Las ideas antiimperialistas en El Atlántico de La Ceiba (Honduras)

Elizet Payne Iglesias

Resumen/Abstract (VER)

 

Introducción

 

Los diversos análisis que he realizado, a partir de las publicaciones del periódico El Atlántico de La Ceiba, sobre de la consolidación de la idea de nación en la Costa Norte de Honduras, me han llevado a plantear múltiples preguntas acerca de la función de este medio en la vida regional y local de la costa y del puerto de La Ceiba, en particular.[1] En estos artículos propongo que la idea de nación, en la Costa Norte de Honduras, fue un fenómeno tardío y lento, en relación con la difusión de las ideas y los valores identitarios de la nación hondureña, que se construyeron en los núcleos de poder del interior del país, particularmente en Tegucigalpa y las regiones bajo su dominio tradicional.

 

Para el historiador Marvin Barahona, los orígenes del antiimperialismo en Honduras se remontan a 1909, en cuyo contexto general se dio la intervención de los marines en Nicaragua, lo que avivó el temor de que Estados Unidos se propusiera crear un protectorado en el istmo y provocó la amplia reacción de numerosos sectores intelectuales nacionalistas. Este ideario estaba fundamentado en criterios de la defensa de la autonomía y de la integridad territorial.[2]

 

Las expresiones antiimperialistas presentes en este periódico son las que motivan este estudio. Estas aparecen con más frecuencia bajo la forma de noticias y de notas de opinión, emitidas durante los primeros años de vida del órgano informativo (1926-1933), razón por la cual, este análisis se enfocará especialmente en este período, aunque se ha llevado a cabo una revisión que abarca hasta 1943. Estas ideas se forjaron al calor de las luchas en contra de la presencia militar de los Estados Unidos, tanto en el istmo como en el Caribe, que había estimulado la reacción generalizada de muchos sectores de la sociedad centroamericana.

 

Para que se dieran las condiciones que permitieron que su director y propietario, Ángel Moya Posas, mostrase estos puntos de vista, es necesario reconocer toda la red de intelectuales y medios que contribuyeron a formar opinión entre los escritores, políticos y críticos locales y nacionales.

 

Las informaciones más relevantes, para nuestro objeto de análisis, se refieren a la presencia estadounidense en el territorio de Nicaragua, la lucha de Augusto César Sandino y las posibles consecuencias de esta situación en el resto de los países centroamericanos y del Caribe. A esto se suman las representaciones acerca del quehacer de los extranjeros que formaban parte de las élites comerciales de la Costa Norte, funcionarios de las empresas extranjeras establecidas en la zona y representantes del gobierno de los Estados Unidos. También se toman en cuenta las huelgas y otros movimientos sociales de los trabajadores bananeros y sus organizaciones, así como la polémica que se generó en torno a las concesiones otorgadas a las bananeras-ferrocarrileras, por parte del Estado hondureño.

 

Así, llaman la atención las ideas antiimperialistas vertidas en el El Atlántico de La Ceiba, en particular, porque este medio mantuvo una tendencia mesurada a lo largo de sus años de publicación, pero muy especialmente, desde el momento en que Carías Andino llegó al poder en Honduras. Es claro, que a partir del apoyo que dio a este gobernante, el periódico tomó un tinte más conservador, pues se promovió como difusor de las actividades y de la propaganda del Partido Nacional de Honduras. Además, resulta interesante el análisis de este medio, debido a que se fundó en el puerto de La Ceiba, espacio del enclave bananero bajo dominio de la Standard Fruit Company (hoy subsidiaria de la Dole).

 

 

Breve referencia a la ciudad-puerto de La Ceiba

 

La costa del Caribe hondureño constituía una tierra alejada de los núcleos de poder tradicionales en los siglos coloniales, con excepción de los puertos de Omoa y Trujillo, que estaban situados estratégicamente al oeste y este de la costa, con fines comerciales y defensivos. La importancia económica como región se consolidó al finalizar el siglo XIX e inicios del XX, en el contexto de la construcción del ferrocarril y la producción bananera.

 

Desde la perspectiva geográfica, la zona está demarcada, en su sector occidental, por el amplio valle de Sula, regado por el río Ulúa, cuyos terrenos privilegian esta región como la más fértil del país. La ciudad de San Pedro Sula es la principal población de esta área.

 

Por su parte, los sectores centrales y orientales de la costa Caribe han tenido mayores limitantes para su desarrollo, dependiendo de su hinterland más lejano en el valle del Aguán, donde se consolidan las compañías bananeras. En la más apartada costa oriental se ubica el antiguo puerto de Trujillo, abandonado después de un breve auge comercial y agrícola (1856-1942) por la Truxillo Railroad Company. Trujillo sirvió de precedente para el florecimiento de La Ceiba, en la sección central de la costa, en la década de 1890. La nueva población captó habitantes de Olancho y Trujillo, y fue receptiva a la llegada de un sinnúmero de extranjeros de origen europeo y anglo estadounidense. La población de origen afrodescendiente se conformó a partir de dos núcleos poblacionales; uno de origen garífuna, procedente de Roatán y Trujillo, y otro que venía de Jamaica, llegado más tardíamente y denominado “ingleses”.

 

Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, podríamos decir, no solo fueron trascendentales en la historia de Honduras, sino también, de manera particular, para esta región. Así, nos atrevemos a afirmar que la historia de este puerto está ligada implícitamente a la modernización y al progreso que tuvo Honduras en los años mencionados. La Ceiba, como ciudad y puerto, surgido en la segunda parte del siglo XIX, debe su nacimiento a la expansión del capitalismo en la Costa Norte de esta nación centroamericana; es decir, se funda al calor del progreso y la modernidad. Esta zona y su entorno constituyen, hoy por hoy, la segunda región económica más importante del litoral norte de Honduras.

 

Al finalizar el siglo XIX, la Costa Norte de Honduras presentó un acelerado proceso de modernización y progreso: locomotoras, barcos, muelles e inmigrantes proliferaban en la zona. A principios del siglo XX, puede decirse que La Ceiba vino a sustituir a la decadente localidad de Trujillo. Por ejemplo, en 1901 Trujillo tenía 4,040 habitantes, mientras que La Ceiba contaba con 3,379; sin embargo, ya en 1926 esta región doblaba la población del antiguo puerto y solo San Pedro Sula la superaba con sus 17,030 habitantes. En 1902, La Ceiba llegó a ser calificado como el puerto más importante de Honduras, gracias a las inversiones extranjeras en la zona. Era considerada la ciudad modelo, el futuro de Honduras.

 

Un informe de 1918, del viajero estadounidense Dana Munro, incluido en su libro Las cinco repúblicas de la América Central, apuntaba lo siguiente: “Lo más próspero de Honduras es la Costa Norte. La Ceiba es la segunda ciudad en importancia después de Tegucigalpa; y tiene más comercio exterior que todos los distritos del interior juntos”.[3] Pero esa no fue solo la opinión de Munro, sino también la de otros observadores. En 1897 el español José Ruiz se refería a La Ceiba como: “…la capital mundial del banano…, la ciudad donde se han levantado grandiosas e increíbles fortunas como nunca se ha visto en la historia de Honduras”.[4]

 

También en 1899, Emilio Dutú, citado por Antonio Canelas, escribió: “La Ceiba es el Jauja en medio de esta costa bendita donde no se necesita ser instruido para ser millonario. Esta ciudad es el Dorado que equivocadamente Ponce de León la anduvo buscando en La Florida”.[5] En efecto, para Canelas, en sus inicios La Ceiba fue, la capital económica de Honduras, título que pocos años más tarde le disputó y ganó San Pedro Sula y su región, situación que perdura hasta el presente.

