La integración iberoamericana: un análisis histórico de cara al futuro

Hugo N. Lilli

Resumen/Abstract (VER)

1. Introducción

Los procesos de unión y desunión entre los pueblos latinos han sido una constante en Iberoamérica desde los tiempos coloniales. Cuatro virreinatos (Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata), posteriormente descuartizados en una treintena de países que no han encontrado aún un rumbo colectivo. A lo largo de la historia, pasando de concepciones oligárquicas cortoplacistas del tipo Patria Chica a lineamientos profundos del tipo Patria Grande, han habido decenas de proyectos, planes, pactos, tratados y demás intentos por plasmar un espacio geopolítico común que no han dado los resultados esperados por diversos motivos.

 

Las razones  por las cuales estos intentos quedaron truncos son muchísimas. Algunos sostienen que la principal causa ha sido la incursión permanente de los imperios de turno (español, inglés y norteamericano) a lo largo de todo este subcontinente con el único fin de dividir para reinar. Otros en cambio, apuntan a problemas intrínsecos de los países iberoamericanos y a las relaciones conflictivas que han tenido lugar entre ellos. Resulta imposible y contraproducente aislar una razón de las otras. Y posiblemente haya que buscar un punto medio para arribar a certeras conclusiones haciendo caso al axioma aristotélico in media veritatem.

 

 

Las embestidas imperiales del gran conglomerado del norte hacia sus súbditos del sur con el objetivo de penetración y dominio son incontables. La OEA fue una de las estructuras panamericanistas que si bien en su declaración formal declamaba como objetivo fundamental el fortalecimiento de la paz, la democracia y los derechos humanos en el continente, bien sabido es que su fin ulterior era servir a los intereses estadounidenses manteniendo el control sobre Latinoamérica condenando, aislando y/o sancionando a los estados díscolos y elogiando a los obedientes no sin antes entrometerse en sus asuntos internos (Galeano, 2003).

 

 

Otro instrumento colonialista de los Estados Unidos de Norteamérica, fue La Alianza para el Progreso la que, al igual que la OEA, también tenía supuestos nobles propósitos como   promover el libre comercio entre los países latinoamericanos, modernizar la infraestructura de comunicaciones, reformar los sistemas de impuestos, mejorar las condiciones sanitarias para elevar la expectativa de vida y mejorar el acceso a la educación de los pueblos. Pero esa ayuda económica a Latinoamérica, que trae a la memoria el controvertido Plan Marshall, resultó ser un hábil mecanismo para endeudar a los países obligándolos a pagar amortizaciones e intereses  exagerados por los préstamos recibidos y de esa forma hipotecarlos económicamente y someterlos en materia política (Ceresole, 1972).

 

 

A pesar de todo lo ocurrido, es tiempo ya de capitalizar los errores, sacar enseñanza de los mismos y  de una vez por todas  promover  la unidad regional iberoamericana  vertebrando  políticamente nuestro ámbito histórico, cultural, social y económico. Con voluntad, ingenio y audacia, todo se puede.

 

 

2. Los procesos de integración en el pasado

 


La idea de la integración subcontinental de Simon Bolívar en 1820, no logró resultados concretos pero si contribuyó a una fuerte formación simbólica de una identidad regional. Lamentablemente, concepciones basadas en el panamericanismo (1889-1930) y el interamericanismo (1948-1982) no alcanzaron a dar forma ni intensidad a la cooperación mutua, especialmente  por las relaciones políticas y económicas asimétricas entre los Estados Unidos de Norteamérica y los países iberoamericanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, dichas naciones buscaron caminos propios para su desarrollo económico y también político a través de una coordinación estratégica entre los distintos factores apelando a su autoconciencia latinoamericana (Methol Ferré, 1969).

