 1877. Mayor general. Uno de los iniciadores y figura de gran prestigio de la Revolución de 1868. Nota del autor.

[29] Ver Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba, primera parte (1510 – 1898), tomo 1.

[30] Pacto del Zanjón: Firmado en febrero de 1878 por parte de los jefes militares del Ejército Libertador que operaban en el centro del país y por el general español Arsenio Martínez Campos, Jefe de Operaciones en Cuba, supuso el fin de la Guerra de los Diez Años.  Nota del autor.

[31] Se refiere el Comité Revolucionario Cubano, organizado en Nueva York  para la organización de lo que se conoció como Guerra Chiquita (1879 – 1880), lo dirigió Calixto García.  Nota del autor.

[32] Ver Ministerio de Estado República de Cuba. Homenaje del Gobierno de Cuba al general Mariano I. Prado y al coronel Leoncio Prado. Actos celebrados en homenaje a los héroes peruanos de la gesta emancipadora cubana, durante los días 26 de septiembre al 7 de octubre de 1944. La Habana: Publicaciones del Ministerio de Estado, 1944.

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 13/14. Marzo 2019 – Diciembre 2022

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