 

Los primeros inversores en La Ceiba fueron agricultores independientes de banano a los que se le sumó, pocos años más tarde, la Compañía Vaccaro Brothers, cuyos propietarios de origen italiano provenían de Nueva Orleáns. La cuota aumentó con la presencia de importantes comerciantes que, asentados en Trujillo, vieron que tendrían mejor provecho si se trasladaban a la nueva y próspera ciudad; de manera que así llegaron a establecer sus negocios las familias Laffite, Castillo y Crespo, en las primeras tres décadas del siglo XX. Para 1910, La Ceiba había superado cuatro veces las exportaciones del viejo puerto de Trujillo, aunque no cedía –ni ha cedido- su tercer lugar respecto a puertos como Amapala y Puerto Cortés.[6]

 

Las primeras industrias de La Ceiba se crearon en las décadas de 1910, 1920 y 1930. Estas se dotaron con modernos equipos, importados en su mayor parte de los Estados Unidos y en menor medida de Inglaterra y Alemania. Dichas industrias producían en serie y contaban con muchos trabajadores asalariados; las primeras fueron de calzado, gaseosas, cerveza, hielo, puros y cigarros; aguardiente, dulces, mantequilla y leche. La fábrica de zapatos NACO procesaba grandes cantidades de pieles, provenientes del interior de Honduras, con el objetivo de calzar a la creciente población. Y la cerveza abundaba en todos los bares y restaurantes de la ciudad y de los campos cercanos.

 

El auge duró muy poco, y en los años 1930, se presentó la prolongada crisis en la que, sin decaer totalmente, el puerto se mantuvo, en virtud del esfuerzo realizado por sus trabajadores, comerciantes y empresarios. El comercio local y regional pervivió gracias al intercambio con poblaciones cercanas como Porvenir, La Masica, La Unión y San Francisco. Poco a poco, La Ceiba amplió su espacio económico al mercado regional y a las poblaciones del valle del Aguán, a través de la red ferrocarrilera y, bien entrado el siglo XX, se constituyó en el centro de abasto de las Islas de la Bahía, aisladas y abandonadas en ese entonces, las cuales sostienen hoy día, en gran medida, la economía ceibeña. En septiembre de 1930, El periódico El Atlántico expresaba que el comercio local vivía una prolongada agonía y que la industria de la zona se veía amenazada por la presencia de artículos importados de El Salvador y otros países.

 

En 1913, al calor de la inversión bananera, se creó el primer banco de Honduras: el Banco Atlántida. Como vemos, la apertura de esta entidad no ocurrió por casualidad, sino como resultado de un clima benéfico para el manejo de fuertes cantidades de capital que circulaban en el mercado y en los campos bananeros cercanos. Tal fue su éxito, que pronto extendió sus servicios a las ciudades más importantes del país: en 1930 tenía sucursales en Tegucigalpa, San Pedro Sula, Puerto Cortés, Tela y Trujillo.

 

A la par de las industrias, surgieron importantes tiendas y negocios relacionados con la venta de servicios, evidencia de una población en crecimiento, que exigía modernos artículos de consumo. Así, los habitantes abandonaban poco a poco la vida campesina y se enrumbaban a la vida urbana. Basta mencionar las tiendas más importantes: El Gallo de Oro, Casa Merren, La Samaritana, la Casa Colorada, Casa Antonio Kawas, Casa El Encanto y Casa Panayotti. A mediados del siglo XX, La Ceiba estaba al día en los adelantos del exterior; aquí se distribuían los últimos artículos del mercado como automóviles, radios, cámaras, máquinas y equipos de música, por las Casas “El Encanto” y Ernesto Crespo.

 

Tal y como lo vimos antes, el crecimiento acelerado de las inversiones exteriores y el incremento de la producción bananera y de otros productos, como el azúcar y las frutas, exigieron la consolidación de las primeras industrias alimenticias y de servicios que vinieron a suplir las necesidades de la zona urbana y su entorno. En la nueva ciudad, Honduras y los gobernantes de turno, depositaron los sueños de prosperidad y desarrollo. La Ceiba llegó a ser la urbe más trabajadora, más limpia y más alegre de la Costa Norte de Honduras. Y para algunos, no solo de Honduras, sino de Centroamérica.

 

La Ceiba también fue un semillero donde floreció la educación, la cultura y el arte hondureño, aspecto que fue bien valorado por el resto del país. Basta señalar que, entre 1894 y 1966, funcionaron en esta ciudad muchas imprentas y otros medios de comunicación, como diarios, semanarios, periódicos mensuales, revistas y boletines. Unos surgieron al calor de banderas políticas y otros con fines culturales y educativos; pero todos contribuyeron a crear la opinión pública de los ciudadanos.[7] Uno de los periódicos más importantes fue El Atlántico, fundado en 1926 y dirigido por el periodista Ángel Moya Posas. También se publicó Atlántida, Centroamérica, Pro Patria, El Libertador y Diario del Norte. Existían también las imprentas América Central, Pro Patria, Imprenta Moderna e Imprenta Elvir.

 

 

Acerca de su fundador Ángel Moya Posas


El fundador del periódico El Atlántico fue el maestro y periodista Ángel Moya Posas, nacido el 4 de agosto de 1890 en la ciudad de Olanchito, hijo de don Roque J. Posas y Tomasa Moya.[8] Desde sus primeras letras logró, junto con sus hermanos, una muy buena y rigurosa formación académica, en particular en el área de las letras. Posteriormente Ángel fue enviado a estudiar a Tegucigalpa, en donde ingresó en la Escuela Normal de Varones; finalizó sus estudios normales en 1915.[9] Después de obtener su título de maestro regresó a Olanchito, le acompañaba una generación muy importante de maestros locales que lograron mejorar notablemente la educación en esa pequeña ciudad.[10] Poco después abandonó Olanchito y se trasladó al puerto de La Ceiba, el cual, como ha sido mencionado, se perfilaba, en las primeras décadas del siglo XX, como el sitio más moderno y progresista de Honduras. Se estableció definitivamente con su hermano Horacio Moya Posas, quien ejercería de abogado.[11]

 

En el puerto ceibeño, Ángel Moya Posas se dedicó a trabajar en pro de la cultura, en el sentido más amplio, particularmente a través de su principal obra: el periódico El Atlántico, medio que tuvo larga vigencia en la Costa Norte de Honduras (1926-1967).[12] Fue además uno de los organizadores y presidente de la Sociedad de Obreros “El Progreso”. Otros escritos de Moya Posas fueron textos reveladores de su lúcida mentalidad y capacidad de análisis, todos ellos publicados en la imprenta de su propiedad: La muerte de los poquiteros (1927), La primera sociedad ceibeña, (1931), La esclavitud vino del norte, (1937), El estrangulamiento económico de La Ceiba (1939), Remembranzas ceibeñas (1948) e Historia del periodismo en La Ceiba (1967).[13] Desgraciadamente estos textos no son fáciles de conseguir, ni en Honduras, ni en el extranjero, posiblemente debido a que sus ediciones fueron limitadas y circularon muy poco en otras ciudades del país y en el exterior.