 

 

Allá por la década del 50 el estadista argentino Juan D. Perón reflotó el famoso pacto ABC (Argentina-Brasil-Chile)  que había sido iniciado a principio de siglo por el barón de Río Branco, pero ya no como un regionalismo basado en una simple conjunción de Estados débiles en solitario enfrentados al todopoderoso enemigo del norte, sino en relación con la ardua labor de robustecer la cultura nacional, la identidad e idiosincrasias de cada uno de los países que conformasen el grupo y la cooperación económica. Pero la alianza no llegó a buen puerto fundamentalmente debido a las presiones internas sufridas por el presidente brasileño Getúlio Vargas, quien al no poder gobernar su país asediado por su Estado Mayor, su opositora Unión Democrática Nacional y la prensa, hizo un paso al costado.

 

 

Entre 1960 y 1980 existió ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) que fue la primera propuesta de integración económica latinoamericana para el desarrollo de las naciones de carácter gradual y asociativo que aglutinaba además de los diez países sudamericanos hispano-lusitanos, a México. Esta alianza no dio frutos debido a la escasa voluntad integracionista de los países en aquella ocasión. Luego fue reemplazada por ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) que, además de incluir a Cuba, poseía una estructura más amplia y flexible y nuevos objetivos e instrumentos. O sea que no tenía como meta en un plazo determinado crear una zona de libre comercio, sino un sistema de preferencias económicas o mecanismos similares. El objetivo era crear un mercado común por medio de una serie de iniciativas multilaterales bien diferenciadas de acuerdo al nivel de desarrollo de cada país. O sea que coexistían tres funciones básicas: la promoción y regulación del comercio recíproco, la complementación económica y el desarrollo de acciones de cooperación que contribuyeran a la ampliación de los mercados. Este esquema incorporó un sistema integral de apoyo a los países de menor desarrollo económico quienes empezaron a tener un tratamiento diferencial en las nuevas normativas. Por lo tanto,  el pluralismo, la convergencia, la flexibilidad y la multiplicidad hicieron de ALADI un sistema más eficiente que su antecesor  ALALC. Pero todo ello no fue más allá de un mero acuerdo económico, aún hoy vigente y que ha dado buenos resultados,  pero que ha obviado cuestiones políticas desde sus comienzos.

 

 

En 1969 se creó, Acuerdo de Cartagena mediante, el Pacto o Grupo Andino que incluía a  Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Dicho proceso, a lo largo de casi tres décadas atravesó por distintas etapas. De una concepción básicamente cerrada de integración hacia adentro se reorientó hacia un esquema de regionalismo abierto y varias reformas programáticas ampliaron el campo de la integración más allá de lo puramente comercial y económico, pues contó desde sus principios con un Sistema Andino de Integración conformado por diversos órganos e instituciones tendientes  a lograr un desarrollo integral de la región contemplando aspectos políticos y sociales, lo cual diferenció sustancialmente a este proceso de otros como ALADI. Pero igualmente este pacto nunca dio demasiados frutos debido, en parte,  a los sucesivos alejamientos de sus miembros pues Venezuela se vinculó al Grupo en 1973 pero se alejó del mismo en 2006 y Chile fue miembro pleno hasta 1976 y luego en 2006 pasó a  ser país asociado lo cual no implica su reingreso a la CAN (Comunidad Andina de Naciones, denominación nueva que tuvo vigencia a partir de 1996).

 

Después vendría el Mercosur (Mercado Común del Sur), creado en 1991 mediante la firma del Tratado de Asunción aglutinando así a Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y posteriormente Venezuela. En el mismo se establecían la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, la fijación de un arancel externo común, la adopción de una política comercial común, y la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes. Con el correr del tiempo,  los cinco países junto a Bolivia,  Chile, Colombia, Ecuador y Perú  como miembros asociados y  Nueva Zelanda y México como países observadores, entendieron que un verdadero proceso de integración debía tener mecanismos de concertación y consulta política para poder de ese modo consensuar distintas posiciones de alcance mucho más amplio que lo estrictamente económico.

