Una embajada historiográfica con vocación americanista. Los historiadores argentinos en el «II Congreso Internacional de Historia de América»

Unos días antes, el presidente Justo había ofrecido un almuerzo a los delegados de todas las naciones participantes. En él señalaba lo

“…altamente auspicioso para nuestro continente y halagador para el sentimiento americano, que en esta hora confusa y obscura de la vida de la humanidad se congreguen en esta ciudad delegados de todos los países que lo integran, no con el objeto de discutir fórmulas como en los congresos del viejo mundo, para alejar el peligro de guerras que parecen más inminentes después de cada uno de esas reuniones, sino con propósitos de elevada especulación espiritual y de alta cultura…”[29]

Si en una inversión de esquemas, América y sus historiadores se convertían en faro para la cultura de la humanidad entera, la disciplina histórica tenía para el presidente argentino una contribución más que hacer a las sociedades presentes pues en

“…estos graves momentos de honda crisis de espíritu, cuando se predican doctrinas extrañas a nuestro medio, y parece hasta elegante renegar del propio pasado y de sus instituciones, al demostrar la inutilidad de la violencia y la falacia de todas las panaceas políticas tras la cuales corrió y corre la eterna ilusión humana, la historia debe llamar a la serena reflexión y a la cordura. Y debe enseñar a mirar hacia el porvenir sin abominar del pasado que lo preparó y de las instituciones que nos legaron los fundadores de nuestras nacionalidades, instituciones imperfectas, como toda obra humana, pero por lo menos, perfectibles, de acuerdo con las necesidades de la vida y con las exigencias de la evolución progresiva de los pueblos…”[30]

El personaje que mejor encarnaba los ideales de integración americana que se postularon en el congreso era Francisco de Miranda. Sobre su figura se condensaron varias de las propuestas integracionistas. Este venezolano, a la vez político, militar y escritor, en virtud de su participación en las guerras de  independencia norteamericana e hispanoamericana podía reclamar para sí el reconocimiento de su condición de héroe de la entera América. Su proyecto de una unidad americana del Missisipi a Tierra del Fuego era  el símbolo ideal del ideario americanista expresado en el congreso. No es casual que dos de las recomendaciones finales de los historiadores argentinos hayan estado vinculadas a él. A su propuesta fueron aprobados por unanimidad los proyectos de construcción en Buenos Aires de un monumento a de Miranda costeado por todos los países americanos, y la traducción y publicación junto con las actas del congreso de la obra del historiador norteamericano Spencer Robertson “La vida de Miranda”.[31]

El desarrollo de la Sección Metodología de la Enseñanza y Revisión de Textos

El congreso estuvo organizado en diferentes sesiones.[32] Todas ellas mantenían la misma estructura. Estaban integradas por uno o varios presidentes que generalmente eran miembros de la comisión organizadora, dos relatores que tomaban nota de las presentaciones, las preguntas y los debates posteriores para redactar una memoria de la sesión, y finalmente, los expositores, que habían sido expresamente invitados en función de sus trayectorias para desarrollar algún aspecto del tema de la sesión. Luego se abría un espacio de intercambio entre todos los participantes (expositores, autoridades y asistentes) que daba lugar a la elaboración de propuestas, resoluciones y recomendaciones.

En la sesión plenaria de cierre, las conclusiones de cada sesión aprobadas pasaban a integrar el documento final con las propuestas del congreso.

Particular interés reviste el análisis de la sesión “Metodología de la Enseñanza de la Historia y Revisión de Textos”, pues si las raíces históricas comunes y los desarrollos paralelos eran lo que daba unidad y cimiento al proyecto colectivo de matriz americana, y si los historiadores eran los encargados de desentrañar las características de este proceso y de difundirlo al conjunto social, el sistema educativo era invocado como la correa de transmisión por excelencia de los resultados de tales trabajos. Si los juicios errados, sectarios o injustos, causantes de la animosidad entre estados eran atribuibles al desconocimiento o al mal conocimiento (intencionado o por negligencia), la enseñanza de la historia y de la geografía –especialmente en el nivel medio- permitirían su erradicación.