 

Con el fin de iniciarse en el negocio de la imprenta, Ángel Moya Posas alquiló la tipografía “Progreso”, nombre que venía muy bien como signo de los buenos días y de las esperanzas de mejora mantenidas en la ciudad-puerto. Ya para 1926 comenzó a publicar el periódico El Atlántico, del cual sería director y administrador durante la mayor parte de su vigencia en el medio hondureño. Este rotativo salió a luz pública el 4 de noviembre de 1926, a las diez de la mañana y tuvo una prolongada vida de cuarenta y un años, hasta la muerte de su administrador, editor y director en 1967.[14]

 

El periódico se creó en una época floreciente del puerto de La Ceiba y gracias a estas condiciones su director y propietario pudo sobrevivir económicamente, financiado por los anuncios de las principales industrias y casas comerciales ceibeñas; a lo que se sumaba la publicidad de profesionistas liberales, como abogados, médicos; pero también sastres, restaurantes y cantinas. Aunque es frecuente leer los reclamos que El Atlántico emitía a sus anunciantes, por falta de pago. Los años 1930 fueron particularmente muy intensos en publicidad, posiblemente porque en el contexto de la crisis del capitalismo mundial, los anuncios se abarataron y la mayoría eran de pequeñas dimensiones. También los avisos comerciales son una muestra de la intensa actividad de esta índole que existía en La Ceiba durante esos años y que si bien, la crisis de 1930 incidió negativamente, muchos de estos pequeños negocios tenían aún capacidad de anunciarse entre 1930 y 1950. Entre las empresas que más publicitaron sus productos y servicios se encontraban el Banco Atlántida, Truxillo Railroad Company, Cuyamel Fruit Company, Standard Fruit Company, Lotería Nacional de Beneficencia, Cerveza Ulúa, Dip y Compañía, M.A. Laffite, Ernesto Crespo, Honduras Tabaco Cigars Company, La Internacional de los hermanos Azcona, entre otros.

 

El Atlántico, “Semanario de propaganda cultural y comercial. Órgano de los intereses generales” como se denominó durante sus primeros años, fue editado por la imprenta “El Progreso” y posteriormente pasó a ser publicado por la imprenta del propio Moya Posas. Era distribuido los jueves, pero más adelante, en la década de 1930, se convirtió en lo que Moya Posas llamó en un “semi-diario” y en los años 1940 circuló como diario hasta 1967. En sus primeros tiempos, sostenía como lemas amplios intereses que se resumían en pro de la  “Paz, unión, trabajo y progreso”, pensamientos muy en boga en la Costa Norte de Honduras; a lo que sumaba, en su primera plana, las ideas de “Libre. Renovarse o morir”.

 

En este periódico incursionó, en sus primeros pasos, el escritor antiimperialista Ramón Amaya Amador. Pero, paradójicamente, estas manifestaciones no solo fueron de corte antiimperialista sino nacionalistas (en lo relativo a la Nación), y de carácter proselitista, puesto que este medio se constituyó en un claro promotor de las ideas y de los intereses del Partido Nacional de Honduras en la Costa Norte, después de la llegada al poder de Tiburcio Carías Andino (1933-1948).

 

Anticomunismo, nacionalismo, criterio social y partidismo político


En general, durante sus primeras décadas (1926-1932), el periódico mantuvo una línea conservadora y defensora del nacionalismo hondureño y el anticomunismo. Las expresiones anticomunistas fueron frecuentes en sus líneas, como fue el caso de la noticia publicada sobre el decomiso en San Pedro Sula de propaganda de “ese tipo”, en una correspondencia dirigida a señoritas de esa ciudad. También informaba con cierta amplitud sobre la gran rebelión de 1932 en El Salvador, calificándola como comunista.[15]

 

El Atlántico sostuvo permanentemente una línea informativa en lo que compete a los trabajadores y sus asociaciones. Las frecuentes huelgas en la Costa Norte de Honduras eran noticia destacada en los diarios y semanarios; y este medio no era la excepción, debido a que, con seguridad, este periódico era leído por los activistas. No obstante, la línea del bisemanario manifestaba el interés de que los movimientos se resolvieran siempre por la vía del diálogo entre el patrono y los trabajadores; aunque, en ocasiones, fuera necesaria la presencia de la fuerza militar. En junio de 1930, El Atlántico reproducía una nota llegada desde Comayagua: era una hoja suelta del grupo obrero Acción en la que se refería a la “Explotación criminal de las masas obreras por la United Fruit Company en la Costa Norte”. En estos sitios, las empresas ofrecían malas condiciones de vida a sus trabajadores, caracterizadas por largas jornadas de trabajo que llegan casi al sistema de esclavitud, a lo que se sumaba la insalubridad en los campos y la represión de los movimientos huelguísticos.[16] Informaba además, que la Federación Sindical Hondureña había solicitado al Congreso leyes protectoras a favor de los trabajadores, sin embargo, al estar esta institución formada por representantes de las transnacionales y de la burguesía hondureña, estas peticiones no eran escuchadas en esa instancia.

 

El 18 de enero de 1932 El Atlántico informaba: “Buen resultado de la huelga” en el puerto de Tela. Luego decía: “Se arregló la huelga”, cuya noticia aseguraba que se habían presentado los generales García y Vázquez con una tropa con 150 hombres “…que ya tenían, podría decirse, el terreno preparado, conjuntamente agotaron los medios pacíficos y honorables. La Compañía se comprometió a colocar el reloj que pedían para ir marcando el tiempo, mejor alimentación, darles alojamiento, aumentarles sueldos en cuanto mejoren las condiciones económicas y oírles cualquier queja de empleados superiores.”[17]

 

No obstante, es importante distinguir entre una noticia y una opinión editorial o de sección. Un título de opinión muestra el disgusto contra ciertos jefes de la Standard Fruit Company porque, -en opinión de El Atlántico-, algunos de sus altos empleados, que participan en el Partido Liberal, ejercían presión sobre el electorado, amparados en sus puestos.[18]

 

Hacia las décadas de 1930 y 1940, sin embargo, El Atlántico se autodefinía como un “Diario de los intereses generales,” en momentos en los que, como veremos, su posición se había vuelto más conservadora, debido a su cercanía con el Partido Nacional de Honduras. Más concretamente, tanto el diario como su propietario y editor, se habían convertido en defensores de la figura del general Tiburcio Carías Andino, a quien consideraban “…una de las representaciones más genuinas del patriotismo hondureño” o bien, de acuerdo con lo que afirmaban en frases como: “Solo un hombre puede salvar a Honduras”, y que, en su opinión, ese era el general Carías.[19]

 

Las ideas antiimperialistas esbozadas en El Atlántico


Las ideas antiimperialistas presentes en este periódico son fundamentalmente de dos tipos:

 

a)      Aquellas que están relacionadas con la defensa de la mano de obra nacional y en contra de los extranjeros, particularmente los negros de origen jamaiquino, con quienes los anglosajones compartían una lengua común. Y otros extranjeros incluidos en esta percepción fueron los altos representantes de las compañías transnacionales y del gobierno de los Estados Unidos.

b)      La segunda forma de pensamiento antiimperialista tiene que ver con la presencia estadounidense en Centroamérica, pero particularmente en Nicaragua.