 

Fue así como durante la X Reunión del Consejo del Mercado Común en 1996, se suscribió un compromiso democrático del bloque y posteriormente se creo justamente un Observatorio de la Democracia valorando de esa forma las instituciones de la misma y en especial transparentando los mecanismos electorales de las naciones miembros. Paralelamente, se aprobaron los fondos para la convergencia estructural y para la agricultura familiar,  programas para el desarrollo de la competitividad, para la promoción de la cohesión social y  para la integración productiva. Este último tiene varias líneas de acción: cooperación entre las empresas, complementación en investigación, desarrollo y transferencia de tecnologías, formación de recursos humanos y generación y procesamiento de información.

 

Otro asunto tenido en cuenta en el seno del Mercosur, y que no es menor, es la cooperación energética. En estos últimos años se le ha prestado especial atención al desarrollo conjunto de fuentes de energías limpias, renovables y sostenibles, para lo cual en 2007 se aprobó un plan de acción para la cooperación en materia de biocombustibles. Pero desafortunadamente las desavenencias nunca resueltas hasta hoy, en especial las asimetrías económicas de sus integrantes y la política arancelaria, han hecho que este proceso  no haya avanzado como se esperaba a tal punto que algunos de sus miembros (los mas pequeños), han llegado a pensar que este bloque no tiene futuro alguno e inclusive han realizado acuerdos económicos bilaterales con naciones lejanas, algunas  de ellas detractoras del Mercosur.

 

 

Luego aparecería en 2004 el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), como contrapartida del ALCA (1), de la mano del presidente venezolano Hugo Chávez Frías y del cubano Fidel Castro Ruz, que reúne hasta el momento a nueve países: Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda,  Nicaragua y Honduras. Es una alianza política estratégica sustentada en los principios de solidaridad, cooperación genuina y complementariedad entre los países miembros en orden de compensar las asimetrías existentes entre ellos y luchar contra la pobreza y la exclusión social, además de velar por los derechos humanos y la defensa por el ambiente. Una ideología basada en el pensamiento de los próceres latinos  como Bolívar, Martí, Sucre, O’Higgins, San Martín, Hidalgo, Artigas y Torrijos, entre otros. En este caso la integración regional se planteó en términos políticos, sociales, culturales, industriales, científico-tecnológicos y económicos. Si bien esta alternativa tiene basamentos justos y nobles,  lamentablemente  no logró unir a tantas naciones como hubiera sido deseable, y las que unió tienen más debilidades comunes que fortalezas. Otro proyecto más inconcluso.

 

 

En este resumen de intentos de unión por parte de las naciones latinas  no hay que olvidarse de destacar dos zonas geográficas con procesos de integración regional propios: Centroamérica    y    el   Caribe. El    tratado    que    dio    lugar    al    MCC  (Mercado    Común     Centroamericano)  en      1960,     formado     por    Guatemala, El Salvador, Honduras, NicaraguaCosta Rica, logró introducir con éxito medidas de reducción arancelaria, un arancel externo común y la coordinación de las políticas económicas y monetarias. Este proceso demostró ser el más exitoso de toda Iberoamérica habiendo logrado un alto nivel de coordinación interestatal entre los países miembros. Pero la corta guerra entre Honduras y El Salvador en 1969, que llevó a la ruptura de relaciones entre ambos países, produjo un desequilibrio dentro del proceso de integración que se acentuó más aún en la década de los 80 y posteriormente a partir de 1994 cuando entró en vigencia el NAFTA (2).

 

 

Con respecto al Caribe, las circunstancias y condiciones para su proceso integracionista  fueron netamente distintas. Luego de la iniciativa de establecer una zona de libre comercio llamada CARIFTA (The Caribbean Free Trade Association) en 1968, que supo obtener resultados alentadores respecto al nivel de comercio intraregional alcanzado, cuatro países insulares (Trinidad y Tobago, Guyana, Jamaica y Barbados), firmaron en 1973 el tratado fundador de la CARICOM (Caribbean Community),  que continuó el propósito de reducción arancelaria pero a la vez contemplaba otros aspectos como la cooperación en políticas agrícolas e industriales así como también acciones mancomunadas en torno a las relaciones internacionales. Este mercado común aún hoy subsiste y con resultados más que aceptables, pero por tratarse de la unión de naciones muy pequeñas, que al día de hoy suman quince  con pesos específicos casi insignificantes en el concierto del resto de los países continentales, puede decirse con bastante certeza que esta unión ha sido también insuficiente.

