Max Weber y la Universidad de Magdalena (Colombia). Jorge Elias Caro

Santa Marta, Colombia. Diciembre de 2013

Por: JORGE ENRIQUE ELIAS CARO Msc, Ph.D

Profesor Universidad del Magdalena 

En la historia reciente de la Universidad del Magdalena han acaecido muchas cosas anómalas que, a la luz de lógica racional, sólo se presentan en sociedades bárbaras en acciones y débiles de mente. Ante hechos absurdos permanentes de amenazas de muerte, castración de la democracia participativa, acosos laborales, persecuciones políticas, intimidaciones, nepotismo, corrupción, violación de derechos fundamentales, obstaculización de funciones para el cumplimiento de deberes y obligaciones, decisiones poco académicas más inclinadas por las vísceras que por la cabeza, entre otros males que quejan a la educación superior colombiana, he intentado comprender ¿por qué se presentan estos viles y aberrantes casos en esta casa de estudios?

 

Como historiador, y sin querer acudir a los fáciles atajos que brindan los historicismos, analicé en profundidad la historiografía de la época colonial para ilustrarme de algunas facetas que ocurrieron en ese tiempo, pues considero que la cuna del mal parte desde ahí, y que a pesar de haber transcurrido más de doscientos años aún se mantienen vigentes-, ya que varias de las lecturas que hice fueron escritos en su mayoría en el dieciochesco y se colocaron en práctica cuando entró la República en la centuria decimonónica; no obstante, han presentando su mejor desenvolvimiento para los siglos XX y XXI. La bibliografía revisada estaba ligada a una diversa literatura proclive a la educación liberal, en especial a los cursos de las ciencias legislativas, constitucionales y políticas, entre estas obras podemos citar la Deontología y la legislación de Jeremías Bentham; Moral Universal del Barón Paul Henri de Holbach, Las Ruinas de Palmira de Constantino Francisco Chassebeuf, Conde de Volney, y El Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau.

 

En estas lecturas encontré muchas respuestas que me faltaban completar para entender lo que pasaba no sólo en la Universidad sino en la sociedad magdalenense, sin embargo, aún tenía muchos vacíos teóricos, conceptuales y metodológicos de la fenomenología tipificada, hasta que leí algunos postulados filosóficos y sociológicos que fueron concebidos a fines del siglo XIX y en los albores de la pasada centuria. En ellos encontré aún más, y mejores respuestas. Estas en gran proporción las proveyó el alemán Max Weber, aunque no debo dejar de lado las enseñanzas que me dejaron Historia de la locura en la época clásica y el célebre libro Vigilar y castigar, ambos del teórico social francés Michael Foucault; Los bienes terrenales del hombre del socialista norteamericano Leo Huberman; Historia y crítica de la opinión pública, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío y la obra Conciencia moral y acción comunicativa, todas del filosofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, entre otros, que en suma hicieron tuviera un panorama más amplio y claro de las cosas.

 

Al analizar los escritos de Max Weber sobre la Universidad Alemana de comienzos del siglo XX, en especial El Poder del Estado y la dignidad de la vocación académica, da cuenta de las relaciones Universidad-Estado, los fundamentos de la libertad académica, la responsabilidad de los profesores universitarios y las normas que rigen la conducta de los hombres de ciencia; aspectos que por su tono de redacción inducen a una indignación moral y de vindicación ética de la autonomía de la ciencia ante la intromisión de los intereses politiqueros y mezquinos de algunos particulares en su afán de enriquecerse a costa de las instituciones de educación superior.

 

Su problematización estaba centrada en la manera de cómo veía a la educación y a la ciencia, y éstas según Weber, eran una vocación orientada para generar el progreso de los pueblos, pero además impregnada de honestidad personal, probidad intelectual y cargada de buena política; de ahí su otro escrito célebre, El sabio y el político. Weber, entre líneas deja ver claramente que el nombramiento de rectores y profesores sin el cumplimiento de los requisitos intelectuales y legales, con poca calidad ética o con el desconocimiento total del concepto de comunidad académica, son un exabrupto y falta a la ética del docente.

 

Esto que pasa actualmente en la Universidad del Magdalena es lo mismo que experimentó Max Weber hace más de un siglo, cuando a los docentes en Europa por expresar sus ideas y hacer acciones políticas en derecho y con derecho en contra de administraciones putrefactas y de regímenes tiránicos, se les cuestionó, vilipendió, acosó, los recluyeron en prisión e incluso se les asesinó, sencilla y llanamente por atreverse a creer en la filosofía del contenido de lo que estaba escrito en las normas y ser libre pensadores, o en pocas palabras, ser críticos en sentido estricto del término académico. Al tenor de lo anterior, la existencia y aplicabilidad de la crítica académica en un docente es la que genera probidad intelectual, honestidad personal y política seria para un científico, un académico y por supuesto, para un sabio.

 

Por eso, en las esferas de la enseñanza y de la ciencia poco sirve la raza, el pensamiento político o la religión del docente, lo que importa es su vocación, su anhelo de estar con sus alumnos, el amor por la institución que lo acoge, su experiencia y su experticia y ante esto, dedicarse a su especialidad y ofrecer a los estudiantes un buen producto de sus estudios, desvelos, sacrificios y prácticas científicas, al margen de cualquier pasión política, asociativa o democrática participativa es lo que verdaderamente importa.

 

Los actos arbitrarios que se han cometido recientemente en la “Universidad” han conllevado a que de universidad lo único que tiene es el nombre, ya que es poco académica y la expresión del docente es mutilada y la criticidad no encaja para la generación de nuevo conocimiento; sólo impera “el honor” castrense y los valores vinculados a la tradición medieval, es decir, los que están conmigo y piensan como yo, “son mis amigos”, y los que me contradicen y piensan diferentes “son mis enemigos”, y por eso, debemos callarlos y/o acabarlos.

 

Estos dos bandos fomentan un duelo al estilo de los espadachines de las cruzadas, unos que abogan por la defensa de “Dios” y otros por la defensa del “Diablo”, es decir, para unos del bien y para otros del mal. Sólo que el malo en esta Universidad no es el que hace el acto delictivo, de corrupción, de nepotismo, de incumplir las normas internas, de hacer acosos laborales, de perseguir políticamente, de castrar la democracia, de intimidar, de generar temor a través de hechos criminales, etc., sino es el que denuncia la ilegalidad, el atropello, la barbarie y por supuesto, el que se arriesga a sentir, pensar y hablar, o sencillamente, se atreve a ser un docente.

 

Ante esto, no pretendo ser el Max Weber que con su conciencia, temple y carácter escribía airados pronunciamientos y/o comunicados en contra de los directivos y del sistema universitario alemán, o con su punzante crítica logró obtener grandes objetivos no sólo para la Universidad alemana, sino “Universal”, la cual estuvo depositada en beneficios científicos, difusora de ética y responsabilidad intelectual y multiplicadora de los valores docentes más preciados. Por eso, a los violentos y promotores de una universidad poco crítica, participativa y académica, les digo

 

NO ME CALLARÉ, NO ME VOY y AQUÍ ME QUEDO.

 

Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº . 7. Marzo 2012-Febrero 2013 – Suplemento

 

 

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