 

El sentimiento de identidad nacionalista era manifiesto en la defensa de la mano de obra hondureña, así como los héroes, símbolos y la protección y salvaguarda de la identidad hondureña. Una de las acusaciones más constantes, contra los extranjeros, tenía que ver con la protección de los trabajadores hondureños; por ejemplo, en 1932, El Atlántico denunciaba a las transnacionales bananeras que frecuentemente utilizaban mano de obra extranjera y no nacional.

 

Además, el 10 de febrero de ese mismo año, dicho periódico denunció, a través de su corresponsal en Olanchito, que la Truxillo Railroad Company estaba desplazando trabajadores nacionales al contratar extranjeros.[20] De igual forma, lo hizo en junio de 1933, cuando informaba que la Tela Railroad Company estaba despidiendo maquinistas hondureños, para poner en su lugar a negros y chapines, por lo cual llamaba la atención del Ministro encargado de estos asuntos, con el fin de hacer cumplir con el 85% de contratación de mano de obra nacional.[21]

 

Y el 23 de enero de ese año informaba: “Piden expulsión de un extranjero pernicioso”, se trataba de un sujeto llamado Adair Pollains, alto empleado de la United Fruit Company, quien, en años anteriores, suscribió con el gobierno de Guatemala un contrato lesivo para la soberanía de Honduras, razón por la cual excitaban a las autoridades migratorias a expulsarlo del país.[22] También destaca, pocos días después, la publicación del 27 de enero de 1932, cuando el diario tituló: “Honduras para los hondureños,”[23] nota procedente de Santa Rosa de Copán, que manifestaba que se debía evitar que cualquier extranjero votara en las elecciones y lanzaba la siguiente proclama: “Hagamos patria, dejémonos de quijotadas. Honduras para los hondureños”.[24]

 

Las quejas contra malos tratos que recibían los hondureños, por parte de funcionarios transnacionales y empleados del gobierno estadounidense, eran frecuentes y  molestaban mucho al público en general; fue noticia, por ejemplo, que el cónsul de los Estados Unidos en el puerto de Tela, T. Monros Fisher, en estado de embriaguez, se expresara groseramente de los nacionales, razón por la que solicitaban su expulsión del país.[25] El periódico informó que: “…este mal servidor de los intereses estadounidenses se expresó en términos descompuestos, injuriosos y tabernarios, haciendo irrisión de nuestro país y de los hondureños”; según la nota, aseguró que había estudiado la sicología de los hondureños y que se había dado cuenta que era “… un país de imbéciles en donde el cuerdo fracasa y el ignorante triunfa; que él desprecia a todos los hondureños porque todos son indignos de estímulo y que por esa razón, vive descontento en el puesto que desempeña”. [26]

 

Pero el mayor debate en contra de una familia extranjera fue el promovido en contra de los cónsules británicos y sus descendientes hondureños, los Melhado y los Castillo Melhado, por cierto, militantes del Partido Liberal. Las denuncias contra esta poderosa familia, residente en Trujillo, fueron escritas, entre otros, con el seudónimo de Thais del Nermi y por el propio Ángel Moya Posas. Fue en 1930, al calor de la lucha pre electoral que se acrecentaron las denuncias en contra de la familia mencionada.

 

La primera de ellas consiste en el hecho de que los Melhado, apoyados en el puesto de alcalde de Trujillo, de uno de sus miembros, favorecieron a la Truxillo Railroad Company con lotes alternos que el gobierno tenía destinados a familias de campesinos hondureños, mediante arreglos corruptos.[27] En otra nota del 10 de julio de 1930 agregaba: “Los valles de Sonaguera y todas las márgenes del Aguán que constituyen actualmente la fuente segura de una enorme producción frutera, fueron entregados como el cordero al león por los vendedores, sin dejar para los hondureños sino los cerros infecundos, los lagunatos incultivables…”[28]

 

Fotografía 1

El Atlántico denuncia a William Melhado. 1930



 

Fuente: El Atlántico, año IV, 245 (31-05-1930).

 

La segunda denuncia que se publicó en contra de la familia Melhado y su socio principal, William Melhado, se relacionaba con que este sujeto, sin ser hondureño, se convirtió en alcalde de Trujillo y actuó en contra de los intereses públicos y a favor de la Truxillo.[29] La anterior era la prueba fehaciente de que, después de haber logrado el poder económico y en plena crisis del capitalismo, la principal familia de la élite recurrió a detentar el poder local y regional. La indignación de un sector de la sociedad trujillana y de la Costa Norte de Honduras continuó manifestándose en el periódico, en su sección “Suma y sigue”, ya que más adelante, uno de los descendientes del clan, José Castillo Melhado, también fue increpado por el medio, por pretender una diputación nacional, apoyado por su tío William Melhado.

 

El Atlántico continuó sus denuncias en contra de la poderosa familia y hubo reacciones negativas que afectaron al periódico; el 12 de julio de 1930, comunicó que circulaba en Trujillo una nota denominada “El patriota”, la cual, aparte de ser propaganda a favor de la candidatura de Castillo Melhado, profería improperios en contra del periódico, denominándolo “bota fuego”. La respuesta del editor fue la siguiente: “…porque hemos dado cabida en nuestras columnas a una serie de artículos, que no son insultos, sino análisis cualitativos y cuantitativos de las virtudes del candidato Castillo Melhado y de sus principales sostenedores en la plataforma política”.[30] Uno de los principales argumentos del diario consistía en que el aspirante a candidato carecía de atributos para ser diputado de la República, debido a que no tenía educación.[31] La sección “Suma y sigue” continuó sus ataques contra esta familia e informó que ciertos funcionarios del departamento de Colón estaban trabajando a favor de la candidatura de José Castillo Melhado.[32]

 

En esos años, el debate sobre las transnacionales estaba latente y se volvió a cuestionar la intromisión de la potencia del norte en los asuntos de Honduras. El 18 de febrero de 1933, El Atlántico reprodujo un artículo de Francisco Murillo Selva, publicado en el periódico capitalino El Cronista: “Honduras necesita revisar sus concesiones”.[33] En este escrito se hacía una recapitulación de la primera concesión otorgada en 1903, con el fin de canalizar el río Salado, cerca de La Ceiba, momento que sirvió para conceder sin control, muchos recursos de la Costa Norte.

 

El autor del artículo argumentaba que las inversiones en sí podían ser beneficiosas para el país, pero que estas deberían ser controladas por el Estado, y señalaba, además, que estas opiniones no debían provocar reacciones “…patrioteras sino que se deben revisar para darle al ´César lo que es del César´ y para que se cumpla en nuestro país por primera vez un principio de justicia social”.[34] La dotación de grandes extensiones de recursos naturales en la Costa Norte de Honduras fue una denuncia permanente en contra del Congreso hondureño y otros funcionarios locales y regionales. En opinión del editor, la necesidad de progresar “…no se justificaba, con dar a manos los recursos nacionales, sus reservas territoriales, sustentar el latifundio y el monopolio y menoscabar los ingresos nacionales con la dispensa de derechos aduanales, fiscales y municipales con el marcado perjuicio para el consenso de la vida económica de la nación y sus descendientes y bienestar ciudadano en el porvenir”.[35]

 

La revisión de las contrataciones era apremiante, de acuerdo con el criterio de la edición de El Atlántico, porque las compañías estaban obligadas a cumplir con sus compromisos. A partir de esto, se desarrolló un largo debate acerca de la expansión de la línea ferroviaria desde Trujillo hasta Juticalpa, en el departamento de Olancho, construcción que debió llevar a cabo la Truxillo Railroad Company y que nunca se efectuó.[36] El periódico exhortaba al Congreso Nacional de Honduras a demostrar su patriotismo, obligando a la Truxillo a cumplir con sus compromisos respecto a la obra mencionada. Este medio habla de “concesiones monstruosas”.