 

 

3. La integración actual

 


En diciembre de 2004 a través de la Declaración de Cusco (Perú), nace la CSN (Comunidad Suramericana de Naciones). Los países firmantes de ese documento fueron: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. Esa declaración comprendía tres ámbitos: la conformación de dicha comunidad, la acción de la misma y el desarrollo del espacio sudamericano integrado. Y los aspectos que incluyó fueron: la concertación y coordinación política y diplomática, la profundización de la convergencia entre Mercosur, la CAN y Chile a través del perfeccionamiento de una zona de libre comercio, la integración física, energética y de comunicaciones, la armonización de políticas de desarrollo rural y agroalimentario, la transferencia de tecnología en materia de ciencia, educación y cultura; la integración industrial y productiva, la cooperación en materia ambiental y de defensa, la ciudadanía sudamericana, y la interacción entre empresas y sociedad civil teniendo en consideración la responsabilidad social empresaria. Un proyecto a todas luces muy ambicioso, máxime considerando los datos macro de este bloque, que no pasan desapercibidos: tiene un PBI cercano a los 2.500 millones de dólares constituyéndose en la quinta economía del mundo,  con 420 millones de habitantes es la cuarta población mundial, una superficie total de 17 millones de km cuadrados, alberga en su subsuelo 37.000 km cúbicos de agua dulce pertenecientes al Acuífero Guaraní; es la región que más alimentos produce y exporta al mundo, posee el 27% de la reserva de agua potable del planeta, tiene 8 millones de kilómetros cuadrados de superficie forestal, dispone de hidrocarburos para 100 años, posee 50.000 km de vías navegables internas, está ubicada entre los dos principales océanos del mundo y sus habitantes hablan mayoritariamente solo dos lenguas y profesan una sola religión (Gabetta, 2003).

 

 

En  2007 se realiza en Isla  Margarita (Venezuela), la      Cumbre   Energética                de los países de América del Sur. En este marco se decidió adoptar el nombre de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas), para el proceso sudamericano de integración caracterizado por ser un espacio de cooperación intergubernamental, flexible y voluntario, basado en el método del consenso para lograr acuerdos.  A lo largo de estos años se crearon diversos Consejos y Grupos de Trabajo con estamentos políticos y técnicos interrelacionados entre sí para acordar los distintos planes de acción. Entre ellos, se destacan el Consejo de Defensa, el de Salud, el Energético, el de Desarrollo Social, el de Lucha contra el Narcotráfico, el de Infraestructura y Planeamiento y el de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación.

 

 

Pero hasta la actualidad, UNASUR parece ser más un acuerdo virtual y declamativo que real y pragmático por los siguientes motivos: aún falta que varios países de la región incorporen dicho tratado a sus cartas magnas; hay demasiados objetivos regionales importantes y no queda claro cuáles son sus jerarquías o si existen prioridades entre muchos de ellos como tampoco se divisa cuál es el ritmo para acometerlos ni el alcance de las acciones proyectadas; la cooperación política, social y cultural con temas como la democracia, seguridad regional y lucha contra las drogas y la corrupción aún deja bastante que desear; el entramado institucional no evita la superposición y duplicación de esfuerzos; al carecer de varios de los elementos fundamentales de una organización internacional este bloque  no es un sujeto titular de derechos y obligaciones en las relaciones internacionales con capacidad para ejercerlos; la integración comercial, económica y financiera tiene brechas por donde se la mire, el desarrollo de la infraestructura física, la energía, y las comunicaciones está en una etapa casi embrionaria; faltan crearse aún los Consejos de Economía y Finanzas, de Derechos Humanos y Migraciones; y el Grupo de Trabajo dedicado a la  Solución de Controversias no ha dado mayores frutos, entre otros detalles.

 

 

Por ser de creación muy reciente, 2011, La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), heredera del famoso Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política conocido como Grupo de Río, no se analiza en el presente trabajo, así como tampoco y por la misma razón, la Alianza del Pacífico.

