Una embajada historiográfica con vocación americanista. Los historiadores argentinos en el «II Congreso Internacional de Historia de América»

La idea de una unidad histórica y la consecuente y natural  vocación americanista de los países del continente, era reforzada también por los otros oradores. El representante de Estados Unidos, el historiador Clarence Haring afirmaba en su discurso que  “…La América española y la América inglesa son ambas el producto de la frontera. Ambas han estado condicionadas en el pasado de las circunstancias sociales y políticas que acompañan a la conquista material de un continente virgen; ambas encaran los mismos problemas políticos y sociales en el presente…”.[25]

Más emotivo y explícito aún, el representante de Brasil, Dr. P. Calmón, iniciaba su interpelación al auditorio exclamando

“…Bendita sea la América, reunida familiarmente en el hospitalario y noble lar argentino para concertar entre sus historiadores la sana y útil política del conocimiento verídico y recíproco. Es privilegio de nuestro continente este parentesco indisoluble. Es su destino la paz sin resentimientos y la cultura sin prevenciones, que aquí representamos. El sentido de su civilización es una profunda y natural solidaridad entre nuestros países, en cuyo sincronismo adivinamos el mismo drama social, igual aventura creadora, equivalente formación histórica. Somos, en este mundo nuevo, la humanidad nueva…”.[26]

Es el germen de la libertad cultivado en el pasado, y el compartido espíritu independentista, el que provee el sustrato común a todo el continente:

“…La hora de la reconquista decisiva, de la América para los americanos, sonó en modo semejante. El orden puede ser peregrino: la libertad es nativa (…) Crecimos hombro con hombro. (…) De hecho nos comprendemos tan bien, que nunca un prócer americano, en la victoria o en la desgracia (…) se juzgó extranjero en país vecino. Los caballeros medioevales se hermanaban por la cruz; nosotros nos fraternizamos en la liberación…”.

La opción americanista –o panamericanista- se presenta así, más que como opción, como un destino. El

“…‘monroismo’ no es, así, una novedad sino una verificación. Habíamos formado, más que nuestra espiritualidad, nuestro sistema. Éramos para los americanos forjados al calor de tantas turbulencias cívicas, la libre América…”[27]

Los discursos de apertura del congreso están teñidos de una idea que sobrevolará todas sus sesiones, que podría expresarse en la existencia de un espíritu de confraternidad americana basado en la necesaria pero al mismo tiempo inevitable unidad panamericana. Esto, como veremos, no significó el rechazo a la herencia hispana de los países que la poseían, ni tampoco el debilitamiento de la centralidad concedida a la historia hispana e hispanoamericana tanto en las investigaciones como en la historia escolar. En este contexto, parece más bien el reforzamiento de una identidad de la que se destaca su común aspiración a la libertad frente a las derivas históricas de la situación europea. Las reflexiones expresadas en el congreso no son ajenas a la situación internacional. Una y otra vez se reafirma la convicción en las normas jurídicas del derecho internacional y en los regímenes arraigados en la democracia y la libertad, criticando el despotismo fascista y comunista.

Este sentido, que cruza numerosas presentaciones y debates de los historiadores durante el congreso, es más explícito aún en los discursos de cierre y ágapes organizados por las autoridades nacionales como homenaje. En la clausura del congreso el Ministro de Justicia e Instrucción Pública felicitaba a los historiadores porque

“…Habéis procurado al mundo un ejemplo de confraternidad, en momentos cuyo valor no desconocemos. Las palabras que aquí se han pronunciado (…) al perseguir los ideales de acercamiento común constituyen una riqueza nueva que se incorpora al patrimonio moral de nuestros pueblos…”[28]