 

Las quejas continuas contra el mal proceder de las transnacionales calaron hondo en el criterio de El Atlántico, porque veía esta situación como un problema de la debilidad de Honduras frente al imperio, era, en fin, un problema en el que debían quedar  demostrados el patriotismo y la identidad hondureña. Argüía su editor que las empresas engañaban al Congreso en el momento en que pedían concesiones y después se olvidaban de ellas. Los diputados aliados a las compañías “…no han sido más que cuchillos para el departamento (de Atlántida)”.[37] Quienes asumían tales actitudes eran percibidos como traidores a los intereses de la patria y de los hondureños.

 

La situación en Nicaragua


No cabe duda de que las principales manifestaciones antiimperialistas vertidas en El Atlántico están relacionadas con la presencia de los marines estadounidenses en Nicaragua, entre 1912 y 1934; y el peligro de que esta situación repercutiera en todo el ámbito centroamericano, en especial en territorio hondureño.

 

El periodo más álgido de la lucha de Sandino en las montañas del norte de Nicaragua, se constituyó en la noticia, posiblemente, de mayor difusión en el ámbito latinoamericano y centroamericano. Los periódicos mexicanos hicieron eco de esta lucha antiimperialista; entre ellos, El Atlántico toma nota del Times Picayune que señalaba: “La prensa mexicana hirviendo por el asunto de Nicaragua,” aparecida en los periódicos El Universal y Excelsior.[38] En estas letras se denunciaba al régimen de Díaz como traidor y “maniquí” de los norteamericanos, y en la nota de los periódicos mexicanos se criticaba la política de los Estados Unidos en Colombia, Haití, Cuba, Nicaragua y Santo Domingo.[39]

 

La lucha de Sandino abarcaba las portadas de todos los periódicos del continente. La idea de que grupos armados defendían, desde inhóspitas montañas, la soberanía de su país, atrajo la atención de todos los medios extranjeros, por lo cual, en palabras de hoy podría afirmarse que su lucha fue un fenómeno mediático sin precedente hasta ese momento. Periodistas e intelectuales como Gregorio Selser y Froylán Turcios, se dedicaron a difundir la lucha. El Atlántico no estuvo al margen de ese momento histórico, sus contactos con colegas nacionales y extranjeros estimularon el interés de este medio, aunado, además, al hecho de que el propio Sandino había vivido en La Ceiba en los tempranos años de 1920.

 

Es en el año 1930 en el que más noticias se encuentran sobre Sandino en El Atlántico, momento nada extraño, debido a que este contexto se enmarca en el periodo durante el cual la lucha sandinista había logrado su mayor difusión internacional. Con el titular “Sandino aniquila a los yanquis” del 17 de junio del año mencionado, se informaba que las tropas estadounidenses habían salido huyendo de las montañas cercanas al río Prinzapolka, sufriendo muchas bajas. También señalaba la investigación que Sandino había regresado de México y que tenía unos 4000 hombres dotados con armas modernas.[40]

 

Fotografía 2

Sandino aniquila a los yanquis. 1930

Fuente: El Atlántico, año IV, 252 (17-06-1930)

 

El 15 de febrero de 1930, con el titular “A propósito de las versiones calumniosas contra el general Sandino”, escrito especialmente para El Atlántico por Juan B. Muñoz, se difundieron ideas favorables a la lucha de los en otro momento fueron llamados “bandoleros.”[41] En este artículo se enaltece la figura de Sandino hasta aseverar que era, en ese tiempo, el único héroe que existía en América Latina; manifestaba que Sandino: “Es cóndor y es águila y los cóndores y las águilas no se confunden con los batracios de los suampos.”[42]

 

Como se ha mencionado, la difusión de la lucha de Sandino fue todo un fenómeno mediático sin precedentes hasta ese momento en Centroamérica. La preocupación por lo que sucedía en Nicaragua había fortalecido las redes de comunicación entre los medios de las más diversas posiciones políticas; por ejemplo, el 15 de julio de 1930, El Atlántico reproducía la noticia tomada del periódico salvadoreño Diario Latino: “Es terrible la situación de Nicaragua. Los estragos de los aeroplanos en el campo rebelde”, en la que se relacionaban los ataques aéreos entre el Ejército Autonomista y los marines, en el sitio de Yucapuca, lo que provocaba que “La lucha en las Segovias está revistiendo el carácter de inusitada y feroz”.[43]

 

El apoyo a Sandino y a sus tropas fue verdaderamente amplio, y con toda probabilidad, el recuerdo de su paso por la ciudad despertó muchos adeptos en La Ceiba. Los sentimientos de admiración por la lucha que se libraba en Nicaragua eran generalizados. El Diario Latino de El Salvador señalaba en la nota reproducida por El Atlántico: “Las palabras bandoleros y salteadores tienen un significado distinto del que se conoce la generalidad en nuestro idioma. Significan patriotas y héroes al servicio de un ideal”.[44] Y Sandino sería comparado con las figuras de Sucre y San Martín.[45]

 

También, tomado del Diario de Oriente de San Miguel de El Salvador, El Atlántico reprodujo la siguiente noticia: “Bombardean a Sandino. Encarnizada lucha en la montaña de Yucapuca”, e informaban que las fuerzas de Sandino podrían estar dotadas de moderno armamento, porque habían enfrentado los ataques aéreos con éxito.[46]

 

Tres años después, con el título “Cómo llegaron los yanquis a Nicaragua. El empréstito a la firma comercial Seligman & Brown Brothers fue la puerta de entrada de la intervención,”[47] el periódico denunció que el préstamo había sido la antesala de la intervención extranjera en Nicaragua, puesto que, en garantía de tal financiamiento, el presidente Taft y el gobierno del vecino país habían permitido la invasión de los marines en el territorio.