 

4. Algunas consideraciones geopolíticas

 

Hay un detalle en Suramérica que no es menor y viene de larga data: el  gran  vacío central. Un subcontinente mayormente poblado en sus costas y que aún está avanzando hacia su interior. Esta situación geopolítica impone un gran y urgente desafío ya que es sabido que los territorios vacíos tarde o temprano terminan siendo llenados por países dinámicos y poderosos.  Esto nos remite al estratega inglés Sir Halford Mackinder, quien desarrolló la teoría del corazón terrestre o heartland. El mismo, es un espacio geográfico dentro del continente posicionado estratégicamente,  alejado del dominio marítimo,  con abundantes recursos naturales, buenas vías de comunicación, alta masa poblacional y que opera como un núcleo central o vital. Según él, quien domina ese núcleo podrá dominar el resto del continente.

 

 

Basándose en esta teoría, algunos geopolíticos brasileros como los militares Mario Travassos y Golbery do Couto e Silva, advirtieron que Bolivia en sí era una suerte de pivote geográfico muy significativo ya que unía las tres regiones más importantes de Suramérica: el espinazo andino y las dos cuencas fundamentales como lo son la del río Amazonas y la del río de la Plata. Y dentro del territorio boliviano, a su vez, señalaron otro núcleo central estratégico al que bautizaron Triángulo de  Charcas. El mismo está formado por las ciudades de Sucre, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra (3). Este territorio ha sido y es una potencial fuente de conflictos entre Argentina y Brasil lo cual no contribuye en nada a los procesos de integración sino que aumenta más aún las rivalidades ya existentes (Trias, 1972).

 

 

En aras de superar estas tensiones geopolíticas y geoeconómicas entre los dos gigantes suramericanos,  el filósofo argentino Alberto Buela generó una nueva estrategia de integración regional conocida como Teoría del Rombo, a través de la cual ampliaba el heartland más allá de los anteriores límites establecidos por sus colegas brasileños. En este caso los lados del romboide serían los ejes que unen las ciudades Caracas-Brasilia-Buenos Aires-Lima tal como se aprecia en la siguiente figura:

 

MAPA 1

 

Fuente: (Buela, 2008)

 

 

Este espacio de características bioceánicas posee una gran cantidad y variedad de minerales e hidrocarburos además de una variada biodiversidad en cuanto a fauna y flora: el Pantanal, la Amazonia y el acuífero Guaraní.  Cuestiones  a tener en cuenta a la hora de forjar una gran confederación cuyos vértices de poder subcontinental sean justamente los aquí descriptos. El único detalle, no menor, es que la densidad poblacional dentro de esa figura geométrica es baja y al no estar ese espacio custodiado ni legislado debidamente, es proclive a ser poblado por potencias extranjeras en un futuro cercano.

 

 

5. Conclusiones

 

 

De lo expuesto se infiere que han sido todos intentos inconclusos y otros simplemente insuficientes. Una estrategia geopolítica de largo alcance debe incluir a todos los países de este subcontinente consolidando un único espacio geográfico, político, social, cultural y económico (en ese orden), entre Centro y Suramérica sin olvidar el Caribe. Se pueden hacer tratados bi o trilaterales menores, pero en definitiva debe prevalecer la unión de todas las naciones para lograr el genuino y anhelado despegue y  el consiguiente posicionamiento global estratégico. Hay en estos momentos, de hecho, signos favorables para ejecutar ese proceso integracionista de extraordinaria magnitud y es menester aprovecharlos ya mismo sin más demoras.

 

 

Para ello, es necesario elaborar con mucho detalle la táctica a llevar a cabo en orden de lograr un proceso lo más adecuado y favorable posible a todos los intereses en juego.  Sabido es que las rivalidades entre naciones hermanas no han sido aún sepultadas y que los acuerdos se han basado más en bellas retóricas que en compromisos reales por lo que  todo ello es un verdadero obstáculo a la hora de la unión y la designación de roles a desempeñar.  Otra realidad palpable es el desigual desarrollo económico,  industrial y social del conjunto de los países hispano-lusitanos.  Y no menos ostensible es el hecho de que varias naciones de la región mantengan estrechos lazos con EEUU, ya sea comerciales (caso Chile y México) cuanto militares (caso Colombia), lo cual complica cualquier intento de alianza subcontinental.

