El constitucionalismo español y la representación política de los cubanos en las Cortes (1808-1878)

María del Carmen Alba Moreno, Yunier Jorge Feito Alba  y Giselle Jordán Fernández*

Resumen/Abstract VER

Arriba: Promulgación de la Constitución de 1812. Salvador Viniegra. Museo de las Cortes de Cádiz

Una reflexión inicial

Durante el último cuarto del siglo XVIII España asistió a los primeros síntomas de crisis del Antiguo Régimen. La política reformista del “despotismo ilustrado” de Carlos III y en menor medida, de Carlos IV, resultó insuficiente para hacer frente a la presión que significaron dos fenómenos que representaron la coyuntura alcista del momento. Fueron estos el crecimiento demográfico y el alza de los precios agrícolas.[1] Las características feudales de la propiedad de la tierra entonces, limitaban el abastecimiento de una población en crecimiento, en tanto las frecuentes crisis de subsistencia se hacían sentir de forma más dramática en el sector agrario, a la vez que ponían en evidencia la necesidad de transformaciones en las estructuras de propiedad.[2] De forma que las tensiones entre los señores feudales y los campesinos sin tierras condujeron a las propuestas e implementación de las reformas de los ilustrados y a las primeras medidas conducentes al inicio del proceso de desamortización de las tierras.[3] Ello provocó la reacción de los sectores privilegiados de aquella sociedad estamental o si se quiere, de las élites tradicionales de poder, las cuales constituían el soporte fundamental de la monarquía absoluta.

Izquierda: Carlos III. Anton Raphael Mengs

Estas reformas se hicieron más lentas durante el reinado de Carlos IV. La inestabilidad social y política existente se vio incrementada con la influencia de la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico, en la medida en que su política expansionista incluyó a la península ibérica y en especial a España y su imperio colonial. Aquí entonces radicó la relación entre la fase decisiva de la crisis del Antiguo Régimen en España y la guerra de liberación nacional frente al invasor francés, el que a su vez, era portador de las transformaciones necesarias al impulso revolucionario burgués.[4] En este contexto tuvo lugar el inicio del proceso emancipador de las colonias de América continental.

Antecedentes de todo este proceso a nivel europeo fueron las transformaciones operadas entre el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX y que llevaron a la instauración del régimen constitucional, a la estructuración de la sociedad de clases y al desarrollo económico en el marco del capitalismo industrial. En España, las contradicciones, desajustes y lento ritmo evolutivo en que se produjo este proceso revolucionario, estuvieron marcados por las peculiaridades de su formación, cuya evolución histórica, signada por la pluralidad de pueblos y regiones, no solo aportaron una diversidad institucional, jurídica y cultural en general, sino también un desarrollo económico desigual y con profundas diferencias entre cada una de dichas regiones.[5]