 

Un verdadero sentimiento en contra de la política de los Estados Unidos se lee en el siguiente párrafo del mismo texto: “Nos resistimos al deseo de reproducir, en extracto, las tremendas cláusulas de aquel oprobioso Tratado,” por lo cual, el periódico reproduce ampliamente las clausulas. Entre las manifestaciones más “hirientes, sangrantes y dolorosas” estaba la concesión en arrendamiento por 99 años, de las islas de Great Corn Island y Little Corn Island en el Caribe. A lo que se sumaba un punto muy susceptible para Honduras: la concesión para establecer una base naval en el golfo de Fonseca, compartido entre Nicaragua, El Salvador y Honduras, y se confería, además, la posibilidad de negociar por 99 años adicionales el control de los sitios mencionados.[48]

 

El dominio estadounidense sobre ambos mares despertó la alerta de los centroamericanos, en particular en Honduras y El Salvador, en relación con el golfo de Fonseca y con el peligro que constituía el Tratado Chamorro-Bryan. Sobre este caso El Atlántico continuó con sus quejas: En el número que denunciaba la situación de Nicaragua y sus concesiones, el periódico también cuestionó los intereses estadounidenses en el golfo, con el título: “Los Estados Unidos no creen difícil la adquisición de Isla del Tigre, Amapala”, bajo la suposición de que esta sería vendida por el gobierno hondureño.[49]

 

No era desconocida en nuestros medios la geopolítica en la que se encontraba la Isla del Tigre, puesto que su localización respondía a los intereses defensivos de los Estados Unidos en las costas pacíficas localizadas entre el Canal de Panamá y California. A esto se sumaba la facilidad de recurrir al uso de la vía interoceánica entre el golfo de Fonseca y la costa Caribe de Honduras en los puertos del Omoa o de Puerto Cortés.[50]

 

Las redes intelectuales y periodísticas actuaron como promotores y formadores de opinión, tanto para el periódico como para los lectores, debido a que los contactos frecuentes con estas redes actualizaban las noticias recientes o contribuían a los amplios debates. El caso de Nicaragua fue el más representativo, ya que acercó a muchos medios, escritores y editores con el público en general.

 

Aunque en ciertos momentos El Atlántico expresó ideas a favor de Somoza García, con el curso del tiempo, este periódico fue endureciendo sus opiniones acerca de la política interna y externa del dictador nicaragüense; y más aún, a pesar de la alianza entre Carías Andino y Somoza García. La continua política de concesiones territoriales de los regímenes nicaragüenses de Díaz y Somoza fue seguida por este medio ceibeño. El 26 de agosto de 1939 El Atlántico reproducía, a solicitud de sus lectores, una nota del periódico mexicano El Nacional titulada “Somoza ha contratado la esclavitud de Nicaragua”[51] y se refería a varias concesiones del dictador a los Estados Unidos: sobre la canalización del río San Juan, la construcción del tramo de la carretera Interamericana, la preparación militar de la Guardia Nacional de Nicaragua en manos del ejército estadounidense, el otorgamiento de un crédito para el saneamiento de sitios donde estuvieran presentes soldados estadounidenses, el compromiso de estabilizar el córdoba y subir los bonos norteamericanos y finalmente, la obligación de favorecer las inversiones de los Estados Unidos en Nicaragua.[52]

 

El argumento en contra de tales concesiones se basaba claramente en la defensa de los intereses del pueblo: “El convenio libertador entre el general Somoza y el señor Roosevelt pone de manifiesto una vez más, que no son los intereses del pueblo de Nicaragua los que ha ido a hacer valer en Washington.”[53] El texto mencionado opinaba que los presidentes de Estados Unidos Taft, Roosevelt, Wilson, Harding, Hoover y  solo habían sido instrumentos de la dominación de los Estados Unidos sobre Nicaragua y en toda América Latina. Por primera vez, se lee en El Atlántico la necesidad de denunciar esta política y de procurar la solidaridad de América Latina con el pueblo de Nicaragua, con el fin de revelar la situación y tomar medidas para que el Tratado no fuese puesto en práctica.[54]

 

Otra nota importante, relacionada con la fuerza estadounidense en las costas y puertos centroamericanos, fue la noticia de la llegada de barcos de guerra. El 4 de noviembre de 1926, anclaron en La Ceiba dos destroyers, razón por la cual: “La población se atemorizó porque los barcos aludidos no saludaron la bandera nacional”; después de un corto tiempo, los marines explicaron que las embarcaciones de guerra, como destroyers y submarinos, no solían saludar ni recibir saludos en puertos extranjeros, conforme a las leyes “yanquis.”[55]

 

Después de dar las explicaciones, El Atlántico tuvo una posición marcadamente conservadora, en contra de quienes habían alarmado a la población, lo cual queda demostrado en el texto siguiente: “Los que mantienen vivo el sentimiento de la patria, y los que se deleitan con el alarma sin medir las consecuencias, se dieron, unos a protestar en los corrillos y los otros han echado a rodar las balas de la fantasía exagerada de las circunstancias.”[56] En 1938 El Atlántico también informó, en forma menos alarmante, acerca de la llegada de un barco de guerra a La Ceiba.[57]

 

 

 

Fotografía 3

Dos destroyers en el puerto de La Ceiba. 1930

 

Fuente: El Atlántico, año 1, 1 (04-11-1926)

 

 

Conclusiones


Las ideas antiimperialistas vertidas en el periódico conservador El Atlántico, entre 1926 y 1933, procedían de diversas manifestaciones en contra de la presencia norteamericana en Centroamérica y el Caribe. En primer término, estaban dirigidas en contra de la discriminación en el uso de mano de obra extranjera, puesto que, el sentimiento identitario nacionalista había llegado a forjar la idea de una “Honduras para los hondureños”. Esta mano de obra era generalmente proveniente de Jamaica, aunque otros inmigrantes entraban por las rutas de Gran Caimán y Panamá, atraídos por la necesidad de mano de obra requerida por las empresas bananeras y la construcción de los ferrocarriles. También había manifestaciones en contra de aquellos extranjeros que, amparados en el poder de las compañías o como funcionarios diplomáticos, realizaban actos en contra de Honduras, o se expresaban contra los hondureños. A pesar de ello, El Atlántico manifestó que los extranjeros que venían a dar su aporte y sus inversiones al país, debían ser bienvenidos. Esto resulta bastante obvio puesto que el periódico se sostenía gracias a la publicidad de casas comerciales y empresas extranjeras.

 

La mayor cantidad de ideas antiimperialistas en El Atlántico se dirigieron en contra de la intervención estadounidense en Centroamérica y especialmente en Nicaragua. De su lectura se perfila que la mayoría de las noticias recibidas en su redacción, sobre el tema de Nicaragua, provenían de medios establecidos en México, El Salvador o Tegucigalpa, lo que muestra las redes mediáticas que se movían para difundir las ideas contrarias a la intervención estadounidense en Centroamérica y el Caribe.

 

Otro pensamiento antiimperialista proviene de las excesivas concesiones dadas a las transnacionales y los abusos cometidos en la construcción de líneas alternas de ferrocarriles, cuyo destino final eran las fincas de banano; en contraste con la falta de cumplimiento de los contratos que exigían extender el ferrocarril hacia el interior, en el departamento de Olancho.

 

En síntesis, las razones que motivaron el análisis del pensamiento y de las noticias antiimperialistas, publicadas en El Atlántico, medio conservador y de clara línea a favor del Partido Nacional de Honduras, se sustenta en varios argumentos: En relación con la situación interna de Honduras, puede afirmarse que este medio expresó más claramente su opinión entre 1926-1933 pero, en la medida en que la dictadura de Carías se enraizaba en el país, no solo este periódico se tornó más conservador, debido a su adhesión al régimen, sino que, la represión en contra de la prensa y de los intelectuales antiimperialistas en general, fue mucho más fuerte que en los años 1920. Lo anterior, no significa que este medio pueda ser calificado como antiimperialista, a pesar de que tanto la figura de su propietario y editor, como del periódico en sí,  nos permiten inferir que navegaron con el aire de los tiempos y captaron algunas posiciones críticas sostenidas bajo ideales nacionalistas como la soberanía y la identidad nacional, especialmente.