 

 

Sin embargo, todos estos inconvenientes podrían ser salvados aplicando una buena cuota de madurez política, cosa que muchos países ya tienen, y además adoptando algunos tips surgidos de la alianza más paradigmática de todos los tiempos como lo es la Unión Europea. En este caso, se ve claramente cómo ningún país intenta invadir el terreno del otro, ni en lo económico, ni en lo político, ni en lo cultural. Un verdadero ejemplo de convivencia. El propulsor económico de esa gran confederación es el país germano mientras que el político es el país galo, al tiempo que los anglosajones son protestantes, los eslavos ortodoxos y los románicos católicos. Y nadie osa discutir ese orden perfectamente establecido.

 

 

Y desde ya que habrá que salvar viejos inconvenientes acarreados en la mayoría de los acuerdos regionales hasta ahora concebidos: generar claros y decisorios espacios de debate que vayan más allá de las meras declamaciones y plasmen las ideas en tiempo y forma,  implementar programas de televisión y radio como mínimo bilingües (portugués-español) y ampliar la cobertura de Telesur ya que no en todos los países puede verse esa señal televisiva,  incluir en el consenso intrabloque a todos los sectores (campesinos, aborígenes, sindicalistas) los cuales hasta ahora han tenido escasa representación, gestionar políticas claras de información a la ciudadanía y mecanismos de transparencia de todas las actividades del bloque (no como hasta ahora que la única documentación pública son las actas ya que el resto goza de una hermética cláusula de confidencialidad),  gestionar la creación de una moneda común que otorgue solidez a las economías regionales respecto al dólar y al euro, promover el intercambio pluricultural a todos los niveles reivindicando el Convenio Andrés Bello al que aún faltan adherir muchos países, lograr de una vez por todas la validación automática o semiautomática de los títulos universitarios, homologando previamente los planes de estudio,  para que los profesionales puedan trabajar sin los obstáculos burocráticos que aquello ocasiona, eliminar el requisito del pasaporte para circular entre los países que no son limítrofes, consensuar y coordinar políticas energéticas conjuntas que permitan el abastecimiento mutuo tanto en electricidad cuanto en hidrocarburos, corregir las asimetrías económicas entre los miembros del bloque,  lograr que la integración  no sea en pié de igualdad sino proporcional  (ya que la igualdad en este caso es la primer fuente de injusticia), promover la cooperación mutua en temas de interés común, adoptar serios compromisos multilaterales en materia de medio ambiente , aunar criterios en cuestiones de defensa expidiéndose taxativamente sobre la injerencia militar de países ajenos a la región y propiciar la formación de una fuerza marítima común para el control del mar territorial y el extenso litoral atlántico, extender los alcances de los Convenios Simón Rodríguez y Celestino Mutis, definir claros lineamientos inherentes a la lucha contra el narcotráfico, habilitar corredores bioceánico mixtos, crear más rutas aéreas directas intercapitales, tratar unificadamente la deuda externa y mucho más (Recondo, 2003).

 

 

A partir de todo ello, y para poder subsistir en el difícil mundo que se avecina,   habrá que forjar algunos macroacuerdos interregionales bien pensados con grupos ya existentes como la Unión Europea con quien compartimos los mismos valores de vida y orden social,  o con grupos emergentes como o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático con quienes en muchos aspectos no hay demasiada afinidad.

 

 

No obstante y a pesar de todas las dificultades que pudieran presentarse, hay que intentar rápidamente alguna alternativa válida de modo que América del Sur,  Central y el Caribe puedan posicionarse a nivel mundial como un bloque sólido capaz de tener voz y voto en todas las cuestiones que hoy afligen al mundo. La construcción de un espacio geopolítico común es posible y está al alcance de la mano, lo que sucede es que su construcción supone una gran cuota de audacia, compartir una misma visión de futuro, eliminar algunos caudillismos y limitar los poderes mundiales directos o indirectos en la región.