 

En cuanto al apoyo brindado a la lucha de Sandino en Nicaragua, es necesario recordar que estas manifestaciones se presentaron con anterioridad al asesinato de este en 1934 y, a partir de ese año, no encontramos más información relacionada con la intervención en Nicaragua, aunque tampoco se lee ningún comentario o noticia en apoyo a la dictadura somocista. El Atlántico fue también receptivo de las redes informativas localizadas en México y Centroamérica, que hicieron eco de la lucha continental que se librara en Nicaragua. El principio sustentador e inspirador del antiimperialismo pro nicaragüense fue la soberanía nacional y centroamericana.

 

Bibliografía

 

Barahona, Marvin. Honduras en el siglo XX. Una síntesis histórica, Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2005.

 

Canelas, Antonio. El estrangulamiento económico de La Ceiba, 1903-1965, Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2009.

 

Canelas, Antonio. Las Ceiba, sus raíces y su historia, La Ceiba: Tipografía Renacimiento, 2005.

 

Payne Iglesias, Elizet. “Costas, islas y fronteras en la formación del Estado-nación en Honduras”, Boletín AFEHC N°47, publicado el 04 diciembre 2010, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2550

 

Payne Iglesias, Elizet. “Identidad y Nación. El caso de la Costa norte y las Islas de la Bahía en Honduras”, Mesoamérica, 42 (diciembre de 2001), pp. 75-103.

 

 

 

NOTAS

*Dra. Elizet Payne Iglesias. CIHAC. Escuela de Historia.  Universidad de Costa Rica.  Ver CV


[1] Elizet Payne Iglesias. “Identidad y Nación. El caso de la Costa Norte y las Islas de la Bahía en Honduras, Mesoamérica, 42 (diciembre de 2001), pp. 75-103 y Elizet Payne Iglesias, “Costas, islas y fronteras en la formación del Estado-nación en Honduras”, Boletín AFEHC N°47, publicado el 04 diciembre 2010, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2550

 

[2] Marvin Barahona. Honduras en el siglo XX. Una síntesis histórica, Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2005, p. 75.

 

[3] Munro, Dana. Las Cinco Repúblicas de Centroamérica. Desarrollo político y económico y relaciones con Estados Unidos, (Estudios introductorios de Fabrice Lehoucq e Iván Molina), San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, Plumsock Mesoamerican Studies, 2003, pág. 171. La primera edición de este libro está en inglés y data de 1918.

 

[4]Antonio Canelas. El estrangulamiento económico de La Ceiba, 1903-1965, Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, p. 76.

 

[5] Antonio Canelas. El estrangulamiento económico de La Ceiba, 1903-1965… p. 76.

 

[6] Memoria de Hacienda y Crédito Público, Tegucigalpa: Tipografía Nacional, 1910.

 

[7] Datos del Archivo Nacional de Honduras nos anotan los siguientes periódicos y los años en que estos aparecieron: El Constitucional (1894), Rayo (1898), El Pueblo (1905), Pro-Patria (1904), Patria (1908), El País (1908), El Reporter (1914), Centroamericano (1914), América Central (1914), Atlántida (1917), Ideas y Noticias (1917), El Imparcial (1920), El Mar Caribe (1921), Inter-Americano (1922), Bandera Nacional (1923), El Norte (1923), Nuevas Ideas (1923), El Escalpelo (1923), Diario del Norte (1923), El Heraldo de La Ceiba (1924), El Obrero (1926), La Reforma (1928), El Espectador (1931), Pabellón Latino (1938), Eléctrico (1940), Vanguardia/Independencia de Criterio (1945), La Tribuna (1947), El Heraldo (1947), El Combate (1948), El Tropical (1949), El Intruso (1953). Datos tomados de: ANH. “Inventario de periódicos”. Tegucigalpa: Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, Dirección General del Libro y del Documento, s.e., s.a.

 

[8] Sus hermanos fueron destacados profesionales como el abogado Horacio Moya Posas, el escribano Salomón Moya Posas y el maestro David Moya Posas.

 

[9] Juan Fernando Ávila, “Ángel Moya Posas en el periodismo y en ensayo histórico hondureño”, La Tribuna (9 de octubre de 2011). Sección Anales históricos.

 

[10] Entre ellos Francisco Murillo Soto, Simón Soto Carbajal y Antonio R. Núñez; los dos primeros fueron los fundadores del periódico cultural Olanchito Moderno. Juan Fernando Ávila, “Ángel Moya Posas en el periodismo y en ensayo histórico hondureño”, La Tribuna (9 de octubre de 2011). Sección Anales históricos.

 

[11] Juan Fernando Ávila, “Ángel Moya Posas en el periodismo y en ensayo histórico hondureño”, La Tribuna (9 de octubre de 2011). Sección Anales históricos.

 

[12] En 1904 hubo un periódico con el nombre de “El Atlántico” en el puerto de Trujillo, editado por Jesús Torres y administrado por Pedro Xatruch. Entre sus páginas se lee el apoyo político a favor del nicaragüense Emiliano Chamorro y en contra de José Santos Zelaya.

 

[13] Ángel Moya Posas, La muerte de los poquiteros, Tipografía Moya Posas: La Ceiba, 1927;  La primera sociedad ceibeña, Tipografía Moya Posas: La Ceiba, 1931; La esclavitud vino del Norte, Imprenta Moya Posas: La Ceiba, 1937; El estrangulamiento económico de La Ceiba, Imprenta Excélsior: La Ceiba, 1939; Remembranzas ceibeñas, Tipografía El Atlántico: La Ceiba, 1948; Historia del periodismo en La Ceiba,
Tipografía El Atlántico: La Ceiba, 1967. Tomado de: Juan Fernando Ávila, “Ángel Moya Posas en el periodismo y en ensayo histórico hondureño”, La Tribuna (9 de octubre de 2011). Sección Anales históricos.

 

[14] Juan Fernando Ávila, “Ángel Moya Posas en el periodismo y en ensayo histórico hondureño”, La Tribuna (9 de octubre de 2011). Sección Anales históricos.

 

[15] “Actividades comunistas en Honduras”, El Atlántico, año VII, 548 (16-03-1932).

 

[16] “Manifiesto a los trabajadores del campo y del taller”, El Atlántico, año IV, 260 (12-07-1930).

 

[17] “Buen resultado de la huelga”, El Atlántico, (10-01-1932). Ese mismo año el periódico informa que a raíz de un movimiento huelguístico de los trabajadores de la Standard Fruit Company el 27 de enero de 1932, que los generales Rodas Alvarado y Reina habían sido comisionados para el arreglo de la misma. “Los generales Rodas Alvarado y reina son los delegados del gobierno para el arreglo de la huelga”, El Atlántico, año VII, 532 (27-01-1932).

 

[18] “¿Qué pasa en la Standard Fruit Company?, El Atlántico, año VII, 576 (29-06-1932) y una nota similar en el mismo medio del 23-07-1932.

 

[19] “Actividades comunistas en Honduras”, El Atlántico, año VII, 548 (16-03-1932); “El general Carías es una de las representaciones más genuinas del patriotismo hondureño”, El Atlántico, año VII, 536 (30-01-1932); “Solo un hombre puede salvar a Honduras”, El Atlántico, año VII, 537 (16-04-1932); “El general Tiburcio Carías es el abanderado máximo de la reconstrucción nacional”, El Atlántico, (09-01-1937).

 

[20] “Desplazando a los hijos del país”. El Atlántico, año VII, 539 (10-02-1932).

 

[21] “Compañía del Trust suprimiendo maquinistas hondureños por poner negros y chapines.” El Atlántico, año VII, 622 (10-06-1933).

 

[22] “Piden expulsión de un extranjero pernicioso”, El Atlántico, año VII, 534 (23-01-1932).

 

[23] “Honduras para los hondureños”, El Atlántico, año VII, 535 (27-01-1932).

 

[24] “Honduras para los hondureños”, El Atlántico, año VII, 535 (27-01-1932).

 

[25] La nota, no proviene directamente de Tela, puerto de la United Fruit Company localizado a corta distancia de La Ceiba, sino del diario El Pueblo de El Salvador, el que a su vez lo había copiado del diario El Sol de Tegucigalpa. “Fue grosero el insulto de un cónsul yanqui en un banquete”, El Atlántico, año IV, 326 (23-12-1930).

 

[26] “Fue grosero el insulto de un cónsul yanqui en un banquete”, El Atlántico, año IV, 326 (23-12-1930).

 

[27] “El mercado de la patria, José C. Melhado, cómplice”, El Atlántico, año IV, 254 (31-05-1930). La situación se gestó en 1920 cuando se formó la Compañía Agrícola de Honduras cuya existencia es denunciada como una farsa, creada en manos de Willie Melhado quien, además de extranjero, era amigo de la Truxillo Railroad Company.

 

[28] “Agotada la producción se desea el poder”, El Atlántico, año IV, 259 (10-07-1930). La arenga principal se expresaba en contra de los extranjeros a quienes: “…nada les importa la suerte de la patria.” “El mercado de la patria, José C. Melhado, cómplice”, El Atlántico, año IV, 254 (31-05-1930).

 

[29] “Agotada la producción se desea el poder”, El Atlántico, año IV. 259 (10-07-1930).

 

[30] “El patriota”, El Atlántico, año IV, 260 (12-07-1930).

 

[31] Otro artículo sobre el mismo tema se llamó “Escuela para José”, El Atlántico, año IV, 260 (12-07-1930).

 

[32] “Empleados en propaganda”, El Atlántico, año IV, 264 (20-07-1930).

 

[33] “Honduras necesita revisar sus concesiones.” El Atlántico, año VII, 609 (18-02-1933).

 

[34] “Honduras necesita revisar sus concesiones.” El Atlántico, año VII, 609 (18-02-1933).

 

[35] “Ligeras consideraciones acerca de las compañías en la costa norte de Honduras, “El Atlántico, año IV, 255 (28-06-1930).

 

[36] “Ahora es cuando deben demostrar su patriotismo” El Atlántico, año VII, 615 (08-04-1933).

 

[37] “Protege a los extranjeros y si sobra protege a los hondureños”, El Atlántico, año VII, 617 (29-04-1933).

 

[38] “La prensa mexicana hirviendo por el asunto de Nicaragua,” El Atlántico, año I, 6 (09-12-1926).

 

[39] “La prensa mexicana hirviendo por el asunto de Nicaragua,” El Atlántico, año I, 6 (09-12-1926).

 

[40] “Sandino aniquila a los yanquis”, El Atlántico, año IV, 252 (17-06-1930).

 

[41] “A propósito de las versiones calumniosas contra el general Sandino,El Atlántico, año IV, 218 (15-02-1930).

 

[42] “A propósito de las versiones calumniosas contra el general Sandino,El Atlántico, año IV, 218)15-02-1930).

 

[43] “Es terrible la situación de Nicaragua. Los estragos de los aeroplanos en el campo rebelde”, El Atlántico, año IV, 261 (15-07-1930).

 

[44] “Es terrible la situación de Nicaragua. Los estragos de los aeroplanos en el campo rebelde”, El Atlántico, año IV, 261 (15-07-1930). En este mismo número se informaba que no estaba confirmada la herida que había sufrido el general Sandino y hacía referencia a que el sitio llamado Yucapuca era un lugar histórico donde Sandino derrotó a las tropas de Juan Bautista Sacasa y al que llamó “Las Termopilas del Septentrión”. Otra información respecto a la lucha corresponde a: “Batalla sangrienta cerca de las fronteras hondureñas”, El Atlántico, año IV, 303 (28-10-1930). Asegura que mientras los yanquis entraron a protegerse al territorio hondureño, Sandino no lo hizo.

 

[45] “Los que luchan por la libertad no son bandidos”. El Atlántico, año IV, 279 (28-08-1930).

 

[46] “Bombardean a Sandino. Encarnizada lucha en la montaña de Yucapuca”, El Atlántico, año IV, 264 (20-07-1930).

 

[47] “Cómo llegaron los yanquis a Nicaragua. El empréstito a la firma comercial Seligman & Brown Brothers fue la puerta de entrada de la intervención”, El Atlántico, año VII, 606 (28-01-1933). El primer empréstito Seligman & Brown Brothers se firmó en 1911 y el último en 1913 y consistió en una serie de préstamos firmados con ese banco y el gobierno de Nicaragua quien se vio obligado a depositar su soberanía en los financistas neoyorquinos, viéndose obligado el Estado de Nicaragua a renunciar a su soberanía en el control de sus aduanas, el Ferrocarril Nacional del Pacífico y el Banco Nacional que pasaron a manos de los mencionados banqueros.

 

[48] “Cómo llegaron los yanquis a Nicaragua. El empréstito a la firma comercial Seligman & Brown Brothers fue la puerta de entrada de la intervención,” El Atlántico, año VII, 606 (28-01-1933).

 

[49] “Los Estados Unidos no creen difícil la adquisición de Isla del Tigre, Amapala.” El Atlántico, año VII, 606, (28-01-1933).

 

[50] “Los Estados Unidos no creen difícil la adquisición de Isla del Tigre, Amapala.” El Atlántico, año VII, 606, (28-01-1933).

 

[51] “Somoza ha contratado la esclavitud de Nicaragua,” El Atlántico, año XII, 1006 (26-08-1939).

 

[52] “Somoza ha contratado la esclavitud de Nicaragua,” El Atlántico, año XII, 1006 (26-08-1939).

 

[53] “Somoza ha contratado la esclavitud de Nicaragua,” El Atlántico, año XII, 1006 (26-08-1939).

 

[54] “Somoza ha contratado la esclavitud de Nicaragua,” El Atlántico, año XII, 1006 (26-08-1939).

 

[55] “Dos destroyers en el puerto de La Ceiba. Los recelos de los porteños,” El Atlántico, año I, 1 (04-11-1926).

 

[56] “Dos destroyers en el puerto de La Ceiba. Los recelos de los porteños,” El Atlántico, año 1, 1 (04-11-1926).

 

[57] “Noticia sobre la presencia de un barco de guerra norteamericano en La Ceiba,” El Atlántico, año XI, 945 (30-04-1938).

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 10. Marzo 2015 – Febrero 2016. Volumen I

 

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