 

 

A la vez, es necesario hacer una sana retrospectiva y darse cuenta que los latinos no solo tenemos lengua, religión, etnia, cultura, origen y raza común sino que también compartimos una historia de dependencia imperial. Luchamos desde los primeros tiempos contra el mismo enemigo  y por las mismas razones. Hemos sido víctimas de idénticos métodos: créditos usurarios forjadores de enormes deudas externas, robo de tierras rurales para convertirlas en latifundios, extracción irracional de materias primas, explotación inhumana de trabajadores, intromisión en los bancos centrales, apropiación de empresas públicas. Y los grandes conductores políticos iberoamericanos crearon doctrinas semejantes basadas en los mismos principios: evitar la lucha de clases y favorecer la unión nacional, promover la soberanía popular, la independencia económica, la justicia social y la identidad cultural (Labaké, 1999).

 

La disyuntiva es: o nos unimos aprovechando todos nuestros aspectos comunes, que no son pocos, en aras de romper las cadenas coloniales para avanzar libremente hacia nuestra autodeterminación,  o de lo contrario seremos meras provincias del imperio de turno.

 

6. Bibliografía

Buela, Alberto: “Iberoamérica como gran espacio político” en Revista Arbil, nº 119, 2008. Disponible en: <http://www.arbil.org/119buel.htm>. Consultado: 11/08/2010.

Ceresole, Norberto: Geopolítica de Liberación, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1972.

Gabetta, Carlos: Atlas de Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, 2003.

Galeano, Eduardo: Las venas abiertas de América Latina, Ed. Catálogos, Buenos Aires, 2003.

Labaké, Juan: Líderes latinoamericanos, Editorial Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999.

Methol Ferré, Alberto: Geopolítica de la cuenca del Plata, Ed. Diálogo, Montevideo, 1969.

Recondo, Gregorio: El sueño de la Patria Grande, Ediciones Ciccus, Buenos Aires, 2003.

Trias, Vivian: Imperialismo y geopolítica en América latina, Editorial Jorge Alvarez, Montevideo, 1972.

 

 

7. Notas


* El presente trabajo fue presentado en las VI Jornadas de Historia del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y ADHILAC, Buenos Aires, 6 y 7 de julio de 2015.

 

 

** Profesor en ciencias sociales, miembro ah honorem del Instituto Ideario Artiguista (Bs. As.) e investigador externo del Instituto Superior de Formación Docente N°44  (Gral. Las Heras, Bs. As.)

 

 

(1)  Area de Libre Comercio de las Américas, iniciativa surgida en Miami, en 1994, que pretendió aglutinar treinta y cuatro países del continente americano con el propósito de eliminar gradualmente las barreras del comercio, los servicios y la inversión. No son pocas las críticas bien fundadas en torno a este emprendimiento cuyo único ganador en casi todas las áreas resultaría ser justamente el país que lo propuso: Estados Unidos de Norteamérica.

 

 

(2)  Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá México y EEUU que entró en vigencia en 1994.  Si bien sus propósitos eran eliminar obstáculos al comercio y facilitar la circulación trilateral de capitales, bienes y servicios además de promover condiciones de competencia leal en la zona, el resultado a la vista, hasta el momento, ha sido la destrucción de la industria nacional mexicana y sus nefastas consecuencias socioeconómicas, mientras que la acumulación de capitales aumentó notoriamente en los otros dos socios.

 

 

(3) Curiosamente, en el perímetro de ese triángulo fue asesinado en 1967 el comandante Ernesto Guevara Linch, lo cual explicaría el por qué de su idea de trasplantar la revolución cubana a Bolivia. Talvez él tuvo en aquel momento las mismas ideas geopolíticas que Mario Travassos y Golbery do Couto e Silva.

 

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 10. Marzo 2015 – Febrero 2016. Volumen I

 

 

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